Larreta quiere “educar” a Milei en sus ratos libres
La áspera táctica del Presidente para disciplinar y acallar a los díscolos inquieta al exprecandidato presidencial; en el Gobierno lo ignoran

Pablo Sirvén
Con motivo del 80° aniversario del natalicio de ese increíble dibujante y cuentista de refinado humor que fue (y sigue siendo) Roberto Fontanarrosa, su amada ciudad natal, Rosario, se vistió de fiesta para homenajearlo con un festival de tres días, que contó con un invitado muy especial como Joan Manuel Serrat. Como además se cumplieron veinte años exactos del Congreso Internacional de la Lengua Española, en el que el negro Fontanarrosa tuvo una participación memorable y desopilante, en los últimos días fue muy recordada su intervención en defensa de las malas palabras, “que las vamos a necesitar”, predijo. Y no se equivocó.
En la semana que pasó, el exjefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta tuvo actividades eclécticas y acaso contradictorias: viajó a Paraguay para ver a su Racing querido consagrarse campeón de la Copa Sudamericana, pasó por el Registro Civil para contraer enlace con Milagros Maylin y anoche fue su fiesta de casamiento, en Reserva Cardales, para 350 invitados; pero entremedio de tanto brindis por el fútbol y el amor se dio tiempo para dar a conocer, desde su Movimiento al Desarrollo, el documento “Las palabras importan: la violencia verbal del presidente Milei”.
En días tan festivos en lo personal, tal vez no era el momento más oportuno para romper el silencio y salir con los tapones de punta contra el Gobierno. Repite un patrón muy notable en dirigentes actuales o ya emigrados de Juntos por el Cambio: irrupciones espasmódicas en la vidriera pública, alternadas con actividades dispersas de tenor más ligero, que dejan flotando la sensación de que, para esa ideología, la política es una ocupación part-time. La gente así lo percibe y como no le llega claro el mensaje, o sus prioridades son diferentes, prefiere desviar su voto hacia una opción más drástica.
El informe larretiano abarca el período que va del 11 de diciembre de 2023 al 13 de noviembre de 2024. Consiste en un análisis exhaustivo de la cuenta del jefe del Estado en la red social X. Larreta afirma que se identificaron los 32 agravios más utilizados allí por Milei, para insultar, humillar y descalificar a personas y organizaciones en 2200 ocasiones, a un promedio de 6,5 veces por día.
No es ninguna novedad para nadie que la Argentina está presidida por alguien que habitualmente insulta, usa metáforas soeces, rotula a los legisladores como ratas e incluye giros vulgares con sórdidas connotaciones sexuales. Si la disyuntiva fuese elegir entre que el Presidente no sea grosero o que solucione los principales problemas del país, no hay dudas de que una abrumadora mayoría nos inclinaríamos por lo segundo. La pregunta es por qué habría que optar por una cosa o por la otra. Peor escenario todavía sería que tengamos un malhablado a cargo y que termine complicándonos más de lo que estamos.
Los exégetas gubernamentales quitan importancia al tema con tal de no irritar al gran jefe boca sucia. O tratan de emularlo. “Váyanse a cagar”, saludó José Luis Espert a la UIA desde su cuenta en X.
Por medio de distintos voceros, el Gobierno no se perdió la oportunidad de subrayar con ironía que para Larreta “zurdo” es una mala palabra. La misma figura al tope del ranking que confeccionó el precandidato presidencial derrotado por Patricia Bullrich en las PASO como la más usada por Milei. Es un vocablo que cayó en desuso tras su utilización bélica en los setenta y que los libertarios adoran. Santiago Oría, el documentalista que sigue a sol y a sombra al primer mandatario, lo explica sin medias tintas en sus redes sociales: “Cada expresión de ‘zurdos hijos de puta’ fue quirúrgicamente necesaria para combatir la opresión izquierdista y producir la revolución liberal”. Y suma otro argumento: “La expresión ‘políticos de mierda’ fue irreemplazable para quebrar el estatus de una dirigencia que nos arruinó veinte años”.
Justo hace dos décadas, Fontanarrosa decía en aquel Congreso de la Lengua que “hay malas palabras que son irreemplazables por sonoridad, por fuerza, por contextura física”. Y hacía un ruego muy especial: “Pido una amnistía para la mayoría de ellas”.
La contundencia de los exabruptos destacados por Oría penetra en sectores populares que celebran ese desparpajo y meten miedo o mayor cautela en los adversarios. Además de una forma de ser (colérico con quienes lo contradicen), termina siendo una táctica rendidora en contraste con el laberinto de los argumentos intelectuales elitistas poco claros. En su lugar, empuja y golpea verbalmente para incentivar el fenómeno de la hinchada a favor y en contra, con sus respectivas viralizaciones, sabiendo que la importancia de las brusquedades es inversamente proporcional a los logros. Por ahora no hay matices ni tiempo para las disquisiciones. Se está de un lado o del otro. Punto.
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El León triunfa y construye un criadero de fanáticos

Jorge Fernández Díaz
Masticando bronca, resignación o miedo, y apuntando dudas razonables de mediano y largo plazo, las usinas mediáticas e intelectuales del llamado “progresismo” –colectivo de gradaciones cada vez más copiosas y difusas– se anticiparon esta semana al balance del año de gestión y dictaminaron, a grandes rasgos y casi por unanimidad, que el gobierno de Javier Milei había triunfado. Tienen razón, y su dolorida admisión es relevante porque proviene precisamente de una trinchera donde consideran al mileísmo poco menos que una maldición bíblica. Es lo único que le faltaba al León para sonreír con todos los dientes, puesto que aun hasta sus contendientes más enconados reconocen su pericia macroeconómica, una gobernabilidad a la bartola pero hasta ahora eficaz y una imagen pública altísima a pesar de todos los pesares.
No es cierto que solo el libre mercado enriqueció a las naciones, como sostiene Milei; fue también la democracia representativa la que le dio marco jurídico y social e hizo posible al Occidente más próspero
Como el oficialismo tiene tantos propagandistas de buena o mala fe, este articulista no abundará en los logros, sino que intentará cumplir con su misión de lanzar “alertas tempranas” acerca del lado oscuro del fenómeno y sobre los riesgos de la ebriedad del éxito. Comencemos por la gran paradoja del momento: el Presidente de la Nación acomete, con financiamiento empresario (hay un nuevo capitalismo de amigos de Milei) la construcción de un curioso criadero de fanáticos, que le respondan ciegamente y que desde la “pureza ideológica” ya mismo patrullan la zona y cancelan a cualquiera que se aparte un centímetro de su “doctrina”. Esos mismos guerrilleros digitales estuvieron toda la semana levantando el dedito, marcando detalles y estupideces en las redes y erigiéndose como comisarios políticos de la moral, mientras sus ministros y legisladores les hacían favores fabulosos a los sindicalistas megamillonarios de la CGT y a los principales caciques del kirchnerismo a través de “ficha sucia”. Más significativo e indignante todavía que el hundimiento de estos proyectos nobles –doble boicot ordenado desde el Triángulo de Hierro– es la inmensa hipocresía que denota todo el episodio y el carácter farsesco que revela. La críptica respuesta del general Ancap –si es que la decodificamos bien– estuvo destinada a aquellos republicanos honestos que le recriminaban esta infamia, y consistió en hacerles saber que prefiere a un “malvado” que a quien “se comporta como bueno, y no sabemos nunca cuáles son sus actitudes y sus intenciones nefastas”. Cualquiera que no lo acompañe aun en sus decisiones más aberrantes es un traidor y, en el fondo, es preferible un kirchnerista. Exige obediencia castrense el Topo del Estado. Pero esa concepción tiene una dimensión más amplia: el “centro es el enemigo más peligroso” porque anestesia el voto de la “reacción”, declararon esta semana algunos de sus pensadores y amigos, que por cierto reivindican esa palabrita: no sería de extrañar, homofóbicos como son y con una sobredosis de testosterona –llaman a combatir a la izquierda “virilmente” y con “la máxima brutalidad”–, que en cualquier momento convoquen a la Marcha del Orgullo Reaccionario. Esos entusiastas militantes del libertario acusan a los liberales de “pusilánimes” y de practicar “diálogos claudicantes”, y señalan a Luis Lacalle Pou como un emblema de ese mal. ¿Qué se supone que debería haber hecho el presidente uruguayo para impedir la alternancia clásica de su país? Es una pregunta simple pero inquietante, puesto que sugiere la opción de una radicalización violenta en pos de una hegemonía a suerte y verdad. No es cierto que solo el libre mercado enriqueció a las naciones, como sostiene Milei; fue también la democracia representativa la que le dio marco jurídico y social e hizo posible al Occidente más próspero. La izquierda siempre detestó la “democracia burguesa”, pero quizá sea finalmente la derecha populista –aquella que desdeña las “instituciones de la casta” y el juego de los acuerdos, equilibrios y contrapesos– la que le gatille su tiro de gracia. El grupo que se encuentra en el poder busca crear un Nuevo Orden, basado en una filosofía según la cual los derechistas son “objetivamente superiores” y la derecha encarna el bien, la verdad, la belleza, la vida, Dios, la patria y la familia (sic). Entregar al fin del mandato constitucional los atributos presidenciales a cualquier opositor –es decir, a un malo, un mentiroso, un feo, un apóstata, un ateo, un apátrida o un verdugo de la vida y la familia– resulta de nuevo una escena impensable. Los arcángeles de las Fuerzas del Cielo, enredados en sus propias hipérboles, verían esa simple acción institucional como una capitulación. También en eso se parecen a Cristina Kirchner.
El arte y la historia nos han demostrado cómo grandes canallas han consumado hechos heroicos y cómo grandes héroes perpetraron canalladas
El más destacado ensayista de toda esta corriente, Agustín Laje, lo dijo con toda contundencia en la Fundación Faro: “La Argentina está partida entre los buenos y los malos. Podemos identificar perfectamente a la gente de bien y a la gente de mal; sabemos quién está en cada bando por primera vez en la historia. De un lado estamos los que defendemos la vida y la dignidad humana; y del otro lado están los zurdos hijos de puta”. Es una suerte que en el nuevo think tank libertario hayan descubierto la fórmula mágica de la existencia; deberían patentarla e incluso armar un sitio interactivo donde uno pueda preguntar por el bien y por el mal, y obtener una respuesta asertiva: sería un servicio invalorable a la Humanidad y hasta podrían extendernos, si nos portamos bien, un certificado de buena conducta. El arte y la historia nos han demostrado a través de los siglos cómo grandes canallas han consumado hechos heroicos y cómo grandes héroes perpetraron canalladas, y también cómo muchas verdades tienen la mala costumbre de ser ambiguas y grises, y los hombres y sus circunstancias no pueden medirse con varas tan maniqueas. Caer en esta clase de caricaturas, negar el carácter poliédrico de las cosas, instruir en burdas y agresivas simplificaciones a los cuadros de las Juventudes Mileístas no tendrá resultados inocuos para la política argentina de los próximos años. Decía Keats que los fanáticos crean un ensueño y lo convierten en el paraíso de su secta, pero advertía Yourcenar que en todo combate entre el fanatismo y el sentido común, muy pocas veces logra imponerse este último. Es por eso que, en los próximos tiempos, solo la sensatez será revolucionaria.
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