Surrealismo en el Pompidou, un laberinto dedicado al movimiento más disruptivo del siglo XX
"Green Tea": la nota saliente de la exposición es, sin duda, la incorporación de las surrealistas mujeres, con Leonora Carrington a la cabeza
A cien años del manifiesto de André Breton, “la cafetera del Beaubourg” se despide por cinco años con una muestra excepcional; Dalí, Magritte, De Chirico, Max Ernst y Joan Miró son solamente la punta de lanza de una escudería inigualable
Alicia de Arteaga
París.- Es la exposición del año, la celebración del arte después de la maratón olímpica que ha dejado felices a los organizadores, brillante y luminosa a París y al presidente Macron en el limbo de un gobierno de cohabitación con el Primer Ministro Michel Barnier, que por ahora despierta más interrogantes que certezas. En este ambiente y con temperaturas primaverales después de una ola polar, triunfa el Surrealismo en todos los frentes.
La muestra del Pompidou pone en marcha la máquina del pensamiento ideada por André Breton con su manifiesto del 15 de octubre de 1924, y lo hace en la máquina expositiva que es el Pompidou. El centro cultural inaugurado en 1977 cambió el modo de ver el arte al transformar la quietud decimonónica de los museos en una agitación permanente, una provocación. Una bomba que respira curiosidad e invita a descubrir el arte desde una escalera mecánica. Como en un centro comercial. Jamás visto.

Jamás visto, al mismo tiempo, ese alarde desaforado de los surrealistas que hicieron tabla rasa de lo producido hasta entonces. En línea con este espíritu, la muestra está planteada como un gigantesco laberinto, con catorce capítulos que evocan las figuras que inspiraron el movimiento: Lautréamont, Lewis Carrol, Freud, Sade, Buñuel, temas que tocan el corazón de los muchachos surrealistas, mientras se divierten pintando “cadáveres exquisitos” (como llamaron a los dibujos que hacían de manera espontánea con el papel doblado, sin poder ver el resto).
Los ejes del laberinto son “Quimeras”, “Sueños”, “Alicia en el país de las maravillas”, “Máquinas y paraguas”, “Medium”, “Lágrimas de Eros”, entre otros. En el capítulo onírico, se recupera la historia de Breton, quien, como estudiante de medicina, en 1916 asistió a prácticas en el neuropsiquiátrico de Sant-Dizier, donde descubrió los métodos de interpretación de los sueños con fines curativos que experimentaba Freud. De allí a sus textos no hay más que un paso.

El despliegue monumental de obras maestras llegadas de todas partes confirma la vigencia del movimiento como actitud, idea y plataforma de libertad. Todos es posible entre los sueños freudianos y los cantos de sirena marxistas.
"El Surrealismo es automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral."
André Breton, "Manifeste du surréalisme", 1924
Allí están Breton, De Chirico, Brassai, Dalí, Picasso, Max Ernst, Yves Tanguy, Jean Arp, Buñuel, Magritte, André Masson… Breton tiene 28 años cuando escribe el Manifiesto Surrealista, que se expone en el ángulo central de la exposición en calidad de préstamo de la Biblioteca Nacional de Francia. Hay que agacharse para verlo. Esa letra diminuta borroneada en un papel anticipa una revolución inmensa, que, obviamente, tiene su contrapunto en Marcel Duchamp.
Adiós a la academia y a las vanguardias históricas. Un león por delante, serpiente por detrás y cabra en el medio. La Quimera fascina a los surrealistas, es un símbolo entre la fantasía y la perversión, una deriva presente en la sala “Lágrimas de Eros”, que tiene el tenor de El gabinete del doctor Caligari, no apto para menores, de terror gótico y fascinación por la hipnosis, otro de los temas recurrentes del mundo surreal.
André Breton, Renzo Piano y Richard Rogers cien años después están en la misma sintonía. Los arquitectos del Pompidou ganaron el concurso porque dejaron la mitad del terreno de Les Halles, en Le Marais, para una plaza seca, donde la gente se encuentra, los malabaristas hacen de las suyas, se almuerza, se discute y se fuma. Un ágora siglo XXI, preámbulo al ingreso al museo que por 15 euros es también un reino de libertad. El domingo próximo, de 15 a 18, dos expertos tirarán las cartas del tarot.
Largas colas bajo el sol de primavera que todavía es verano. Gente de todas partes espera con paciencia, muchos jóvenes (surrealistas de hoy), madres con chicos que se entretienen con Alicia en el país de las Maravillas. Lewis Carroll escribió Alicia a fines del XIX, una obra maestra de la que Breton se siente deudor, porque “el verdadero reinado de los sueños es la infancia”. A metros de allí Magritte y Max Ernst se disputan el estrellato.
El trabajo de los curadores Didier Ottinger y Marie Sarré ha sido exhaustivo. Desde El Imperio de las luces (1954), antológico Magritte llegado de Museo Real de Bellas Artes de Bruselas, hasta escenas de El perro andaluz, delirante e irresistible film de Luis Buñuel y Salvador Dalí, o al magnético retrato Birthday, de Dorothea Tanning.
La nota saliente es, sin duda, la incorporación de las surrealistas mujeres Leonora Carrington, en primer lugar, y Remedios Varo, Leonor Fini, Eileen Agar (que nació en Buenos Aires en 1899) y la genial Dorothea Tanning. Carrington puso el tema sobre el tapete al ser elegida por Cecilia Alemani, directora de la 59 Biennale de Venecia, como fuente de inspiración de su muestra bautizada La leche de los sueños. Pocos meses atrás, el récord pagado popr Eduardo Costantini por el fabuloso cuadro Las distracciones de Dagoberto, la colocó en el podio de las artistas más caras del mundo. Un literal sorpasso. Los curadores consideran a Carrington, y habría que decir que también Varo cumple con el registro, una heredera directa de Lewis Carroll y de su Alice au pays des merveilles, poblado de seres fantásticos, un bestiario de la imaginación, como Green tea, de 1942, procedente del MoMA de Nueva York. No está dicho en los textos de sala ni en el catálogo de mano, pero es inevitable asociar este mundo onírico, bello y temible con El jardín de las delicias, de El Bosco, que está en el Prado de Madrid.

La celebración del centenario del surrealismo ha llegado como anillo al dedo para cerrar una etapa del Pompidou y abrir el paréntesis de su puesta a punto, que comienza el 13 de enero y culmina en 2030. Desde su apertura, el centro creado por iniciativa de Georges Pompidou ha recibido 250 millones de visitantes, más que Disney. Las reformas previstas eliminarán el asbesto de sus muros (material cancerígeno), habrá un recorrido acorde con los nuevos tiempos y una enorme terraza para aprovechar las vistas que, nadie lo duda, son las mejores de París. Surrealismo seguirá viaje por museos de Europa y de los Estados Unidos (Bruselas, Madrid, Hamburgo, Filadelfia son apenas algunas de sus próximas estaciones), en una itinerancia que, sería fantástico, llegara hasta la remota Buenos Aires. Pensamiento surrealista.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.