Cómo viven los emprendedores argentinos en Rusia
Hay solo 300 argentinos instalados en el país; reformas impositivas y el impacto de la guerra con Ucrania
Gabriela Origlia

Cuando detectan a un argentino, no preguntan por Diego Maradona o Lionel Messi, sino por “la Oreira” (así, con “a” final). Es que, a pesar de ser uruguaya, Natalia Oreiro está muy vinculada a la Argentina en Rusia, donde es una estrella indiscutible. A fines del 2021, ella y su hijo recibieron la ciudadanía rusa. Y desde fines de los 90, por la telenovela Muñeca Brava, es ídola. En el país más extenso del mundo y con unos 144,2 millones de habitantes, hay apenas unos 300 argentinos viviendo, según los datos de la Organización Internacional de Migraciones. No es un lugar para ir a probar suerte, coinciden varios de los residentes que conversaron . Y subrayan que hay que llegar con el visado exigido según el caso, sabiendo que hay una burocracia importante y que, si se quiere emprender, lo mejor es hacerlo junto a un local.
Por supuesto que desde la guerra con Ucrania hay aspectos que cambiaron. Más allá de las cuestiones políticas, el chef Sebastián Ojeda -que llegó en 2007 a trabajar en un restaurante que lo había buscado- señala que el mayor impacto en la vida diaria es en los precios. “Por los bloqueos, lo que llega de afuera, que es mucho, lo hace a través de terceros países -explica-, pero aun así la economía es fuerte”. Grafica que cuando él se radicó, un peso argentino equivalía a ocho rublos. Hoy, $10 son un rublo.

De los 17 años que lleva en Rusia, la mayoría vivió en la capital, donde trabajó para el grupo El Gaucho y después para el dueño de unas 50 rotiserías. Hace dos años está en Kazán, en el suroeste, donde es chef jefe de una compañía dueña de cuatro restaurantes, una fábrica y una rotisería. “Cuando decidí venirme, conocía casi nada del país -dice Ojeda-. No fue una mala decisión, se vive sin tantos sobresaltos como en la Argentina”.
Por turismo, los argentinos pueden ingresar a Rusia solo con pasaporte, por un convenio de reciprocidad firmado durante el gobierno de Cristina Kirchner. Pero ese documento no alcanza para otras actividades. Una visa de estudios es inicialmente válida por 90 días, pero es renovable en el Servicio Federal de Migración por el plazo que se requiera -cuesta unos US$65-. Las visas de trabajo requieren del pedido de la empresa, comprobante de pago del impuesto -unos US$10- y un certificado médico que muestre que no se tiene ninguna enfermedad. Hay otra visa para profesionales de alta calificación. Y hay de negocios para entradas múltiples, con una duración máxima de un año -se debe salir cada tres meses-.
Además, hace poco más de un año entró en vigencia un programa de residencia por inversión que requiere de alrededor de US$480.000 -más que a occidentales está destinado a habitantes de Irán, India, China y de la Comunidad de Estados Independientes (CEI)-. El dinero puede ser invertido en bonos del Gobierno, bienes raíces o en una empresa; reduce el tiempo necesario para obtener un permiso de residencia de 18 meses a 180 días.

El sistema de residencia legal incluye tres niveles: temporal, permanente y ciudadanía. La primera la conceden de manera autónoma las diferentes regiones, en base a cuotas que establecen. Por casamiento con un nacional se obtiene primero la residencia temporal, por seis meses, si se vive en el país, después la permanente por tres años y entonces se puede tramitar la ciudadanía.
Marcos Calligaris es periodista, director de Contenidos de Cadena 3. Vivió seis años en Moscú, donde trabajó en RT en Español. Señala que la adaptación al país no se hace fácil en ningún aspecto. Comenta que es fundamental el idioma, porque ellos no hablan inglés, y también que el clima es un condicionante, ya que se pasa frío y muchos meses sin sol, lo que puede impactar en el ánimo. “También hay una burocracia compleja, probablemente una herencia de la época soviética”, cuenta. Como todos los argentinos radicados, también subraya la amabilidad de la gente.
Calligaris precisa que, aun trabajando en una empresa, todos los años se deben realizar trámites. “Desde el certificado de salud, que incluye el examen de HIV, que si da positivo inhibe todo el resto, a otras gestiones. Aun ingresando con pasaporte hay que hacer el registro, que implica demostrar a dónde se está. Hay que renovarlo cada determinada cantidad de días. Para todo hay un documento que muestra que el anterior está ok. Es complicado”.
Calligaris ratifica que, comparada con otros países europeos, Rusia es barata, pero a nivel local, buena parte de la gente tiene un trabajo extra para poder vivir. “Cuando se logra romper la frontera inicial con los rusos, son muy afables, muy amigueros. Primero hay que lograr su confianza”, dice.
El mendocino Enzo Andragñez vive desde el 2020 en el país: “Llegué tres días antes de que cerraran la frontera por el Covid. Por primera vez había estado en 2018, por una beca de la Universidad de Cuyo, y allí conocí a mi actual esposa”, cuenta Andragñez, que es profesor de inglés. Hasta hace unas semanas estaba instalado en San Petesburgo -era docente en dos centros de enseñanza de español-, pero se mudó a estudiar en Moscú, donde seguirá dando clases individuales. “Como autónomo no se paga mucho, entre 4% y 6% de los ingresos, pero no es tan fácil inscribirse. Para conseguir ese estatus hay que tener una residencia especial -describe-. Hace muy poco entró en vigencia un decreto nuevo que lo facilita para ‘aquellos que compartan valores tradicionales y quieren vivir’ en el país. Se genera un mecanismo simplificado. Como asalariado en relación de dependencia la carga es del 13%, baja”.

A mediados de este año el Kremlin puso en marcha una reforma fiscal. Hasta ahora venía solventando los mayores gastos por la guerra con impuestos especiales a beneficios pasados y algunas medidas que anunció como temporales pero que siguen, como una tasa al tipo de cambio sobre las exportaciones.
Acostumbrarse a la idiosincrasia
Angeles Sarapura es salteña, tiene 35 años y llegó hace cinco años a Rusia a partir del comentario de un amigo que ya estaba y le insistía que era un lugar muy lindo, y que el idioma se podía aprender. “Me inscribí para estudiar -señala-. Me fue horrible. Durante ocho meses no hablaba ni entendía nada. La mayoría de quienes llegan por estudio son muy jóvenes, yo ya tenía 30 años. Comenzó el Covid y me extendieron la visa”.
De una ciudad limítrofe con Ucrania se mudó a Moscú, donde comenzó a trabajar como niñera. Recuerda que ganaba unos US$1100 por mes por jornadas de 7 a 21, con casa incluida. “Era mucho dinero. Después de unos meses me vine a Kazan, donde conseguí para limpiar un local -repasa-. Eran unos US$300 al mes, pagaba US$100 de alquiler. Me alcanzaba bien, fuera de Moscú los gastos son menores”. Sigue viviendo allí, está casada, estudia traducción y da clases de español.
A los 34 años, el chef Nicanor Vieyra vivió en varios países. Hace unos tres años se radicó en Moscú para abrir Olluco, el restaurante peruano que forma parte del grupo gastronómico del reconocido Virgilio Martínez. “Llegué con la pandemia, después vino la guerra. Fueron tiempos complicados para el rubro. Ahora pareciera normalizado. Esta es una ciudad segura, limpia. En el verano es maravillosa, en el invierno es otra historia”, dice.
Hay que recordar que, con la guerra, la mayoría de las empresas europeas y estadounidenses cerraron sus locales en Rusia, donde todas tenían presencia. Respecto de los bloqueos ordenados por la administración de Vladimi Putin a las redes sociales más populares y a WhatsApp, la población utiliza VPN, lo que es considerado un delito por el Gobierno.
Vieyra dice que los ingresos para empezar están entre US$700 y US$1100 mensuales. Con esos recursos no se puede vivir en el centro, hay que alquilar en la periferia, pero la conexión vía transporte público es muy buena. En San Petesburgo, por ejemplo, los gastos se reducen a la mitad, y más todavía en otras ciudades más chicas.

“Hay menos extranjeros que antes, se fueron muchos -menciona Vieyra-. La comunidad latina es bastante chica. Los rusos nos tratan muy bien, valoran mucho a quien se queda, en especial si son de países lejanos. Ellos están acostumbrados a los inmigrantes de la región”.
Rusia tiene uno de los impuestos sobre la renta más bajos del mundo, una tarifa plana del 13% para todo el país, a la que se añadió en 2021 un tramo del 15% para los que superen los US$56.000. Desde el 2025, la alícuota más alta pasará al 22% y la del 15% será para quienes ingresen alrededor de US$25.000. Según el Rosstat (servicio de estadísticas ruso), en el 2023, el 59% de la población ganó menos de US$6700. También subirá el impuesto de sociedades del 20% al 25%.

El futbolista santafesino Valentín Vada lleva unos nueve meses en el Rubin Kazán de la Liga Premier de Rusia: “De diciembre a marzo se para todo por el frío. La vida no es tan cara. He vivido 10 años en Francia y cuatro en España, y acá me estoy acostumbrando. Sí es cierto que los rusos hablan poco inglés. Y el frío es un desafío, hay montañas de nieve”. Hay pocos futbolistas argentinos jugando en la liga rusa, unos siete.
Emprender es complejo
Hace varios años Ojeda decidió emprender con un restaurante propio en sociedad con rusos: “Es la forma de hacerlo más directamente”. No tuvo una buena experiencia. “No se puede llegar con una mano atrás y otra adelante, hay que venir con un proyecto y con plata -advierte-. Para un emprendimiento mínimo se necesitan unos US$50.000″.
Reconoce que, en un principio, le fue muy difícil adaptarse y que todavía extraña a la Argentina como el primer día. “Además del idioma me costó la idiosincrasia de los rusos, son muy cálidos una vez que uno entra en confianza. Son muy amables. Les gusta recibir gente en su casa, pero eso pasa cuando uno rompe el hielo”.

Para abrir un emprendimiento, hay que inscribirse en el Registro de Comercio, de IVA abrir una cuenta bancaria corporativa para el depósito mínimo de capital social, se requiere una oficina registrada, un sello de la compañía y un contador local. Una sociedad de responsabilidad limitada es la figura más frecuente; se pide un capital social de unos US$4000.
El restaurante Olluco va muy bien dice Vieyra, quien indica que hay muy poco latino. Ratifica que Rusia no es para venir a buscarse la vida. “Venir a hacer la experiencia está buenísimo, pero hay que tener un proyecto, un plan”.
En Kazan, Sarapura tiene anécdotas de que por su color moreno de piel los tártaros la confunden con una local. Reitera la afabilidad de la gente y también lo complicado que es aprender el ruso y acostumbrarse a la nieve, al frío. “Primero era una experiencia nueva, después no quería salir”, reflexiona.
Para Andragñez, trabajo sobra y falta gente, pero para ganar bien hay que tener una profesión y hay que hablar el idioma. “Sobrevivir se puede, pero no se lo pasa bien”, dice. Sobre la Argentina, relata, la idea que tienen es bastante romántica. “Tango, carne, fútbol, no se sabe mucho más. Es un poco lo mismo que nos pasa a los argentinos con los rusos, por eso las personas se sorprenden cuando llegan acá”.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.