El camino elegido por este profesor palestino de 78 años le ha costado innumerables sinsabores. En 2014, estudiantes de la universidad palestina Al Quds, en la que enseñaba en Jerusalén, destruyeron su oficina por haber tenido la temeridad de concretar un viaje de estudio al campo de concentración de Auschwitz en Polonia, con el objetivo de explicar el Holocausto a sus alumnos y la importancia que tiene para la narrativa judía.
Cuando Dajani Daoudi percibió que la universidad no lo respaldaba ante las agresiones, presentó su renuncia. El presidente de la universidad le explicó que nada podía hacer, dado que la dirigencia política de la Autoridad Palestina lo quería afuera. A los pocos días, su automóvil fue incendiado frente a su hogar en Jerusalén.
El proyecto suponía un intercambio de conocimiento. Alumnos
palestinos visitarían Auschwitz mientras que alumnos de una universidad israelí conocerían campos de refugiados palestinos y se informarían sobre lo que los palestinos llaman la Nakba (catástrofe en árabe), cuando unos 700.000 palestinos dejaron sus hogares por la guerra de Independencia de Israel en 1948.
“Lamentablemente no pude seguir educando sobre el Holocausto, pero el viaje fue muy importante”, cuenta Dajani Daoudi en una conversación vía video conferencia desde su departamento en Jerusalén. “La visita les permitió a alumnos de la comunidad islámica entender el Holocausto desde una perspectiva que no tiene relación con una lucha entre palestinos e israelíes.”
En la narrativa palestina, el Holocausto ha sido históricamente explicado como una fabricación de los judíos para lograr que Occidente respalde la creación del Estado de Israel, explica Dajani Daoudi, quién considera que la aspiración judía a un hogar en la región es muy anterior a 1940 y tiene raíces profundas basada en la historia del pueblo judío.
Pero este profesor de hablar pausado y perfecto inglés no siempre fue un defensor de la opción pacífica en la región. En su juventud fue miembro de la Organización de Liberación Palestina que lideraba Yasser Arafat. Su familia había perdido su hogar en Jerusalén occidental en 1948 y debió exiliarse, primero en Egipto y luego en Jerusalén oriental. De joven, sus ideas se nutrieron de una radicalización muy habitual entre los palestinos que vivían en Beirut, donde inició sus estudios universitarios.
En la década del 70 partió a Estados Unidos donde obtuvo dos doctorados en universidades de elite, uno en ciencia política y otro en economía política. Su antisionismo tomó un giro en los años 90, luego de experimentar el trato compasivo de médicos israelíes con su padre y su madre en Jerusalén: “Empecé a ver el lado humano de mi enemigo. Esos médicos hicieron todo lo posible por ayudar a mis padres cuando estuvieron mal”
Al regresar a la región en la década del 90, se dedicó a trabajar en Cisjordania para las Naciones Unidas y para el fortalecimiento de la recientemente creada Autoridad Palestina. Hoy Dajani Daoudi es considerado una de las voces más constructivas en pos de la paz en la región. Es un conferenciante que viaja por el mundo predicando la necesidad de derribar prejuicios y estudiar las diferentes narrativas para lograr alternativas pacíficas en la región. Recientemente ha estado en campus norteamericanos intentando desactivar manifestaciones pro-Hamas.
Ha creado un movimiento llamado Wasatia, que en árabe significa camino medio o moderación. Lejos de proponer simples declaraciones de principios, Wasatia tiene propuestas de máxima especificidad sobre cómo establecer un plan de paz basado en la solución de los dos estados, uno israelí y uno palestino. “La única solución es la de dos estados”, insiste. Las propuestas incluyen definiciones sobre muchos de los aspectos más complicados de la división territorial, el estatus de Jerusalén y su administración política y el reclamo de retorno de los palestinos.
La organización también da pelea en el ámbito de la religión confrontando con las interpretaciones absolutistas y violentas del Islam que promueven grupos como Hamas. “Seguir educando generaciones de jóvenes en el concepto de martirio, yihadismo y antisemitismo no es una opción inteligente”, dice. “Hay que educar mejor, no para complacer a los israelíes o los norteamericanos, sino para tener una mejor generación”.
– Cómo se logra una mejor generación de jóvenes a ambos lados del conflicto?
–Hay que limpiar la narrativa del odio, de la enemistad, del prejuicio, y de creer que la única manera de liberar Palestina es a través del terrorismo. Hay maneras pacíficas. Hay que construir un movimiento pro-paz. Eso tiene una dinámica propia, porque cuando el otro ve que tenés un movimiento pro-paz, le es más fácil sumarse y defender sus propios argumentos por la paz. Y eso ayuda a combatir la radicalización. Por eso organicé el viaje a Auschwitz. Para derribar prejuicios y acercar a nuestros pueblos.
– Como palestino, ¿condena los episodios del 7 de octubre?
–Si. Claro que condeno lo que ocurrió, y si bien es cierto que había una ocupación ilegal en Cisjordania y un sitio a Gaza previo a la invasión de Hamas, eso no justifica haber utilizado todo el dinero que tenía Hamas para construir túneles y comprar armamento. Si hubieran construido un estado se habrían beneficiado mucho más que construyendo túneles. Y por supuesto, el 7 de octubre llevó a lo que sucedió después y esta pesadilla que todavía estamos viviendo. ¿Y que se logró? Solo destrucción, y que los extremistas, tanto de Hamas como del otro lado, abrieran una mayor grieta entre ambos pueblos. Es gente que cree en esa fantasía tóxica de controlar el territorio desde el río hasta el mar. Y eso es una fantasía que nos lleva a la destrucción y al abismo, porque no va a suceder.
–¿Cómo comienza el movimiento Wasatia?
– Siempre hubo muchos palestinos moderados, pero nadie los representa. Hay una docena de organizaciones palestinas y todas son antijudías, antisemitas, anti-paz, anti-Israel. Y el Corán promueve ideas abrahámicas que tienen una línea de moderación. Inicié este movimiento porque sentía que la única manera en que se puede socavar la ideología islámica radicalizada es a través de una ideología islámica moderada. Al principio era acusado de ser pro-occidente, pro-americano y yo respondía que era pro-Corán. El texto del Corán nos enseña que hay tres mensajes celestiales y que el islam, el cristianismo y el judaísmo tienen los mismos valores. Los extremistas dicen que el islam vino a reemplazar otras religiones tales como el judaísmo y el cristianismo. Para Wasatia, el Islam no vino a reemplazar sino a continuar otras religiones, lo cual es muy distinto.
– ¿Usted ha participado del dialogo interreligioso en la región?
–Así es, porque las tres religiones tienen valores de moderación. En la medida que podamos promover esa moderación entre el judaísmo, el cristianismo y el islam, eso va a llevar a la reconciliación y eso va a llevar a negociaciones de buena fe que llevarán a la paz. Eso nos beneficiará a todos.
–Sin embargo, las cosas se han complicado mucho a partir del 7 de octubre.
–Mire, incluso en el medio del conflicto debemos insistir en una voz por la paz. Los mensajes algún día llegarán. Hay que seguir educando en contra del antisemitismo, todas estas cosas algún día serán parte del pasado. No hay que subestimar nunca el poder de una sola vela prendida. Aunque traten de apagarla, otros la verán y traerán su propia vela. Así, algún día habrá luz al fondo de este túnel
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Cuando las especias valían tanto como el oro
El noruego Thomas Reinertsen Berg, que se presentó en la FED, habla de su ensayo sobre los ingredientes, en el pasado exóticos, que impulsaron la conquista occidental del mundo
Índice
De este a oeste, de sur a norte
Clavo de olor y nuez moscada
Canela y casia
Pimienta
Jengibre y cardamomo
Especia del paraíso
Los siete mares
Un imperio en el océano
Especias en la bolsa de valores
Hasta donde brilla el sol
Colonias y coloniales
¿Comercio justo?
Natalia Páez Thomas Reinertsen Berg
El noruego Thomas Reinertsen Berg, autor de El origen de las especias
“Temprano en la mañana se levantan de las esteras donde han estado durmiendo. Los primeros rayos de sol dan al cielo un tinte azul claro. Palomas torcaces, vencejos arbóreos, petirrojos color canela y otros pájaros cantan en los árboles que los rodean. Son las 6 de la mañana en Sri Lanka del 12 de junio de 1669 en plena cosecha de canela que dura de mayo a agosto y los labradores de la canela, los kurunducara, comen un cuenco de arroz antes de ir a trabajar”. Así, con condimentos narrativos, El origen de las especias, de Thomas Reinertsen Berg (Noruega, 1971), despliega un relato de investigación periodística inusual en su género, que tradicionalmente se enmarca en cuestiones más duras. Un texto cuyo objeto son estos ingredientes hoy accesibles en las cocinas de todo el mundo. Aunque no siempre fue así, esos aromas y sabores ya globalizados son parte del arte culinario tanto de Oriente como de Occidente. Reinertsen Berg recrea en su trabajo un fragmento de la historia universal que no gira, en este caso, alrededor del ser humano.
Para embarcarse en esta investigación consultó textos antiguos chinos, portugueses, ingleses. Cruzó anécdotas con explicaciones científicas geológicas –con las que describe el origen de las islas Molucas, donde nacen el clavo de olor y la nuez moscada–; también menciona el transmisor nasal que lleva información de los aromas al cerebro. Toma elementos descriptivos de la botánica, la geografía y la agronomía. Describe capullos, bayas, carozos, raíces y explica con fundamentos biológicos por qué nos gusta algo que no siempre resulta tan bueno la primera vez que lo probamos.
El libro es también la historia de un mercado que se remonta desde textos bíblicos sobre Moisés hasta los poetas chinos de las primeras dinastías y que involucra barcos hundidos en el mar o rituales religiosos. Se retrotrae hasta un momento en el que afirma que, por ejemplo, la canela llegó a valer más que el oro o grandes cantidades de clavo de olor podían ser intercambiados por islas.
Reinertsen Berg, escritor de no ficción y editor, llegó a Buenos Aires para participar de la nueva edición de la Feria de Editores (FED). Su trayectoria incluye galardones por su primer libro Theatre of the World sobre la historia de la cartografía, un best seller que fue traducido a catorce idiomas. Y que fue donde encontró una punta para iniciar esta otra investigación, más específica.
“Creo que lo que une ambos trabajos es mi interés por la historia en general. Cuando escribí sobre los mapas había allí una punta que no podía hacer cuajar, que era la disputa sobre la división del mundo entre España y Portugal con respecto a las Islas de las especias y cómo se habían dividido Oriente y Occidente. Cuando Portugal se aventuró tanto hacia el Oriente en el mar, los españoles pensaron que se habían metido hasta su lado del mundo al llegar a las Islas Molucas; entonces empezó una pelea tremenda basada en mapas. Me dio curiosidad esto: ¿por qué eran tan importantes estas islas de las especias, por las que valía la pena navegar, incluso perdiendo tripulaciones enteras, hasta el otro lado del mundo? Y eso me llevo a hacer una investigación para tratar de descubrir la importancia de estos productos en aquella época”.
Reinersten Berg trabaja el texto con un tono narrativo, alejado de lo técnico, e incluye también anécdotas más cercanas en la historia. Como la que cuenta que el primer embajador de Indonesia en Gran Bretaña, Agus Salim, se encontraba en 1941 en una recepción diplomática. “El hombre bajo y delgado con un pequeño sombrero negro sobre el cabello blanco llamaba la atención por su apariencia, pero lo que realmente desconcertaba a los demás era el extraño olor que salía de su cigarrillo. Alguien no pudo evitar preguntar: ‘¿Qué está fumando?’ Salim, que fumaba un Kereteck, un cigarrillo indonesio en el que el tabaco se mezcla con clavo de olor, respondió: ‘Su excelencia, esta es la razón por la que Occidente conquistó el mundo’”.
Las especias tienen ese poder de desbloquear recuerdos, aromas que pueden desplegar respuestas emocionales ligadas a la memoria. Respecto de esto el autor recuerda: “Mi madre fue la primera en servirme especias. Gachas de arroz con canela. Mucha gente asocia en Noruega al clavo de olor a la Navidad por un postre local, que no tiene traducción, y que se prepara con naranja y esta especia. Se come en diciembre, pero también es un postre que se suele preparar los sábados y gusta mucho a los chicos porque lleva azúcar y manteca. Entonces la primera especia que los noruegos conocemos es la canela, por este plato y porque también son muy comunes los rolls horneados con esta especia. Hay una historia ligada a la época en que en Europa se creía que colgar una naranja con clavos de olor purificaba tanto el aire que protegía contra las temidas plagas”.
Entre sus recuerdos hay otro no tan grato, aunque lo describe con una sonrisa: “Mi abuela me preparaba wafles con cardamomo, una especia que no me gusta. También surge esta memoria cada vez que lo huelo. Aunque nunca me atreví a decírselo a ella”.
El libro se centra en seis de las especias fundamentales: la canela, el clavo de olor, la pimienta, el jengibre, el cardamomo y la nuez moscada. ¿Pero qué pasa con las especias del Nuevo Mundo, como la vainilla o el chile? “Después de un mes en el Caribe, Colón escribió en su cuaderno de bitácora que ‘sin duda hay en estos países cantidades infinitas de especias’, sin haber visto ninguna hasta entonces. Pero es fácil comprender las suposiciones de Colón. América está ubicada exactamente donde supuso que estaba Asia”, dice en el capítulo dedicado a los imperios en el océano. Hoy también las especias americanas son populares en el mundo entero. “Me gusta mucho la vainilla. Y el chile se consume masivamente en la gastronomía americana. Claro, tienen hoy una importancia mundial. Si mi trabajo se hubiese ampliado a la historia de las especias de las Américas en profundidad, hubiera sido un libro inabarcable. Tuve que ceñirme a estas seis. Sin embargo, hay un capítulo sobre Guatemala y el cardamomo porque, a pesar de ser este un país pequeño, es el principal productor de esta especia que es la segunda más vendida después de la pimienta. El chile era algo interesante pero requería una historia más extensa”, comenta el autor.
Reinertsen Berg sigue las huellas de las especias hasta la historia antigua de la Tierra, explicando por qué estas plantas únicas crecieron exactamente en puntos geográficos tan específicos. Por ejemplo la corteza de canela en Sri Lanka, la nuez moscada en las islas volcánicas de Banda al sur de las Molucas, en Indonesia. Y cómo sin embargo ayudaron a construir imperios y generar conflictos, intercambios y explotación desde las civilizaciones antiguas a la actualidad.
Su libro viaja desde China e India hasta Egipto y el Imperio Romano, y muestra cómo las plantas de especias controlaban las rutas comerciales, el desarrollo cultural y las economías.
Suele suceder con las historias antiguas que los mitos se disfrazan de datos históricos. ¿Será este el caso de que la canela valía más que el oro? “Cuando comenzó el comercio de especias era así, un ingrediente que solo se conseguía al otro lado del mundo y para el que había que emprender larguísimos viajes para obtenerlo. También es cierto que, con los siglos, las especias fueron perdiendo ese exotismo. La baja del precio tiene que ver, como pasó con otros productos en los mercados, con el aumento del comercio de las especias y con los cambios en la forma de cocinar.”
La edición en español de su libro, bellamente editada por Godot, cuenta con el agregado de una minuciosa traducción del especialista en lenguas nórdicas y experto en literatura de viajes Christian Kupchik, escritor y editor argentino fallecido hace menos de un año
Para embarcarse en esta investigación consultó textos antiguos chinos, portugueses, ingleses. Cruzó anécdotas con explicaciones científicas geológicas –con las que describe el origen de las islas Molucas, donde nacen el clavo de olor y la nuez moscada–; también menciona el transmisor nasal que lleva información de los aromas al cerebro. Toma elementos descriptivos de la botánica, la geografía y la agronomía. Describe capullos, bayas, carozos, raíces y explica con fundamentos biológicos por qué nos gusta algo que no siempre resulta tan bueno la primera vez que lo probamos.
El libro es también la historia de un mercado que se remonta desde textos bíblicos sobre Moisés hasta los poetas chinos de las primeras dinastías y que involucra barcos hundidos en el mar o rituales religiosos. Se retrotrae hasta un momento en el que afirma que, por ejemplo, la canela llegó a valer más que el oro o grandes cantidades de clavo de olor podían ser intercambiados por islas.
Reinertsen Berg, escritor de no ficción y editor, llegó a Buenos Aires para participar de la nueva edición de la Feria de Editores (FED). Su trayectoria incluye galardones por su primer libro Theatre of the World sobre la historia de la cartografía, un best seller que fue traducido a catorce idiomas. Y que fue donde encontró una punta para iniciar esta otra investigación, más específica.
“Creo que lo que une ambos trabajos es mi interés por la historia en general. Cuando escribí sobre los mapas había allí una punta que no podía hacer cuajar, que era la disputa sobre la división del mundo entre España y Portugal con respecto a las Islas de las especias y cómo se habían dividido Oriente y Occidente. Cuando Portugal se aventuró tanto hacia el Oriente en el mar, los españoles pensaron que se habían metido hasta su lado del mundo al llegar a las Islas Molucas; entonces empezó una pelea tremenda basada en mapas. Me dio curiosidad esto: ¿por qué eran tan importantes estas islas de las especias, por las que valía la pena navegar, incluso perdiendo tripulaciones enteras, hasta el otro lado del mundo? Y eso me llevo a hacer una investigación para tratar de descubrir la importancia de estos productos en aquella época”.
Reinersten Berg trabaja el texto con un tono narrativo, alejado de lo técnico, e incluye también anécdotas más cercanas en la historia. Como la que cuenta que el primer embajador de Indonesia en Gran Bretaña, Agus Salim, se encontraba en 1941 en una recepción diplomática. “El hombre bajo y delgado con un pequeño sombrero negro sobre el cabello blanco llamaba la atención por su apariencia, pero lo que realmente desconcertaba a los demás era el extraño olor que salía de su cigarrillo. Alguien no pudo evitar preguntar: ‘¿Qué está fumando?’ Salim, que fumaba un Kereteck, un cigarrillo indonesio en el que el tabaco se mezcla con clavo de olor, respondió: ‘Su excelencia, esta es la razón por la que Occidente conquistó el mundo’”.
Las especias tienen ese poder de desbloquear recuerdos, aromas que pueden desplegar respuestas emocionales ligadas a la memoria. Respecto de esto el autor recuerda: “Mi madre fue la primera en servirme especias. Gachas de arroz con canela. Mucha gente asocia en Noruega al clavo de olor a la Navidad por un postre local, que no tiene traducción, y que se prepara con naranja y esta especia. Se come en diciembre, pero también es un postre que se suele preparar los sábados y gusta mucho a los chicos porque lleva azúcar y manteca. Entonces la primera especia que los noruegos conocemos es la canela, por este plato y porque también son muy comunes los rolls horneados con esta especia. Hay una historia ligada a la época en que en Europa se creía que colgar una naranja con clavos de olor purificaba tanto el aire que protegía contra las temidas plagas”.
Entre sus recuerdos hay otro no tan grato, aunque lo describe con una sonrisa: “Mi abuela me preparaba wafles con cardamomo, una especia que no me gusta. También surge esta memoria cada vez que lo huelo. Aunque nunca me atreví a decírselo a ella”.
El libro se centra en seis de las especias fundamentales: la canela, el clavo de olor, la pimienta, el jengibre, el cardamomo y la nuez moscada. ¿Pero qué pasa con las especias del Nuevo Mundo, como la vainilla o el chile? “Después de un mes en el Caribe, Colón escribió en su cuaderno de bitácora que ‘sin duda hay en estos países cantidades infinitas de especias’, sin haber visto ninguna hasta entonces. Pero es fácil comprender las suposiciones de Colón. América está ubicada exactamente donde supuso que estaba Asia”, dice en el capítulo dedicado a los imperios en el océano. Hoy también las especias americanas son populares en el mundo entero. “Me gusta mucho la vainilla. Y el chile se consume masivamente en la gastronomía americana. Claro, tienen hoy una importancia mundial. Si mi trabajo se hubiese ampliado a la historia de las especias de las Américas en profundidad, hubiera sido un libro inabarcable. Tuve que ceñirme a estas seis. Sin embargo, hay un capítulo sobre Guatemala y el cardamomo porque, a pesar de ser este un país pequeño, es el principal productor de esta especia que es la segunda más vendida después de la pimienta. El chile era algo interesante pero requería una historia más extensa”, comenta el autor.
Reinertsen Berg sigue las huellas de las especias hasta la historia antigua de la Tierra, explicando por qué estas plantas únicas crecieron exactamente en puntos geográficos tan específicos. Por ejemplo la corteza de canela en Sri Lanka, la nuez moscada en las islas volcánicas de Banda al sur de las Molucas, en Indonesia. Y cómo sin embargo ayudaron a construir imperios y generar conflictos, intercambios y explotación desde las civilizaciones antiguas a la actualidad.
Su libro viaja desde China e India hasta Egipto y el Imperio Romano, y muestra cómo las plantas de especias controlaban las rutas comerciales, el desarrollo cultural y las economías.
Suele suceder con las historias antiguas que los mitos se disfrazan de datos históricos. ¿Será este el caso de que la canela valía más que el oro? “Cuando comenzó el comercio de especias era así, un ingrediente que solo se conseguía al otro lado del mundo y para el que había que emprender larguísimos viajes para obtenerlo. También es cierto que, con los siglos, las especias fueron perdiendo ese exotismo. La baja del precio tiene que ver, como pasó con otros productos en los mercados, con el aumento del comercio de las especias y con los cambios en la forma de cocinar.”
La edición en español de su libro, bellamente editada por Godot, cuenta con el agregado de una minuciosa traducción del especialista en lenguas nórdicas y experto en literatura de viajes Christian Kupchik, escritor y editor argentino fallecido hace menos de un año
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Autor de once libros, periodista y precursor involuntario de la “poesía objetivista” en el país (como si en sus poemas no se perfilara una subjetividad irrepetible), Joaquín O. Giannuzzi nació en Buenos Aires en julio de 1924 y falleció en 2004, a los 79 años, en la localidad salteña de Campo Quijano. Su poesía sigue emocionando a los lectores e inspirando a escritores de nuevas generaciones con su énfasis mesurado y su melancólica lucidez.
En ocasión del 100° aniversario de su nacimiento, Fondo de Cultura Económica publicó Poesía completa (1958-2008), que incluye los once volúmenes publicados en vida (de Nuestros días mortales a Un arte callado) y otros poemas no recogidos en libro. “Giannuzzi parece ser un poeta que nació hecho –sostiene Fabián Casas en el prólogo–. Es decir que a lo largo de su trayectoria, va a atravesar la ‘época’ de los cincuenta, los sesenta y llegar a todo lo que da en los noventa, poco antes de su muerte, con una forma espléndida y monótona de escribir poesía”.
Publicó su primer libro en 1958, dedicado a su mujer, la escritora Libertad Demitrópulos, y a sus dos hijas. Por intermedio de J. R. Wilcock, colaboró en la revista Sur con reseñas literarias. Trabajó en diarios,
entre otros; según dijo, el periodismo le había dado fluidez a su escritura. Sus temas eran, parafraseando a su contemporáneo ¿y émulo lírico? Alberto Girri, los de todos: las escenas de la vida cotidiana, el paisaje, las lecturas, los seres queridos, la vejez, la música, “las demandas de la existencia” y la muerte. Admiraba a Francisco Madariaga. Dejó inconclusos sus estudios de ingeniería, pero la literatura argentina salió ganando.
“Yo he atravesado distintas poéticas a lo largo de mi vida –dijo en una entrevista con Ivonne Bordelois–. En un primer tiempo pensaba que la poesía debe ‘decir algo’, interpretando este ‘decir’ como una instancia especulativa o reflexiva. Después comprendí que el decir de la poesía es la prosecución de una forma. No soy un poeta experimental, de vanguardia, sino de retaguardia. La experiencia rupturista me es ajena y la deploro”.
El escritor Santiago Sylvester afirma que Giannuzzi, “por vía de la precisión”, construyó a lo largo de medio siglo una de las apuestas poéticas más intensas del país. “Se trata de una poesía reflexiva, que recoge una definición que se dio el propio Giannuzzi en una entrevista: ‘Soy un pensador discontinuo’ –sostiene–. Toda su poesía responde a esta categoría, pero su discontinuidad, desplegada con coherencia, terminó configurando una opinión escéptica sobre el mundo y un punto de vista sobre el lenguaje en el estado más bien lírico en que lo encontró. Un resumen de su estética podría ser: ‘La poesía no nace. / Está allí, al alcance / de toda boca / para ser doblada, repetida, citada / total y textualmente. // Poesía / es lo que se está viendo’ [del poema ‘Poética’]. En sus poemas está disuelta esta propuesta, según la cual la poesía debe ser escrita con un lenguaje elaborado pero común, y sus asuntos son los de la vida diaria”.
Sylvester recuerda que un grupo de poetas había decidido homenajear a Giannuzzi en un auditorio porteño. “Llegué un poco tarde, y el acto había terminado casi al empezar porque se había armado un lío: uno de los que intervenía, de un modo pedante, le había recriminado que en sus primeros poemas Joaquín usaba el ‘tú’ y no el ‘vos’. Alguien del público lo interrumpió, hubo una discusión, y el acto terminó; y él, que ya estaba en la puerta, me explicó lo que había pasado con una frase breve y exacta: ‘No fue un homenaje sino un malentendido’. Y nos fuimos a cenar”.
El poeta y traductor Jorge Fondebrider cuenta que Giannuzzi fue el poeta argentino que más lo impresionó. “No me interesa mucho la poesía que simplemente amontona metáforas o que se sirve de la imaginería que permite el surrealismo –dice a este diario–. Y Giannuzzi, sin el recurso mecánico de [Roberto] Juarroz al silogismo, y con una claridad que siempre le reclamé a Girri, hacía poesía a partir del pensamiento; vale decir, partía de una situación concreta, un conato de ficción, y de ahí en más extrapolaba las imágenes en ideas para abordar una dimensión metafísica que yo sentía ausente en otros poetas”.
Fondebrider conoció a Giannuzzi. “Su descubrimiento me impactó –recuerda–. Cuando en 1981, luego de leer en el colectivo Señales de una causa personal, a mi gusto su mejor libro, lo busqué en la guía telefónica, lo llamé y le pedí que me recibiera para charlar con él. Se sorprendió, pero me invitó a la casa y, a partir de esa vez, durante ocho domingos, a lo largo de dos meses consecutivos, fui a visitarlo, grabador en mano, para preguntarle todo lo que pude sobre su vida y su modo de escribir. Nos hicimos amigos y seguí frecuentándolo y, en la medida de mis posibilidades, promocionándolo: le sugerí a José Luis Mangieri la edición de Violín obligado, publiqué sendas entrevistas que le hice en La Danza del Ratón y en Diario de Poesía, hice la selección y el prólogo del fascículo que el Centro Editor de América Latina le dedicó para su colección Los Grandes Poetas, realicé la primera edición de sus Poemas completos para el sello español Sibila, y reuní todo lo que se escribió sobre Giannuzzi en un volumen publicado por Ediciones del Dock”. Ese libro es Giannuzzi. Reseñas, artículos y trabajos académicos sobre su obra.
Para el escritor Sergio Raimondi, lo más intrigante de la poesía de Giannuzzi es su capacidad para despegarse de las lecturas que se hicieron de ella. “Tal vez esa capacidad provenga del carácter monótono o insistente de su proyecto, que por esa insistencia gana en niveles de complejidad –conjetura–. ¿Cuál fue ese proyecto? El de dar cuenta de una época, la cual siempre se puede reconocer en, al menos, tres dimensiones: la de la modernidad, que ofreció una razón de la que empieza a sospechar; la de un siglo XX que comprueba pleno en catástrofes y la de una coyuntura política local intensa como la de los años 60 y 70, frente a la cual mantiene sus reservas. Esto último ha sido poco indagado, y tal vez por eso todavía no se ha reparado lo suficiente en el carácter increíble de un libro como Señales de una causa personal, con semejante título, publicado nada más y nada menos que en 1977”.
No sin humor e ironía, Giannuzzi supo unir lo cotidiano con lo sublime, haciendo del poema un instrumento para explorar la realidad, dice el escritor y académico Rafael Felipe Oteriño. “Sin una sola concesión a la belleza convencional, llantas y botellas rotas de una estación de servicio pueden darse cita con el sonar de pulseras de su hija cuando ‘se viste y sale’. Nada de seráfico hay en sus versos, salvo en esos instantes en que el poema alcanza una conciliación entre la pesadumbre y la gracia. Es, en estos términos, una poesía absolutamente moderna”.
En su libro Y el mundo está ahí, Oteriño le dedicó un poema a Giannuzzi. “Nos habló del tiempo y de los agravios del tiempo / (uno de sus temas favoritos; ahora, irrevocable, en nosotros); / las palabras eran la aventura que salía a probar en la calle, / empeñado en hacer más cálido el espacio; / luego, con el correr de los días, es lo que nos fue dejando / de un territorio minado que quiso recorrer sin brújula”, se lee en el comienzo de “Joaquín”.
El escritor y periodista Jorge Aulicino prologó la edición de Obra completa de Giannuzzi de Ediciones del Dock, de 2015. “La semblanza histórica de Giannuzzi podría ser esta: fue parido por el manípulo de Victoria Ocampo, aunque asistido por uno de sus más extraños decuriones, Héctor A. Murena; soslayado por los poetas ‘conversacionales’ de los años sesenta, excepto Lamborghini, el mayor, y recuperado en los ochenta –dice Aulicino–. Halló su cobijo y señera representación en una de las editoriales de poesía que más arriesgaron últimamente, Del Dock, luego de haber pasado a finales de los 90 por una recopilación de su trabajo en Emecé”.
“Giannuzzi parece haber aprendido el castellano del Río de la Plata en un hogar extranjero, por la delicadeza infinita que pone en la elección de las palabras y la construcción de la frase –destaca–. Me hace acordar a Conrad, que escribió en el mejor inglés porque era polaco. Me gusta el modo en que Murena encontró la veta romántica en Joaquín. Escribió en el prólogo al primer libro de Giannuzzi que su fracaso existencial (la vida como un fracaso dictado de antemano) soslaya la lejanía dolorosa con una remisión a un mundo abigarrado, cotidiano y ‘entrañable’. En esa paradoja entre la amargura del contenido y la brillantez y gula de su adjetivo se sostiene el éxito, el triunfo de la poesía de Giannuzzi”
LIBROS
En 1967, Las condiciones de la época y en 1977, Señales de una causa personal. En 1980 apareció Principios de incertidumbre; en 1984, Violín obligado y en 1991, Cabeza final. Su último libro, ¿Hay alguien ahí?, se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004. Un arte callado, recopilación de poemas inéditos correspondientes a distintas épocas de la vida de Giannuzzi, que recoge también los poemas dispersos en diarios y revistas, y nunca publicados en libro, fue publicado en 2008http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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