domingo, 8 de septiembre de 2024

LAS PALABRAS Y EDITORIALES


Llegó el mes de la alergia a la realidad
“Es septiembre y ya huele a Navidad” (De Nicolás Maduro)

María Elena Polack
Nicolás Maduro anticipó la Navidad por decreto
Tímidamente empiezan a florecer los lapachos y los jardines dan las primeras señales de la primavera. Con este bello panorama, también afloran estornudos, lagrimeos, sarpullidos y otros síntomas de las alergias por la suspensión del polen en el ambiente. Algunos optan por surfear la incomodidad pasajera con algún fármaco. Otros recurren a preparados alternativos. Pero nadie les gana a las recetas que emplean los políticos. ¿No me cree? Me remito a algunas pruebas.
Donde usted, querido lector, huele unas incipientes fresias coloridas y alguna que otra rosa, Nicolás Maduro sentencia: “Es septiembre y ya huele a Navidad”. Impresionante que hacia fines de julio, el mandamás venezolano no haya “olido” el fraude electoral perpetrado por él mismo y convalidado por el sistema judicial chavista sin mostrar ni un acta, hasta desoyendo el pedido de su socia de la Patria Grande, Cristina Kirchner. Maduro tiene nariz de amianto.
Mientras unos 8 millones de venezolanos “huelen” el amargo perfume del exilio y otros se conforman con el recuerdo del aroma de lo que pudo ser un país próspero sobre la base del petróleo, Maduro se da el lujo de adelantar más de 80 días una de las fechas más caras a buena parte de Occidente. Y para mostrar que no solo maneja los resquebrajados hilos institucionales de su país a su antojo –si gana se queda en el poder y si pierde, también–, acomoda el almanaque gregoriano como le venga en gana. Es que, si “septiembre ya huele a Navidad”, para diciembre el hedor puede llegar a ser tan insoportable como el fraude electoral perpetrado. Hay que adelantar la llegada del niño Jesús, aunque el capitalista Papá Noel crea que el hijo dilecto de Chávez desvaría por la típica alergia primaveral.
Pero no veamos en Maduro al único político afectado por la alergia. Por estas pampas también tenemos algún afectado por el clima primaveral y el polen suspendido en el ambiente. Quizás por las flores que empiezan a disfrutarse en la quinta de Olivos es que para el presidente Javier Milei, su candidato a la Corte, Ariel Lijo, “es el único que conoce a la perfección cómo funciona el sistema judicial”. Años de causas dormidas, en todas las estaciones y los climas, lo estarían desmintiendo y dejando una estela de reacciones alérgicas en muchos integrantes de la Justicia que –algunos más mediáticos, otros más anónimos– cada día tratan de cumplir con su función como corresponde, aunque estornuden, lagrimeen o tengan sarpullidos.

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El desafío de construir un Estado decente
Durante el kirchnerismo, invocando la justicia social, se desviaron millones que fueron a bolsillos privados, dejando un tendal de pobres e indigentes
El yate Bandido, emblema de la corrupción en la Argentina.
Los debates entre izquierdas y derechas, los escándalos de corrupción, las demandas sociales, los dramas de la pobreza, los reclamos a puño alzado, las respuestas libertarias, los vaivenes de la opinión pública, todo tiene como epicentro al Estado. Si mucho, si poco, si presente, si ausente, si flaco o si gordo, tolerante o exigente.
Desde que se formaron los estados nacionales y desapareció el orden feudal a partir del Tratado de Westfalia (1648), el fortalecimiento de la autoridad central ha estado sujeto a procesos convulsivos que fueron modelando los sistemas que ahora rigen en Occidente. Los derechos de segunda y tercera generación han expandido la actividad estatal en ámbitos sociales, económicos y culturales con el propósito de igualar oportunidades y preservar valores comunes a la humanidad.
Sin embargo, esa expansión no ha solucionado el principal problema que aqueja todo proyecto de convivencia social. Más bien lo ha agravado, creando ámbitos de descontrol por donde se escurren recursos con resultados muy diferentes a los descriptos en los considerandos de leyes y decretos.
Todas las personas tienden a maximizar beneficios y minimizar costos pues ello está grabado en el ADN humano. El hombre común actúa según sus intereses personales, como lo aconseja el instinto de supervivencia. Protege a su familia, es generoso con sus amigos, desconfiado con los desconocidos y colabora con los demás siempre que ellos también lo hagan. Para la ciencia fiscal, la creación del Estado tuvo por objeto evitar el “free riding”, es decir, el aprovechamiento de algunos del esfuerzo de los demás, sin contribuir con su parte. De allí la necesidad de delegar el monopolio de la fuerza en una autoridad común para construir puentes y caminos, administrar justicia, garantizar seguridad, defender las fronteras y proveer bienes de provecho general.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, el filósofo alemán impulsor del idealismo objetivo, sostuvo que solo el Estado puede superar la visión egoísta de los individuos, realizando el bien común. Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner declaró, en un congreso de Filosofía en 2007, su admiración por Hegel y con ese apoyo ético expandió el gasto público con empleos, subsidios y jubilaciones sin aportes hasta alcanzar el 47% del PBI.
Pero el Estado no es un ente omnisciente ni ajeno al pecado original como creía el pensador de Stuttgart. Es una creación institucional, absolutamente práctica, operado por hombres comunes para intentar mejorar la vida colectiva con sus fallas e imperfecciones. Está insertado en el mundo de la política, cuyos actores buscan expandir su poder, cooptar organismos, recaudar para las campañas, perseguir enemigos, retribuir a amigos y hacer, decir, mostrar u ocultar lo necesario para crecer en las encuestas. Aunque Hegel se revuelva en su tumba.
Durante los cuatro mandatos kirchneristas hemos visto corrupción desembozada en la Nación, las provincias y los municipios
Cuando reina la desmesura y los recursos públicos fluyen sin dueño aparente, la naturaleza humana mete la cola. El mercado también se adapta a los trajines de la política, de las licitaciones y las adjudicaciones. En la base de la pirámide estatal siempre habrá empleados de carrera que cumplen sus funciones con probidad. Pero a medida que se asciende hacia la cúspide aumentan las facultades discrecionales y las tentaciones materiales. Y al llegar a la cima todo puede transarse, hasta falsos requiebros amorosos. Durante los cuatro mandatos kirchneristas hemos visto corrupción desembozada en la Nación, las provincias y los municipios, incluyendo el agravio al sillón de Rivadavia. Consultoras de hermanos y cuñados, estudios de primos y allegados, asesorías de militantes y seguidores, financieras de amigos y testaferros, sociedades de ministros y sus novias, correveidiles de información privilegiada o mercachifles de permisos de importación. Todos operaron en el mercado estatal, leales a sus patrones y obedientes al tiempo de repartir retornos y comisiones.
Durante el kirchnerismo se desviaron millones invocando la justicia social que fueron a bolsillos privados, dejando un tendal de pobres e indigentes. Fue la secuela tenebrosa de la valija de Antonini, las cajas de Florencia, los dólares de la Rosadita, la bolsa de Felisa y los bolsos de López, la imprenta de Boudou, el yate del Bandido, la embajada paralela, los casinos de Cristóbal, las estancias de Lázaro, los hoteles de Cristina, los aviones de Jaime, las vacunas de Zanini, los gastos de Picolotti, los trenes de De Vido y los fondos de Santa Cruz. Sin olvidar a los secretarios Gutiérrez y Muñoz (qepd), los cuadernos de Centeno y los seguros de Martínez Sosa.
Es sorprendente que quienes exaltaron las virtudes éticas del Estado frente a la codicia capitalista no hayan sido custodios de ese legado para preservar su propia legitimidad política. Ha sido tal el abandono de sus banderas y la obviedad de sus desmanes que sus últimos cultores, como Axel Kicillof y sus intendentes del conurbano, han quedado a la intemperie moral cuando proponen negocios estatales parecidos a los que tentaron a Boudou, a Jaime, a De Vido o a López.
La corrupción ha desprestigiado al Estado y provocado invectivas anarquistas contra su existencia. Pero no es una organización criminal como Javier Milei denuncia, sino una institución indispensable para ordenar la convivencia, tan fuerte en los papeles como débil en la práctica y expuesta al saqueo cuando pretende satisfacer todas las necesidades humanas ninguneando al sector privado. Al cruzar el umbral de la desmesura se descontrola y lo esquilman, desde adentro y desde afuera.
El descrédito del falso progresismo otorga ahora una ventana de oportunidad para reconstruir un Estado decente, sin casinos, bolsos, ni veleros. Es necesario reducir su tamaño para eliminar la pobreza, erradicar la indigencia y bajar la inflación. No es tema de ideología, sino de pragmatismo. Debe ser sustentable conforme a la dimensión de nuestra economía y solo crecer en la medida que aumente su productividad.
Se debe recuperar el prestigio que tiene en países vecinos, como Uruguay y Chile (sin necesidad de imitar a Noruega, el modelo que decía tener Alberto Fernández). Cuando se cimente esa transformación, quizás podamos lograr un sólido capital social que facilite la convivencia espontánea. “Es la ley” diremos los ciudadanos cuando el sistema funcione y la presencia del Estado se juzgue tan necesaria como benéfica.
Post Scriptum: ni el pliego del juez Ariel Lijo ni el decreto limitando el derecho a la información son aportes en ese sentido, sino todo lo contrario.

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Juntos y arremangados
El papa Francisco envió 100 mil euros de donación para la colecta Más por Menos
Como cada año, este fin de semana se lleva adelante la Colecta Más por Menos en parroquias, capillas y colegios. El eslogan de este año es “Para salvarnos hay que juntarnos y arremangarnos”. A treinta años del fallecimiento del creador de esta iniciativa, monseñor Jorge Gottau, su ejemplo sigue inspirando a quienes trabajan desinteresadamente por los demás rindiendo prolija cuenta del destino de cada peso recaudado.
No hay semana en que las noticias no difundan estremecedores índices de pobreza, indigencia, subalimentación, falta de techo o salud de millones de argentinos. Son vidas jaqueadas por una economía derrumbada, muchas veces sin trabajo y tristemente también sin sueños. La cantidad de niños y jóvenes afectados por esta realidad no puede dejar de estremecernos cuando ellos serán los protagonistas del futuro. Los niveles de vulnerabilidad alcanzados no se revierten de la noche a la mañana. Y sus consecuencias serán inalterables para muchos.
En sentido amplio, somos una nación porque compartimos mucho más que un territorio y una secuencia de gobiernos responsables de habernos traído hasta acá. Esta comunidad histórica y cultural que nos hermana también nos desafía a apoyarnos los unos a los otros para avanzar juntos hacia un mejor futuro, con inclusión y desarrollo para todos. Si hay algo que sabemos los argentinos de bien es que nunca ha sido fácil y que solo con esfuerzo podremos superar esta dolorosa coyuntura. “Arremangarnos significa decidirnos a hacer algo por los demás, dentro de nuestras posibilidades, y ser activos protagonistas de la solidaridad”, reflexionaba el obispo de Añatuya, José Luis Corral.
Los fondos se destinan a promoción humana y social, contribuyendo al desarrollo de infraestructura, equipamiento y sostenimiento de comedores, asilos, hogares, internados y albergues. Los centros educativos tienen un rol primordial, las becas, la capacitación para promover fuentes de trabajo como talleres, huertas o cooperativas se suman a las salas de primeros auxilios en zonas rurales o marginales.
La Comisión Episcopal de Ayuda a las Regiones Más Necesitadas depende de lo recaudado para planificar y organizar las actividades anuales. Quienes necesitan ayuda no saben de calendarios, por lo que las contribuciones son bienvenidas también a lo largo del año. Si nos arremangamos, es mucho lo que entre todos podemos hacer.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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