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Hoy -Mañana- Domingo
Shreya es ama de casa y tiene un máster en economía. Manoj es un cardiólogo intervencionista, jubilado del ejército indio. Sus caminos se cruzaron en Pune, en una clase de baile, donde ambos, accidentalmente, descubrieron el tango.
Como dijo Jorge Luis Borges, “el tango es un producto de un encuentro de culturas, un testimonio de la bravura y la dureza de aquellos que se atrevieron a soñar en los arrabales de Buenos Aires”. Hoy, esta música es un símbolo de nuestra identidad y sigue uniendo culturas, continentes e idiomas a través de los bailarines que llegan desde todos los rincones del mundo a competir por el título.
En el pasillo que conecta el detrás de escena con la pista principal, los bailarines esperan su turno.
Se escuchan diferentes lenguas y acentos; el inglés predomina, aunque no todos lo comprenden, lo que no impide la comunicación. Shreya se maquilla en silencio y, con señas, pide “permiso” para usar el único espejo libre. Lleva una falda floreada y una blusa negra ajustada. Por un momento, Buenos Aires vuelve a abrir sus brazos al mundo, como lo hizo en siglos pasados.
“Empecé a bailar salsa por recomendación de un amigo, pero un día, por error, entré a una clase de tango”, recuerda Manoj. En retrospectiva, ese “error” resultó ser un acierto. Por su parte, Shreya conoció el tango a través de internet y quedó hipnotizada. “Le pregunté a mi profesora de baile qué era esa danza, y cuando me dijo que era tango argentino, supe que tenía que aprenderlo”, cuenta.
En la India, son pocas las escuelas de tango, pero Shreya y Manoj coincidieron en la misma clase hace cuatro años y medio, y desde entonces, comenzaron a entrenar juntos. “El tango requiere una conexión profunda con tu pareja de baile, algo que no es tan intenso en la salsa ni en el vals”, coinciden. “Además, vivimos muy cerca, a solo 10 minutos, y nuestras familias estuvieron de acuerdo”, dice Shreya. Con el tiempo, empezaron a practicar con mayor frecuencia, hasta que llegaron a hacerlo todos los días, excepto los domingos. “Se convirtió en parte de nuestra vida diaria, en un refugio”, añade Manoj. En los meses previos al Mundial, esa pasión se intensificó, entrenando en doble turno para llegar lo mejor preparados posible a Buenos Aires.
La primera vez que Shreya y Manoj pisaron suelo argentino fue en 2023, no como competidores, sino como simples espectadores, atraídos por el magnetismo del tango en su tierra de origen. “Vinimos con el grupo que formó uno de nuestros maestros, y fue como un sueño hecho realidad”, dice Shreya con una sonrisa. “Todo lo que habíamos leído y visto en videos cobró vida”. Durante esa primera visita, asistieron al Festival de Tango de La Plata y pasaron tres semanas explorando la ciudad, yendo de milonga en milonga, empapándose de la cultura tanguera y aprendiendo de los maestros locales. “Fue como si nos hubiéramos sumergido en un océano de tango –comenta Manoj–. No queríamos volver”. Fue en ese momento que decidieron, no solo aprender más, sino competir: “Nos dimos cuenta de que queríamos llevar nuestro amor por el tango más allá”. Así, comenzaron a preparar su regreso a Buenos Aires, esta vez para competir en el Mundial.
La competencia
El Mundial de Tango es un evento que reúne a los mejores bailarines del mundo. Las rondas clasificatorias de la categoría Tango de Pista, en las que participaron Shreya y Manoj el martes pasado, se llevaron a cabo en la Usina del Arte, un espacio cargado de historia y cultura en el barrio de La Boca. Ahí, bajo la atenta mirada de los jueces, la pareja india pisó la pista por primera vez junto a otras nueve pares de tangueros más. “No sabíamos qué esperar –admite Manoj–. Sabíamos que la competencia sería feroz, pero el ambiente, la gente, todo fue mucho más de lo que habíamos imaginado”, agrega ella.
Con el auditorio casi lleno, un ambiente con una energía especial y las luces que marcaban cada movimiento en la pista, Shreya y Manoj salieron al escenario. “Antes
Karina Beorlegui y el Chino Laborde con Fede Mizrahi en Esquina Homero Manzi (Av. San Juan 3601), a las 18
Raúl Lavié en el Teatro Gran Rivadavia(Av.Rivadavia8636), a las 20
Conciertodecierre:NéstorMarconi con la Orquesta del Tango de Buenos Aires, en el Teatro Colón (Tucumán 1171), a las 17
de salir, estábamos muy nerviosos –confiesa ella–. Pero en cuanto sonó la música, todo desapareció, y nos entregamos por completo ”. Bailaron tres tangos: “Tres esquinas”, de D’Agostino Vargas; “A los amigos”, de Pugliese y “Sobre el pucho”, de D’Arienzo. La conexión que trabajaron durante años fue lo que los sostuvo durante su presentación, aunque sabían que solo 40 parejas llegarían a la semifinal.
Cuando la música se detuvo y dejaron la pista, Shreya y Manoj sintieron una mezcla de alivio y satisfacción. A pesar de su entrega, el resultado llegó a las 9 de la noche, cuando terminaron todas las rondas. Su puntaje, 6.445, quedó por debajo del corte de 7.040, necesario para pasar a las semifinales. Sin embargo, quedarse afuera del certamen no les quitó la sonrisa. “Más allá de todo, sentimos que dejamos todo en la pista”, reflexiona Manoj.
Para ellos, haber llegado hasta este punto es el verdadero logro. “El hecho de estar acá, en Buenos Aires, compitiendo en el Mundial de Tango, es algo que nunca antes imaginamos; todavía me cuesta creer que estamos acá”, dice Shreya. “El tango es un viaje, y nosotros apenas estamos empezando”, concluye Manoj, con la certeza de que esta experiencia es solo el comienzo de su historia tanguera
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