La COP 29. Una cumbre del clima llena de paradojas
El encuentro de la ONU se quedó, una vez más, en declaraciones poco útilesPor Luis Castelli
La 29ª Cumbre del Clima volvió a poner en evidencia las tensiones entre los intereses económicos de los grandes productores de combustibles fósiles y la necesidad urgente de acción climática. “El petróleo y el gas son regalos de Dios y no debe culparse a los países que los poseen”. Así abrió Ilham Aliev, presidente de Azerbaiyán, su discurso en la inauguración cumbre, celebrada en Bakú la semana pasada. Sus palabras, pronunciadas en el Estadio Olímpico de la ciudad, resuenan irónicas en un año marcado por inundaciones devastadoras, tormentas extremas y una sucesión de récords inquietantes: emisiones históricas, temperaturas sin precedente y muertos, cientos de muertos causados por fenómenos meteorológicos. Es innecesaria la aclaración: la industria petrolera es uno de los sectores clave de la economía en Azerbaiyán.
La paradoja recuerda a la anterior Conferencia de las Partes celebrada el año pasado en Dubai, séptima potencia petrolera mundial: el presidente de la COP28, el sultán Ahmed Al Jaber, era el director de la principal petrolera emiratí. Resultaba irónico que los Emiratos Árabes Unidos, miembro prominente de la OPEP que se propone aumentar su producción a 5 millones de barriles diarios para 2027, fuera, al mismo tiempo, sede del más importante evento climático, destinado a encabezar la transición energética.
La alucinación de la autopercepción llegó también al mundo de la sostenibilidad. Situaciones que unos años atrás hubieran sido consideradas insultantes hoy se hacen costumbre. Todo, en fin, es una enorme contradicción. Occidente parece distraído en su liderazgo para combatir el calentamiento global. ¿Otra ironía de nuestra época? ¿De verdad creen que de este modo van a erradicar las emisiones de carbono?
Emisiones en alza
En laCOP 28 todos los países se comprometieron a alejarse de los combustible s fósiles. Sin embargo, ocurrió lo contrario: se están aprobando nuevos proyectos de petróleo y gas en todo el mundo, desafiando la ciencia del clima. Los nuevos datos publicados en Azerbaiyán indican que las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes del carbón, el petróleo y el gas marcaron un nuevo récord en 2024, al crecer un 0,8 %, y que las posibilidades de contener el aumento de las temperaturas por debajo de los 1,5 grados para mitad de siglo son prácticamente nulas. En suma, a pesar de la necesidad de frenar el cambio climático, todavía no hay señal de que el mundo haya alcanzado un pico en las emisiones de CO2 fósil
Este año va camino de convertirse en el más caluroso jamás registrado, con una temperatura mundial anual que llegaría, por primera vez, a 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, según medición del programa Copernicus, de la Unión Europea.
También las emisiones globales de gases de efecto invernadero alcanzaron un nuevo récord en 2024: superaron los 40.000 millones de toneladas anuales, según el Global Carbon Budget. Esto subraya la dificultad de cumplir con la meta del Acuerdo de París: reducir las emisiones en un 43 % para 2030 y limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
Uno de los temas centrales de la cumbre de Bakú fue la financiación climática, es decir, los recursos económicos que deben recibir los países con menores recursos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a los impactos del calentamiento global. El acuerdo alcanzado establece que las naciones más ricas deberán aportar, como mínimo, 300.000 millones de dólares anuales para 2035, triplicando la meta actual de 100.000 millones de dólares por año.
Este objetivo ha generado decepción entre muchos países en desarrollo. Es parte de la dinámica de una negociación: por un lado, los escépticos climáticos destacan las cifras “elevadas” como argumento para frenar las acciones, señalando costos insostenibles. Por el otro, los activistas climáticos sostienen que aun este aumento es insuficiente y exigen mayor ambición para financiar medidas efectivas de mitigación y adaptación al cambio climático.
El monto acordado de 300.000 millones de dólares debe servir de base para movilizar recursos públicos y privados por un total de 1,3 billones en la próxima década (no se especificó cuáles serán las fuentes de financiación). Tras años de negociación, en Bakú se llegó a un acuerdo sobre los mercados mundiales de carbono, que deberían impulsar inversiones verdes y reducir las emisiones de gases contaminantes.
En la anterior cumbre de Dubái se había logrado –por primera vez en más de tres décadas de negociaciones– una mención que podría interpretar se como obvia: la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles para lograr que el calentamiento no alcance los niveles más peligrosos. EnestaCOP 29, las presiones, encabezadas por Arabia Saudita–alas que se sumó la calificada “deplorable” actuación del anfitrión–, lograron que no hubiera menciones a la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles. Las palabras, a menudo, sirven para encubrir.
No resultan indiferentes los resultados de la Cumbre frente a un contexto mundial tan convulsionado: la elección de Donald Trump, con la posibilidad de que Estados Unidos salga del Acuerdo de París, como ocurrió en su primer mandato, y los conflictos geopolíticos actuales, que pueden llevar a los países a postergar su transición hacia un sistema energético sin emisiones.
Los costos de no actuar
Un reciente trabajo publicado por The Economist analiza las estimaciones del costo global de una transición energética hacia un mundo de emisiones netas cero, basándose en investigaciones de economistas, consultoras y otros investigadores. Según el estudio, los escenarios evaluados tienden: a) a prever reducciones de emisiones más rápidas y por lo tanto más c os tosas;b)a considerar que la población y la economía mundial, especialmente en países en desarrollo, crecerán a ritmos poco realistas, incrementando desmesuradamente el consumo energé tic o;c)a subestimar la rapidez con la que descenderán los costos de tecnologías clave de bajas emisiones, como la energía solar; y d)a no considerar que, independientemente de las medidas adoptadas, el mundo necesitará invertir en ampliar la producción de energía, sea esta limpia o contaminante.
Por tanto, el gasto necesario para cumplir el objetivo principal del acuerdo de París –mantener el calentamiento global “muy por debajo” de los 2 °C– no debe considerarse de forma aislada, sino contemplando escenarios alternativos donde la creciente demanda energética sea satisfecha con combustibles más contaminantes. Según el estudio, el costo incremental de reducir emisiones sería probablemente inferior a 1000 millones de dólares anuales, es decir, menos del 1 % del PIB global. Aunque no es insignificante, tampoco resulta inalcanzable, situándose en línea con estimaciones de expertos como Nicholas Stern y el premio Nobel de Economía William Nordhaus para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C.
Un aspecto crucial es exponer los costos netos de la inacción para fortalecer los argumentos en favor de respuestas urgentes. Para los Estados, organizaciones y ciudadanos, el miedo a las pérdidas y a los cambios climáticos puede ser un motivador poderoso. Los recientes desastres climáticos –como las inundaciones en Valencia, donde en menos de ocho horas cayó el equivalente a un año de lluvias; las precipitaciones torrenciales que devastaron Rio Grande do Sul en Brasil en mayo pasado; o el aumento en la intensidad y frecuencia de huracanes en el Atlántico–son claro sindicadores de que los efectos del cambio climático ya son una realidad. Científicos habían advertido durante décadas que las tormentas serían más intensas y frecuentes debido a la quema masiva de combustibles fósiles y a la deforestación. Estos fenómenos han destruido infraestructuras, arrasado cultivos y generado daños valorados en decenas de miles de millones de dólares. En este contexto, vale la pena comparar el costo de la transición energética con los daños catastróficos que un cambio climático des controlado podría ocasionar. Di versos informes sobre la economía del cambio climático aseguran que, de no actuar con rapidez, las pérdidas podrían alcanzar hasta el 20 % del PIB mundial anual de manera indefinida.
Ceguera
Hay algo de irracional y de ceguera en seguir confiando en una metodología que, después de 30 Cumbres internacionales donde participan decenas de miles de personas, no ha logrado disminuir, sino aumentar, las emisiones de gases de efecto invernadero. Con los años, las Cumbres han devenido en un mero mecanismo sin épica alguna. Pero ocurre que el mundo cambió. Ha rebrotado un negacionismo que parecía diluido, tal vez por el hastío de esa cíclica escena donde una burocracia autopercibida como esencial repite, año tras año, que “El tiempo se está acabando” y luego de noches frenéticas posterga las decisiones ineludibles para la siguiente cumbre.
El proceso parece secuestrado por intereses corporativos de países que en nada reflejan una acción climática, sino todo lo contrario. ¿Se puede ganar la lucha contra el cambio climático con la ayuda de líderes petroleros? ¿Se puede confiar en que estas reuniones provoquen cambios sensatos y eficaces para construir un mundo mejor?
Más allá de relevantes avances parciales, como los acuerdos globales de Kioto (1997) y París (2015), las COP han funcionado como plataformas de un diálogo global y como punto de presión para que los gobiernos actúen. Aun así, es hora de repensarlas: reunir a los líderes y delegados cada dos o tres años, en lugar de anualmente. En los períodos intermedios, se podrían realizar conferencias virtuales específicas entre grupos más pequeños de países con intereses comunes. Es cierto que no se puede reemplazar el impacto político de una cumbre presencial, pero resulta innecesario movilizar a decenas de miles de personas cada año, con sus costos y emisiones. Hay una cierta hipocresía en declamar acerca de la vulnerabilidad del planeta y promover acciones en sentido contrario.
Eso sí, las futuras cumbres climáticas de la ONU deberían celebrarse solo en países que demuestren un compromiso sólido con la acción climática, para evitar lo ocurrido en las últimas dos conferencias. De lo contrario, estas reuniones seguirán siendo escenarios de inercia y contradicción: se decidirá hacer lo que no se hará, perpetuando el aumento de emisiones mientras el tiempo para evitar consecuencias devastadoras en diferentes partes del planeta se agota.
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«La única forma de estabilizar el clima es dejar los combustibles fósiles»
El investigador alemán previene sobre cambios en las corrientes oceánicas de alto impacto en el ambienteClemente Álvarez EL PAíS
Análisis científicos preliminares consideran que los eventos meteorológicos como el que acaba de dejar dos centenares de muertos en España son un 12% más intensos y el doble de probables por el cambio climático. Con el calentamiento del planeta, nadie podrá decir que la luz roja no fue clara. El peligro irá en aumento si el mundo sigue quemando combustibles fósiles.
Un grupo de científicos ha presentado recientemente una carta abierta en la que alerta de los serios riesgos que implica la ralentización de una de las corrientes oceánicas fundamentales en la regulación del clima, la llamada Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (o AMOC, por sus siglas en inglés). Entre ellos está el investigador alemán Stefan Rahmstorf, de 64 años, jefe de Análisis del Sistema Terrestre en el Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam y profesor de Física de los Océanos en la Universidad de Potsdam (Alemania), a quien le preocupa la capacidad de la humanidad para afrontar una desestabilización tan importante del clima.
– ¿Qué está pasando con la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC)?
–La AMOC es el principal mecanismo de transporte de calor en el Atlántico. Desde la punta de Sudáfrica hasta la costa de Noruega, transporta una cantidad de calor que corresponde a aproximadamente 50 veces la energía total utilizada por los humanos. Esto es mucho y es responsable del clima templado en el noroeste de Europa. Sin embargo, hay pruebas contundentes de que la AMOC se ha ido debilitando y trayendo menos calor al Atlántico norte. Es la razón por la que la región entre el oeste de Gran Bretaña y el sur de Islandia es la única parte del planeta que se ha estado enfriando en los últimos 100 años, mientras que el resto de la Tierra se calienta.
–¿Qué está debilitando este mecanismo climático?
–La causa del debilitamiento es principalmente un aumento de las precipitaciones en aquellas partes del Atlántico norte donde la AMOC se impulsa a través del agua que se hunde a grandes profundidades debido a su alta densidad. Si se diluye el agua de mar con agua dulce de lluvia, entonces la densidad se vuelve menor [al reducirse su salinidad] y ya no puede hundirse porque no es suficientemente pesada. A esto contribuye el agua dulce proveniente del deshielo en Groenlandia y el derretimiento del hielo marino en el Ártico. Las predicciones de los modelos climáticos está sucediendo; estimamos ya un 15% de debilitamiento de la AMOC.
–¿Por qué esto es tan relevante para el clima?
–Si esta corriente oceánica se desacelera aún más y colapsa, porque hay un punto de inflexión a partir del cual se extinguirá, entonces esa mancha fría que ahora solo está sobre el océano se expandirá a través de áreas terrestres y conducirá a un enfriamiento en Escocia, Escandinavia, Islandia y en el noroeste de Europa. Eso tendría consecuencias bastante graves, en primer lugar, en las zonas afectadas por el enfriamiento, pero en general, también para el clima en todo el continente. El colapso de la AMOC provocaría un clima extremo sin precedentes en Europa y tendría repercusiones a escala mundial. Por ejemplo, el cinturón de lluvias tropicales cambiarían hacia el sur, por lo que algunas partes de los trópicos sufrirían graves problemas de sequía. Hasta que colapse del todo puede llevar un tiempo, entre 15 y 100 años.
–Fuertes lluvias acaban de provocar más de dos centenares de muertos en España. ¿Qué puede pasar con los eventos extremos si sigue ralentizándose esta corriente oceánica?
–Habrá eventos meteorológicos extremos sin precedente. No hay prácticamente estudios que analicen en detalle cómo se desarrollaría realmente la combinación de un colapso de AMOC y el calentamiento global. Sabemos que habrá consecuencias muy graves y este es el tipo de desastre que debemos evitar.
–Pero esto no implica una súbita Edad del Hielo como en la película El día de mañana (2004), ¿verdad?
–Esa es una película de desastres de Hollywood y los realizadores sabían bien que no estaban mostrando un escenario realista. Comprimieron en unas pocas semanas lo que se desarrollaría durante muchas décadas. Algunas de las cosas que muestra esa película violan las leyes de la física. Además, lo que sucedería no es lo que un científico llamaría una Edad de Hielo, pues estamos hablando de un enfriamiento regional en un mundo más cálido.
–El IPCC, el principal panel de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas, estimaba en menos del 10% las posibilidades de que la AMOC colapse en este siglo. ¿Esta predicción ya no vale?
–La carta abierta que hemos presentado ha sido también firmada por algunos científicos que se encargaron de esa parte de los informes del IPCC y ellos mismo dicen que los riesgos han sido subestimados. Ese menos del 10% se basó en modelos climáticos previos, pero la nueva generación de modelos muestran que la AMOC es más sensible. Las señales de que esta corriente atlántica se está debilitando son ahora mucho más claras y hay diferentes estudios que concluyen que el punto de inflexión ya se superaría en este siglo, incluso en las próximas décadas. En mi opinión, las posibilidades de cruzar el punto de no retorno con la AMOC en ese siglo son ahora de cerca del 50-50.
–50-50 es cómo lanzar una moneda en el aire. ¿No?
–No se trata de lanzar una moneda, pues está en nuestras manos en gran medida reducir el riesgo cumpliendo el Acuerdo de París contra el cambio climático.
–¿Dónde debe poner la atención la comunidad internacional?
–La única forma de estabilizar el clima del planeta es abandonar los combustibles fósiles lo más rápido posible y alcanzar cero emisiones de CO2.Lo que más me preocupa es el tipo de climas extremos, ya sea con colapso o no de la AMOC, que puede desestabilizar nuestras sociedades. Están aumentando tanto las sequías como las precipitaciones extremas como las ocurridas en Valencia. Esto puede conducir a un declive económico o un aumento de populistas que prometen soluciones fáciles, que por supuesto no funcionan. Me preocupa si nosotros, como sociedad humana, realmente podemos afrontar bien una desestabilización tan importante del clima.
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