martes, 31 de enero de 2017

HISTORIAS DE LA PATRIA


Locos, gauchos y bárbaros
Abraham Haber.
Según Michel Foucault, el publicitado autor de Las Palabras y Las Cosas, la ciencia de cada época se basa sobre un sistema inconsciente de saber que podemos denominar el a priori histórico del conocimiento, y también episteme. Pero a su vez las etapas históricas de la cultura occidental suponen una estructura de escisión, una estructura dividida en dos regiones, una región de inclusión y otra de exclusión. En la región de inclusión se encuentra todo el saber que la episteme de cada época permite y posibilita, mientras que en la región de exclusión se halla todo lo que la episteme rechaza. 


Foucault analiza en forma muy especial en su Historia de la Locura en la Época Clásica la episteme que subyace en la ciencia de la psiquiatría y la estructura de inclusión-exclusión que implica. Para comprenderlo a fondo es necesario olvidarse de todos los conceptos conocidos sobre la locura, puesto que han sido formados dentro de las epistemes cuya crítica se realiza. (…) En el Renacimiento, normalidad y locura todavía están en comunicación, la locura es un saber. (…) La época clásica, y gran parte del siglo XV, XVII y casi todo el siglo XVIII, impone el silencio a la voz de la locura. Es una época que traza una estructura de inclusión-exclusión entre el trabajo y la ociosidad. Se adjudica valor moral al trabajo, y no solamente en los países donde la reforma religiosa había prendido. En toda Europa se observa esa actitud. La sociedad fundada sobre el comercio y la industria excomulga al ocioso. En el siglo XVI aparecen decretos que ordenan el arresto de los mendigos y el trabajo obligatorio. Los impelen a abandonar la ciudad. En 1656 se crea el Hospital General de París. En 1657 los arqueros del hospital salen a la caza de mendigos y los recluyen. Con ellos son encerrados los locos. El encierro adquiere un significado; se trata de una institución que castiga una amoralidad, no trabajar.
El gran encierro como lo denomina Foucault, coinciden el tiempo con las Meditaciones Metafísicas de Descartes, donde se trazó la estructura que opone la razón a la sinrazón. Para la época, la locura aparece como la forma empírica de la sinrazón. En el Hospital General, los locos conviven en reclusión con licenciosos, padres disipadores, hijos pródigos, blasfemos, hombres que buscan destruirse, libertinos. Es así como la época clásica, dice Foucault, dibuja “a través de tantas confrontaciones y extrañas complicidades, el perfil de su propia experiencia de la sinrazón”.
A partir del gran encierro, la sinrazón ya no tiene lenguaje. Desde la zona privilegiada, la razón producirá su interpretación, de ella, condicionada por las distintas epistemes.


La zona de exclusión es posible porque hay zona de inclusión. Existe la sinrazón porque existe la razón. Lo incluido se afirma a sí mismo por la exclusión. Cuando la razón excluye a la sinrazón, creándola, no hace más que crearse a sí misma. A pesar de todo, en algunos momentos, la sinrazón ha hecho escuchar su voz. A través del marqués de Sade, de Goya, Nietzsche, de Van Gogh, de Antonin Artaud. Estas voces fascinan cada vez más a la humanidad. La sinrazón, la imaginación, el onirismo hacen sentir su presión cada vez más fuerte. Aparentemente la humanidad occidental marcha hacia la supresión de algunas estructuras de exclusión-inclusión.
Foucault se ampara en la filosofía de Nietzsche, y nos remite a El origen de la Tragedia. La cultura occidental se ha olvidado de la experiencia trágica anterior a la separación entre razón y sinrazón. Apolo habrá de mantenerse, pero Dionisos debe volver. Quizá la imaginación haga de mediadora para reconstruir una unidad más allá de la razón y de la sinrazón. La agitación estudiantil de 1968 en París tiene evidentemente causas sociales, políticas y económicas, pero no la entenderemos del todo bien si no la encuadramos dentro de este marco.
En la actualidad somos testigos de una forma bastante curiosa de la estructura inclusión-exclusión. Por propia voluntad, los hippies se excluyen a sí mismos. La reacción de los “incluidos” es bastante curiosa. Por un lado los persiguen y los maltratan. No les permiten elegir voluntariamente la forma de exclusión por otro lado, los “reincluyen” mediante la creación de artículos de consumo destinados a los “excluidos”. 


En la República Argentina esa estructura siempre tuvo vigencia. La conquista y colonización fueron posibles gracias a ella. En este caso el gran perseguido fue el indio. En nuestro suelo la persecución recrudece en el siglo XIX y principios del XX. Pero el gran encierro del cual habla Foucault se convierte en el gran exterminio. Ya no se trata de encerrar sino de eliminar. Según Manuel Bilbao, durante la expedición al desierto, los soldados de Rosas tenían la recomendación de matar indias jóvenes para evitar la propagación de la raza. Había que matar vientres, según la jerga ganadera. La expedición de Roca continúa la limpieza. Y en este punto coinciden Rosas y Roca.
También el gaucho o aquel que fue llamado gaucho estuvo ubicado en la zona de exclusión. Un bando de 1736 castigaba con una marca de fuego en la espalda al gaucho que mataba ganado cimarrón sin permiso. El Cabildo solo otorgaba permiso a los vecinos privilegiados, a los ubicados en la zona de inclusión. En caso de reincidencia se le aplicaba la marca en la mano y a la tercera falta se lo ahorcaba. Con el surgimiento y desarrollo de las estancias fue desapareciendo el ganado cimarrón; el gaucho se vio obligado a trabajar como peón. Si no aceptaba esta situación y seguía matando reses era un cuatrero. Después de 1810 aquellos gauchos que habían preferido la vida independiente, fueron obligados a trabajar para las estancias o a servir en los ejércitos. A tal efecto fueron destinados los cuerpos de Blandengues, cuya misión consistía precisamente en perseguirlos. Originariamente habían sido creados para defender la campaña de los malones indios.
Rosas protegía en sus estancias a todo gaucho perseguido. Pero esta protección imponía a los hombres obligaciones de trabajo. El gaucho tenía que dedicarse a la ocupación del campo y vivir del fruto de sus labores. La ociosidad, la embriaguez y el robo eran castigados con severidad y además con el retiro de la protección, que equivalía a devolverlos al ejército o a las cárceles. Estos hechos tienen la virtud de recordarnos el relato que hace Foucault del gran encierro. 


En 1630 el rey de Francia, reglamenta la aplicación de las leyes sobre los pobres. En el mismo año se publica una serie de órdenes e instrucciones donde “se recomienda perseguir a los mendigos y vagabundos, así como a todos aquellos que viven en la ociosidad y que no desean trabajar a cambio de salarios razonables o los que gastan en las tabernas todo lo que tienen”. Desocupados, vagabundos y locos son recluidos y se les obliga a trabajar. Según Foucault no se trata de filantropía, sino de condenación a la ociosidad.
En forma paralela a lo que dice este autor sobre los locos, podemos afirmar: el nuevo destino del cuerpo de Blandengues en la historia de la sinrazón señala un momento decisivo, el momento en que el gaucho es percibido en el horizonte social de la pobreza, de la incapacidad de trabajar, de la imposibilidad de integrarse al grupo, el momento en que empieza a ser asimilado a los problemas de la ganadería y de la industria.
No hay duda posible. El indio y el gaucho fueron ubicados en el espacio de la exclusión, en el espacio de la sinrazón y, como el loco, no tuvieron voz… La poesía gauchesca no puede ser tomada como tal. Así como en el psicoanálisis la palabra de la sinrazón es filtrada y reinterpretada a través de la reja construida por el saber de la inclusión, en la poesía y la novela gauchesca la voz es filtrada y reinterpretada por el saber oficial.
En nuestra obra maestra, el Martín Fierro, funciona la reja de la inclusión pero en ciertos pasajes baja la guardia y la voz del excluido se escucha con ciertas deformaciones. El viejo Vizcacha es la voz de la zona excluida, pero como está visto a través de una subjetividad cargada de ética oficial, aparece bajo una faz negativa, como una conducta corrompida. Pero en determinado momento el autor y también el lector se ponen del lado del fugitivo en contra de la partida. Sin embargo, si se analiza bien el poema, se notará que siempre prevalece la ética originaria en la zona de inclusión.
La estructura inclusión-exclusión se hace muy visible en el Facundo, de Sarmiento. “Civilización y Barbarie”.

 Sin embargo, Sarmiento no puede evitar que Quiroga adquiera a través de su libro caracteres legendarios y junto con el gaucho malo, el rastreador, el baqueano y el cantor se constituyan en una de las imágenes más logradas de la literatura nacional.
¿Será aventurado afirmar que una literatura auténtica en nuestro país y en América es aquella que no intente filtrar ni enmascarar la voz que viene desde las profundidades de las zonas excluidas?
¿Interpretamos correctamente a Facundo?, ¿es únicamente un bárbaro?, ¿o también el impulso telúrico que lo arrolla, lo estremece y lo convierte en una cuerda tensa por la pasión y la vid? ¿Cuál es el auténtico sentido de la figura literaria de Facundo dentro de nuestra problemática cultural? 

F. P.

IDENTIDAD CULTURAL


Carruajes de transporte público rigurosamente reglamentados
El 16 de octubre de 1866 se sancionó, en Buenos Aires, el Reglamento y Tarifa para los Carruajes de Plaza. El servicio de carruajes comenzaba una hora después de la salida del sol, y finalizaba a la una de la mañana en primavera- verano, y a las doce de la noche en otoño-invierno. Por las noches, todo carruaje debía llevar los faroles encendidos. Las marchas por las calles eran al trote corto, estaban prohibidos los chasquidos con el látigo, y cuando estaban detenidos los conductores tenían la obligación de manear o tener los caballos de las riendas. El viaje dentro del circuito empedrado salía 20 pesos, fuera del empedrado, siempre que estuvieran las calles transitables, salía el doble.


El reglamento para Tranways fue sancionado el 17 de enero de 1872, allí se establecía que cada carruaje sería tirado por dos caballos, exceptuando los parajes donde la pendiente sea considerable, en los cuales podría agregarse un caballo. Además decía: "los carruajes llevarían un postillón vestido con chaqueta o blusa verde como distintivo, que deberá marchar entre 30 y 100 varas adelante, para hacer despejar la vía y prevenir con el toque de corneta la proximidad del carruaje. Los postillones deberán detenerse en cada una de las bocacalles, lo suficiente para anunciar la llegada y exigir se detenga a los que vengan por la calle que cruce la vía". Los carruajes de los tranways debían circular al trote corto, y al paso en las bocacalles. Estaba prohibido dejar caballos maneados sobre la vía, y atar caballos que no sean mansos y diestros en el tiro.
A propósito del tranway, Homero Manzi y Cátulo Castillo fueron autores de "Cornetín", cantado por Omar Moreno Palacios, entre otros; "Lo apelan Roque Barullo / conductor del Nacional / Con su tranway, sin cuarta ni cinchón / sabe cruzar el barrancón de Cuyo. / El cornetín, colgado de un piolín, / y en el ojal un medallón de yuyo". Cuyo es la actual calle Sarmiento.

Una ordenanza del 17 de mayo de 1873 prohibía circular, dentro de las 20 cuadras de distancia de la Plaza de la Victoria, carros de carga tirados por más de dos caballos, estaban exceptuados los de cuatro ruedas, montados sobre elásticos; éstos podían llevar hasta tres caballos. También prohibía atar animales ariscos a los carruajes ya sea al tiro o en la parte trasera.
Era habitual que al no poder detener a tiempo el carro, se produjeran choques, o atropellos a los desprevenidos peatones; es por ello que años más tarde la municipalidad obligó a utilizar la retranca (de cuero crudo o suela, se prende de la mitad de las varas del carro y pasa por detrás del caballo; esto impide que el carro avance cuando el animal se frena). Otra medida tomada fue el largo del látigo, no podía superar los 2,10 metros, incluso la trencilla o correa debía ser inferior a 60 cm, ser flexible, y quedaba prohibido el uso de la puntera.
Finalizamos con parte del escrito del recordado Hilario Cuadros, quien con los Trovadores de Cuyo cantaban la cueca "Cochero e plaza": "Cochero, cuánto me cobra / por llevarme hasta la casa, / de mi comadre Paulina / que vive en la Vereda-Alta, / no piense en lo que me cobra / porque el Chino anda con plata".

E. T. 

CORSO DE CARNAVAL


CORSO 2017 EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

UNIDOS Y ORGANIZADOS EN DEFENSA DE LA CULTURA POPULAR !!!! LOS ESPERAMOS
Una vez mas, la calle es nuestra, la calle que nos vio nacer, testigo fiel de las penas y alegrías a lo largo de la historia. Una vez mas, miles de murgueros nos recuerdan que la cultura popular brota en cada esquina, nuestra cultura, esa expresión colectiva maravillosa que nace de la entraña de los barrio. En aquella noche oscura nos borraron del calendario y de las calles pero no pudieron con la memoria colectiva de un pueblo que una y mil veces resurge para defender la alegría, por derecho y por historia. Feliz carnaval para todos y en especial para esa gran familia murguera que supo resistir en la calle cuando la tristeza parecía ganar la vereda.
Feliz carnaval a todos los vecinos y vecinas que volvieron a poblar los corsos de familia, de solidaridad, de pertenencia. Feliz carnaval para mi querida murga, La Gloriosa de Boedo.
Una vez mas, el pueblo en la calle, "obstáculo" de minorías y fiesta de una mayoría inexorable que ayer, hoy y siempre continuará defendiendo el derecho a ser felices.
Gracias a la Asociación Mutual Homero Manzi y a la agrupación MURGAS por haber representado durante tantos años a los pibes de nuestra Ciudad.
FELIZ CARNAVAL PARA TODO EL PUEBLO ARGENTINO ! ?

¿ TE TOMÁS UN FECA?.....CAFÉ DE LA ESQUINA





Café de la Esquina
Av. del Libertador 6196

Las esquinas parecen ser los lugares privilegiados para los cafés. Hay muchos bares en esquinas, pero uno solo notable que se llama justamente así.
El Café de la Esquina, queda en Libertador y Olazábal, pero, ajeno a la gran avenida, conserva todo el aspecto y el clima de un café de barrio.
Es tan “esquina” que el farol, lo tiene en el interior. Ese detalle me pareció muy simpático. Me imaginé a un compadrito apoyado en la luz, esperando a su percanta, pero adentro del bar.
Y no es el único elemento pintoresco que tiene en su decoración.
Hay cartelería de publicidades antiguas; fotos de gente desconocida (algunas de casamiento como si fuese un gran álbum abierto a la melancolía); retratos de grandes comediantes argentinos (Fidel Pintos, Sandrini, Olmedo, Minguito); una salamandra; una alacena antigua; un cartel de teléfono público.
El edificio es de 1906. Primero fue utilizado como vivienda y luego dejó lugar a un histórico billar y confitería. En 1983 se fundó el café, creado por tres amigos del colegio secundario que quisieron mantener una atmósfera del pasado y proponer un espacio de encuentro para la gente del barrio.
Predomina el color ocre en las paredes y la madera oscura en machimbre y boisserie. La barra tallada en la que se disponen bebidas y una caja registradora antigua otorga un aire de pulpería.
Mesas rectangulares de tamaño pequeño, típicas sillas y mucho ventanal para asomarse a la ciudad. La iluminación con tulipas amarillas acrecienta la calidez del bar.
La promesa del clericó y la sidra tirada, que se anuncia en los carteles, me tienta para una próxima visita. Mientras me tomo un rico cortado.
Como un pasadizo a la vida cotidiana del pasado, el Café de la Esquina nos atrapa apenas abrimos la puerta.


















TEATRO RECOMENDADO


Una historia de todos los tiempos
La herencia de Eszter / Autor: Sándor Márai / Versión teatral: María de las Mercedes Hernando / Intérpretes: Thelma Biral, Víctor Laplace, Susana Lanteri, Luis Campos, Edgardo Moreira y María Viau / Iluminación: Leandra Rodríguez / Vestuario: Mini Zuccheri / Escenografía: Alejandro Mateo / Dirección: Oscar Barney Finn / Teatro: La Comedia, Rodríguez Peña 1062 / Duración: 88 minutos
Biral y Laplace.
En el centro de una atmósfera de melancolía y serenidad, el autor ha colocado a Eszter, una mujer madura que mide su existencia con el paso de las estaciones que delatan su presencia en el hermoso jardín de la casa de sus ancestros.
Sus días transcurren salpicados con remembranzas de otras épocas y con la triste evocación de un amor que no pudo ser. Sólo convive con Nunu, una vieja acompañante que, por momentos, se convierte en la conciencia que trae al presente una realidad del pasado que Eszter trata de esquivar u olvidar.
El anuncio de la llegada de Lajos, su primer amor, después de 20 años, altera la rutina cotidiana de esas dos mujeres. Los recuerdos, no agradables, perturban a la protagonista, sobre todo cuando debe enfrentar a la memoriosa Nunu, que rescata la desagradable personalidad de aquel hombre que provocó la infelicidad de la entonces joven Eszter: un impostor, mentiroso e inescrupuloso, que no tuvo empacho en estafar a todo su entorno afectivo en su propio provecho.
Estos mismos conceptos son compartidos por su hermano y sus amigos, pero aunque Eszter sabe que ellos tienen razón, dentro de su corazón, que aún vibra de emoción, todavía hay espacio para la esperanza y para el perdón. Son estos sentimientos los que acentúan su vulnerabilidad, sin presentir que en el desenlace volverá a la ruta del desencanto, de la soledad y de la resignación como únicas compañías de su derrotero final.
No es una historia de este tiempo, sino de todos los tiempos donde existen, y existirán, esas mujeres, fieles y devotas, que siguen atadas a un amor, tan grande como imposible. Como la Rosita de García Lorca.
Si había una actriz ideal para interpretar a la protagonista era Telma Biral, quien le supo imprimir, con una actuación muy delicada y llena de matices, todo el torbellino pasional de su personaje, llegando a conmover a la audiencia.
Para componer a Lajos, la elección de Víctor Laplace fue muy acertada al exponer convincentemente todas las características de ese personaje: seductor, cínico, oportunista. No se quedan atrás Susana Lanteri, Edgardo Moreira, Luis Campos y María Viau, cada uno volcando en sus criaturas toda su calidad emotiva.
Detrás de ellos, la dirección de Oscar Barney Finn, quien sobresalió, primero, por la elección del elenco y la sutil marcación y, segundo, en la creación de esa atmósfera por momentos etérea y lánguida, que refleja muy bien el estado anímico de la protagonista. Contó con el sólido respaldo de la escenografía de Alejandro Mateo, la iluminación de Leandra Rodríguez y el discreto y acertado vestuario de Mini Zuccheri.

S. F. 

BANCO NACIÓN; CRÉDITOS PARA LA CONSTRUCCIÓN


Requisitos, plazos y tasas de los nuevos créditos del Banco Nación para la construcción
Son préstamos en pesos a 20 años; se destinan a la construcción o ampliación de edificaciones sobre terrenos propios.


 El Banco Nación lanzó una nueva línea de créditos destinada específicamente a financiar la construcción sobre terrenos propios. Esta iniciativa, que ya está en vigencia, complementa el programa de préstamos que la entidad implementó en 2016 para la compra de una primera vivienda y busca impulsar el mercado hipotecario en la Argentina Desde el banco explicaron los objetivos, los requisitos y el alcance de la propuesta.
Plazo y tasas
Los créditos se otorgarán en pesos y a 20 años. El plazo de ejecución de la obra no podrá ser superior a un año.
Tendrán tasa fija del 14% durante los primeros tres años, computando a partir del primer desembolso mensual. Concluido ese plazo, las tasas se recalcularán anualmente, con un ajuste que no podrá superar el alza de salarios que estime el Coeficiente de Variación Salarial (CVS).
Ingreso mensual
Según informaron desde el Banco Nación, esta nueva línea replica las pautas de los créditos hipotecarios para la compra de vivienda que la entidad lanzó en 2016. La relación entre la cuota mensual y los ingresos declarados no podrá ser superior al 30%. A su vez, los solicitantes de esta línea de créditos, sean titulares o cotitulares (matrimonios o cónyugues) podrán incluir a familiares (padres, hijos o hermanos) como codeudores, para poder reportar un mayor nivel de ingresos.
Requisitos
Para esta línea de créditos, es indispensable que el solicitante cuente con un terreno a su nombre. A su vez, deberá disponer como ahorro previo de al menos el 20% del valor de la propiedad a construir.
Qué se puede financiar
La nueva línea de créditos del Banco Nación estará destinada a la construcción, ampliación, refacción o terminación de una vivienda sobre un terreno propio cuyo valor en conjunto (sumados el terreno tasado por el Banco y el valor de la edificación) no supere los $ 2.868.000. De acuerdo con la información oficial, el banco podrá financiar hasta el 80% del valor de la propiedad a construir (sin considerar el valor del terreno).
Si se toma como ejemplo una propiedad con un valor total de $ 1 millón, con un terreno valuado en $ 150.000, la entidad financiará hasta el 80% del valor de la propiedad a construir (proyectada en $ 850.000). Es decir, el monto que financiará el banco será de $ 680.000.
Cómo se implementa
El total del crédito, correspondiente al 80% del valor estimado de la obra, se efectúa en tres desembolsos. Al inicio el Banco entregará un 30% del monto. Luego, a los 90 días, realizará un segundo aporte del 50% del crédito (previa certificación del avance de la obra), y a los 180 días entregará el 20% restante. Según adelantaron desde la entidad, los montos a entregar en las sucesivas cuotas serán ajustados automáticamente siguiendo la variación del Índice del Costo de la Construcción (ICC) del Indec.

HISTORIAS VERDADERAS




Jorge Fernández Díaz lee un relato de su autoría sobre la vertiginosa vida de Miguel Ángel Maiolino, un detective privado criollo y sus aventuras y peripecias.

El cliente era un veterano con empresa y fortuna, y quería saber si un detective privado podía desenmascarar a su nuera. “Mi hijo cree que es la Madre Teresa, pero yo sé que ella lo traiciona”, le contó en esta oficina de Palermo, llena de sables y pistolas antiguas. Mientras lo hacía no dejaba de calibrar, escritorio de por medio, si Miguel Angel Maiolino era un profesional con los quilates suficientes como para llevar a cabo una faena tan delicada.
El ex policía aeronáutico le contó cómo se había formado y los casos de infidelidad, robos y fraudes que había resuelto. Luego le dijo que trabajaba solo y le habló de la infraestructura tecnológica que utilizaba en la calle. El cliente vio en el fondo de los ojos del detective algo que, definitivamente, lo convenció: extrajo de su bolsillo una foto y le mostró cómo era su nuera, una mujer joven y atlética de pelo castaño.


Maiolino le hizo entonces un interrogatorio: qué hacía y en qué horarios, cuáles eran sus costumbres, a qué colegio llevaba a sus dos hijos pequeños. Luego hablaron del precio. “Pago por trabajo terminado -dijo el veterano-. Quiero que le dedique un mes entero.” Ese servicio cuesta por lo general cuatro mil pesos. Se dieron la mano y, en la mañana siguiente, el detective cargó su Renault Kangoo de vidrios polarizados con cámaras de fotos y filmadoras. Los detectives usan utilitarios porque son altos y, en consecuencia, los autos comunes no les bloquean la visión.
Era una esquina muy concurrida de Saavedra, sobre una avenida, y Maiolino esperó un rato hasta que la señora saliera de compras, a la hora señalada. Miguel tiene casi treinta años de rastrillar la calle y de meterse en vidas ajenas: está acostumbrado a descubrir en el lenguaje corporal lo que las personas piensan y ocultan. Cuando vio que la chica iba impecablemente vestida y que caminaba mirando a uno y otro lado como si buscara detectar si había conocidos en el barrio, Maiolino dijo entre dientes una sola palabra: “Trampa”.
La siguió muy lentamente y dobló detrás de ella en una esquina. La esperaba un Gol que manejaba un hombre joven. Los escoltó a prudente distancia durante quince minutos hasta un albergue transitorio, pero cuando intentó filmarlos, quedó de pronto en un ángulo difícil y los perdió. Buscó un lugar ineludible donde estacionarse y pasó dos horas vigilando. En esos tiempos muertos, el detective no lee, no habla por teléfono, no escucha radio ni música. Sólo practica el intenso arte de esperar.
Finalmente, el Gol apareció en la rampa y el vigía los filmó de frente y a pleno. También anotó la patente. Después, en la oficina, indagó un poco más, se metió en registros, hizo un par de llamadas y descubrió algo bastante simple: el auto pertenecía a un profesor del mismo gimnasio donde la dama asistía a tonificar sus músculos. Llamó por teléfono al suegro y le dio la noticia: pegaba saltos de excitación. “El trabajo terminó”, le dijo Maiolino. “No, no terminó -respondió el viejo-. Siga adelante, Miguel Angel. Necesitamos muchas pruebas. Mi hijo no va a creerme.”
En la semana siguiente, la mujer salió empilchada, miró hacia ambos lados, cruzó la avenida y se metió en otro coche: un Mégane. “Qué raro, un profesor de gimnasia con dos autos”, se admiró Maiolino. Estaba equivocado. Era, en realidad, una mujer con dos profesores. Los filmó besándose y luego entrando y saliendo del hotel, y cuando tiró de la pista de la patente se asombró al ver que el segundo amante también revistaba como personal docente del gimnasio en cuestión.
El suegro de la pecadora lo invitó a almorzar, y el investigador privado le mostró algunas escenas grabadas en su filmadora portátil. El veterano se agarraba la cabeza. El detective sabía que el hijo, la nuera y los nietos vivían en una casa del empresario, quien pagaba hasta el sueldo de la empleada doméstica. “Estando en su casa usted puede intervenir su propio teléfono -le dijo encogiéndose de hombros-. Yo puedo darle un grabador especial y mostrarle cómo hacer la instalación.” El cliente intervino de manera sencilla la línea telefónica, escondió el aparato detrás de un mueble y le advirtió a la empleada que ni se le ocurriera limpiar en ese sitio.
Al mes, el detective había pescado a la nuera con un tercer amante: un chico de 18 años que sacaba bíceps en los aparatos del mismo gimnasio. Cuando escucharon la cinta, la mujer le contaba todas sus andanzas sexuales, en sus mínimos detalles, a una amiga casada. Finalmente, el empresario le pidió a Maiolino que hiciera lo más duro: acompañarlo a un café y explicarle a su hijo quién era verdaderamente su esposa. “El hijo era más bueno que Lassie -me dice Maiolino-. Cuando le conté todo estuvo a punto de quebrarse. Pero se mantuvo firme. ¿Sabés la cantidad de personas que he visto quebradas, llorando a más no poder? ¿Sabés cuántas mujeres y hombres tuve derrumbados en ese sillón donde vos estás ahora?”

PARA EGRESADOS:
PLACA IDENTIFICATIVA.
Me lo imagino. La verdad desnuda duele como una cuchillada. Y hace muchos años que este investigador privado desnuda las verdades más íntimas. Tiene 48 y una sonrisa extrañamente parecida a esa mueca que a veces compone, con la frente y el mentón, Robert De Niro. Es descendiente de calabreses, se crió en la Paternal jugando con muchachos que terminaban de canas o de ladrones, y él entró en la Policía Aeronáutica a los 15, en un sistema pupilo con salidas de fin de semana que le bajó los humos y lo hizo hombre. Pasó luego varias temporadas custodiando Ezeiza, Aeroparque y Camet, e investigando contrabandos, robos y hurtos cometidos en zona de aeropuertos. Descubrió rápidamente que le fastidiaba la seguridad y le fascinaba la pesquisa. Tuvo su bautismo de fuego cuando un representante de jugadores de fútbol llegó a Mar del Plata y denunció que le habían cambiado en el vuelo su maletín Samsonite con varios miles de dólares y que posiblemente habían sido un hombre y una mujer que se le habían sentado cerca.
Cerraron el aeropuerto y revisaron cada automóvil sin resultado alguno. Fue entonces cuando Maiolino habló con el conscripto de la entrada y el chico le contó que antes del cerrojo, un Peugeot 504 conducido por un taxista con una cicatriz, se había llevado de Camet a una pareja de mediana edad. Miguel Angel fue hasta el centro de Mar del Plata, revisó todas las paradas de taxis, dio mil vueltas y en las veredas de un hospital encontró al taxista de la cara marcada. Los ladrones se habían alojado en un hotel. Miguel pidió apoyo a la policía, descubrió en la conserjería que acababan de comprarse un auto, subió hasta la habitación, tocó a la puerta y desenfundó la pistola 9 milímetros.
No hizo falta disparar un tiro. La pareja se entregó. Tenían encima el maletín con la plata. Maiolino sintió una adrenalina única y una felicidad tremenda. Había encontrado su destino. Fue felicitado, se especializó, tomó lecciones técnicas, aprendió sobre arte, comandó operativos exitosos y descubrió cargamentos clandestinos de drogas. Y, al final, pidió la baja voluntaria: le gustaba demasiado la investigación y, a pesar de esas aventuras, en la fuerza estaba destinado al hastío. Pero por sus méritos todavía lo retuvieron un año entero.
Aún así, el pibe de la Paternal se imprimió unas tarjetas de “detective privado” y las repartió entre conocidos, en reparticiones y comisarías, y empezó a recibir clientes fuera de horario. Así comenzó a arar la calle en busca de traidores, infieles, mentirosos, malvivientes y estafadores. La praxis fue fundamental, pero, además, se capacitó con nuevos cursos y seminarios, y aprendió sobre tecnología de última generación y también los secretos modernos de la investigación criminal.
Colaboró con estudios jurídicos en divorcios, impugnación de testamentos, paraderos y resolución de ilícitos de toda clase. Hizo recolección de pruebas, pericias, búsqueda de personas, fotos, filmaciones. Trabajó como agente encubierto. Resolvió robos en empresas y grandes comercios. Ayudó a recuperar obras de arte perdidas. Y en una época, se concentró en un amplio pero invertebrado grupo de estafadores que operaba en el microcentro, publicaba en diarios nacionales sus servicios para invertir en distintos negocios y engañaba a los incautos de los años 90.
Un blanco móvil
Se convirtió, por momentos, en un blanco móvil. Lo llamaban para amenazarlo, sobornarlo o hacerlo caer en una trampa. Le enviaban matones para darle una paliza. O le inventaban causas judiciales en represalia por haberse metido en ese juego. El acoso judicial continúa hoy en día puesto que Maiolino fue el causante de muchos divorcios y, por lo tanto, de broncas profundas y pérdidas millonarias. Le han inventado -me jura- todo tipo de expedientes. Y muchos hombres infieles le desearon la muerte mientras él comparecía como testigo en un juzgado o aportaba pruebas documentales del engaño. “Recuerdo que uno de ellos me miró mientras declaraba y me hizo con el dedo la señal del degüello”, se ríe ahora.


Estuvo en cientos de entuertos y abrió en el segundo piso de su oficina una Academia de Investigaciones en la que dan cursos expertos y peritos de distintas fuerzas de seguridad. Los alumnos suelen ser policías, militares o gendarmes que quieren tener un conocimiento más profundo de la materia, y, sobre todo, civiles que buscan concretar el sueño de ser lo que probablemente no serán: detectives privados.
Muchos de ellos se reciben, pero siguen en sus trabajos de siempre. Sin embargo, quedan automáticamente ingresados en la red operativa de Maiolino y puede suceder -de hecho ocurre muy a menudo- que su viejo maestro los “despierte” para un caso. Eso quiere decir que si debe investigar a un hombre que vive en Lomas de Zamora, el detective pregunta: “¿A quién tenemos en la zona?” Puede ser que una médica, un tallerista o un comerciante, antiguos alumnos de la academia, salten en la computadora. Entonces, Miguel los llama y les pide que hagan una diligencia o un seguimiento, que después les paga como colaboración. Para estas personas, la fantasía del detective nunca deja de ser un segundo trabajo interesante y secreto, que los hace sentir parte de algo importante. Cuando aún son estudiantes, Miguel suele llevarlos en sus seguimientos y pesquisas: ni el maestro ni los discípulos cargan armas y se toman recaudos para no exponerlos al peligro físico, me asegura.
Las infidelidades lo dejaron en medio, sin embargo, de algunos escándalos. Mujeres que increpan a sus maridos al salir de un hotel. Damas descubiertas con el mejor amigo de su esposo. Gritos, puñetazos, y a veces revueltas que terminan en la comisaría. Maiolino ha visto de todo. Ha vivido demasiado. Y, como decía Hemingway, ha vivido con los ojos. Quizá por eso es que no cree en nada, no se ha casado y confiesa que prefiere criar perros a criar hijos. Me dice también que los SMS, e-mails , chats y Facebook deschaban groseramente al infiel moderno, que muchísimas veces es pescado en algún diálogo o con un correo comprometedor. Lo consultan más hombres que mujeres, pero casi todos ellos llegan a su oficina con alguno de estas líneas letales a modo de trofeo: “Hola, linda, ¿te podré ver este sábado o te quedás con tu marido?”
Le pregunto si en esos ficheros que tiene a sus espaldas guarda, como los detectives clásicos de las películas, una botella de whisky. Me decepciona: de lunes a viernes no toma alcohol. Y no adopta los chichés del género. Le pido antes de irme que me cuente un caso de robo. Me da los datos precisos de un bodeguero, pero me pide que no los divulgue. Su negocio es la discreción.
Se trataba de un empresario con mucha plata. Un viajero incansable que había pasado una larga temporada en España. Al regresar un día, el administrador de su edifico lo esperaba con una mala noticia: desconocidos habían roto los vidrios del balcón, se habían colado en su departamento y le habían birlado algunas cosas. A saber, 20.000 euros de una caja fuerte y ciertas chucherías. Un asunto que la policía no había resuelto y que al bodeguero lo tenía intrigado: “No es por la guita -le aclaró por teléfono a Maiolino-. Quiero saber quién fue”.
El detective le preguntó si tenía las fotos de la escena y si podía acercarse a su oficina. Miguel examinó detenidamente el cuadro: había más vidrios afuera que adentro, como si el golpe para romper el ventanal de acceso se hubiera ejecutado desde el interior de la casa y no desde el balcón. Los ladrones no habían revuelto demasiado el lugar: apenas dos o tres cosas derrumbadas, como si estuvieran simulando y no verdaderamente haciendo una requisa en busca de efectos valiosos. “¿Podemos ir?”, preguntó el detective. Fueron.
“Armaron un teatro”
Miguel se dio cuenta de que los ladrones habían ignorado piezas valiosas de arte, bronces italianos del renacimiento, miniaturas de porcelana, y que habían accedido a la caja fuerte porque habían encontrado milagrosamente su llave escondida en un estuche de anteojos. La caja estaba en un dormitorio, detrás de la ropa de un armario. Solamente se habían llevado un radiograbador. Maiolino se empezó a reír: “No son delincuentes profesionales ni externos, venían directamente por la plata y armaron un teatro”, le dijo.
Acordaron un dinero y un porcentaje del monto recuperado, firmaron un contrato, y luego el detective confeccionó una lista con las personas que tenían acceso al departamento: la portera, el electricista, un pintor de brocha gorda y una empleada doméstica. El bodeguero le adelantó el dinero y lo toreó: “Me voy de viaje; cuando vuelva en un mes esto está resuelto, ¿no?” Maiolino se encogió de hombros. ¿Cómo saberlo? Le respondió con la máxima más vieja y elemental de las novelas de misterio: el criminal siempre vuelve al lugar del crimen. “Vamos a poner una cámara oculta en el cuarto de la caja fuerte”, le propuso. El bodeguero gruñó un poco pero aceptó.


Durante esas semanas, el detective investigó a los cuatro sospechosos de siempre con ayuda de ex estudiantes de la Academia, que husmearon en los barrios donde vivían y averiguaron cómo eran y con quiénes se juntaban. Siguieron a los cuatro, e investigaron sus situaciones financieras. No había mucho. El pintor se quedaba de vez en cuando con un vuelto y tenía algunas relaciones poco recomendables, pero de este robo era inocente. La portera era más cándida que un querubín. El electricista era un tipo honrado. Y la empleada doméstica sólo cometía pecados veniales: cuando el patrón no estaba hacía algunas reuniones alegres, pero recatadas en el departamento y abría algunas botellas. Eso era todo.
Treinta días después de haber firmado el contrato, Maiolino tenía las manos vacías. Le pidió por teléfono al bodeguero permiso para visitar su casa con la intención de retirar la cámara oculta, su última esperanza. La portera lo dejó pasar y el detective fue interceptado de inmediato por el administrador. Instintivamente, Maiolino le dijo que era un técnico en informática y que el bodeguero le había pedido que hiciera un trabajo en su computadora. Se sentó frente a la PC y el administrador empezó a darle charla y a rondarle. No era un profesional, sino un vecino de un piso de arriba. Había sido gerente de una empresa y tenía buena presencia, pero no lo dejaba un segundo solo.
En un momento, el detective privado tuvo una corazonada: “Fue éste”. Estaba seguro. Cerró la computadora y se marchó sin tocar los equipos ocultos. Y en la oficina puso a sus hombres en movimiento: el Veraz, los seguimientos, los registros, los rumores. El administrador tenía problemas económicos. Había pagado hacía poco una deuda. Era mitómano y parecía deberle una vela a cada santo.
Finalmente, Maiolino retiró la cámara y puso a un socio a revisar a gran velocidad esos treinta y pico de días. “Tenés que venir a ver esto”, le gritó el socio desde la planta alta. Subió las escaleras con el corazón en la boca. Después de aquel extraño encuentro donde se había hecho pasar por un analista informático, el administrador se había quedado solo en la casa, había avanzado sobre el cuarto y había revisado el armario prenda por prenda, como si buscara dinero o una llave. Luego, descorrió la ropa colgada del perchero y revisó la cerradura de la caja fuerte como si quisiera determinar si la habían cambiado. “No puede ser”, dijo el bodeguero al ver los indicios. “Es -retrucó el investigador-. Se lo digo por experiencia. Es.”
El trabajo del detective había terminado, pero el cliente quería seguir adelante. “Cometí entonces el primer error -me dice Maiolino-. Acepté encararlo mientras lo filmábamos con una cámara portátil.” Cuando el administrador se dio cuenta de que él era una detective privado y de que lo habían grabado husmeando la escena del crimen, se puso muy nervioso. “Voy a poner todo a disposición de la policía”, le dijo Maiolino. El administrador temblaba y negaba, pero cada vez con menos vehemencia.
En un momento, se le escapó una frase lapidaria que quedó filmada: “La plata ya no la tengo”. El bodeguero y el administrador acordaron que se la devolvería de a poco. Firmaron unos papeles. Cuando se fue, el bodeguero lo felicitó al detective: “Yo no tendría que estar acá y, además, este personaje nos está mintiendo -le dijo Miguel-. No hay nada para festejar”.
Pero el bodeguero estaba tan feliz que, antes de volver a irse de viaje, le pidió al administrador que le pagara la cuota a Maiolino, quien a su vez tenía que ir descontando su parte y depositar el resto en el banco hasta su vuelta.
“Mi cliente era campechano y me tenía mucha confianza después de todo lo que había pasado -dice el detective-. Ahí fue cuando cometí el segundo error. Acepté cobrarle al administrador esa cuota. A las pocas semanas nos denuncia a los dos por extorsión y de un juzgado me pinchan los teléfonos. Fue horrible e injusto. Al final aporté todas las pruebas y aclaramos el asunto, fuimos sobreseídos y le hicimos al administrador una querella por falsa denuncia y daño moral. Se terminó yendo del país para zafar. Pero me dejó un regusto amargo. Son esas cosas de este oficio que no te dejan dormir bien. Las venganzas judiciales de los que te odian.”
Le doy mi nombre completo y el número de mi celular. Imagino que seré minuciosamente investigado en cuanto salga a la vereda. Nos damos la mano. El detective camina por los límites. El periodista camina su soledad. Salí a Lavalleja y anduve doscientos metros hasta un taxi con la extraña, con la inevitable sensación de ser seguido silenciosamente por una sombra.


LEY 12.297

El personaje
Miguel Angel Maiolino Investigador privado
Quién es: nació en la Paternal, formó parte de la policía aeronáutica, trabajó básicamente en aeropuertos. Luego dejó la actividad para dedicarse de lleno a la investigación privada. Se especializa en infidelidades, robos y fraudes, y trabaja con estudios de abogados.
Qué hace: instaló el Estudio y Academia Newbery, que funciona en la planta baja de Lavalleja 1006. Allí, abogados y detectives trabajan juntos. En la parte académica, trabajan como profesores peritos e investigadores de distintas fuerzas. Su sitio web es http://www.detectivesnewbery.com.ar Maiolino ha sido consultado permanentemente por el periodismo argentino a raíz de su conocimiento en la materia.

ESPECTÁCULO EN EL LARRETA


EN EL "ESPACIO MENTE ABIERTA"; LA PAUTA OFICIAL....PARTE 1 Y 2

PARTE 2 (2017) LA 1ª ABAJO
Iván Torre
La regulación de la publicidad oficial, un año después

Hace un año publicamos aquí un post en el que presentábamos un breve análisis de la publicidad oficial durante la administración kirchnerista y proponíamos algunos lineamientos deseables para una nueva regulación de la pauta publicitaria del gobierno. Allí destacábamos, ante todo, el importante crecimiento que se había verificado en el gasto en prensa y difusión por parte del gobierno anterior y la discreción de su asignación; asimismo, señalábamos la inconveniencia de adoptar un criterio distinto al de la audiencia de cada medio para distribuir la pauta de publicidad oficial. 


Desde ese momento mucha agua ha corrido bajo el puente. En el mes de agosto pasado la Secretaría de Comunicación Pública, dependiente de la Jefatura de Gabinete, emitió una resolución (disponible aquí) en la que se determina una nueva regulación de la publicidad oficial, vigente a partir de fines del mes de octubre. Allí se establecen cuatro criterios para la distribución de la pauta publicitaria: 1) la audiencia del medio; 2) la pertinencia del mensaje para la audiencia del medio; 3) la zona geográfica de alcance del medio y 4) el fomento del federalismo y la pluridad de voces, entendido como un criterio que beneficia a aquellos medios gestionados por organizaciones sociales y/o que emitan en lenguas de pueblos originarios. Estos criterios deben ser contemplados por la Secretaría de Comunicación Pública en cada campaña publicitaria y ninguno de los criterios puede tener una ponderación mayor a 60%.
Saludo el establecimiento de criterios explícitos que regulen la publicidad oficial, pero no puedo dejar de señalar que la reglamentación deja un amplio lugar para la discrecionalidad en la distribución de la pauta publicitaria. En efecto, los criterios se presentan de manera muy general y no hay indicación específica de cuáles son los indicadores objetivos que se pretende utilizar. En particular, el criterio de “pertinencia del mensaje” resulta ambiguo en cuanto a su definición. Según mi punto de vista, y como ya lo había señalado en el post anterior, el criterio de audiencia del medio debería ser el principal. La regulación actual lo coloca al mismo nivel de los otros tres criterios. Por otra parte, considero que la promoción de medios gestionados por organizaciones sociales no debiera ser objeto de la regulación sobre la publicidad oficial, sino que tendría que realizarse a través de un esquema separado de subsidios a medios de comunicación, de modo de diferenciar claramente los objetivos de cada regulación pública.
En los últimos días se han hecho públicos los datos de publicidad oficial del segundo semestre de 2016, completando así los referidos al primer semestre que fueran publicados meses atrás. Cabe entonces hacer un análisis somero del desempeño de los gastos en publicidad oficial por parte de la administración de Mauricio Macri en su primer año de gestión. Recordemos que el esquema establecido por la resolución 247 de la Secretaría de Comunicación Pública solo tomó vigencia a partir de octubre, por lo que buena parte del gasto se realizó bajo la regulación anterior. Los números indican, a primera vista, una disminución real del gasto en publicidad tanto en valores absolutos como en participación dentro del presupuesto total del gobierno (ver gráficos 1 y 2). En pesos de 2015, el gasto en publicidad oficial disminuyó alrededor del 20% y su participación en el gasto total del gobierno disminuyó de 0,155% a 0,143%.
Gráfico 1



Fuente: elaboración propia en base a datos de Poder Ciudadano, Ministerio de Hacienda e indicadores privados de inflación

Gráfico 2



Fuente: elaboración propia en base a datos de Poder Ciudadano, Ministerio de Hacienda e indicadores privados de inflación
En la información publicada también se dispone de la distribución de la pauta oficial por grupo de medios. La novedad principal en este sentido ha sido el crecimiento sustancial de la participación del Grupo Clarín, que pasó de recibir el 4% de la pauta publicitaria en 2015 al 21% en 2016. Al tratarse del grupo de medios con mayor audiencia del país me parece que este cambio es positivo, ya que el principal objetivo de la distribución de la publicidad oficial debe ser que dicha información llegue al mayor número de gente posible. La contraparte del aumento en la participación del Grupo Clarín ha sido la disminución en los montos recibidos por, por ejemplo, el Grupo 23 – que directamente ha dejado de existir. Este grupo reunía medios de escasa audiencia, pero con líneas editoriales muy favorables al gobierno anterior. Críticos de la gestión actual han considerado a este cambio en la distribución de la pauta publicitaria como una continuación del esquema de premios y castigos que regía informalmente durante la administración kirchnerista, aunque con los personajes cambiados. Dado que buena parte de la asignación de la publicidad oficial se realizó antes de la puesta en vigor de la resolución 247 de la Secretaría de Comunicación Pública, no se puede determinar si se trató en efecto de una “devolución de favores” o si se trató de un encauzamiento del patrón de distribución de la pauta oficial hacia uno que prioriza la audiencia de los medios. El hecho de que se haya emitido dicha resolución me hace pensar que se trata sobre todo de lo segundo y me permite ser cautelosamente optimista sobre el futuro de la regulación de la publicidad oficial en Argentina.
En líneas generales, entonces, se ha avanzado hacia una distribución de la pauta publicitaria más congruente con el objetivo principal de la política de publicidad oficial: hacer llegar al mayor número posible de ciudadanos la información más importante acerca del funcionamiento del Estado. Este ha sido un cambio positivo.




PARTE 1 (2016)

Sobre la regulación de la publicidad oficial

El cambio de gobierno en Argentina ha provocado un verdadero sismo en el sector de medios de comunicación. Por un lado, la nueva administración ha emitido una serie de decretos presidenciales que han modificado la ley de servicios de comunicación audiovisual (conocida como “ley de medios”) y al mismo tiempo han intervenido las autoridades de regulación. Por otro lado, el grupo de medios más cercano a la administración anterior –el Grupo 23- se ha visto envuelto en una súbita crisis financiera producto de la caída de la pauta publicitaria oficial. En este sentido, el nuevo gobierno ha anunciado su intención de modificar las regulaciones existentes en cuanto a la publicidad oficial. En esta entrada nos proponemos, ante todo, presentar una breve descripción del panorama de la publicidad oficial en Argentina en los últimos años y, seguidamente, reflexionar sobre los posibles mecanismos de regulación que se deberían implementar.
En el gráfico 1 presentamos la evolución del gasto real en prensa y difusión del gobierno nacional (excluyendo la publicidad oficial enmarcada en el programa “Futbol para todos” a partir de 2009). Se puede observar que en 2015 el gobierno nacional gastó prácticamente tres veces más dinero en publicidad oficial que en 1999, si bien el porcentaje de ese gasto dentro del presupuesto nacional se ha mantenido entre el 0,15% y el 0,20% en la última década (gráfico 2). En su relación con el ingreso medio del país, el gasto en prensa y difusión también ha aumentado considerablemente en los últimos años – más que duplicando en 2015 los valores de 1999, lo que da una pauta de la creciente importancia que tiene la publicidad oficial en la economía nacional. La imagen que se puede obtener de una rápida ojeada a estos datos es la de un Estado nacional que se ha vuelto gradualmente más activo en la inversión publicitaria en los últimos años.

Gráfico 1



Fuente: elaboración propia en base a datos de Poder Ciudadano, Ministerio de Hacienda e indicadores privados de inflación

Gráfico 2



Fuente: elaboración propia en base a datos de Poder Ciudadano, Ministerio de Hacienda e indicadores privados de inflación

Gráfico 3



Fuente: elaboración propia en base a datos de Poder Ciudadano, Ministerio de Hacienda e indicadores privados de inflación
Los destinatarios del creciente gasto publicitario del Estado en los últimos años son conocidos. Basta con echar una mirada a los nombres presentes en este listado obtenido por el diario La Nación que contiene a todos los receptores de publicidad oficial en el periodo 2009-2015: http://www.lanacion.com.ar/1841286-pauta-oficial-2009-2015-todos-los-nombres-y-los-montos-cobrados. Encabeza la lista el Grupo 23, de los empresarios kirchneristas Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, que recibió más de 800 millones de pesos (en valores nominales) en concepto de pauta publicitaria del Estado nacional. Este grupo empresario engloba a medios con escasa audiencia, como el diario Tiempo Argentino y la señal de noticias CN23. Por el contrario, el Grupo Clarín, el conglomerado de medios más importante de Argentina y fuertemente enfrentado con la administración de Cristina Fernández de Kirchner, recibió en el mismo periodo alrededor de 219 millones de pesos. La lógica de otorgar publicidad oficial a grupos de medios afines ideológicamente (y “castigar” a medios hostiles) ha sido explorada en el trabajo de Di Tella y Franceschelli (2011), donde se analiza la alta relación entre la baja cobertura mediática de escándalos de corrupción y la cantidad de publicidad oficial utilizando datos de cuatro periódicos argentinos.
La utilización partidaria de la publicidad oficial no es, en cualquier caso, una novedad en Argentina, en la región o en el mundo (ver este post de la Open Society Foundation: https://www.opensocietyfoundations.org/voices/lapdogs-vs-watchdogs-state-advertising-and-media). El informe de la relatora especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos del año 2010 indica claramente la gravedad que ello supone y delinea una serie de principios de regulación de la publicidad oficial que deberían seguirse (http://www.cidh.oas.org/annualrep/2010sp/RELATORIA_2010_ESP.pdf). Allí se insiste en la necesidad de que los países adopten una ley específica para la publicidad oficial, que sea clara en cuanto a qué se entiende por pauta oficial y que establezca criterios objetivos de distribución entre los distintos medios, siguiendo preponderadamente un criterio de audiencia o público objetivo.
En el hemisferio occidental solamente cuentan con leyes de publicidad oficial Canadá y Perú, al tiempo que en agosto del año pasado se presentó en el parlamento de Uruguay un proyecto de ley al respecto que aún no ha sido aprobado. En Argentina la publicidad oficial se rige por el decreto 436/2000 sobre adquisición de bienes y servicios por parte del Estado nacional – es decir, una regulación genérica que no es específica sobre la publicidad en medios escritos o audiovisuales. De hecho, el fallo de la Corte Suprema del 29 de Octubre de 2013 que determinó la constitucionalidad la “ley de medios” indicó la necesidad de contar con una regulación específica sobre la publicidad oficial para asegurar la plena vigencia de la libertad de expresión.
Como señalamos más arriba, el nuevo gobierno ha anunciado su voluntad de cambiar el esquema de reparto de la publicidad oficial. Informalmente ha trascendido que las intenciones son de atribuir el 70% de la pauta en función de la audiencia de los medios y reservar un 30% para una atribución discrecional, eventualmente para ayudar a pequeños medios de comunicación. Se impone aquí una primera reflexión: ¿debería haber un criterio distinto al de la audiencia de cada medio para determinar la asignación de publicidad oficial? Consideramos ante todo que la función principal de la publicidad oficial debería ser la de brindar información a los ciudadanos acerca del funcionamiento del Estado: esto es, dar a conocer las indicaciones necesarias para realizar trámites en distintas agencias estatales y asegurar la difusión de campañas educativas, de salud o impositivas. La promoción de actos de gobierno como la inauguración de obras públicas o la ejecución del presupuesto de cualquier programa oficial no entran dentro del tipo de información que consideramos que debería transmitirse a través de publicidad oficial ya que se trata simplemente de propaganda política. Debido a ello, creemos que no hay lugar para que haya otro criterio de asignación que no sea el de la audiencia de cada medio: la información debe llegar al mayor número de personas posible y asignar aunque sea una pequeña parte de la publicidad a medios sin una audiencia relevante (excluimos obviamente el caso de medios de comunicación de minorías lingüísticas) no solo es ineficiente sino que corre el riesgo de alimentar medios que dependen exclusivamente de la pauta oficial – el estado actual del Grupo 23 es un ejemplo de los riesgos que ello conlleva. No queremos con esto decir que el Estado no debe apoyar a medios de comunicación pequeños. pero la publicidad oficial no debería ser el mecanismo sino, quizás, un esquema separado de subsidios a medios con sus propio criterio objetivo.
Establecer a la audiencia como criterio preponderante en la asignación de publicidad oficial requiere, de todas maneras, la existencia de mediciones de audiencia confiables. Hoy en día el modelo predominante en los países desarrollados es de mediciones de audiencia privadas e independientes, (ver Bourdon y Meadel, 2015), tratándose en general de instituciones que engloban a todos los participantes de la industria de medios. En Argentina, la medición de audiencia de la prensa escrita ha estado tradicionalmente en manos de una institución privada, el Instituto Verificador de Circulaciones, que cuenta con representantes de las empresas más importantes pero que, sin embargo, no engloba a todos los medios existentes. La medición de audiencia televisiva estuvo en manos de empresas privadas (siendo IBOPE la más importante) hasta la creación, en 2014, del Sistema Federal de Medición de Audiencia (PASCAL – SIFEMA) de la Universidad Nacional de San Martín que, a pesar de su nombre, registra la audiencia de los principales canales de televisión abierta y de cable solamente en el área metropolitana de Buenos Aires. Es natural entonces preguntarse acerca de si el sistema de medición de audiencias de medios escritos y audiovisuales que existe hoy en Argentina es el adecuado para brindar datos objetivos que sean insumo para la atribución de publicidad oficial. No tenemos una respuesta precisa para ello, pero es una cuestión que debe tenerse en cuenta al momento de establecer el nuevo marco regulatorio.
Por último, queremos realizar unas reflexiones sobre las circunstancias políticas que rodean a las posibles modificaciones en el esquema de reparto de publicidad oficial. Hoy en día los tres principales anunciantes públicos del país – el gobierno nacional, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el gobierno de la provincia de Buenos Aires – se encuentran en manos de un mismo partido político. Esto conlleva un claro riesgo de que, en ausencia de una regulación clara, los vicios en el uso de la publicidad oficial pudiesen ser cuantiosos. Si la nueva administración pretende reforzar su perfil republicano no habría mejor decisión que la de, cual Ulises en el mástil, atarse las manos y establecer un criterio 100% objetivo en la asignación de la pauta publicitaria. Este compromiso puede servir incluso de prenda de negociación con un Congreso opositor como el que el gobierno argentino tiene a su frente en este momento.

Bibliografía
Di Tella, Rafael e Ignacio Franceschelli (2011) “Government Advertising and Media Coverage of Corruption Scandals” en American Economic Journal: Applied Economics, 3(4): 119-51
Bourdon, Jerôme y Cécile Méadel (2015) “Rating as Politics, Television Audience Measurement and the State: An International Comparison” en International Journal of Communication, 9: 2243-2262.

lunes, 30 de enero de 2017

DEPORTE, COLOR Y PREJUICIOS

INVESTIGADOR, DR. RICARDO "EL MORDAZ"·


Althea Gibson y Mary Teran de Weiss

Este artículo quiere rendir homenaje a dos deportistas mujeres que llegaron a la cúspide de sus carreras, luchando contra prejuicios raciales una, y la otra contra la persecución política. Se trata de dos formidables tenistas: Althea Gibson y Mary Terán de Weiss. Solo 9 años de diferencia había entre ambas, una vivó en Estados Unidos y la otra en Argentina, la primera tuvo que luchar contra el prejuicio racial de su país y la segunda terminó sucumbiendo ante una dictadura.
Althea Gibson
Es sabido que los afroamericanos son ciudadanos de segunda clase en Estados Unidos, o si lo queremos decir en otros términos, les cuesta el doble o el triple de esfuerzo para alcanzar los mismos objetivos que sus conciudadanos blancos. Sin embargo, en materia de deportes estos obstáculos se diluyen, predominando grandes estrellas negras en el boxeo, el básquet y en las distintas disciplinas que conforman los juegos olímpicos. Pero existen excepciones y una de ellas es el tenis, o al menos así ocurría durante la primera mitad del siglo XX.
En Estados Unidos, el tenis es un deporte elitista y aquí en Argentina también, aunque quizás en un grado algo menor.
Althea Gibson nació en un pueblo de South Carolina y sus padres trabajaban en las plantaciones de algodón, así que podemos imaginar el grado de pobreza de la vivienda en que vivía ella junto a otros cuatro hermanos. La situación se agravó durante la gran depresión que golpeó a la economía del país del norte, haciendo estragos en los estados sureños. La familia se trasladó a Harlem y Althea con sus tres años y los ojos abiertos de asombro asimilaba la vorágine neoyorquina tan distinta a la plácida existencia de donde venía.


Althea Gibson (1927-2003)
De pequeña, Althea evidenció su pasión y habilidad para los deportes, pero el que más le gustaba era el tenis paddle que se jugaba en la cuadra de su casa a horas determinadas donde el espacio era cerrado para el tráfico. Su destreza fue captada por Buddy Walker, un músico popular de Harlem, quién impresionado le compró dos raquetas y la introdujo en torneos locales.
Un año más tarde Althea ya era una fuerza imparable en el circuito afro, pero no podía salir de esa especie de gueto del tenis. Los grandes torneos eran exclusividad de los blancos. Fue entonces que surgió una denuncia de la famosa ex tenista Alice Marble quien públicamente reclamó que una jugadora de la calidad de Althea y probadas credenciales obtenidas en el circuito afro, debía ser incluida en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos. La respetada voz de Marble hizo eco en las instituciones deportivas y finalmente en 1950 la figura alta y esbelta de Althea pisó por primera vez el polvo de ladrillo de los grandes torneos.
A los 24 años ganó su primer título internacional: el Caribbean Championships en Jamaica y se volvió tapa en la sección deportiva de los diarios. Amedrentaba a sus oponentes con la potencia de sus drives tanto de derecha como de zurda.
En 1956 ganó el primer Grand Slam, el doble de Wimbledon y un año después ganó el campeonato mundial de tenis. La Copa se la entregó la Reina de Inglaterra Isabel II y en esa oportunidad Althea dijo: “He recorrido un largo camino desde los tiempos en que tenía que viajar en los asientos del fondo de los ómnibus”. Sin embargo, cada tanto le hacían sentir que era una advenediza, como obligarla a realizar análisis genéticos para demostrar que era mujer o exagerar con ella las pruebas antidopping.
De más está decir, que sin proponérselo, Althea se había convertido en la imagen del “yo puedo” para el mundo negro, especialmente en el deporte que la idolatraba. Como resultado de los torneos, mejoró su situación económica y los estantes de su hogar se colmaron de copas, trofeos y medallas. Fue tapa de diarios y revistas donde su figura era encabezada por títulos como; “la atleta femenina del año”, “la numero 1 entre las mujeres” y la primera mujer negra retratada en las tapas de las revistas Sport Illustrated y Times.

Primer rostro de una negra en la revista Times (1957)
En 1958, a la edad de 31 años, Althea se retiró del tenis y participó en el comité organizador de instituciones deportivas y como miembro de asociaciones de tenis. A semejanza del fútbol y del tenis actual, donde las primeras figuras ganan suculentas sumas de dinero en cada partido, las publicidades y el merchandising, durante los años en que Althea fue primera figura en su género, no había premios económicos para los ganadores. Esto motivó que la última década de su vida la encontró agobiada por la pobreza hasta la edad de 76 años en que falleció.
Pese a las décadas transcurridas, Serena Williams la segunda afroamericana en ganar el US Open, no ha podido escapar a las agresiones racistaa a que la tienen acostumbrada en los estadios. Refiriéndose a Althea, ella manifestó: “Mujeres como Althea Gibson abrieron muchas puertas para mí. Yo simplemente estoy abriendo la próxima puerta para la siguiente”.


Mary Terán de Weiss
Mary Terán de Weiss, fue la primera tenista argentina que alcanzó los primeros planos del tenis mundial. Disputó 1.100 partidos internacionales de tenis, de los que ganó 832 y de estos triunfos, 28 fueron certámenes internacionales.
Fue número uno de la Argentina en 1941, 1944, 1946, 1947 y 1948. Ganó dos medallas de oro y una de bronce en los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos. En 1951, era considerada entre las mejores veinte tenistas del mundo.

Mary Teran De Weiss (1918-1984)
Su belleza y atrevimiento para la indumentaria de la época la convirtieron en una deportista seductora. Así fue como encantó a Haroldo Weiss, su compañero, con quien se casó en 1943 y luego se afilió al peronismo. En el movimiento buscó difundir el tenis, deporte que era exclusividad de la elite a mediados de siglo. Su militancia la llevó a asumir como jefa de los Campos Deportivos Municipales en 1952 y de la mano de la Fundación Eva Perón consiguió los insumos necesarios para la enseñanza del juego. Por entonces, ignoraba que esa sería su perdición.

Con la instalación en 1955 de la dictadura militar, quedó frustrado el objetivo de sacar al tenis del círculo clasista en que se hallaba. Habría que esperar hasta la llegada de Guillermo Vilas, quién estableció un antes y un después en este deporte y lo abrió al resto de la sociedad.
Cuando el gobierno de Perón fue derrocado, Mary estaba jugando las finales del Abierto de Alemania. Intervenida la Asociación Argentina de Tenis, las nuevas autoridades argentinas, con Enrique Morea a la cabeza, enviaron un telegrama a la Federación Internacional de Tenis para que no la dejara participar más en sus torneos. La solicitud tenía mucho tufo a persecución política y la institución rechazó el pedido y le permitió a Mary seguir jugando, pero su vida como deportista había llegado a su fin.
Mary se fue exiliada a España, donde le concedieron la carta de ciudadanía y en poco tiempo llegó a la cima del ranking de ese país, mientras el acoso desde Buenos Aires no disminuía ni siquiera a la distancia. Regresó a la Argentina en agosto de 1959 y siguió sufriendo un boicot sin precedentes.
Durante décadas permaneció ignorada por el Estado, los medios de comunicación y las organizaciones deportivas hasta que víctima de un cuadro depresivo se suicidó en 1984, a los 66 años.
En 2007 con la decisión de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se decidió denominar Estadio Mary Terán de Weiss, a las instalaciones de tenis construidas en el Parque Roca de esa ciudad.

HISTORIAS DE VIDA


Travesía patagónica: una cabalgata para alertar sobre el cuidado ambiental
Cinco mujeres de entre 46 y 68 años recorrieron durante 13 días más de 300 km del cauce del río Santa Cruz, donde se erigirán represas hidroeléctricas; el impacto de las obras, la inquietud

Un baqueano acompañó y guió a las mujeres durante los 13 días que duró la travesía
CAÑADÓN MISIONERO, Puerto Santa Cruz.- Aquí el río Santa Cruz, después de recorrer 380 kilómetros, empieza su desembocadura final en el mar. Hasta este lugar llegaron cinco mujeres, de 46 a 68 años, luego de cumplir una travesía a caballo de 327 kilómetros que se extendió durante 13 días desde las nacientes del río en el Lago Argentino. Una aventura que comenzó como un sueño y dejó un ejemplo con varios mensajes de protección del medio ambiente.
Demostrar que la edad no es una barrera, que la amistad no conoce límites, que el amor fraternal acompaña adónde sea, que los campos están abandonados y desiertos y que las represas hidroeléctricas sobre el río imprimirán un cambio irreversible al medio ambiente. Esas consignas impulsaron a estas cinco mujeres a emprender el recorrido, con la compañía y la guía de un baquiano.
Todo empezó con el sueño de Mónica Cepernic, de 66 años, una ex jueza de paz de El Chaltén y la hija del ex gobernador Jorge Cepernic, cuyo nombre llevará una de las represas sobre el río Santa Cruz. Hace años que quería hacer la travesía, pero la logística le llevó tiempo: su sobrina y tres amigas fueron las que finalmente se animaron a la partida.
El objetivo era recorrer la vera del río Santa Cruz, para admirar su belleza antes de que sea modificado por las represas hidroeléctricas.
"Yo quería ver al río Santa Cruz en su estado natural, antes de que lo hagan perversamente bolsa", relata Mónica minutos después de bajarse del caballo por última vez. Y también cumplir con un deseo íntimo: "Las cenizas de mis padres fueron esparcidas aquí y era un modo de acompañarlos hasta su desembocadura".
La aventura fue a caballo, durmieron en puestos de estancia, en una casilla rodante a la intemperie, según como fuera llegando el anochecer. Cabalgaban hasta ocho horas por día por terrenos imposibles por la desertificación y la sequedad. Se guiaban por el curso del río.
"Sin un equipo no sos nadie", dice Mónica. Y agradece así a su hermano Marcelo, que junto a su esposa Ana Vivanco cada día desandaban kilómetros a través de los campos para ubicarlas y acercarles provisiones para ellas y los caballos. Encontrarse sin señal de teléfono fue uno de los desafíos más duros para vencer. Eso, y los vientos intensos que arreciaron las jornadas de cabalgata.
El grupo de mujeres estaba integrado por Marcela Cepernic, de 46 años, docente de El Chaltén y sobrina de Mónica; Nélida Paz Suárez de Pejcovic, de 59, propietaria junto a su esposo de la estancia Catalina en las cercanías de El Calafate; Blanca Luz del Río, de 68, productora artesanal de cerveza, y Angélica Sánchez, de 56.
En la expedición atravesaron los campos de Lázaro Báez, el sitio donde se levantarán las represas, y también las estancias de Pérez Companc, las únicas que con tecnología de avanzada aprovecharon el río para lograr círculos verdes de pasturas que se ven, incluso en las imágenes satelitales.
El enorme contraste con el resto de la Patagonia desertificada fue para todas una de las postales más conmovedoras.
Preocupaciones
Las futuras represas que cambiarán el perfil del río fue el tema que atravesó las charlas de toda la expedición.
Marcela Cepernic se lamenta por el estado de los campos. "Acá tengo sentimientos encontrados porque en algún momento las represas fueron el sueño de mi abuelo [Jorge Cepernic] cuando quería que la provincia de Santa Cruz se autoabasteciera de energía, y no había problemas ambientales, ni la corrupción que hay ahora. Hoy, ver que las obras le quitaran el poco acceso al agua a los campesinos, que no son estancieros de La Pampa húmeda, el deterioro ambiental que generan y que el recurso que tenemos quede en manos de otros, da mucha tristeza".
En esa misma línea se expresa Nélida Paz Suárez de Pejcovic. Para ella, si bien no está en contra de la obra reclamó por los perjuicios que le ocasionan la ley provincial 3389, que dejó a más de 40 estancieros ribereños sin acceso al río, piden que se deje sin efecto la controvertida norma.
Se cruzaron con poca gente a lo largo de la travesía para la que contaron con la guía del baquiano Claudio Warning de Tres Lagos. Después de 13 jornadas de cabalgata llegaron sofocadas por el inusitado calor patagónico entonando al estilo mariachi: "No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar".
Amigos, hijos y esposos las esperaban al final de la travesía. Hubo abrazos y emoción en el reencuentro. Sobre todo para la mayor "pero no la más vieja", según aclara Blanca del Río. Sabe de caballos. Esta mujer pampeana de 68 años hace 20 años eligió El Chaltén para instalar una cervecería artesanal. Hoy reparte su vida entre la localidad cordillerana y la provincia de La Pampa.
Otra de las "viajeras", Angélica Sánchez, vive en Pico Truncado y trabaja en una radio. Ella tenía un desafío personal: quería bañarse en las correntosas aguas del río. Y lo hizo, viajó con su traje de neopreno y cada día desafío las heladas aguas. "Quería ver el río, que será sin dudas, un antes y un después de las represas", afirma con emoción.
¿Y ahora, cuál va a ser el próximo desafío?, preguntó  a Mónica Cepernic. "Tuvimos 13 días para pensarlo", respondió con un guiño, pero no dio más detalles. Aunque a partir de este día, nada les parece imposible a estas cinco mujeres.
Un proyecto a la espera de definiciones
EL CALAFATE.- Desde el 21 de diciembre pasado, por orden de la Corte Suprema de Justicia todas las obras de las represas hidroeléctricas sobre el río Santa Cruz están suspendidas. Ya estaban paralizadas desde hacía un año, cuando con el cambio de gobierno, el proyecto fue revisado y reformulado.
La Corte dio lugar a los reclamos de ambientalistas que advertían sobre el impacto que las futuras obras tendrían sobre los glaciares. Por unanimidad, los jueces recomendaron que antes de avanzar con las obras sobre el río se cumplan con los estudios de impacto ambiental previstos por la ley de recursos hídricos.
El fallo de la Corte autoriza a avanzar sólo con tareas secundarias, como la construcción de caminos de acceso y de villas temporarias, y la realización de obras de sondeos geotécnicos.

M. A. 

EL COLON PARA TODOS.....RADIO DE LA CIUDAD (AM1110) DE LUNES A JUEVES DE 20 A 22


El archivo del Colón y sus artistas, en un ciclo para melómanos
Martín Leopoldo Díaz conduce Abono 1110, que atesora todo lo que acontece en ese coliseo
Martín Leopoldo Díaz
De lunes a jueves, de 20 a 22, Radio de la Ciudad (AM 1110) ofrece todo lo que acontece en el Teatro Colón en la actualidad sin olvidar todo lo que ha ocurrido en el pasado con el valioso registro de todos los testimonios y las voces. Es Martín Leopoldo Díaz, músico y reconocido pianista, quien conduce Abono 1110 y habla con fervor de este ciclo tan ilustrativo como instructivo, cuyo lema es "el Colón para todos".
"Me hace muy feliz conducir este ciclo -afirma Martín Díaz-. Soy músico, pianista, oriundo de Pehuajó y desde pequeño escuchaba las transmisiones del Colón. Creo que allí surgió mi verdadera vocación musical. Siento que mi profesión me ayuda en esta labor, por el conocimiento de la música y las voces."
-¿Cómo surge el programa?
-Baltazar Jaramillo, director de La Once Diez, me ofreció el programa Abono 1110, para que se plasmara como un cuaderno de bitácora el registro pormenorizado del pasado y presente de todo lo que se realizó en nuestro primer coliseo (a través de la recuperación de todos sus archivos). En definitiva, se cumple la función esencial de esta radio, que fue creada en 1927 y este año cumple 90 años: para difundir estas veladas de ópera y la Orquesta Filarmónica. Y es interesante destacar que las funciones se difunden no sólo por la AM, sino también por el streaming y la aplicación de la radio.
-¿Cuál es el mayor mérito que tiene el programa para vos?
-Me siento muy emocionado porque pude conjugar mi vocación musical y trabajar para esta institución reconocida mundialmente. Eso es un honor. Pero lo más importante es que cumplimos una gran labor para conservar los archivos de todas las grabaciones de años anteriores. Lo fundamental es lograr que todo lo que brinda el Colón llegue a todos y sacarlo de esa cajita de cristal o del prejuicio de que la música clásica es aburrida.
-¿Cubren sólo lo nacional?
-El programa apunta a mostrar el Colón por dentro y se escuchan las voces de los técnicos, vestuaristas, escenógrafos, zapateros, herreros, técnicos de sonido, peluqueros, bibliotecarios, y por supuesto las autoridades del Colón. Es decir, todos los testimonios de lo que sucede adentro, junto a la palabra en vivo de los grandes del bel canto. Y el bonus track de los minuciosos informes que nos brindan dos excelentes corresponsales: Eduardo Branderburger, en Nueva York (con todo lo de Metropolitan Opera House, con los artistas que allí se presentan) y Víctor Claudín, desde España. Yo mismo viajé hace un mes y recogí maravillosos testimonios. Y en comunicaciones telefónicas o en vivo desfilaron Martha Argerich, Daniel Barenboim, Anna Netrebko, Montserrat Caballé, Marianela Nuñez, Marcelo Álvarez, Plácido Domingo, entre tantos otros. Creo que este acerbo cultural lo disfrutan tanto el taxista como el que está en el campo, los jóvenes imposibilitados de asistir y los conocedores y admiradores de esta bella música, tanto de la opera como del ballet, y todo con una mirada actual y fresca.
El conductor destaca al equipo que lo acompaña: Andrea Zitto, Daniela Peñaloza y María Arena, en la producción; Brian Majlin, en la coordinación; el locutor Charly Casares; y en la operación técnica: Sergio Astelli, Eduardo Gutiérrez y Eduardo Fernández. Somos un dream team que disfruta esta labor que desarrollamos. La frase "Al Colón" muchas veces corona nuestra tarea diaria, dice en tono humorístico Martín Leopoldo Díaz, alma mater de este ciclo, que sin lugar a dudas no es sólo para los entendidos y que responde al eslogan: "El Colón es para todos".
A. P.

SAN MARTÍN Y EL GRANADERO CABRAL

“Últimos recuerdos de San Martín”Las imágenes que ocuparon la cabeza del Libertador al final de su vida“Todos los caminos de la memoria lo conducían a Corrientes, la Roma íntima de San Martín. Las lágrimas del viejo general estaban hechas con las mismas aguas de Saladas, el pueblo donde había nacido un coprovinciano del que se acordaba cada día de sus vida”



José de San Martín, acodado en el alféizar de la ventana, tenía la mirada fija en un punto situado fuera de este mundo. Se hubiera dicho que miraba las tejas de las casas vecinas a la finca de Grand Bourg y las copas de los árboles junto al Sena. Pero sus ojos acuosos, cubiertos por el velo de una catarata persistente, hacía tiempo que no veían otra cosa más que los parajes remotos de la memoria. Y de uno en particular.
Desde que intuyó que el ángel de muerte lo esperaba, paciente, sin prisa, como un cochero amable, no podía pensar en otra cosa. Solía pasar las mañanas limpiando su pequeña colección de pistolas. Podía armarlas y desarmarlas sin mirar, de memoria. Hacía tiempo que no tiraba. No quería delatar ante sí mismo y ante los demás el hecho irreversible de que ya casi no veía.
Por las tardes, después de una breve siesta, se dedicaba a caminar por la rivera con las manos cruzadas en la espalda. Pensaba. Si pudiera retroceder en el tiempo, se decía, volvería a un solo lugar, a un único momento.
Jamás se lo había confesado a nadie. Había conocido la traición más grande y dolorosa, la de su esposa. Y a pesar del dolor y la vergüenza, había podido desembarazarse de ese peso en una carta que le escribió a su amigo Tomás Guido. Él también había traicionado; recordaba sin orgullo sus encuentros con Rosa Campusano, la quiteña.
-¿Está bien, Papá? –le preguntaba Mercedes cuando lo veía sentado frente al fuego con los ojos húmedos.
-Si, mi amor, es el humo –le decía como si su hija fuese la niñita a la que había escrito las máximas y no la mujer casada y con dos hijas que era por entonces –a la vez que se pasaba un pañuelo por los párpados cansados.
El humo, las cataratas, la luz del sol, el polen; siempre era algo diferente. Pero los ojos de San Martín permanecían anegados como las tierras húmedas de su Yapeyú.
Quería que sus pensamientos se quitaran con la misma facilidad con se sacaba y se ponía el sombrero de paja que usaba para hacer las tareas de la huerta. Intentaba distraerse con los tomates y los ajíes que plantaba en la jardín acompañado por su perro, el Mocho, que así le decía porque le faltaba una mano que le había cercenado una carreta. Pero no había forma: una y otra vez, lo sobrevolaba esa misma idea con la insistencia de un tábano.


Sus años de actividad habían sido sólo doce. En esos doce años había hecho lo que el común de los hombres no haría en doce siglos. Pero el cuerpo le había dejado la lista de gastos: tenía un dolor en los huesos innombrable y los pulmones a la miseria. Había caído y se había liberado de su dependencia del opio (que la sutileza de un eufemismo llamaba láudano). Por cierto, la liberación del láudano le había costado casi tanto como la del continente. Pero nada de eso lo torturaba ahora.
Todos los caminos de la memoria lo conducían a Corrientes, la Roma íntima de San Martín. Las lágrimas del viejo general estaban hechas con las mismas aguas de Saladas, el pueblo donde había nacido un coprovinciano del que se acordaba cada día de sus vida.
Como el estratega que supo ser, dibujaba un campo de batalla en la arena negruzca de la orilla del Sena. Miraba el Sena como si fuera el Paraná y se figuraba in mente el mapa del combate.
Si los realistas hubiesen desembarcado donde él lo había previsto, frente al convento, las cosas hubiesen sido más sencillas. Pero no, tuvieron que hacerlo siete leguas río arriba. Eso cambió los planes. Cada día se le aparecía la cara morena de ese muchacho, la sangre que le brotaba a borbotones. Si hubieran desembarcado frente al convento… quién sabe… se decía.
Sus compatriotas lo habían olvidado. Había tenido que machar al exilio, leía las cartas que le traían sus amigos con noticias funestas: el país que él había liberado estaba en un guerra fratricida.
Pero una idea doliente se imponía sobre todas las demás. Cada día, una y otra vez, se imaginaba cómo debió haber sido esa batalla. Con una ramita, dibujaba el convento como una casita infantil con una cruz.
Representaba los barcos españoles como lo hacen los niños. Pero en lugar de ponerlos donde él imaginaba, los ubicaba, en escala, siete leguas más arriba. Con flechas semicirculares indicaba el operativo de tenazas sobre los realistas. Los quince minutos de la batalla eran el resumen de su vida.
Entonces, los ojos se volvían hacia los vericuetos de la memoria: su caballo, herido de bala, caía tumultuosamente y él quedaba atrapado bajo el peso de la grupa del animal. Veía el filo de una bayoneta enemiga y, como un santo de cara morena, aparecía el gesto desesperado de aquel muchachito zambo, mezcla de indio y africano.
La batalla había terminado: San Martín asistió al soldado Cabral, que no era sargento, sino un granadero raso. Lo veía con los ojos de un padre.
Él también tenía la piel morena. En el delirio del final, el soldadito de ojos aindiados y pelo mota, tomó la mano del coronel San Martín y confundiéndolo con su padre, un esclavo angoleño, le dijo algo en guaraní.


San Martín que hablaba mejor el guaraní que el francés, le apretó la mano y asintió. Cuando el soldadito expiró, el coronel escribió:
“No puedo prescindir de recomendar particularmente a la familia del granadero Juan Bautista Cabral natural de Corrientes, que atravesado el cuerpo por dos heridas no se le oyeron otros ayes que los de viva la patria, muero contento por haber batido a los enemigos”.
Pero en realidad, el muchachito zambo, en su minuto final, se acordó de lo que se acuerda un chico antes de dormirse:
-Cuide a la mama –le había dicho a San Martín confundiéndolo con su padre. O acaso, sabiendo antes que nadie quién era ese hombre de piel oscura, ojos acuosos y manos fuertes. Como las de un padre.

F. A.