En Avenida de Mayo: el hotel de lujo que hospedó a políticos y artistas extranjeros y que hoy muestra su cara más deslucida
El Hotel Majestic fue inaugurado en 1910
El Majestic abrió sus puertas para los festejos por el centenario de la Revolución de Mayo; construido bajo una impronta ecléctica, en su cúpula se instaló el primer reflector giratorio de la ciudad
Silvina Vitale
Fue un ícono, uno de los más exquisitos representantes de la Belle époque porteña; a todo lujo. Su arquitectura y un servicio de primer nivel lo posicionaron entre los mejores hospedajes de la ciudad. Pero para quienes transitan hoy por la esquina de Avenida de Mayo y Santiago del Estero su apariencia se ve deslucida y muy lejana al otrora brillo que generaba admiración.
Según explica Fabio Grementieri, arquitecto especialista en Preservación de Patrimonio y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), hacia 1905, en el momento culminante de desarrollo edilicio de la Avenida de Mayo, la entonces Caja Internacional Mutua de Pensiones, conocida como La Mutua compró cuatro fracciones de terreno destinadas a levantar su sede central. Fue entonces cuando llamó a concurso de proyectos para la construcción de sus oficinas. Finalmente, resultó ganadora la propuesta de los arquitectos Federico Luis Collivadino e Ítalo Benedetti.
Las obras se iniciaron en 1906 y concluyeron en 1909. Sin embargo, concluida la construcción, el edificio no fue ocupado por la entidad, sino que fue alquilado a un grupo económico liderado por el español José Gil para la instalación de un establecimiento hotelero. El prestigioso Hotel Majestic abrió sus puertas el 13 de mayo de 1910, poco antes de iniciarse los festejos por los cien años de la Revolución de Mayo.
“El edificio de La Mutua fue uno de los proyectos arquitectónicos más importantes de su época en Buenos Aires, por las múltiples funciones que concentraría, sus dimensiones y las condiciones impuestas por la cooperativa”, señala Grementieri. Sobre las exigencias de La Mutua para el desarrollo del proyecto, el especialista sostiene que la planta baja y los primeros pisos debían alojar la casa central de esta entidad y sus oficinas mientras que, los pisos superiores se destinarían a departamentos de renta. El edificio de Collivadino y Benedetti contó entonces con un sótano, planta baja, siete pisos, una terraza y un octavo piso en la torre. Los arquitectos separaron el acceso al local de La Mutua en la planta baja del acceso a los departamentos en alquiler ubicados en los pisos superiores.
De manera que, el local comercial de La Mutua ocupó la planta baja, diseñada con tres hileras de columnas que la liberaban de paredes interiores estructurales y generaban un espacio amplio para atender al público. Este gran salón comercial estaba iluminado por dos claraboyas artísticas, que filtraban la luz del sol con colores vivos. El acceso a los pisos superiores, por Avenida de Mayo 1317, conducía a un imponente vestíbulo con dos ascensores de tipo jaula, rematado por una lujosa escalera imperial que estaba adornada con herrería artística, barandas de madera y estatuas de bronce.
Los pisos superiores estaban organizados alrededor de dos núcleos centrales separados por pasarelas. Uno de ellos contenía la escalera principal y el otro, un patio de aire y luz que iluminaba y ventilaba los pasillos interiores. Los departamentos originales eran variados y todos tenían vista al exterior. Estaban divididos interiormente en un pequeño vestíbulo con el baño a un costado, una sala de estar y diversas cantidades de dormitorios.
El gran hotel
La construcción era realmente majestuosa y, dado que no cumpliría las funciones para las que había sido concebida, su interior fue refaccionado de acuerdo a las necesidades de un hospedaje de primer nivel. De manera que, el primer piso pasó a albergar un salón de estar y otro de música, en tanto que los comedores y la cocina se situaron en el sexto y séptimo nivel donde también estaba la terraza y el roof garden, una galería vidriada que incluía una lujosa confitería. Los primeros huéspedes fueron las delegaciones de representantes extranjeros que llegaron a la ciudad para los festejos del centenario, entre ellos la chilena y parte de la comitiva de la Infanta Isabel.
Cuenta el historiador Leonel Contreras en el libro Rascacielos porteños que, en 1917, en su cúpula se instaló el primer reflector giratorio de la ciudad, que durante un tiempo le dio más altura a la torre. “Entre los visitantes más importantes del hotel se destacaron el político francés Georges Clemenceau, el inventor italiano Guglielmo Marconi, el arquitecto suizo Le Corbusier y el bailarín ruso Vaslav Nijinsky quien en la primavera de 1913 ocupó un departamento de cinco habitaciones en el tercer piso tras casarse con la bailarina húngara Rómola Pulszky en la iglesia de San Miguel.
En cuanto a su arquitectura, Grementieri sostiene que la obra fue pensada dentro de un indefinible estilo ecléctico de ascendencia italiana, característico de principios de siglo que integraba diversas variables compositivas. “El planteo en su conjunto y en sus detalles buscaba participar de la tónica de la Avenida de Mayo, convertida en un gran salón urbano, donde cada edificio pretendía destacarse y a la vez enriquecer la conformación del espacio”, advierte.
A su vez, sostiene que, en su exterior, presentaba una organización de los frentes que combinaba fórmulas tradicionales e innovadoras. Mientras que la usual nítida división entre basamento, desarrollo y coronamiento se diluía en los retranqueos superiores, en la indiferenciada profusión de balcones y en la desproporcionada segmentación de la torre en la esquina. Sin embargo, el conjunto era reforzado por motivos clásicos, como los pórticos de columnas pareadas, es decir dispuestas juntas, y frontones quebrados que reunían los pisos medios. “Esta contradictoria solución refleja una de las problemáticas arquitectónicas del período que buscaba encontrar un ordenamiento de los frentes para edificios de creciente altura en las disposiciones palaciegas tradicionales”, señala.
Concluye en su análisis que, otra de las variables donde la ortodoxia arquitectónica se resentía era la expresión inusitada y el protagonismo del remate del edificio. Ya que, tanto el desmesurado coronamiento de la torre como las festivas terrazas con elaboradas pérgolas y galerías vidriadas, como el denominado roof garden, concentraban la atención y señalaban el infrecuente uso de la parte más alta del edificio para los ámbitos de mayor jerarquía y uso privilegiado. Explica, además, que completando el desafío, el lenguaje arquitectónico reelaboraba motivos clásicos con tintes modernistas a la manera del liberty italiano e incluía adaptaciones de elementos de la tradición francesa. “Este complejo discurso es representativo del desprejuiciado y liberal momento arquitectónico de principios de siglo. Entonces no se dudaba en comprometer todos los recursos de la historia y la técnica del arte de construir en la ejecución de obras que, como pocas veces, lograron la aceptación, comprensión y fruición del público”, señala.
Cierre y refuncionalización
Finalmente, el hotel cerró hacia 1930 y el edificio fue adquirido en 1931 por el Estado nacional. “La edificación pertenece al Área de Protección histórica APH1 y posee un nivel de protección estructural. Su valoración se apoya en que representa un importante ejemplo que se conserva en Buenos Aires de un tipo edilicio característico de la sociedad optimista y cosmopolita de la Belle époque”, señala el profesor de la UTDT. Además, de ser un sitio ligado a la historia del país y de la ciudad, ya que el hotel fue inaugurado para los festejos del Centenario.
Sostiene, además, que se trata de una pieza arquitectónica de gran importancia en la formación del paisaje urbano de la Avenida de Mayo, por su implantación en un terreno de esquina. También, implicaba un desarrollo avanzado y peculiar de una volumetría que hacía hincapié en resaltar la esquina mediante cúpulas y torres o construcciones híbridas.

Por último, explica que es un buen ejemplo de la típica hibridación local de tipos, composiciones y estilos arquitectónicos provenientes de diversas fuentes extranjeras. “La combinación funcional y organización de usos, como los comedores en el último piso o el roof garden, de procedencia norteamericana; el gran desarrollo de los espacios circulatorios de la tradición Beaux Arts francesa y la mezcla de estilos arquitectónicos de procedencia italiana, en este caso confluyen las formas del Risorgimento, las del Liberty y las del Futurismo”, dice Grementieri.
Tras la interrupción definitiva de su uso como hotel, en los años treinta, la propiedad pasó a manos del Estado. Allí se instaló la Dirección General de Impuesto a los Réditos, convertida en 1947 en la Dirección General Impositiva. Mucho después, en 1996, se fusionó con la Administración Nacional de Aduanas lo que daría paso a la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). El edificio también albergó al museo del organismo, uno de los pocos del mundo dedicados al tributo.
En noviembre de 2020, se anunció la puesta en valor del antiguo Hotel Majestic para alojar a la sede central de la Administración de Parques Nacionales (APN).
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