miércoles, 8 de mayo de 2024

LA HISTORIA DE CAÑO 14





Buenos Aires perdida: el sótano apadrinado por Aníbal Troilo que se convirtió en la catedral del tango
En Talcahuano 975 funcionó Caño 14
Surgido en los sesenta, Caño 14 tuvo varios locales y uno, en Talcahuano 975, que se convirtió en un mito; durante más de dos décadas pasaron por su escenario desde Pugliese hasta Goyeneche
Silvina Vitale
Aníbal “Pichuco” Troilo fue uno de sus más fieles habitúes, dicen que algunas noches su esposa iba a buscarlo para que volviera a casa luego de tocar. “En ese entonces, tocaba con Roberto Grela y como no volvía a su casa después de su presentación, Zita, su esposa, lo buscaba y un poco lo regañaba”, cuenta Catalina Cabana, especialista en historia del tango. Ya se presentara como dúo o en cuarteto, la dupla Troilo-Grela, compuesta por el genial bandoneonista y compositor y el exquisito guitarrista, fue un ícono de la mística tanguera.
Contaba Atilio Stampone, pianista, compositor y uno de los socios que abrió Caño 14 en marzo de 1962, junto con Vicente Fiasche y Rinaldo Martino (exjugador de San Lorenzo y de la selección), que fue justamente Troilo quien los incentivó y mostró su apoyo total al proyecto. “Juéguense y cuenten totalmente conmigo”, les había dicho. Su primera ubicación fue en un local pequeño, en la cuadra de Uruguay al 900, en el centro porteño, con capacidad para unas cien personas, y proponía llenar a la noche de Buenos Aires con música de tango. “En ese tiempo no existía un local que se dedicara enteramente al tango”, afirmaba el músico.
Aníbal Troilo, el padrino de Caño 14
Según explica Cabana, por ese entonces, esta música había quedada confinada a espacios reducidos. “Así como en las décadas del cuarenta, cincuenta, tuvo su pico de popularidad y todo el mundo escuchaba tango o cuando alguien iba a un baile o a un club, a una fiesta, se escuchaba, se bailaba o se tocaba tango, puntualmente desde fines de los sesenta y durante los setenta, este fue relegado”, señala. Además, sostiene que, en esa época, no se incentivaba mucho el hecho de salir de noche o ir a bailar por el tema de los controles, es decir, los pedidos de documentos que se hacían a las personas de a pie.
Al mismo tiempo, habían aparecido las boîtes, que frecuentaba la juventud de nivel socioeconómico alto, como era el caso de Mau Mau o de Afrika, en las que se empezó a promover la música disco, al tiempo que surgía la figura de Palito Ortega y la llamada Nueva Ola. “Por esos tiempos, la popularidad del tango había caído, estaba claramente en declive. Por los medios, los jóvenes estaban direccionados hacia la nueva ola. En los setenta, en general, el tango y el rock nacional fueron un poco demonizados y se priorizaba un tipo de música sin metáfora ni mucha construcción que distraía”, aclara la historiadora y autora de los libros Abasto, y de porqué acá nació el tango (2018) y de Género Tango (2023)
Tango de culto
No obstante, para los tangueros de alma, Caño 14 era un oasis que tuvo su momento de esplendor en los setenta. De la calle Uruguay pasó a la vuelta, exactamente a Talcahuano 975, en un sótano que disponía de mayor espacio y a escasos metros de la mítica pizzería El cuartito –que este año celebra 90 años–, que tuvo durante varios años a muchos de los artistas de Caño 14 entre sus comensales. “Esa etapa fue una época de tango de culto, allí se iba a escuchar tango. No era un lugar donde se bailaba, quizás, eventualmente, podía presentarse una pareja de baile pero, mayormente, la gente iba a sentarse, a tomar algo y a escuchar a los grandes talentos que se presentaban”, reconoce la historiadora. “Troilo, Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero eran parte de la barra de los de siempre”, sostiene.
Stampone recordaba esa época gloriosa: “Luego de un par de temporadas, decidimos mudarnos a Talcahuano 975, con capacidad para 400 personas. Allí debutó el Cuarteto de Federico-Grela, y el Sexteto Tango. Más tarde, el Sexteto Mayor; Juan Carlos Copes con María Nieves (reconocidos bailarines de tango). Actuó también Francini con su orquesta, Mores con la suya. Póker de Ases, con Roberto Goyeneche-Raúl Lavié-Rubén Juárez, y mi orquesta. Tuve el gran orgullo de compartir el escenario con Osvaldo Pugliese”, decía.
Goyeneche y Troilo

El templo del tango abría de martes a domingos a las 23 cuando Lucía Marcó, locutora y esposa de Stampone, anunciaba a los aclamados artistas de cada noche. ¿Por qué Caño 14? “Cuenta el mito que Troilo le puso el nombre y advirtió a sus amigos: ‘O esto funciona o terminamos fundidos y nos vamos a vivir a los caños’, habría dicho. El 14 era claramente en alusión al número de la quiniela que refiere al borracho”, explica Cabana.
A pocas cuadras, en la avenida Córdoba y Libertad, justo enfrente del Teatro Cervantes, se levantaba Cambalache otro punto de encuentro tanguero que había abierto Ana Luciano Divis, más conocida como Tania, la viuda del músico y compositor Enrique Santos Discépolo, donde alternaba tareas de presentadora y cantante. “Se armaba el circuito tanguero porque estaban más o menos cerca y eran lugares que incluso resultaban económicos porque no cobraban entrada. Simplemente uno pagaba una copa y tenía derecho a ver el espectáculo”, describe la historiadora.
Ana Luciano Divis, más conocida como Tania
Tango en Caño 14 es uno de los vinilos de la discográfica RCA que recopila algunas de las presentaciones de los magníficos artistas que pasaron por el escenario del local de Stampone y sus amigos. El álbum incluye un texto que pone de manifiesto la relevancia que ya tenía lo que después se transformó en un símbolo porteño. “En la noche porteña hay un lugar especial donde todos los días se rinde culto a nuestra música ciudadana: Caño 14. En ese ‘templo’ tanguero se dan cita los amantes del tango que llegan de todas partes del país y, por supuesto, del extranjero. Los porteños y los turistas provincianos y de otros países llenan noche a noche el local para escuchar las magistrales interpretaciones de artistas como Aníbal Troilo, Sexteto Tango, Roberto Goyeneche, Atilo Stampone y otros. Una noche en Caño 14 es una noche inolvidable. El visitante sale y lleva su espíritu impregnado del mejor tango que se pueda escuchar en Buenos Aires y las emociones vividas perduran para siempre”.
Tal era la repercusión que, en los setenta, llegó a presentarse como un espectáculo durante varias temporadas de verano en Mar del Plata. Para la barra de Caño 14, los años transcurrieron repletos de buenos recuerdos de esas largas noches de tango y amigos. Sin embargo, su historia cuenta con un hecho trágico que tuvo lugar el 27 de agosto de 1978 cuando Enrique Mario Francini, violinista y compositor, se descompensó y falleció de un ataque cardíaco en pleno escenario, mientras interpretaba el tango Nostalgias acompañado en piano por Héctor Stamponi.
Atilio Stampone, uno de los socios de Caño 14
El final
Caño 14 cerró sus puertas en 1986, más de una década después, en diciembre de 1997, reabrió Vicente López 2134, en Recoleta, con un nuevo propietario Marcial Ricardo Ríos, que, en ese momento, afirmaba reflotar el templo del tango “por amor a Buenos Aires”.
Para la apertura se presentaron figuras como los cantantes Alba Solís, Lavié y Alberto Podestá, y el propio Stampone –quien para ese momento se había desvinculado de la empresa–, Carlos Buono y su orquesta, entre otros; el local contaba además con un cuerpo de ballet propio. Sin embargo, la propuesta no tuvo éxito. Si bien en los noventa el tango resurgió con fuerza como un símbolo nacional, se afianzó en otros lugares como las milongas o los espacios de tango show. Desde entonces, ambas se difundieron con gran éxito, las primeras dirigidas en principio al público local, mientras que los shows atraen principalmente al turismo.
A pesar de su cierre, Caño 14 sigue vivo en el recuerdo del público tanguero. En un poco más de dos décadas, el sueño por el que apostaron un par de amigos le dio a género nacional un espacio irrepetible, íntimo y hasta familiar al que se lo llamó templo y que se transformó en un mito.

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