jueves, 28 de febrero de 2019

OTRO ARGENTINO PREMIADO


Un investigador del CONICET recibió el premio “ICO-ICTP Gallieno Denardo”
Se trata de Christian Schmiegelow. Se otorga anualmente a investigadores menores de 40 años que hayan realizado contribuciones significativas al campo de la óptica o la fotónica.
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Christian Schmiegelow en el el ICTP en Trieste, Italia.
La Comisión Internacional de Óptica (ICO) y el Centro Internacional de Física Teórica (ICTP) otorgaron el premio “ICO-ICTP Gallieno Denardo” al doctor Christian Schmiegelow, investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Física de Buenos Aires (IFIBA, CONICET-UBA). Dicho galardón fue “por su contribución al campo de óptica cuántica y la interacción luz-materia, y en particular a la demostración de transferencia del momento orbital óptico a los electrones unidos y al estudio sobre la interacción de la luz torcida e iones atrapados”.
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El premio “ICO-ICTP Gallieno Denardo” es un reconocimiento internacional que se otorga a investigadores de países en desarrollo que han contribuido de forma significativa en el campo de la óptica o la fotónica. En esta oportunidad, también lo recibió el especialista de Pakistán, Muhammad Faryad del LUMS Department of Physics Lahore

HISTORIAS DE DOLOR Y SUPERACIÓN,

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Goebbels y la invención de las "fake news"Diana Wang

El Volksempfänger, receptor del pueblo, fue producido a partir de 1933 por el Ministerio de Propaganda e Ilustración Pública del Reich. Todos querían tener una radio en su casa, esta nueva invención proveía noticias, música, novelas y entretenimiento directamente a cada hogar. El ministro Joseph Goebbels advirtió inmediatamente su enorme potencial de difusión para hacer llegar los mensajes e instalarlos en la vida cotidiana de todos los alemanes. El Volksempfänger se vendía a precio muy inferior a cualquier otro aparato de radio de modo que cualquiera lo podía comprar. No solo cada una y toda familia alemana tenía una radio, sino que el Ministerio enviaba una fuerza de control que iba casa por casa para confirmar que la radio estaba encendida y que el discurso de Hitler o de Goebbels por cadena nacional era oído por la familia entera. Se exigía que todo restaurante y café tuviera una y que los discursos fueran emitidos. También había parlantes en las calles, ubicados en postes y columnas de alumbrado público, que tronaban a todo volumen las encendidas diatribas nazis.
La radio fue un medio privilegiado de penetración que, en medio del terror de ser visto como opositor, fue homogeneizando la "opinión pública" y encarrilándola en el sentido que el Ministerio pretendía.
Cuando el mismo mensaje es repetido y replicado por variados dispositivos, primero puede sonar extemporáneo, pero, a medida que la reiteración se hace música de fondo, se va naturalizado e imponiendo, y genera en muchos un cambio de visión. ¿Quién se animaría a decir lo contrario? La aceptación paulatina, al principio instrumental, corre el peligro de internalizarse y volverse parte de uno mismo.
Goebbels fue un maestro en la generación de lo que hoy llamamos fake news y un brillante estratega en los mecanismos implementados para su difusión e instalación.
Discursos por cadena nacional obligados y audibles en todas partes, casi imposibles de ser evadidos, con mentiras y consignas que fueron penetrando lentamente como tóxicos "naturales". La conspiración judeo-bolchevique. La puñalada por la espalda. La "teoría racial". ¿La gente los incorporó por ingenuidad, por tontería? No fue así. Fue debido al terror. El terror de sugerir siquiera una reflexión o comentario crítico. Fue porque había que tener un trabajo para mantenerse y el régimen especulaba con eso; había que estar afiliado al partido y al sindicado adecuado y, además de no ser judío, no tener ninguna mancha, por pequeña que fuera, que levantara sospecha alguna de comunismo o activismo político opositor.
Goebbels tuvo tan claro que la remodelación de la opinión pública era esencial para el mantenimiento e incremento del poder del III Reich —que iba a ser de mil años— que fue la primera vez en la historia que la propaganda tuvo un ministerio. Desde allí el control era total. Afiches, obras de teatro, películas, periódicos y otras publicaciones, chistes, murmuraciones y sospechas, todo el rango posible era cubierto por el Ministerio de Propaganda e Ilustración Pública.
Pero la radio fue el eje central de la estrategia comunicativa porque entraba de buen grado en cada casa, y vestía a las mentiras y las consignas con el disfraz de la verosimilitud.
El éxito de Goebbels fue tan fantástico que sus sucesores, los gobiernos dictatoriales, totalitarios y fascisto-populistas que siguieron al tristemente pretencioso y desafinado "nunca más", lo tomaron como modelo. Hoy día las fake news no llegan por la radio, sino mediante las usinas de engaños goebbelianas y son distribuidas por algunos referentes periodísticos y principalmente por las redes sociales que consumimos todos con la misma ingenuidad que aquellos alemanes, con la misma voracidad suicida.
La autora es presidenta de Generaciones de la Shoá en el Museo del Holocausto de Buenos Aires.

HISTORIAS DE HORROR Y DE MUERTE,


La Liga de Terezín y el montaje nazi: historias de perversión y ocio del campeonato de fútbol que en 1943 ganaron los cocineros Theresienstadt fue un campo de concentración y gueto por donde pasaron y murieron miles de judíos. En el medio del horror, gozaron de ciertas "libertades": además de obras de teatro, jornadas de lectura y actividades musicales, se fundó un torneo de fútbol. ¿Quiénes, cómo y por qué jugaban?
"¿Por qué y para qué creen que jugaban al fútbol?", suele preguntarle Leonardo Albajari a alumnos, espectadores, curiosos y audiencia en general. Las respuesta son diversas: "para pasar el mal momento", "para distenderse", "para apostar". Son interpretaciones con criterio de humanidad, ancladas en un sentido de bienestar. Podrán ser observaciones válidas pero no logran comprender el concepto de por qué en algunos guetos o campos de concentración los judíos jugaban al fútbol.
La inquietud de Albajari, periodista, investigador, docente e ideólogo del proyecto museológico y educativo "No fue un juego" que ganó el galardón "Julius Hirsch" entregado por la Federación Alemana de Fútbol, trata de despabilar esa conciencia. Contó que el fútbol colaboraba con la supervivencia porque así los que futbolistas amateur podían comer un poco mejor: "Un recluso común comía a veces cada dos días una sopa aguada y si adentro te encontrabas con una porción de papa eras un rey".
La tabla con todos los resultados del campeonato de Terezín en 1943 (Museo de Terezín)
Los alimentaban porque no convenía que se desmayaran en pleno partido. Los judíos que jugaban al fútbol gozaban del privilegio del queso, la salchicha o la mermelada en un pan que contribuía al estado físico con un poco de glucosa. La ración extra garantizaba el espectáculo: porque comían jugaban. "Comer medio pedazo de salchicha ya era un lujo", resumió Albajari. Ilustraba una escena aleatoria en la Liga de Terezín, el campeonato de fútbol que disputaron los prisioneros secuestrados en el campo de concentración (y posterior gueto) de Theresienstadt.
Terezín de los niños jugar / con la muerte común / mientras pintaban el cielo azul, mientras soñaban con corretear, mientras creían aun en el mar, y los llevaban a caminar para no regresar / Terezín, Terezín, Terezín, pelota rota (un recorte de Terezín, poema y canción de Silvio Rodríguez)
El fútbol los hizo libres. Siete contra siete, con botines, indumentaria representativa y hasta guantes, en una cancha de fútbol delimitada por líneas, ante una multitud agolpada a los balcones a la que también le contagiaban esa sensación de libertad. Se disputaban todas las semanas en el marco de un campeonato debidamente organizado para jugadores mayores de 18 años. Doce equipos, todos contra todos. Era una liga convencional, con reglas, árbitros, tablas, campeones. Permitía abstraerse de la realidad: el torneo se jugaba en el medio de una guerra, en el medio de barrancas de un campo de concentración.
"Yo jugaba muy bien. Era defensor. En Terezín, formaba parte del equipo de los Jugendfürsorge (asistencia a la infancia) y éramos de los mejores. Durante toda mi vida he sido un atleta y antes de la guerra también estuve en el Maccabi Brno, un club de esa ciudad checa. En el gueto, el fútbol fue una de las mejores formas de hacer deporte y tanto a los internos jóvenes como a los más mayores nos gustaba mucho", dijo Peter Erben al diario español Marca, sobreviviente del Holocausto, prisionero en Mauthausen y Terezín, jugador del equipo que en 1943 salió tercero en el certamen.
“Fue un partido contra los nazis”, dice el banner del documental de 52 minutos que lleva por nombre Liga Terezín
Jugendfürsorge fue el único equipo que le sacó un empate (3 a 3) al campeón, Köche o, traducido del alemán, los cocineros. Los campeones jugaron once partidos: ganaron diez, sumaron 21 puntos, convirtieron 82 goles y recibieron apenas 31. "Tal vez, ellos, al ser los que administraban los alimentos, podían comer un poco mejor", sugirió Albajari para robustecer su teoría del principio por el cual los judíos jugaban al fútbol. Segundo a un punto de diferencia salió Kleider Kammer, los empleados que trabajaban en el guardarropa: vencieron en diez oportunidades y solo perdieron contra los cocineros por 6 a 4.
Jugaban también los electricistas, los horticultores, los capataces, los carniceros, los jardineros. Participaban a su vez los equipos que remitían a clubes profesionales (Hagibor, Maccabi, Sparta) y a ciudades originarias (Praga, Wien -Viena-). Estaban incluso las crónicas deportivas clandestinas: el Kamarad era una revista que se editaba en el hogar de niños, el bloque Q 609. Sobreviven extractos periodísticos de esos partidos. Cuando el Jugendfürsorge (JF), el departamento responsable del bienestar de los niños y los jóvenes, goleó 15 a 1 -en la tabla figura 14 a 1- al Hagibor Theresienat (HT), el análisis futbolístico precisó: "El juego se celebró el miércoles y fue más una comedia que un partido. El JF observó una supremacía abrumadora y todos sus jugadores, a excepción de Breda y Mayer, anotaron gol. Breda, a pesar de ser delantero, no anotó, y Mayer desaprovechó la oportunidad de los diez pasos. El JF jugó bien (lo cual no requería de un arte especial), sobre el HT no hay nada que decir".
Los partidos en la Liga de Terezín tenían árbitros, indumentarias representativas y hasta una crónica deportiva que se publicaban los viernes en una revista
El 23 de octubre de 1943 a las 15:45 de la tarde se enfrentaron los horticultores, vestidos de verde y blanco, jugaron contra los carniceros, que usaron una vestimenta roja y blanca. La crónica es una cronología del partido con permisos para valorar la épica futbolística. "Se desencadenó una lucha feroz mientras que los ataques venían una vez de aquí, otra vez de allá. Ambos porteros atajaban a la perfección", escribió el periodista que firmaba con el alias ZGEB. Su análisis culmina con el adjetivo poco común en esos años: "El partido terminó 4 – 3. Los dos equipos jugaron muy bien: fue un partido hermoso".
“Los nazis nos permitían jugar porque estaban interesados en que se viera en el gueto una atmósfera que recreara actividades de ocio”, dijo Peter Erben
Días después, los cocineros superaron a los electricistas por 6 a 1 y pudieron saldar la derrota por 5 a 3 de la temporada anterior. Los datos se vierten, organizados, en la crónica de aquel domingo del '43. Los escribió SLUNCE -o Oscar Pick Slunce, quien llegó a Theresienstadt el 20 de noviembre de 1942 y fue asesinado en la cámara de gas en julio de 1944-. Redactó, durante su estadía en el gueto, que el árbitro no vio una clara mano de los electricistas, que los cocineros jugaban con violencia y que "las simpatías se inclinaban por el lado de los electricistas". Cuando el arquero de los electricistas se lesionó, el partido ya iba 2 a 1. "Uri Weinstein se hace cargo del arco. Durante el segundo tiempo, al minuto 15, ganan los Cocineros 3 – 1, y posteriormente, al minuto 23, 4 – 1. El jugador Juker de los electricistas desaprovechó los diez pasos. El partido pierde interés. En el minuto 30, Vilda Schick marca de cabeza el quinto gol a partir de un tiro de esquina y, al último minuto, el partido concluye 6 – 1". La última oración de su nota marca su compromiso y severidad en el análisis futbolístico: "El árbitro Kende fue pésimo y perjudicó a ambas partes".
Un extracto de la sección deportes de la revista Kamarad, con el resultado de tres partidos de la fecha nueve del torneo (Kamarad23)
Estos ejemplares periodísticos corresponden a la fecha nueve del torneo de 1943. Están publicados en la web y sintetizan las licencias culturales que se expresaban en Terezín. El campo de concentración y gueto de Theresienstadt fue liberado por los nazis y absorbido por la Cruz Roja Internacional cuando terminó la guerra: no fue derribado ni atacado. Conservó buena parte de la producción artística y cultural que nutre el patrimonio del Holocausto: el Kamarad y sus crónicas futbolísticas, por ejemplo.
Los equipos se dividían por las profesiones: estaban los del guardarropa, los horticultores, los carniceros, los cocineros, los electricistas
Albajari lo describió como una propaganda del nazismo. Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo del Museo del Holocausto de Buenos Aires, cubrió de contexto sociopolítico la figura de Terezín: "Era un gueto-campo, así como lo llamamos nosotros. En Polonia se fundaron los guetos en 1939, donde los judíos eran enviados, segregados y separados de la sociedad polaca. Terezin funcionó como gueto para los judíos de Checoslovaquia, Austria y Alemania. Era una fortaleza. Pero también era un campo de concentración porque había barrancas, las familias no vivían juntos y tenía una estructura más parecida a campo porque no estaba incrustado en el corazón de una ciudad".
Los artistas, deportistas y académicos contaron con ciertos privilegios en Theresienstadt. Los otros no: el hambre era voraz y las torturas, sistemáticas
No fue un lugar de reclusión como el resto. "Estaba en el centro de Europa. Se nutrió de judíos de sociedades cultas: eso les permitió tener una vida diferente, teniendo en cuenta que los nazis tenían la idea de enviar allí a cierta élite intelectual, artística y política", corroboró Karszenbaum. En efecto, Terezín albergó una actividad cultural intensa. Gozaba de cierta autonomía, organización y connivencia entre las partes. Allí convivieron como prisioneros los músicos Hans Krasa, quien compuso en la oscuridad del gueto su famosa obra Brundibar, y Gideon Klein, el director de cine Kurt Gerron, el niño prodigio Petr Ginz, las hijas de Freud, las hermanas de Kafka, el director del teatro nacional de Praga. En Terezín surgió también el estremecedor poema La Mariposa de Pavel Friedman.
Los partidos se jugaban en el patio de unas barrancas y como el espacio no era tan grande, la cantidad de jugadores se redujo a siete por equipo
Además de una liga de fútbol, se celebraron obras de teatro, se crearon bandas de jazz, se organizaban lecturas de poesía y conferencias académicas. Se fundó el Freizeitgestaltung, un comité encargado de regular las actividades musicales en Theresienstadt. Es lo que desarrolla el autor de la novela Los prisioneros del paraíso de la editorial Galaxia Gutenberg, el director de orquesta y escritor catalán Xavier Güell. En diálogo con el medio ABC de España, informó que detrás de esa concesión había un propósito disfrazado: "Necesitaban montar una farsa, que Europa creyera que trataban de forma aceptable a los prisioneros en los campos de concentración. Por ello, encerraron a multitud de artistas en este lugar y les permitieron ejercer su profesión. Les dejaban tocar, organizar conciertos".
“Los nazis decidieron que los prominentes, gente importante como artistas, militares condecorados, ancianos con medios económicos altos y de importancia social, músicos serían recluidos en este campo”, dijo Xavier Güell
"Hubo dos particularidades que hicieron durante un tiempo que se frenara su cotidianidad -contó Karszenbaum-. Se realizaron dos montajes: uno que tuvo que ver con la filmación de un documental que nunca fue publicado donde los judíos fueron obligados a actuar como si tuvieran una vida normal. Se hicieron fachadas, se inventaron juegos para niños, se emitió dinero, se pretendía mostrar que en los guetos se vivía bien". Lo mismo que quisieron hacer con el segundo engaño.
Cada encuentro era un espectáculo de dispersión para los miles de prisioneros del campo de concentración
Los alemanes la bautizaron como "la ciudad que Hitler le regaló a los judíos". Buscaron vestir al campo de concentración como un balneario. Terezín debía ser un gueto modelo, un falso edén, una pantomima. Iban a recibir en la primavera de 1944 la visita de la Cruz Roja Internacional, que llegaba alertado por denuncias de abusos, esclavitud y masacres. Por eso Albajari hablaba de propaganda: el nazismo montó una campaña para ocultar las miserias de un campo de concentración donde murieron 33.000 personas y otras 88.000 fueron deportadas al campo de exterminio de Birkenau. Para engañar a la delegación de la organización humanitaria, hicieron engordar un poco a los prisioneros, los emprolijaron, les dieron nueva ropa, pintaron calles, desplegaron tiendas, construyeron parques, asumieron tareas de embellecimiento y le encomendaron al Freizeitgestaltung una versión del Réquiem de Giuseppe Verdi para dos mil espectadores.
Una postal actual del campo-gueto de Terezín, una ciudad checoslovaca ubicada a 50 kilómetros de Praga y rodeado por los ríos Elba y Ohře
"Ante denuncias de comunidades judías y países neutrales, la Cruz Roja Internacional fue a supervisar cómo era la vida en Terezín. Las literas, que eran de tres, fueron separadas de a dos. Los judíos fueron obligados amenazados de muerte a repetir libretos, a respetar lo que debían decir. Miles fueron deportados para vaciar el gueto y que no registren así hacinamiento", contó el director ejecutivo del Museo del Holocausto porteño. Por Theresienstadt pasaron 144 mil judíos y en instalaciones pensadas para cinco mil habitantes, llegaron a vivir hasta cincuenta mil prisioneros. Los más enfermos, desnutridos y de peor apariencia fueron expulsados para que no arruinaran el plan.
La farsa fue un éxito. La Cruz Roja Internacional se comió el cuento de la benevolencia nazi o -como supone Karszenbaum- tal vez fueron condescendientes con sus miedos a pronunciarse en contra de un régimen totalitario. Sea como fuere, los inspectores firmaron que en Terezín se vivía en perfectas condiciones humanitarias. Pudieron falsificar el horror, así como el fútbol pudo durante algunas tardes convertir un campo de concentración en un estadio y prisioneros en futbolistas.
Una pelota en el gueto de Lodz, en la Polonia ocupada. La imagen forma parte de Yad Vashem, la institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto
M. D. M. 

HAY EQUIPO.....TECNOLOGÍA PIONERA

Tecnología pionera: desarrollaron una plataforma para hacer vacunas orales
Probada en roedores, es un avance de científicos cordobeses que permite prescindir de las inyecciones y de la cadena de frío; la misma metodología activa el sistema de defensa contra las células tumorales
Imagínese que las vacunas lleguen a 3200 metros de altura, hasta el paraje El Tolar, en Catamarca, transportadas durante 9 o 10 horas sobre caballos o mulas, sin necesidad de conservarse en frío, y que una vez allí la inmunización de niños y adultos se realice con unas simples gotitas en la boca.
El mismo método permitiría vacunar pollos y salmones a través de los alimentos que consumen, en lugar de inyectar a cada uno para protegerlos y preservarnos de microorganismos patógenos.
Esa es la potencia de la plataforma para vacunas orales que desarrolló el equipo de investigación dirigido por Hugo Luján, investigador superior del Conicet en la Universidad Católica de Córdoba. El trabajo acaba de publicarse en Nature Communications.
Es una herramienta con la que, por ingeniería genética, se podrían producir medicamentos para algunos tumores y otros fármacos como insulina o la hormona de crecimiento, además de vacunas para frenar un sinfín de microbios que ponen en riesgo la salud de personas y animales.
"Nuestra plataforma permite generar dos tipos de respuesta: la humoral, que es la líquida (por ejemplo, los anticuerpos de inmunoglobulinas para la alergia) y la celular -explica Luján-. De manera muy general, imaginemos que una vinchuca inyecta los tripanosomas en el torrente sanguíneo; nosotros podríamos tener anticuerpos que bloquearían el parásito. Pero, si sobrepasara esos anticuerpos, también podríamos incluir en la fórmula vacunal antígenos para que diferencien las células enfermas y sean destruidas por otras células del sistema inmune".
Para llegar hasta aquí se necesitaron más de 20 años de investigación. El primer hito fue en 2008, cuando con un paper publicado en Nature, el Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (Cidie), que dirige Luján, dio a conocer que el parásito intestinal Giardia lamblia, responsable de un tipo de diarrea habitual en el mundo, es difícil de tratar porque tiene una coraza de proteínas que burlan el sistema inmunológico: cuando el organismo encuentra un antígeno fabricado por una de esas proteínas y trata de destruirlo, el parásito lo cambia por otro de los 200 que tiene guardados. Sobre ese hallazgo, el equipo de Luján logró modificar información genética del parásito para que se activen varias de sus proteínas que fabrican los antígenos que despiertan el sistema de defensas, y fue la base para pensar en la generación de vacunas.
Dos años después, el mismo centro de investigación había identificado los 200 antígenos de Giardia y había desarrollado una vacuna contra ese parásito esquivo. Los científicos aislaron todas las proteínas de su superficie y las integraron en una tableta que permitiría derribar a Giardia. La eficacia fue probada en animales de laboratorio, domésticos (gatos y perros) y de granja, y los resultados se publicaron en Nature Medicine, en 2010. "El Conicet vendió la patente por 75.000 dólares a una empresa farmacéutica, pero todavía no hay noticias de pruebas en seres humanos", se lamenta Luján.
Los trabajos realizados por el equipo cordobés en la bacteria Giardia lamblia fueron el puntapié inicial del desarrollo.
La tercera etapa (pero no la última) comenzó en 2011 cuando el científico fue a dar una conferencia al Instituto Pasteur de Francia. Entre la audiencia estaba una investigadora argentina que le propuso que conociera a su jefe. "David Klatzmann, último autor junto conmigo de la patente de la plataforma de vacunas orales, puso un pizarrón y me dijo que tenía cinco minutos para explicarle mi trabajo. Cuando terminé, fue su turno y en cinco minutos me contó su estudio con partículas virales como vacunas. Entonces, nos propusimos hacer las dos cosas juntas: tomar esas partículas y recubrirlas con las proteínas de Giardia que yo estaba usando", recuerda el investigador.
Así, con la plataforma para vacunas orales se produce, mediante ingeniería genética, el vehículo compuesto de partículas similares a virus, recubiertas con las proteínas que protegen a Giardia en el intestino, para que transporte diferentes "despertadores" (antígenos) de la respuesta inmune. Los resultados publicados muestran que ratones vacunados con esta tecnología contra dos antígenos del virus de la gripe "fueron inmunizados con éxito y la vacuna no se degradó en los intestinos", indica Luján.
"Teníamos la mayoría de los resultados en 2015, todos los experimentos se hicieron en Córdoba, excepto lo último, que fue el desafío de investigar sobre células tumorales", remarca el científico, que trabaja con las investigadoras Marianela Serradell y Lucía Rupil.
"El año pasado el paper estaba casi listo y cuando se lo envié a mi colega francés me dijo: 'Esto es una bomba'", comenta Luján, mientras espera que las instituciones copropietarias de la patente la lleven a la industria farmacéutica para que pruebe las vacunas en humanos y lleguen a la sociedad.
Andrea Garmanik, investigadora principal del Conicet y jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir, expresa: "Mi opinión es que este trabajo aporta una estrategia innovadora para el desarrollo de vacunas". Destaca que "lo interesante es que emplean el conocimiento acumulado desde hace muchos años por el grupo de Luján acerca de las propiedades de proteínas de un parásito para ser usadas en la construcción de estas vacunas. Es un método nuevo con un gran potencial de aplicación".
"No soy un experto en su tema -aclara y aporta Marcelo Rubinstein, investigador superior del Conicet y director del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi)-, pero creo que Hugo es el científico argentino contemporáneo que ha llegado al desarrollo innovador más importante de las ciencias biomédicas de los últimos años a partir de estudios originalmente básicos, que se transformaron en una aplicación concreta que permitirá un avance notable en un área fundamental y supernecesaria".
La investigación mostró que las vacunas soportan cambios de temperatura y de pH, por lo que la logística de transporte y mantenimiento (no requiere cadena de frío) no solo se simplificaría, sino que se reducirían los costos. El mismo impacto tendría su administración: "No necesitan personal entrenado, se evitan los riesgos de usar jeringas y agujas, no tienen gastos asociados al descarte de ese material, son indoloras y fáciles de producir en escala industrial", subraya Luján.
Conocimiento aplicado
Hay equipo. Un trabajo de 20 años
Hugo Luján, Marianela Serradell y Lucía Rupil, investigadores del Conicet, desarrollaron una nueva herramienta para producir vacunas orales
Eureka. Una bacteria inspiradora
Los trabajos realizados por el equipo cordobés en la bacteria Giardia lamblia fueron el puntapié inicial del desarrollo. En verde, la proteína de superficie

J. E.

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