Personal de Olivos presenció varios hechos de violencia de Fernández contra Yañez
Trabajaban en la quinta presidencial y revelaron a episodios puntuales; aunque regía un acuerdo de confidencialidad, serían citados para declarar en la causa judicial
Hugo Alconada Mon
Alberto Fernández y el cono del silencio de Olivos
Alberto Fernández descendió del helicóptero presidencial en la quinta de Olivos y obvió el chalet principal. Se dirigió a la casa de huéspedes, allí donde vivía la primera dama, Fabiola Yañez, de quien ya estaba separado de hecho. No quería verla a ella, sino al hijo de ambos, Francisco. Pero algo ocurrió. Los gritos se sucedieron. Y el incidente terminó con él zamarreándola del pelo y sujetándola de un brazo, seguidos por la madre de ella.
Al menos dos personas presenciaron el incidente: un militar –todavía en actividad– y el entonces intendente de la residencia oficial de Olivos.
Fue él quien se zambulló entre el entonces presidente y la entonces primera dama, los separó y se llevó a Fernández lejos de allí, en un carrito de golf, hasta que se sosegó, según reconstruyó durante la nacion los últimos días.
Ese no fue, sin embargo, el único incidente que se registró en la quinta de Olivos, el predio más controlado de la Argentina, donde imperan la lealtad a la presidencia, los acuerdos de confidencialidad laboral, la obediencia debida militar, el temor a enfrentarse al poder y a sufrir las represalias, y la conveniencia del silencio. Pero todo comienza a resquebrajarse.
“No estamos hablando de una casita aislada en una montaña de los Andes. En la quinta trabajan, entran o salen por día cerca de 200 personas… y todos sentíamos el clima hostil que se respiraba allí dentro”, resumió un exfuncionario que visitó el predio a diario, durante años, y que solo aceptó dialogar con este diario bajo reserva estricta de su nombre. “Yo no presencié nada, lo juro. Pero si la agredieron a Fabiola, alguien debió verla, en el momento, inmediatamente después o en los días posteriores”. (la nacion procuró contactar a Yañez, a través de sus abogados, y a Fernández, a su teléfono celular antes del allanamiento, pero no fue posible).
La enumeración es, de por sí, elocuente. En el predio trabajan efectivos de la Policía Federal, 60 militares que integran el Regimiento de Granaderos, profesionales de la Unidad Médica Presidencial, empleados civiles de intendencia, cocineros, mozos, personal del servicio tercerizado de limpieza, además de jardineros, choferes, funcionarios que acompañan al presidente y el entorno íntimo de la primera dama. Incluyó, en distintos momentos, un equipo de prensa –voceros, camarógrafos y fotógrafos–, chofer y custodios, y personal abocado a su vestuario, maquillaje y peluquería.
La enumeración no se agota allí. A los efectivos de la Policía Federal que resguardan el perímetro externo de la quinta y los soldados, suboficiales y oficiales de Granaderos desplegados en 17 puntos distintos del predio para evitar que haya “puntos ciegos” se suman los rondines, las 24 horas, y los custodios asignados en situaciones específicas. Y a todo eso se añaden los sensores láser y las cámaras de vigilancia.
En semejante contexto de seguridad y reserva, el dueño de los secretos de aquella pareja presidencial era el entonces intendente del predio, Daniel Rodríguez, según coincidieron todos los consultados
Se trata de un expolicía que se convirtió en asistente personal de Alberto Fernández desde los tiempos en que ocupó la Jefatura de Gabinete durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández
“Rodríguez hizo de ‘jamón del sándwich’ entre Alberto y Fabiola montones de veces. Cuando ya ni se hablaban, él mediaba entre ellos”, precisó otro exfuncionario, que estimó que la pareja comenzó a resquebrajarse en plena cuarentena, durante 2020, hasta llegar a una separación de hecho: él vivía en el chalet; ella y el hijo de ambos, en la casa de huéspedes. (la nacion procuró contactar a Rodríguez en su teléfono celular, pero no respondió los mensajes).
Uno de los abogados de Yañez, Mauricio D’Alessandro, ahondó en esa senda, al ensayar una suerte de justificativo para la fiesta que se organizó en Olivos, en plena cuarentena, por el cumpleaños de la primera dama, y que llevó a una ola generalizada de repudios. Respondió, según él, a un intento de sus amigas por acompañarla en un momento complicado.
“Las amigas sabían de los episodios de violencia”, afirmó D’Alessandro, en declaraciones radiales. “Sabían que vivían en casas separadas, [y ella] en la casa de huéspedes. Sabían que ella no tenía contacto con Alberto. Y sabían que mucha gente iba a la casa [que ocupaba Fernández] y tocaba la guitarra hasta tarde con Alberto”, añadió, para luego sostener que “había un problema de alcohol transversal”. Es decir, de ambos.
A los familiares y amigas de Yañez que podrían declarar ante el juez federal Julián Ercolini y el fiscal federal Carlos Rívolo podrían sumarse otros potenciales testigos. Entre ellos, un cocinero asignado a la casa de huéspedes y una mujer que cuidó de la cabellera de la entonces primera dama. Podrían relatar otros episodios o sus consecuencias, plasmadas en el cuerpo de Yañez. Pero hasta ahora nadie se presentó aún en los tribunales.
“No es posible que nadie la haya visto [a Yañez] con moretones, si Fernández la agredió”, argumentó otro veterano de la quinta durante dos presidencias. “¿Cómo sería eso? ¿Se escondería en una habitación durante días, sin que la viera el cocinero, ningún asistente, ningún familiar, ni tampoco el personal de limpieza o la Unidad Médica Presidencial? ¡Es imposible!”.
En la misma senda, si Yañez se refugió junto al bebé en la casa de huéspedes, a las cuatro de la mañana de un día de semana, tras otro presunto episodio de violencia, como filtraron desde su entorno más íntimo, uno o más centinelas deberán desfilar por tribunales. “Esa casa está a treinta metros del chalet, que es donde vive el Presidente, y donde hay custodia permanente. No hay forma de que haya recorrido esa distancia sin que la hayan visto”, relató un exintegrante de esa custodia.
Los fiscales federales Carlos Rívolo y Ramiro González ya estarían al tanto de algunos posibles testigos que evalúan presentarse en los tribunales, según indicaron fuentes tribunalicias a la nacion. Pero su concreción está condicionada por múltiples factores. Entre ellos, el miedo a eventuales represalias laborales. Además, muchos empleados de la quinta han firmado acuerdos de confidencialidad. Se comprometieron a callar sobre todo lo que ven y escuchan allí. Y los militares que integran el Cuerpo de Granaderos se sienten sujetos a la obediencia debida, el deber de lealtad y el código de honor de la Casa Militar, del Ejército y de la Presidencia.
“Para que le quede claro: si algo ocurrió, el soldado que lo haya visto debe reportarlo a su superior inmediato, que evaluará los pasos a seguir. Pero el soldado no puede contarle a nadie más lo que haya ocurrido, salvo que se trate de un delito gravísimo”, resumió un oficial de Casa Militar, ya retirado, entreabriendo una pregunta. ¿Qué tan grave debería ser el delito que haya presenciado ese soldado, suboficial u oficial para que arriesgue su carrera? Porque esa es una certeza entre quienes visten uniforme: quien hable será pasado a retiro. O la pasará mal.
Preguntas similares corren entre los empleados civiles de la quinta, que al ingresar al predio deben depositar sus teléfonos celulares en un lugar preasignado, en un esfuerzo de la custodia por garantizarle cierta privacidad al jefe de Estado y, de tenerla, a su familia. ¿Aquel que testimonie ante la Justicia sobre lo que vio o escuchó preservará su trabajo o se convertirá en un paria a partir de ese momento?
Algunas de esas limitantes no corren, sin embargo, para algunos miembros del otrora círculo íntimo de Yañez. Quienes fueron sus voceros o maquilladores, entre otros, no firmaron acuerdos de confidencialidad, según confirmaron dos fuentes de ese entorno, por separado, a En ese sentido, la actuación de la custodia presidencial y del resto de quienes trabajan en la quinta de Olivos ya se encuentra bajo la lupa judicial. El partido Republicanos Unidos, que integran el legislador Yamil Santoro y el ministro de Desarrollo Económico porteño, Roberto García Moritán, entre otros, radicó una denuncia por presunto incumplimiento de los deberes de funcionario público, que quedó en manos del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi.
Dadas las características específicas que rodean la violencia de género, como también el abuso de menores y otros delitos que el actual ministro de la Suprema Corte bonaerense, Sergio Torres, define como delitos “de sombra” o “de oscuridad”, los fiscales Rívolo y González deberán apoyarse en los indicios directos o indirectos que les permitan verificar las afirmaciones de Fabiola Yañez, quien ya se encontraba embarazada cuando habrían ocurrido algunos incidentes; otros coinciden con la revelación pública de la fiesta de Olivos, entre el 12 y el 13 de agosto de 2021. “Entre ayer y hoy me golpeaste”, le recriminó la entonces primera dama al presidente por esos días.
Asimismo, una de las primeras personas que podrían ser convocadas a declarar en los tribunales sería la otrora secretaria privada de Fernández, María Cantero. Los mensajes de WhatsApp que le envió Yañez dan cuentan de presuntos episodios violentos, que se complementarían con las imágenes que le envió la propia primera dama. ¿Eso es todo lo que Cantero sabe al respecto?
Colaboradores de Fernández temen lo peor de Cantero. Consideran llamativo que no haya eliminado esos mensajes e imágenes de su teléfono, más aún desde el momento en que ella y su marido, Héctor Martínez Sosa –amigo y acreedor del entonces Presidente–, quedaron bajo sospecha en la trama de los brokers de seguros que amasaron fortunas con el sector público. En particular, porque Cantero no era confidente de Fabiola; era una colaboradora de Fernández, de máxima confianza.
Fue el entonces presidente, sin embargo, quien se colocó contra las cuerdas con los errores y traspiés que cometió en la gestión pública y en su vida íntima. “Cualquiera puede leer mi celular, no sé si todos pueden decir lo mismo”, chicaneó la entonces vicepresidenta Cristina Kirchner, en julio de 2022. Esa misma noche, incluso los colaboradores de Fernández interpretaron, fuera de micrófono, que el dardo iba dirigido hacia él. Sabían por qué.
Los fiscales federales Carlos Rívolo y Ramiro González ya estarían al tanto de algunos posibles testigos que evalúan presentarse en los tribunales
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Daniel Rodríguez. El amo y señor de Olivos que sumó poder gracias a Fernández
Era intendente de la quinta y conocía todos los movimientos; varias veces aparece en los chats involucrado en el negocio de los seguros
Alberto Fernández descendió del helicóptero presidencial en la quinta de Olivos y obvió el chalet principal. Se dirigió a la casa de huéspedes, allí donde vivía la primera dama, Fabiola Yañez, de quien ya estaba separado de hecho. No quería verla a ella, sino al hijo de ambos, Francisco. Pero algo ocurrió. Los gritos se sucedieron. Y el incidente terminó con él zamarreándola del pelo y sujetándola de un brazo, seguidos por la madre de ella.
Al menos dos personas presenciaron el incidente: un militar –todavía en actividad– y el entonces intendente de la residencia oficial de Olivos.
Fue él quien se zambulló entre el entonces presidente y la entonces primera dama, los separó y se llevó a Fernández lejos de allí, en un carrito de golf, hasta que se sosegó, según reconstruyó durante la nacion los últimos días.
Ese no fue, sin embargo, el único incidente que se registró en la quinta de Olivos, el predio más controlado de la Argentina, donde imperan la lealtad a la presidencia, los acuerdos de confidencialidad laboral, la obediencia debida militar, el temor a enfrentarse al poder y a sufrir las represalias, y la conveniencia del silencio. Pero todo comienza a resquebrajarse.
“No estamos hablando de una casita aislada en una montaña de los Andes. En la quinta trabajan, entran o salen por día cerca de 200 personas… y todos sentíamos el clima hostil que se respiraba allí dentro”, resumió un exfuncionario que visitó el predio a diario, durante años, y que solo aceptó dialogar con este diario bajo reserva estricta de su nombre. “Yo no presencié nada, lo juro. Pero si la agredieron a Fabiola, alguien debió verla, en el momento, inmediatamente después o en los días posteriores”. (la nacion procuró contactar a Yañez, a través de sus abogados, y a Fernández, a su teléfono celular antes del allanamiento, pero no fue posible).
La enumeración es, de por sí, elocuente. En el predio trabajan efectivos de la Policía Federal, 60 militares que integran el Regimiento de Granaderos, profesionales de la Unidad Médica Presidencial, empleados civiles de intendencia, cocineros, mozos, personal del servicio tercerizado de limpieza, además de jardineros, choferes, funcionarios que acompañan al presidente y el entorno íntimo de la primera dama. Incluyó, en distintos momentos, un equipo de prensa –voceros, camarógrafos y fotógrafos–, chofer y custodios, y personal abocado a su vestuario, maquillaje y peluquería.
La enumeración no se agota allí. A los efectivos de la Policía Federal que resguardan el perímetro externo de la quinta y los soldados, suboficiales y oficiales de Granaderos desplegados en 17 puntos distintos del predio para evitar que haya “puntos ciegos” se suman los rondines, las 24 horas, y los custodios asignados en situaciones específicas. Y a todo eso se añaden los sensores láser y las cámaras de vigilancia.
En semejante contexto de seguridad y reserva, el dueño de los secretos de aquella pareja presidencial era el entonces intendente del predio, Daniel Rodríguez, según coincidieron todos los consultados
Se trata de un expolicía que se convirtió en asistente personal de Alberto Fernández desde los tiempos en que ocupó la Jefatura de Gabinete durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández
“Rodríguez hizo de ‘jamón del sándwich’ entre Alberto y Fabiola montones de veces. Cuando ya ni se hablaban, él mediaba entre ellos”, precisó otro exfuncionario, que estimó que la pareja comenzó a resquebrajarse en plena cuarentena, durante 2020, hasta llegar a una separación de hecho: él vivía en el chalet; ella y el hijo de ambos, en la casa de huéspedes. (la nacion procuró contactar a Rodríguez en su teléfono celular, pero no respondió los mensajes).
Uno de los abogados de Yañez, Mauricio D’Alessandro, ahondó en esa senda, al ensayar una suerte de justificativo para la fiesta que se organizó en Olivos, en plena cuarentena, por el cumpleaños de la primera dama, y que llevó a una ola generalizada de repudios. Respondió, según él, a un intento de sus amigas por acompañarla en un momento complicado.
“Las amigas sabían de los episodios de violencia”, afirmó D’Alessandro, en declaraciones radiales. “Sabían que vivían en casas separadas, [y ella] en la casa de huéspedes. Sabían que ella no tenía contacto con Alberto. Y sabían que mucha gente iba a la casa [que ocupaba Fernández] y tocaba la guitarra hasta tarde con Alberto”, añadió, para luego sostener que “había un problema de alcohol transversal”. Es decir, de ambos.
A los familiares y amigas de Yañez que podrían declarar ante el juez federal Julián Ercolini y el fiscal federal Carlos Rívolo podrían sumarse otros potenciales testigos. Entre ellos, un cocinero asignado a la casa de huéspedes y una mujer que cuidó de la cabellera de la entonces primera dama. Podrían relatar otros episodios o sus consecuencias, plasmadas en el cuerpo de Yañez. Pero hasta ahora nadie se presentó aún en los tribunales.
“No es posible que nadie la haya visto [a Yañez] con moretones, si Fernández la agredió”, argumentó otro veterano de la quinta durante dos presidencias. “¿Cómo sería eso? ¿Se escondería en una habitación durante días, sin que la viera el cocinero, ningún asistente, ningún familiar, ni tampoco el personal de limpieza o la Unidad Médica Presidencial? ¡Es imposible!”.
En la misma senda, si Yañez se refugió junto al bebé en la casa de huéspedes, a las cuatro de la mañana de un día de semana, tras otro presunto episodio de violencia, como filtraron desde su entorno más íntimo, uno o más centinelas deberán desfilar por tribunales. “Esa casa está a treinta metros del chalet, que es donde vive el Presidente, y donde hay custodia permanente. No hay forma de que haya recorrido esa distancia sin que la hayan visto”, relató un exintegrante de esa custodia.
Los fiscales federales Carlos Rívolo y Ramiro González ya estarían al tanto de algunos posibles testigos que evalúan presentarse en los tribunales, según indicaron fuentes tribunalicias a la nacion. Pero su concreción está condicionada por múltiples factores. Entre ellos, el miedo a eventuales represalias laborales. Además, muchos empleados de la quinta han firmado acuerdos de confidencialidad. Se comprometieron a callar sobre todo lo que ven y escuchan allí. Y los militares que integran el Cuerpo de Granaderos se sienten sujetos a la obediencia debida, el deber de lealtad y el código de honor de la Casa Militar, del Ejército y de la Presidencia.
“Para que le quede claro: si algo ocurrió, el soldado que lo haya visto debe reportarlo a su superior inmediato, que evaluará los pasos a seguir. Pero el soldado no puede contarle a nadie más lo que haya ocurrido, salvo que se trate de un delito gravísimo”, resumió un oficial de Casa Militar, ya retirado, entreabriendo una pregunta. ¿Qué tan grave debería ser el delito que haya presenciado ese soldado, suboficial u oficial para que arriesgue su carrera? Porque esa es una certeza entre quienes visten uniforme: quien hable será pasado a retiro. O la pasará mal.
Preguntas similares corren entre los empleados civiles de la quinta, que al ingresar al predio deben depositar sus teléfonos celulares en un lugar preasignado, en un esfuerzo de la custodia por garantizarle cierta privacidad al jefe de Estado y, de tenerla, a su familia. ¿Aquel que testimonie ante la Justicia sobre lo que vio o escuchó preservará su trabajo o se convertirá en un paria a partir de ese momento?
Algunas de esas limitantes no corren, sin embargo, para algunos miembros del otrora círculo íntimo de Yañez. Quienes fueron sus voceros o maquilladores, entre otros, no firmaron acuerdos de confidencialidad, según confirmaron dos fuentes de ese entorno, por separado, a En ese sentido, la actuación de la custodia presidencial y del resto de quienes trabajan en la quinta de Olivos ya se encuentra bajo la lupa judicial. El partido Republicanos Unidos, que integran el legislador Yamil Santoro y el ministro de Desarrollo Económico porteño, Roberto García Moritán, entre otros, radicó una denuncia por presunto incumplimiento de los deberes de funcionario público, que quedó en manos del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi.
Dadas las características específicas que rodean la violencia de género, como también el abuso de menores y otros delitos que el actual ministro de la Suprema Corte bonaerense, Sergio Torres, define como delitos “de sombra” o “de oscuridad”, los fiscales Rívolo y González deberán apoyarse en los indicios directos o indirectos que les permitan verificar las afirmaciones de Fabiola Yañez, quien ya se encontraba embarazada cuando habrían ocurrido algunos incidentes; otros coinciden con la revelación pública de la fiesta de Olivos, entre el 12 y el 13 de agosto de 2021. “Entre ayer y hoy me golpeaste”, le recriminó la entonces primera dama al presidente por esos días.
Asimismo, una de las primeras personas que podrían ser convocadas a declarar en los tribunales sería la otrora secretaria privada de Fernández, María Cantero. Los mensajes de WhatsApp que le envió Yañez dan cuentan de presuntos episodios violentos, que se complementarían con las imágenes que le envió la propia primera dama. ¿Eso es todo lo que Cantero sabe al respecto?
Colaboradores de Fernández temen lo peor de Cantero. Consideran llamativo que no haya eliminado esos mensajes e imágenes de su teléfono, más aún desde el momento en que ella y su marido, Héctor Martínez Sosa –amigo y acreedor del entonces Presidente–, quedaron bajo sospecha en la trama de los brokers de seguros que amasaron fortunas con el sector público. En particular, porque Cantero no era confidente de Fabiola; era una colaboradora de Fernández, de máxima confianza.
Fue el entonces presidente, sin embargo, quien se colocó contra las cuerdas con los errores y traspiés que cometió en la gestión pública y en su vida íntima. “Cualquiera puede leer mi celular, no sé si todos pueden decir lo mismo”, chicaneó la entonces vicepresidenta Cristina Kirchner, en julio de 2022. Esa misma noche, incluso los colaboradores de Fernández interpretaron, fuera de micrófono, que el dardo iba dirigido hacia él. Sabían por qué.
Los fiscales federales Carlos Rívolo y Ramiro González ya estarían al tanto de algunos posibles testigos que evalúan presentarse en los tribunales
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Daniel Rodríguez. El amo y señor de Olivos que sumó poder gracias a Fernández
Era intendente de la quinta y conocía todos los movimientos; varias veces aparece en los chats involucrado en el negocio de los seguros
Cecilia Devanna
Daniel Rodríguez y Martínez Sosa, juntos en Olivos
Daniel Rodríguez fue el intendente de la residencia oficial de Olivos durante el mandato de Alberto Fernández. En esos cuatro años este excabo bombero de la Policía Federal (PFA) tuvo poder. “Mucho poder”, según grafican quienes lo conocen de cerca. Se lo dio directamente Fernández, que lo conoció cuando Rodríguez integró su custodia durante su paso por la Jefatura de Gabinete de Néstor Kirchner. Desde entonces se convirtió en uno de sus más fieles laderos. “Le debe la vida a Alberto”, resumen quienes lo conocen bien.
A Rodríguez, que además de poder se le adjudica “saber todo lo que pasaba en Olivos”, no se le conoce la voz, pero todo indica que pronto se la podrían conocer autoridades judiciales. Su nombre aparece en la causa de los seguros, en la que figura en varios chats, y su teléfono está siendo peritado luego de que se lo secuestraran en un allanamiento por la causa.
Fue en la casa en la que vive y que es propiedad de Héctor Martínez Sosa, el broker apuntado por la Justicia, y su esposa, María Cantero, histórica secretaria de Fernández y a través de cuyo celular se llegó a las imágenes y los chats que devinieron en la investigación por violencia de género contra Yañez.
Quienes conocieron la intimidad de Olivos sostienen que Rodríguez sabía “absolutamente todo lo que pasaba allí”. Incluso se lo ubica como un testigo directo de lo que sucedía allí entre el entonces mandatario y Fabiola Yañez, la ex primera dama que denunció a Fernández y cuyas imágenes golpeada se conocieron en los últimos días.
Fuentes directas de lo que pasaba allí afirmaron haber visto cómo Rodríguez habría intervenido en un episodio en el que Fernández habría agredido a Yañez. Aseguran que esa situación fue cuando ella ya vivía en el chalet de huéspedes, con su madre e hijo, con los que hoy comparte su tiempo en Madrid (ver aparte).
Quienes lo conocen saben que, por su lealtad con Fernández, si es citado a declarar, Rodríguez negará haber visto cualquier situación de violencia de género, pese a que por la ley estará obligado a decir verdad. consultó a Rodríguez para esta nota, pero al cierre de esta no había respondido a las consultas.
Pero el de violencia de género contra Fernández no es el único caso que preocupa a Rodríguez. En junio pasado la casa que habita en Martínez fue requisada en el marco de la causa de los seguros. La orden del juez Julián Ercolini era allanar una de las propiedades de Martínez Sosa, pero cuando los efectivos llegaron encontraron a Rodríguez, que vive ahí con su tercera pareja en menos de cuatro años.
La postal de Rodríguez viviendo en una propiedad de Martínez Sosa y Cantero sirve para graficar el nivel de cercanía entre los tres, algo que ya se desprendía en los chats que están siendo analizados por la Justicia.
Con el matrimonio también se conoce desde tiempos de la presidencia de Kirchner y nunca perdió el contacto. “Le pagaban un sueldito como todoterreno desde que se retiró hasta que entró a Olivos”, dicen sobre los años que pasaron desde el retiro de Rodríguez de la fuerza y su ingreso a Olivos. En el medio estuvo la campaña de Fernández, en la que también ofició de chofer.
En la causa ya consta, a través incluso de imágenes, que en abril de 2021 Rodríguez Sosa y Martínez Sosa almorzaron en Olivos, pollo con ensalada y vino. El registro es por la imagen, porque el ingreso de Martínez Sosa nunca se asentó en los registros oficiales que Rodríguez mismo manejaba.
No fue la única oportunidad en que eso sucedió. En otra, también a través de una fotografía, ambos se muestran saludando a Cantero: “Mis gorditos”, les responde cariñosamente ella. El vínculo y entramado detrás de ellos están bajo análisis judicial.
Los días de Rodríguez en Olivos
A Olivos, Rodríguez llegó para hacerse cargo de la intendencia de la residencia en diciembre de 2019. Se instaló con su por entonces esposa en uno de las construcciones del lugar. Cuando promediaba la gestión, se vinculó sentimentalmente con una empleada administrativa de Servicios Generales de Presidencia.
Se separó de su mujer y hay quienes sostienen que a su por entonces nueva pareja “le compró departamento y auto”, con el que ella comenzó a diario a ir a trabajar ahí. La relación no duró demasiado, pero la joven sumó “unidades retributivas” con el guiño de Rodríguez, lo que le incrementó su sueldo primero y complicó sus chances de desplazamiento cuando se cortó la relación poco después. Terminó con un pase al servicio telefónico.
Para entonces Rodríguez ya salía con una maestra del plan Fines, que ayudaba a que los empleados de Olivos que no habían terminado los estudios pudieran hacerlo. Con ella, cuentan, comenzó una etapa de viajes, con Nueva York como uno de sus destinos favoritos. Con el avance de la relación llegó una mudanza.
La suerte de Fernández ya estaba echada políticamente y Rodríguez se fue con su pareja a vivir fuera de Olivos, aunque no demasiado lejos de allí. La casa al costado del shopping Unicenter, a pocos kilómetros de la quinta presidencial y propiedad de Martínez Sosa fue el lugar elegido.
Con la suerte adversa, tras el cambio de gestión, a su mujer la sacaron de Olivos y la asignaron para trabajar en una de las sedes del gobierno en el centro porteño, en un traslado en el que perdió privilegios, y a él le llegó el allanamiento por la causa de los seguros. Fue cuando se llevaron su celular, que por estas horas está siendo peritado.
Durante su paso por Olivos, salvo esos romances, Rodríguez no cosechó afectos. Quienes lo trataron lo describen como “corto y rústico”, “sin carisma ni educación”, que “trabajaba a través del terror”, y ponen en duda que en ese predio de casi treinta hectáreas “alguien lo quiera”. La falta de formación de Rodríguez hizo que hubiera que hacer una excepción para su nombramiento en 2019.
“Lo suyo siempre fue la ley del látigo, porque de otro modo no supo construir vínculos o autoridad” a lo largo de sus 64 años, cuentan quienes lo conocen.
En la quinta, Rodríguez es también señalado como el responsable de varios contratos, como el de los servicios de limpieza. Pero también fue amo y señor del lugar: decidía quiénes pasaban y quiénes no, y hasta se lo responsabiliza del desplazamiento de algunos edecanes. “Todo a través del terror, porque era muy corto”, detalla alguien que lo conoció bien.
En tiempos normales cuentan que Rodríguez no compartía la rutina diaria con Fernández, pero no son pocos lo que lo ubican en tiempos de pandemia sentado a la mesa en la Jefatura de Gabinete, con Fernández y otros integrantes de su equipo de gobierno.
Se diferenciaba así de las ochenta personas que trabajan todos los días, entre custodia, amas de llaves, mucamas, mozos, cocineros y jardineros, entre algunas áreas del lugar. Y hasta la Unidad Médica, que tiene una guardia instalada en el lugar las 24 horas.
Se trata de algunas de las personas que pueden saber qué pasaba puertas adentro del predio. Pero nadie, cuentan, podría relatarlo tan bien como Rodríguez. “Nadie sabía tanto de Olivos como él”, aseguran.
Daniel Rodríguez fue el intendente de la residencia oficial de Olivos durante el mandato de Alberto Fernández. En esos cuatro años este excabo bombero de la Policía Federal (PFA) tuvo poder. “Mucho poder”, según grafican quienes lo conocen de cerca. Se lo dio directamente Fernández, que lo conoció cuando Rodríguez integró su custodia durante su paso por la Jefatura de Gabinete de Néstor Kirchner. Desde entonces se convirtió en uno de sus más fieles laderos. “Le debe la vida a Alberto”, resumen quienes lo conocen bien.
A Rodríguez, que además de poder se le adjudica “saber todo lo que pasaba en Olivos”, no se le conoce la voz, pero todo indica que pronto se la podrían conocer autoridades judiciales. Su nombre aparece en la causa de los seguros, en la que figura en varios chats, y su teléfono está siendo peritado luego de que se lo secuestraran en un allanamiento por la causa.
Fue en la casa en la que vive y que es propiedad de Héctor Martínez Sosa, el broker apuntado por la Justicia, y su esposa, María Cantero, histórica secretaria de Fernández y a través de cuyo celular se llegó a las imágenes y los chats que devinieron en la investigación por violencia de género contra Yañez.
Quienes conocieron la intimidad de Olivos sostienen que Rodríguez sabía “absolutamente todo lo que pasaba allí”. Incluso se lo ubica como un testigo directo de lo que sucedía allí entre el entonces mandatario y Fabiola Yañez, la ex primera dama que denunció a Fernández y cuyas imágenes golpeada se conocieron en los últimos días.
Fuentes directas de lo que pasaba allí afirmaron haber visto cómo Rodríguez habría intervenido en un episodio en el que Fernández habría agredido a Yañez. Aseguran que esa situación fue cuando ella ya vivía en el chalet de huéspedes, con su madre e hijo, con los que hoy comparte su tiempo en Madrid (ver aparte).
Quienes lo conocen saben que, por su lealtad con Fernández, si es citado a declarar, Rodríguez negará haber visto cualquier situación de violencia de género, pese a que por la ley estará obligado a decir verdad. consultó a Rodríguez para esta nota, pero al cierre de esta no había respondido a las consultas.
Pero el de violencia de género contra Fernández no es el único caso que preocupa a Rodríguez. En junio pasado la casa que habita en Martínez fue requisada en el marco de la causa de los seguros. La orden del juez Julián Ercolini era allanar una de las propiedades de Martínez Sosa, pero cuando los efectivos llegaron encontraron a Rodríguez, que vive ahí con su tercera pareja en menos de cuatro años.
La postal de Rodríguez viviendo en una propiedad de Martínez Sosa y Cantero sirve para graficar el nivel de cercanía entre los tres, algo que ya se desprendía en los chats que están siendo analizados por la Justicia.
Con el matrimonio también se conoce desde tiempos de la presidencia de Kirchner y nunca perdió el contacto. “Le pagaban un sueldito como todoterreno desde que se retiró hasta que entró a Olivos”, dicen sobre los años que pasaron desde el retiro de Rodríguez de la fuerza y su ingreso a Olivos. En el medio estuvo la campaña de Fernández, en la que también ofició de chofer.
En la causa ya consta, a través incluso de imágenes, que en abril de 2021 Rodríguez Sosa y Martínez Sosa almorzaron en Olivos, pollo con ensalada y vino. El registro es por la imagen, porque el ingreso de Martínez Sosa nunca se asentó en los registros oficiales que Rodríguez mismo manejaba.
No fue la única oportunidad en que eso sucedió. En otra, también a través de una fotografía, ambos se muestran saludando a Cantero: “Mis gorditos”, les responde cariñosamente ella. El vínculo y entramado detrás de ellos están bajo análisis judicial.
Los días de Rodríguez en Olivos
A Olivos, Rodríguez llegó para hacerse cargo de la intendencia de la residencia en diciembre de 2019. Se instaló con su por entonces esposa en uno de las construcciones del lugar. Cuando promediaba la gestión, se vinculó sentimentalmente con una empleada administrativa de Servicios Generales de Presidencia.
Se separó de su mujer y hay quienes sostienen que a su por entonces nueva pareja “le compró departamento y auto”, con el que ella comenzó a diario a ir a trabajar ahí. La relación no duró demasiado, pero la joven sumó “unidades retributivas” con el guiño de Rodríguez, lo que le incrementó su sueldo primero y complicó sus chances de desplazamiento cuando se cortó la relación poco después. Terminó con un pase al servicio telefónico.
Para entonces Rodríguez ya salía con una maestra del plan Fines, que ayudaba a que los empleados de Olivos que no habían terminado los estudios pudieran hacerlo. Con ella, cuentan, comenzó una etapa de viajes, con Nueva York como uno de sus destinos favoritos. Con el avance de la relación llegó una mudanza.
La suerte de Fernández ya estaba echada políticamente y Rodríguez se fue con su pareja a vivir fuera de Olivos, aunque no demasiado lejos de allí. La casa al costado del shopping Unicenter, a pocos kilómetros de la quinta presidencial y propiedad de Martínez Sosa fue el lugar elegido.
Con la suerte adversa, tras el cambio de gestión, a su mujer la sacaron de Olivos y la asignaron para trabajar en una de las sedes del gobierno en el centro porteño, en un traslado en el que perdió privilegios, y a él le llegó el allanamiento por la causa de los seguros. Fue cuando se llevaron su celular, que por estas horas está siendo peritado.
Durante su paso por Olivos, salvo esos romances, Rodríguez no cosechó afectos. Quienes lo trataron lo describen como “corto y rústico”, “sin carisma ni educación”, que “trabajaba a través del terror”, y ponen en duda que en ese predio de casi treinta hectáreas “alguien lo quiera”. La falta de formación de Rodríguez hizo que hubiera que hacer una excepción para su nombramiento en 2019.
“Lo suyo siempre fue la ley del látigo, porque de otro modo no supo construir vínculos o autoridad” a lo largo de sus 64 años, cuentan quienes lo conocen.
En la quinta, Rodríguez es también señalado como el responsable de varios contratos, como el de los servicios de limpieza. Pero también fue amo y señor del lugar: decidía quiénes pasaban y quiénes no, y hasta se lo responsabiliza del desplazamiento de algunos edecanes. “Todo a través del terror, porque era muy corto”, detalla alguien que lo conoció bien.
En tiempos normales cuentan que Rodríguez no compartía la rutina diaria con Fernández, pero no son pocos lo que lo ubican en tiempos de pandemia sentado a la mesa en la Jefatura de Gabinete, con Fernández y otros integrantes de su equipo de gobierno.
Se diferenciaba así de las ochenta personas que trabajan todos los días, entre custodia, amas de llaves, mucamas, mozos, cocineros y jardineros, entre algunas áreas del lugar. Y hasta la Unidad Médica, que tiene una guardia instalada en el lugar las 24 horas.
Se trata de algunas de las personas que pueden saber qué pasaba puertas adentro del predio. Pero nadie, cuentan, podría relatarlo tan bien como Rodríguez. “Nadie sabía tanto de Olivos como él”, aseguran.
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