Francos admitió que la “descomposición política” favorece al gobierno de Milei
Habló ante empresarios sobre las denuncias contra Alberto Fernández por violencia de género; “esto nos da tiempo para las políticas libertarias”, expresó
Jaime Rosemberg
En una charla para empresarios organizada por la Fundación Mediterránea, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, reconoció que la denuncia de Yañez contra el expresidente y la aparición de videos de Fernández con funcionarias y figuras del espectáculo contribuyen a reforzar las posturas del Gobierno y le otorgan mayor margen de acción.
Francos se presentó en el Hotel Alvear junto a Osvaldo Giordano, extitular de la Anses, ejecutivo de la Fundación Mediterránea y denunciante original del escándalo de los seguros que involucra a Fernández y que a raíz de los chats revelados disparó la causa por violencia de género contra Fabiola Yañez.
“Estos episodios de descomposición política nos dan el tiempo necesario para hacer las transformaciones que necesita el país”, dijo Francos ante un auditorio en el que estaban los empresarios Daniel Vila, Eduardo Eurnekian y Martín Cabrales; el designado titular de Edenor, Daniel Marx; el diputado libertario José Luis Espert, y el vicepresidente del Banco Nación, Carlos Balter.
Las palabras del jefe de Gabinete corroboran lo que distintos funcionarios vienen diciendo en privado: que las complicaciones judiciales de Fernández terminarán dividiendo al peronismo y benefician directamente no solo la marcha de la gestión, sino además las chances electorales del oficialismo en las elecciones del año próximo.
Luego de una introducción a cargo de Pía Astori, presidenta de la fundación que popularizó Domingo Cavallo, Francos reveló –entre sonrisas– que el ministro de Economía, Luis Caputo, le cuestionó días atrás “algunas cosas que dije y no debía decir”.
“Vamos a terminar el año con superávit, pero no sabemos de cuánto va a ser”, dijo Francos, al corregir una estimación de US$6000 millones hecha pública por él mismo la semana pasada.
En su rol de “apóstol de La Libertad Avanza”, Francos repasó “lo que hicimos y cómo lo hicimos”. Admitió la dificultad de estar en minoría parlamentaria, un “lugar en el que nos puso el electorado”, con “una minoría en el Congreso un tanto inexperta y con ningún gobernador propio”. Pero afirmó que luego del “traspié” en el tratamiento inicial de la Ley Bases, el oficialismo comprendió que debía iniciar negociaciones y acuerdos, entendiendo “la inflexibilidad de nuestro líder y responsable de los éxitos del Gobierno: su convicción e inflexibilidad nos permitieron pasar del déficit al superávit”.
Sostuvo que la baja de la inflación al 4% fue “el resultado de un esfuerzo enorme”. La emprendió contra las críticas a la “falta de gestión”, al afirmar: “Me molesta eso, porque reducir el gasto público no se hace con falta de gestión. Significa despedir gente y bancar las presiones que se reciben”.
En referencia a la lucha contra los altos índices de pobreza, Francos interpretó que “en la realidad, los salarios por primera vez le ganaron a la inflación. Subieron un 84 por ciento, 4 por ciento más” que la inflación de estos meses de gestión.
¿El parate de la obra pública? “La gran mayoría estaban paralizadas antes de que llegáramos al gobierno. El 50 por ciento tenían atrasos superiores a los tres meses, por lo tanto estaban paradas. Estuvimos viendo con las provincias qué obras retomamos, nunca con parámetros políticos, sino con absoluta objetividad”, se defendió.
Salida del cepo, sin fecha
Por un momento,Francos recordó a Cavallo, su líder político en Acción por la República. “Mi amigo Mingo ha trabajado muchísimo en la desregulación de la economía, nunca hubiera pensado que vendrían 20 años de kirchnerismo y se tiraría todo por la borda”, afirmó.
Recordó la aprobación de la Ley Bases y dijo que “la estrella de la ley es el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones [RIGI]”, que estaría reglamentado –afirmó– “la semana que viene o la otra”, en admisión de una nueva postergación. “Ustedes saben lo que es la falta de credibilidad, de confianza. Es muy difícil de explicar afuera lo que pasó en Argentina”, afirmó.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Lecciones kirchneristas sobre la ceguera del poder
Luciana Vázquez
Del Día de las Niñeces del gobierno albertista al Día del Niño y, de ahí, a la lucha contra la “ideología de género” del gobierno mileísta. El domingo, la presidencia de Javier Milei dio otro sablazo en la batalla cultural en la que cree firmemente: repuso el sentido neutro de “niño” y de “ellos” para celebrar su día, tanto de los niños como de las niñas. Fue en el aviso con el que celebró el Día del Niño en la cuenta de X de la Casa Rosada. Para hacer política, el Gobierno recurrió a la gramática del castellano. Con eso, dejó claro que su vocación es llevar la batalla ideológica hasta los rincones de la morfología de la palabra. O hasta los rincones del despacho presidencial: ahora se trata de reponer el carácter institucional del sillón de Rivadavia para rescatarlo de los desaguisados del anterior presidente Fernández. La dimensión heroica de cualquier gesta patriótica para confrontarla con la saga kirchnerista.
El objetivo es dar vuelta el sentido de la guerra cultural del kirchnerismo con sus propias herramientas. Si el “les pibis” del joven Lucas Grimson, el hijo del antropólogo Alejandro Grimson, exasesor presidencial de Alberto Fernández, se convirtió en el arquetipo de los fetiches kirchneristas en tiempos albertistas, el mileísmo en el poder le responde ahora con “niños”, a secas. Un regreso a la lengua sin marca identitaria.
La apuesta del Gobierno pudo reponer el “niño” para referirse a niños y niñas, sin distinción de género, una reivindicación que demandaba una porción de argentinos que va más allá del cuadrante libertario: el clásico neutro del castellano, que se abstiene de diferenciar géneros, para nominar el plural. Vivir el lenguaje sin el riesgo de las imputaciones de discriminación o de patriarcado o machismo y libre de la condena de la cancelación. El poder del feminismo kirchnerista se ejerció en ese campo.
Pero el Gobierno avanzó con “ideología de género” y los peligros de “atentar contra la integridad del niño”, una denuncia de tono libertaria, alentada por alguno de sus ideólogos más cabales, como Agustín Laje. Una retórica que en América Latina se consolidó primero en el Brasil de Bolsonaro. La extensión de esa batalla cultural mileísta, hasta asumir los matices del lenguaje del bolsonarismo, es relevante.
Hace ocho meses, cuando empezó su gobierno, Milei tenía una opción: restringir su guerra por el sentido común a la esfera económica. Perseguir la utopía de racionalidad macro hasta los confines de la ortodoxia. O ir por todo, como lo hizo el kirchnerismo. Esa parece ser la hoja de ruta. Derribar unos tótems para erigir otros.
Esa es una decisión crítica. Un camino, el del ordenamiento de la matriz productiva y económica, dejaba al Gobierno más cerca de la transversalidad. Si hay un tercio de argentinos en estado de disponibilidad ante el voto, con la vida económica encaminada, podía llegar a ver con buenos ojos al Gobierno. El otro camino, el de la exasperación de la batalla cultural y el abroquelamiento en su cámara de eco, parece presentar más riesgos. En principio, genera más anticuerpos y resistencia entre los argentinos más independientes. Son los votantes de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, o del radicalismo más liberal. Milei necesita ese apoyo, de ahí el problema.
¿Cómo se arma el rompecabezas del poder? Resultados económicos, capacidad política y relato con voluntad hegemónica. La supervivencia del kirchnerismo por más de veinte años dejó en claro la contundencia de esa receta. Su caída, también.
El kirchnerismo sobrevivió porque estaba asentado sobre esas tres patas, la política, la económica y la simbólica. Presencia en el Congreso, aunque con capacidades reducidas; territorialidad, aunque debilitada, es decir, gobernadores propios; liderazgo enclenque, el de Cristina Kirchner, pero liderazgo al fin; un relato económico que generaba inflación, pero repartía planes y financiaba el consumo en cuotas. Y, por último, el humo embriagante de un relato cultural capaz de seguir dándole letra a su base de votantes más leal. Se tuvo que debilitar cada uno de esos pilares para que el kirchnerismo quedara fuera del poder.
El caso Fernández-Yañez
El último capítulo de ese descenso es el affaire Fernández-Yañez. Muestra los efectos colaterales, todos negativos, de vivir en el encierro de la cámara de eco ideológica: el caso es todavía más lapidario por el contraste con una pretensión moralista de la narrativa kirchnerista. Aun después de una derrota histórica, de la llegada al poder de su némesis Milei y de un escándalo de proporciones como es el del expresidente Fernández, el relato hegemónico sigue operando. Encuentra coartadas para minimizar puntos críticos de su esquema simbólico. Hay dos ejemplos de eso, entre tantos.
Por un lado, la escena en el despacho presidencial de la Casa Rosada protagonizada por el entonces presidente Fernández y la periodista Tamara Pettinato. Está claro que si hay delito grave, sucedió en la quinta de Olivos, y tiene que ver con la violencia del presidente. Además de la corrupción que se investiga. Pero en las escenas protagonizadas por el entonces presidente también suceden cosas atendibles. También en el despacho presidencial. Un uso indebido de los espacios institucionales que algunos expertos abogados empiezan a analizar si se trata o no de abuso de autoridad o incumplimiento de los deberes de funcionario público.
En el caso de la comunicadora que lo acompaña, un argumento insiste en que no hay delito en su proceder. Pero el rol que cumple Pettinato pone sobre la mesa una cuestión política central: el rol de la “clase creativa”, los profesionales vinculados con los medios de comunicación y los intelectuales, en la consolidación del poder. No hay que imaginar ni favores sexuales ni contractuales para cuestionar la naturalización de ese tipo de vínculo estrecho entre un político y un comunicador. Cualquiera de esos detalles agravaría la escena. La interpretación más comprensiva que le quita toda responsabilidad a la comunicadora reintroduce la doble vara sobre la que se sostiene la batalla cultural que fundó el kirchnerismo.
Todo gobierno necesita de una Operación Ternura que ablande sus costados más cuestionables y lo legitime: es decir que lo haga más humano y lo vuelva simpático. La pregunta sobre el grado de distancia entre la esfera mediática y el poder es una pregunta clave. El jugueteo entre una comunicadora con fuerte presencia mediática y el entonces presidente termina resultando funcional al poder a la hora de ser relatado públicamente.
Por otro lado, el contraste entre las condenas al “Alberto golpeador”, según las denuncias de Yañez, y la complicidad con el “Espinoza abusador”, según la denuncia de Melody Rakauskas, muestra la vitalidad de un relato kirchnerista y esa doble vara que lo caracteriza, que se muestra incapaz de condenar y aislar al protagonista de un caso en marcha.
Milei está a tiempo de no insistir en una guerra simbólica que, hasta el momento, ha demostrado que lleva al aislamiento político, en el mejor de los casos. Y a su caída estrepitosa, en el peor.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.