martes, 21 de mayo de 2024

Witold Pilecki, como oficial del Ejército y como prisionero de Auschwitz






Witold Pilecki, el hombre que se infiltró por su cuenta en el horror criminal de Auschwitz
Witold Pilecki, como oficial del Ejército y como prisionero de AuschwitzArchivo
El oficial polaco se ofreció de voluntario para dejarse detener como civil en el campo de concentración y conspirar desde dentro contra los nazis
Ramiro Pellet Lastra

Si existiera un diccionario del horror, la palabra Auschwitz sería el sinónimo más preciso de la maldad. Y sobre los ríos de tinta que corrieron sobre la nave insignia del sistema criminal nazi, que comenzó a operar hace exactamente 84 años, asoma el nombre del único prisionero que entró voluntariamente.
Sí, el oficial polaco Witold Pilecki cruzó las puertas del mayor centro de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, donde dejaron la vida más de un millón de seres humanos deportados en tren de toda Europa, en su mayoría judíos, y se sometió al maltrato sistemático y degradante de sus guardias, a una existencia de absurda precariedad y casi seguro breve, por su exclusiva y soberana decisión.
Witold Pilecki, con su uniforme del Ejército polaco
Pilecki se hizo llamar de otro modo y se dejó atrapar por los ocupantes alemanes como un detenido más. Pero no era uno más. Era un hombre entrenado, resuelto, con objetivos específicos, que engañó a sus captores durante los dos años y medio que pasó como infiltrado en esas barracas.
Tuvo varios logros, frustraciones, y realizó su segunda proeza (la primera fue animarse a entrar) ejecutando un exitoso escape. Entró cuando quiso; salió cuando quiso: tenía las llaves del Infierno.
Guerrero y artista
Miembro desde joven del Ejército, pronto demostró también sensibilidad artística, pero debió abandonar sus estudios de bellas artes por falta de recursos. Se dedicó a la agricultura, trabajando en la granja de la familia en la actual Bielorrusia. Tocaba el piano, hacía fotos y escribía en prosa y en verso, como un poema que hizo sobre la granja. También ayudó a organizarse a los granjeros locales.
Casado y con hijos, este hombre de múltiples talentos e intereses volvió a vestir el uniforme militar cuando los nazis se lanzaron a la conquista de su país, en septiembre de 1939, la invasión que desató la Segunda Guerra Mundial. Por el otro lado llegaban las tropas soviéticas, debido al acuerdo de no agresión entre Moscú y Berlín, y Polonia quedó rápidamente repartida entre las dos potencias totalitarias.
Con su país ocupado, pasó a integrar la resistencia polaca, menos famosa pero igual de aguerrida que la francesa, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por liberar a su país, incluso meterse en la boca del lobo.
Pilecki quería saber, como sus compañeros de armas, qué pasaba exactamente adentro del recién instaurado campo de detención de Auschwitz. ¿Qué se escondía en ese recinto donde muchos entraban pero nadie salía? Fue así que aceptó zambullirse a las entrañas del dragón.
Con lo que se sabe de Auschwitz, cuesta creer que alguien quisiera entrar por las suyas. Claro que no sabía exactamente con qué se enfrentaría. Si los nazis le dieron al horror una nueva dimensión, él se la dio al heroísmo.
Según el doctor Bartłomiej Kapica, jefe adjunto del Centro de Estudios Totalitarios en el Instituto Pilecki, con sede en Varsovia, lo suyo fue una mezcla de amor a la patria y amor a la humanidad. Descubrir qué había en ese agujero negro, ayudar a los internos que padecían lo indecible, y trabajar por la destrucción del campo, fue todo un mismo impulso y un mismo patrón de conducta.
“Lo más obvio es considerarlo un deber patriótico, ya que Pilecki pertenecía a la resistencia clandestina. Pero igual de importante, y menos obvio, es el nivel de virtud humana en el que se basó la decisión”, dijo Kapica. “Él creía que, independientemente de las circunstancias, estamos obligados a seguir siendo humanos. Y ser humano es tener algo dentro que puede compartirse con otros; por tanto, tenemos la obligación moral interior de ayudar a los demás”.
El ingreso
De manera que tomó la misión de infiltrarse. Enterados en la resistencia polaca de una inminente redada de los alemanes en Varsovia, donde harían arrestos masivos, Pilecki fue derecho al sitio señalado y esperó a que vinieran. Se dejó atrapar en un departamento.
Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz
Así relata ese momento el periodista inglés Jack Fairweather, autor de una biografía sobre Pilecki, The Volunteer: “Hay gritos, disparos que vienen de la calle. El cuidador del edificio corre escaleras arriba, golpea la puerta y grita: ‘¡Salga, salga mientras pueda!’. Pilecki dice: ‘Gracias por la información, estoy bien’”.
Fue llevado al otro lado, al sitio de donde nadie volvía. Las fotos de frente y perfil que le tomaron al ingresar a Auschwitz lo muestran con el número asignado, el 4859. Era la típica deshumanización nazi. Poco le importó: no estaba para corregirlos, sino para combatirlos.
Su plan consistía en organizar una red secreta entre los internos y enviar informes sobre las condiciones y la situación en el campo a la resistencia polaca. Debía conspirar contra los nazis y preparar a los reclusos para luchar cuando vinieran al rescate.
Pilecki relató detalladamente las condiciones de los detenidos en el campo de concentración nazi
La red que organizó en las mismas narices de los guardias se encargó, además, de robar alimentos y ropa para los internos, esconder a los heridos para que no los asesinaran, y distribuir medicamentos.
En Auschwitz, “un sistema diseñado en favor de poner a los fuertes sobre los débiles, compartir un trozo de pan con un prisionero que moría de hambre ya era algo de significado revolucionario”, según explicaban los organizadores de una exposición sobre Pilecki en 2020 en Berlín.
Súplica
El primer mensaje que logró sacar del campo se abrió camino hasta los comandantes de la Royal Air Force, en Londres. Era una súplica de intervención. “Por favor, por el amor de Dios, bombardeen este campo. Incluso si eso significa que moriremos en la operación, porque lo que sucede acá es tan terrible... tiene que terminar”, subrayó. Debía suponer que una operación bien ejecutada serviría para matar a unos cuantos nazis y permitir que los reclusos se evadieran, y le imprimió al mensaje un acento de urgencia indeclinable.
Pero la ayuda nunca vino. Ni con ese ni con los sucesivos mensajes que envió de contrabando fuera del recinto del mal a sus superiores y a los aliados. Por eso, así como había entrado, decidió salir. Quería relatar en persona, a quienes tenían las armas y tomaban las decisiones, los detalles de las atrocidades que había presenciado. Confiaba en conseguir la esperada operación y rescatar a sus compañeros.
El papa Francisco visitó Auschwitz en julio de 2016
Era la primavera de 1943. Los nazis estaban en retroceso, pero faltaba mucho, y los dramáticos relatos de Pilecki sobre la catástrofe y la matanza que se desarrollaba ante sus ojos en Auschwitz no le alcanzaron. ¿Qué había visto? Que había asesinatos, violaciones y esclavitud. Que Auschwitz elevó rápidamente su capacidad de destrucción, pasando de ser un campo de detención de prisioneros políticos y otros individuos a una máquina de exterminio, con la instalación de las cámaras de gas.
Pese a todo, una vez más descartaron lanzarse como él quería sobre el campo de concentración. Veían riesgos y complicaciones. Decidieron, por estrategia, meter todas las fichas en enfrentar a los alemanes en el terreno, sacarlos del país y ganar la guerra de una vez. Pilecki, siempre pragmático, volvió a tomar las armas y combatió a los alemanes hasta el final del conflicto.
Monumento en homenaje a Witold Pilecki
Con los nazis mordiendo el polvo, el problema pasó a ser la Unión Soviética, cuyos tanques habían “liberado” el resto de Polonia. Pasó a trabajar otra vez en la clandestinidad, ahora filtrando información fuera del país sobre los nuevos amos comunistas. Y al parecer más astutos que los nazis, los comunistas lo descubrieron, lo sentenciaron a muerte y lo ejecutaron en 1948. Fueron implacables.
Hasta la caída del comunismo en Polonia, en 1989, su vida y sus proezas se mantuvieron ocultas. Pero, a su manera, volvió a la vida con más fuerza, como el héroe que siempre fue y sinónimo de la lucha contra los totalitarismos. El instituto que lleva su nombre en Varsovia tiene filiales en varios países.
“Pilecki encarna la resistencia contra ambos totalitarismos: el nazismo y el comunismo. Pero aún más muestra la verdadera dimensión y el valor del compromiso con la comunidad. Por un lado, era un oficial de caballería, en la imaginación popular símbolo de la libertad individual, y por el otro personificaba el vínculo con los demás y el sentido del altruismo”, dijo Kapica sobre este ser extraordinario.

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PERIFERIAS


La peligrosa seducción de un espejismo
Verónica Chiaravalli
La idea era sencilla y genial, y por eso revolucionaria: una sola gota de sangre indolora, extraída de la yema del dedo y convenientemente procesada en un dispositivo pequeño y portátil, bastaría para diagnosticar todo tipo enfermedades. Rápido, barato y simple. Un giro copernicano en los sistemas de salud, probablemente de todo el mundo, empezando por el estadounidense –carísimo para el ciudadano común–, donde nació el invento.
La historia –verídica– la cuenta una serie magnética realizada hace ya un par de años: The Dropout. Auge y caída de Elizabeth Holmes.
Es asombroso, pero parece una versión siglo XXI de aquel cuento sobre el traje del emperador, en el que dos pícaros estafan al soberano persuadiéndolo de que le harán un atuendo extraordinario. Para eso necesitarán recursos ilimitados y secreto absoluto; solo los más ricos materiales (sedas, piedras y metales preciosos), y nadie podrá ver cómo progresa el trabajo. Para colmo, los fulleros han prometido al monarca que el traje tendrá una virtud excepcional: será invisible a los ojos de los necios y los ineptos para sus cargos. Sabemos el final: los pillos huyen con el botín y el rey se pasea semidesnudo, fingiendo que ve lo que no hay y viste lo que no ve, tan temeroso como sus ministros y aduladores de ser tomado por tonto o por inepto, hasta que un inocente al que no le va en nada decir la verdad, señala lo evidente: que el rey está desnudo.
Elizabeth Holmes no inicia su alocada carrera hacia la cumbre comportándose como una estafadora; todo lo contrario: es una joven brillante e idealista que tiene dos metas en la vida, para nada incompatibles a la luz de la experiencia de su héroe Steve Jobs: cambiar el mundo y convertirse en billonaria. Pero algo se tuerce feo en el camino, y en ese punto de quiebre se condensa la parábola que habla de nuestras propias flaquezas. Las vicisitudes del caso real se pueden seguir en la web (incluso con detalles que no contempla la ficción), pero la serie, que causó conmoción en su momento, aun como un llamado de atención en el ámbito de los emprendedores, nos confronta con nuestra peligrosa sed de utopías y espejismos, y con algunos males de época: la cultura del atajo, el fetichismo de la novedad y de la juventud. Siempre al filo del límite entre la audacia necesaria y la imprudencia letal.
Holmes –nos muestra la pantalla– decide abandonar tempranamente la universidad (primer atajo, primer error) porque ha tenido una visión. Seguir estudiando le parece una pérdida de tiempo. Entonces invierte el dinero provisto por sus padres en experimentar con su proyecto y crear una compañía. Pronto necesitará más fondos para hacer avanzar lo que en realidad no avanza, y allí, en lugar de detenerse, buscar errores y corregirlos, acelera. Con más dólares y más tiempo –está convencida–, la cosa funcionará. Tiene que funcionar. Aquí entra en juego, además del poder de seducción de Holmes, esa suspensión de la incredulidad a la que a veces nos lleva la ambición o la soberbia. Elizabeth empieza a recaudar cifras cada vez más elevadas de los inversores: nadie quiere quedarse afuera de lo que puede ser el gran avance del siglo; nadie, entre lo que cierto feminismo llamaría hoy “el heteropatriarcado blanco y de mediana edad” quiere ser considerado un “dinosaurio” (esa es la palabra que usan). De nuevo: nadie quiere -como el emperador y sus ministros- “no verla”. Y en esa desesperación, también ellos empiezan a ver lo que no existe.
Alguien pide pruebas materiales de que el engendro camina, y Holmes no duda. Y vuelve a tomar un atajo, aunque ya no se lo puede calificar como un error. Como la máquina falla, Elizabeth decide fraguar los resultados del test que expondrá en público. ¿Es consciente de que ha cruzado la línea que separa a la visionaria de la estafadora? De ninguna manera. Cree ciegamente que el problema se resolverá con más tiempo y más dólares. Y para eso hay que mantener viva la llama de la ilusión y abiertas las billeteras de los mecenas. Así, escindir las palabras de la verdad, no es mentir, en la peculiar lógica de Holmes, sino apenas cortar camino: presentar un resultado que, sin dudas, llegará, solo que presentarlo bastante antes de que llegue. Parafraseando a Borges, la papeleta que muestra Elizabeth no es falsa, tan solo prematura.
Con la misma habilidad de los sastres pícaros, Holmes empieza a rodear su emprendimiento de misterio, silencio y férreas medidas de seguridad. El hermetismo disimula que todo lo que ocurre puertas adentro de su empresa es un fiasco; pero en lugar de alimentar la duda saludable entre los mandarines de la inversión, no hace más que atizar la certeza de que están ante algo grande y valioso como nunca. Cuando la sospecha finalmente se instala, ya es demasiado tarde. Han puesto allí hasta el último centavo, hasta la última gota de su prestigio. Mejor que sea un éxito. No importa cómo.
A la hora del derrumbe, el timo queda brutalmente expuesto. Poderosos políticos, hombres de Estado y de negocios, chamuscados en el altar del antisistema, de la pasión por la frescura outsider, del desprecio por los lentos procesos de la verificación y el consenso, de la idolatría de lo nuevo y de lo que nunca se hizo, porque, claro, tiene que ser mejor que la grisura de lo previsible y lo establecido. Aunque a veces pueda fallar. 

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El Cubo de Rubik cumple 50 años: los secretos detrás del rompecabezas más simple y complicado de la historia


El Cubo de Rubik cumple 50 años: los secretos detrás del rompecabezas más simple y complicado de la historia
El húngaro Ernö Rubik inventó el rompecabezas más popular en 1975, aunque él diga que solo “lo descubrió”; es el juego más vendido del planeta con más de 450 millones de copias
Jorge Paredes Laos
El académico húngaro Erno Rubik solicitó la patente de su invento en 1975
Todos (o casi todos) alguna vez hemos pasado horas de horas tratando de alinear sus seis caras de colores, muchos sin imaginar que el pequeño juguete tiene más de 43 trillones de combinaciones posibles. Convertido ya en un ícono de la cultura popular, el Cubo de Rubik cumple este mes 50 años de existencia, desde que fuera creado por un arquitecto en la Budapest de la cortina de hierro, en los días de la Guerra Fría.
Ernö Rubik, a quien le gusta decir que ‘descubrió’ el cubo, no que lo inventó, ha contado en sus memorias (Rubik: la increíble historia del cubo que cambió nuestra manera de aprender y jugar) que un buen día se sentó a pensar en un problema geométrico y en cómo ilustrarlo. “Entonces hice algo que se convertiría en el cubo”, escribe.
Rubik decidió en 1975 solicitar la patente de su "Cubo Mágico"
Ahí cuenta que la afición por descubrir cosas le vino de su padre, quien estaba obsesionado por crear el planeador perfecto y pasó años elaborando una serie de patentes. Ernö lo recuerda sumergido en sus planos, mientras él se divertía armando rompecabezas, seducido por esa mezcla de orden y caos que encierran estos juegos. El que más le fascinaba era el tangram conformado por un cuadrado dividido en siete partes (cinco triángulos de tamaños variados, un paralelogramo y un cuadrado), con el que podía crear figuras diferentes.
Ernö pasó los veranos de su infancia en un lago cerca de Budapest, ocupado en lo que él llama ‘matemáticas recreativas’. Reconoce que para ‘descubrir’ el cubo que lleva su nombre se inspiró en esos rompecabezas de piezas movibles, con patrones de colores, pero él construyó algo diferente: un cubo que podía rotar por un mecanismo interno sin desarmarse.
Rubik creó el cubo buscando impulsar a sus estudiantes a pensar de manera creativa
El objeto está formado por un eje central y 26 cubos movibles, cuyas caras pintadas de un color específico (blanco, naranja, verde, azul, rojo y amarillo) pueden cambiar de lugar. Así, Rubik construyó una pieza sólida y maleable, sencilla y compleja que abría posibilidades infinitas. Una vez que el cubo es puesto en movimiento, retornarlo a su posición original no es tarea fácil.
Rubik: no hay azar, hay ciencia
“No hay que ser un matemático para hacerlo, pero la cantidad de combinaciones posibles es tan gigantesca que llegar al punto de partida no es sencillo”, dice el ingeniero informático Johan Baldeón Medrano, quien es experto en programación y desarrollo de videojuegos.
Según él, para resolver este rompecabezas tridimensional se necesitan cuatro cualidades: “Primero, buena memoria para saber qué movimientos realizar; segundo, habilidades de geometría espacial para ubicar la posición adecuada y lo más importante ser esforzado y perseverante”.
Rubik

Obviamente, el grado de dificultad dependerá de cuanto se hayan entreverado las piezas. Actualmente, existen múltiples manuales algorítmicos y tutoriales de YouTube para resolver el cubo, y los más populares son los métodos Fridrich y Petrus. “Ambos plantean una secuencia de 120 caminos distintos y te dan número promedio de 56 movimientos”, precisa el profesor Baldeón.
Así como los ajedrecistas profesionales son capaces de memorizar infinidad de partidas, los speedcubers (quienes se dedican a este reto) hacen lo mismo para retener los movimientos. Esto hace que el cubo sea usado también para educar la mente. Por eso, su práctica puede ayudar a personas con déficit de atención (TDA), espectro autismo (TEA) o desorientación espacial.
A medio siglo de su creación, en una era de videojuegos, el cubo de Rubik no pierde popularidad. Incluso cada cierto tiempo aparecen versiones más complicadas de poliedros con muchas más caras y piezas. Como dice su creador, aquí no hay nada dejado al azar, todo es ciencia. Y para resolver el cubo solo se necesita paciencia y curiosidad.
Cubo Rubik
Más información...El documental de Netflix Los speedcubers se interna en las vidas de los amigos Max Park y Feliks Zemdegs, dos de los más grandes campeones del cubo de RuBIK
El cubo es el juguete más vendido de la historia con más de 450 millones de copias y como objeto de arte forma parte de la colección del MoMA de Nueva York.

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De 1930: el coloso porteño...Al 900 de la avenida Entre Ríos, en el barrio de Constitución, sobresale una excéntrica construcción compuesta por tres bloques coronados por un elegante puente




De 1930: el coloso porteño coronado por un arco colgante que su diseñador no llegó a ver inaugurado y está lleno de secretos
El edificio fue una obra soñada por un arquitecto español hace casi 100 años
Al 900 de la avenida Entre Ríos, en el barrio de Constitución, sobresale una excéntrica construcción compuesta por tres bloques coronados por un elegante puente
Virginia Mejía
Caminando por la avenida Entre Ríos al 900 sobresale una excéntrica construcción que remite a la ciudad de París, al Arco del Triunfo. Es un coloso de hormigón armado compuesto por tres bloques coronados por un puente colgante. Conocido como Edificio del Arco, en el barrio de Constitución, fue una obra soñada por un arquitecto español hace casi 100 años. Sin embargo, Guillermo Álvarez Pérez nunca pudo verla inaugurada; murió un año antes. Ese y otros secretos se esconden detrás del gran portón de hierro de una de las joyas más originales, y a la vez menos conocidas, de la ciudad de Buenos Aires.
Recorrió el conjunto edilicio de Entre Ríos 958/962/966/970/974 con la cantante lírica María Roldán. Junto a grupo de vecinos del inmueble, la mujer se ocupa de su conservación. Construido en su totalidad con materiales de industria nacional de primera calidad, las maderas, los mármoles, los bronces, las farolas, los ventanales y las cerámicas se mantienen casi intactos. Salvo algunas macetas colgantes, en la fachada tampoco se observan splits o agregados, dice Roldán señalando a lo alto.
Conocido como Edificio del Arco, es un coloso de hormigón armado compuesto por tres bloques coronados por un puente colgante
A las tres torres se ingresa primero a través de una única entrada: un portón artístico rematado por puntas de lanza, por donde se pasa a un gran patio común que funciona como pulmón de manzana. Llama la atención que en ninguno de los muros exteriores figure la placa del arquitecto, ni su fecha de construcción, ni el nombre registrado del edificio, aunque a través del paso del tiempo la gente comenzó a llamarlo “del arco” por su aspecto peculiar, comenta Roldán. Ella es parte del grupo de jóvenes –argentinos y extranjeros– que durante los últimos años se sumaron a la población del complejo, que tiene en total 54 unidades funcionales.
Según el catálogo de arquitectura del investigador Alejandro Machado, se terminó de construir en 1930 y estaba destinado a ser una casa de renta con usufructo para el mismo Álvarez Pérez (1867-1929), un español llegado a Buenos Aires en 1885. Junto a su hermano Alfredo fueron en un principio obreros de la construcción, hasta convertirse en profesionales de renombre con obras emblemáticas pertenecientes al modernismo catalán. A la par de Julián García Núñez y Francisco Tárrega, se los considera introductores de esta corriente en Buenos Aires.
A las tres torres se ingresa primero a través de una única entrada: un portón artístico rematado por puntas de lanza, por donde se pasa a un gran patio común
Guillermo Álvarez Pérez, quien nació en Galicia y murió en Buenos Aires a los 62 años, también proyectó la icónica Torre del Fantasma en La Boca, entre otras obras situadas mayormente en ese barrio, en Balvanera, Monserrat y Constitución. Si bien el castillo de La Boca es anterior al Edificio del Arco, ambos se caracterizan por ser disruptivos y por sus historias rodeadas de secretos.
El autor de esas construcciones perteneció al llamado “grupo indiana español”, una generación que movilizó la economía en su país; emigraban y luego volvían con fortunas a España. Álvarez Pérez regresa a Cortegada de Baños, Ourense, para realizar importantes donaciones a su pueblo.
El arquitecto español Guillermo Álvarez Pérez
Un edificio repleto de sorpresas
El Edificio del Arco está incluido en el catálogo de inmuebles protegidos por la Legislatura porteña, bajo la ley 851 del año 2002. Además, también por ley, por ser una obra anterior a 1941 debe ser conservado y cualquier modificación que se le hiciera debe ser antes aprobada por un consejo asesor.
El exótico complejo tiene en total 54 unidades funcionales
Otra de las sorpresas es que en medio del patio se observa, en el piso, una gran tapa rectangular. “Si se la levanta, se puede entrar al subsuelo, lugar donde en los inicios se colocaban los cargamentos de carbón para calefaccionar los tres cuerpos”, explica la vecina.
Son poco comunes las cortinas metálicas que están a ambos lados del portón de ingreso, con su logo original de fábrica. Antes, detrás de las chapas, había dos coquetos locales comerciales con sendas entrada por la avenida Entre Ríos, donde se vendían lanas y artículos de bordado, pero que con el paso del tiempo fueron reemplazados por otros rubros.
En medio del patio se observa, en el piso, una gran tapa rectangular; si se la levanta, se puede entrar al subsuelo, donde en los inicios se colocaban los cargamentos de carbón para calefaccionar
Los estudiantes de arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires Darío Espinosa, Nicolás Contreras y Tomás Negro presentaron en 2023 un trabajo de investigación sobre el edificio. En primer lugar destacan que, gracias a “la implementación del hormigón armado, permitió alcanzar mayores alturas y estructuras complejas”.
Fue un sistema constructivo innovador para su época. Por eso la obra formó parte del proceso de modernización de Buenos Aires de inicios de 1900, de la llamada “arquitectura del porvenir”, que rompió con el academicismo pasado transformando el paisaje urbano gracias al eclecticismo imperante.
Caminando por la avenida Entre Ríos al 900 sobresale una excéntrica construcción que remite al Arco del Triunfo
En su época los inmuebles de la zona tenían una escala mucho menor; palacios, cafés notables, sedes de sindicatos, comercios de grandes firmas y locales familiares son algunas piezas arquitectónicas que acompañaron el trazado de la avenida Entre Ríos. Originariamente, y hasta 1922, se llamó De las Tunas; Hoy conserva tesoros arquitectónicos como la Casa Anda, el Mercado San Cristóbal y la Escuela Carlos Pellegrini. Además, sobre la arteria vivieron personalidades ilustres como Astor Piazzolla, Marcel Duchamp y Francisco Canaro.
En cuanto a la estructura, el informe de los estudiantes señala que “consta de tres volúmenes independientes, de ocho pisos cada uno, con dos departamentos por piso. Forman una especie de U en planta, la cual se abre hacia la avenida. Los que dan hacia Entre Ríos están conectados por una estructura en voladizo, conocida como ‘el arco’”.
Los departamentos que dan hacia Entre Ríos están conectados por una estructura en voladizo, que en realidad aloja dos unidades
Dentro del patio se distinguen tres entradas independientes a cada uno de los bloques. Las dos torres del frente son gemelas. Ninguno de los cuerpos se comunica en su interior, salvo en la terraza, donde los departamentos están diseñados en espejo.
La incógnita del arco
La fachada central está coronada en el sexto piso por un amplio arco de origen romano, una forma arquitectónica vinculada a la victoria y a la posteridad. El famoso Arco del Triunfo es, junto con la Torre Eiffel, el monumento más representativo de París. Su construcción comenzó en 1806 por orden de Napoleón. Otros investigadores, como Machado, destacan también su parecido con el Puente de los Suspiros, uno de los íconos de Venecia.
Sobre lo que sería el techo del arco hay dos terrazas; cada una pertenece a un departamento del séptimo piso
Más allá de las similitudes, sin duda el de Buenos Aires llama mucho la atención. Quienes pasan en colectivo, en auto o caminando por Entre Ríos entre Carlos Calvo y Estados Unidos se detienen a observar la pieza colgante preguntándose quién será el afortunado que vive en el interior de ese elegante puente envuelto en luz. Es un tipo de construcción nunca vista en la ciudad y que, justamente gracias a su compacta estructura de hormigón, logró sobrevivir el paso del tiempo.
El arco está ocupado por dos departamentos no conectados entre ellos y, por lo tanto, el puente en realidad tampoco une ambos cuerpos edilicios. Sobre lo que sería el techo hay dos terrazas; cada una pertenece a un departamento del séptimo piso. “Es un lujo contar con terrazas así en el centro de la ciudad”, afirman los vecinos.
Los habitantes del inmueble informan que en Milán existe un edificio con cierto parecido al Del Arco; se trataría del Palazzo della Società Buonarroti-Carpaccio-Giotto...Gentileza Vecinos del Edificio del Arco
Según los habitantes del inmueble, en Milán, Italia, existe un edificio con cierto parecido al Del Arco. Si bien muestran algunas fotos, no tienen mayores datos al respecto. Sin embargo, a través de las imágenes de Google pudo averiguar que se trataría del Palazzo della Società Buonarroti-Carpaccio-Giotto. Situado en el Corso Venezia, es una construcción icónica reconocible por el gran arco de la vía Tommaso Salvini.
Nuevas casas para un futuro prometedor
A través de un ascensor de hierro original de época, que es mantenido por uno de los propietarios que se dedica desde hace años a este tipo de servicio, Roldán conduce a su departamento del cuerpo central, el 3H, actualmente en venta. La familia se agrandó y necesitan más espacio.
Un ascensor de hierro original de época es mantenido por uno de los propietarios. que se dedica desde hace años a este tipo de servicio
El hall de distribución, los timbres y placas de bronce, todo está tal cual fue ideado. Llama la atención que las puertas de entrada tengan, en vez de mirillas, una pequeña ventana enrejada de madera, similar a las de los confesionarios de las iglesias.
En todos los departamentos las puertas interiores son de vidrio repartido, a excepción de las habitaciones y baños. Los pisos conservan el roble de Eslavonia y la pinotea y, en el medio del living, hay otro elemento poco usual: una pequeña chapa de bronce de donde antes sobresalía un timbre, bajo la mesa ratona. En esa época estaba destinado a llamar a la mucama, explica la mujer.
Llama la atención que las puertas de entrada tengan, en vez de mirillas, una pequeña ventana enrejada de madera, similar a las de los confesionarios de las iglesias
Se destacan las aberturas de la construcción. “Son increíbles. Por ejemplo, los departamentos del séptimo piso, donde están las terrazas sobre el arco, tienen dos puertas ventana doble punto con balcón a la hermosa avenida Entre Ríos”, agrega otro vecino durante la visita. Los techos también hacen la diferencia; son altos, alcanzan algo más de tres metros de altura.
Hay departamentos muy espaciosos, con cinco ambientes, que son los de la torre de atrás. El de Roldán es uno de los más pequeños, con 68 metros cuadrados. Desde su ventana se puede ver el arco, dice la cantante, mientras la rodean otras vecinas artistas: una pianista, una actriz y una pintora, además de profesionales de diversos rubros y estudiantes del extranjero.
Las puertas interiores son de vidrio repartido, a excepción de las habitaciones y baños; los pisos conservan el roble de Eslavonia y la pinotea
Todos tienen algo en común: quieren rescatar los testimonios del lugar que, como fue destinado en un principio a la renta, con movilidad de inquilinos, estuvo rodeado de una serie de historias que se fueron perdiendo a través del tiempo. “Es una obra única que pide ser vista y admirada”, invitan con orgullo las habitantes de una de las piezas más fastuosas de Buenos Aires.

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