Armas, el debate que se ignora
Andrés Oppenheimer
La reacción general de los medios estadounidenses tras el aparente intento de asesinato contra el expresidente Donald Trump en su campo de golf de Palm Beach fue lamentable. Hubo miles de artículos sobre posibles fallas de seguridad –lo cual está bien–, pero muy pocos sobre la alarmante proliferación de fusiles de guerra que llegan fácilmente a las manos de potenciales asesinos. El sospechoso, identificado como Ryan W. Routh, de 58 años, tenía antecedentes penales por posesión ilegal de un fusil automático y estaba escondido detrás de los arbustos con un fusil de asalto estilo AK-47 a casi 500 metros de donde Trump estaba jugando al golf.
Hacía pocas semanas, el 13 de julio, otro agresor con un fusil de asalto estilo AR había disparado ocho tiros desde un tejado hacia Trump en Butler, Pensilvania. Este tipo de rifles de asalto, que estuvieron prohibidos en Estados Unidos entre 1994 y 2004, se han convertido en el arma preferida de los asesinos políticos y tiroteos en masa en el país. Y las ventas de estas armas de guerra se han disparado en años recientes. Según los expertos, las ventas de armas en general, y de rifles semiautomáticos en particular, aumentaron por la creciente polarización política, los temores por la seguridad personal durante la pandemia de Covid-19 y el miedo a los cada vez más frecuentes tiroteos masivos.
Según la National Shooting Sports Foundation (NSSF), un grupo que apoya las ventas de estas armas de asalto, hay más de 24,4 millones de rifles AR-15 y AK en manos de civiles en EE.UU. Aunque las ventas de armas de asalto han disminuido un poco después de llegar a un pico histórico durante la pandemia, se han disparado en las últimas dos décadas. Everytown for Gun Safety, una organización que aboga por mayores controles a este tipo de armas, dice que entre 2015 y 2022 los tiroteos masivos con armas de asalto resultaron en más del doble de muertes y dejaron 23 veces más heridos que los ataques con armas menos sofisticadas. Ha habido al menos 2373 tiroteos masivos en EE.UU. solo en los últimos 4 años, según el grupo de investigación Gun Violence Archive. Y, sin embargo, los medios hablan muy poco de los rifles semiautomáticos, incluso tras los recientes atentados contra Trump. El uso de armas de asalto se ha convertido en la nueva normalidad en EE.UU.
La Asociación Nacional del Rifle, el lobby de las armas y el Partido Republicano de Trump han convencido a muchos con el dudoso argumento de que el uso de fusiles semiautomáticos está protegido por la segunda enmienda de la Constitución. Sin embargo, la Constitución de EE.UU. proclama “el derecho del pueblo a poseer y portar armas”, pero no el derecho a poseer un arma nuclear o una bazuca. La Constitución se refería a las armas de fuego manuales, y no a los fusiles semiautomáticos y automáticos, que ni siquiera existían cuando fue redactada, en 1787. “Existe el mito de que los estadounidenses son excepcionalmente violentos, pero eso no es cierto”, dice Garen J. Wintemute, director del Centro de Investigación para la Prevención de la Violencia de la Universidad de California.
Otros países industrializados ricos tienen tasas más altas de asaltos y robos, me dijo Wintemute. “En lo que somos únicos es en nuestra tasa de violencia letal. Esto se debe a que tenemos más acceso a las armas de fuego que nadie”. El argumento del lobby de las armas de que los estadounidenses necesitan estas armas de asalto para cazar es igualmente ridículo. ¿Realmente se necesita un rifle que se recarga solo para matar una paloma o un ciervo? Los rifles tradicionales son mucho más adecuados para la cacería ética, porque obligan a los cazadores a realizar disparos limpios y precisos.
Es hora de que los medios se centren en el papel de las armas de asalto en los tiroteos masivos y la violencia política, y de que los votantes elijan a candidatos que apoyen el restablecimiento de la prohibición de las armas de asalto que existió entre 1994 y 2004. Puede que esa prohibición no detenga a los violentos, pero ayudaría a salvar muchas vidas.
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Desafíos relevantes en la política exterior británica
Roberto García Moritán
La vuelta del laborismo al 10 de Downing Street lo encuentra con un horizonte de desafíos relevantes en materia de política exterior. El secretario del Foreign Office, David Lammy, lo ha puesto en evidencia al señalar que uno de los propósitos del primer ministro Keir Stamer se orienta a redescubrir el lugar del Reino Unido en el mundo bajo el concepto de que “hay que enfrentarlo tal como es, y no como nos gustaría que fuera”. Ese enfoque, definido como de realismo progresista, parecería desplazar la nostalgia posimperial del Global Britain que intentaron recrear los gobiernos conservadores de los últimos catorce años. También podría representar un reconocimiento de que es hora de dar vuelta la página y cerrar cuestiones pendientes de la era colonial.
La designación de David Lammy al frente de la diplomacia británica podría facilitar ese objetivo al haber destacado que el origen de sus antepasados, esclavos de Guyana, influiría en su gestión. Algunas de las primeras manifestaciones parecerían reflejar esa percepción. Un ejemplo ha sido el nombramiento de Jonathan Powell (exjefe de Gabinete de Tony Blair) como negociador ante Mauricio y Estados Unidos (que arrienda Diego Garcia como base militar) sobre la soberanía de las Islas Chagos, que los gobiernos anteriores rechazaron pese a la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia y mandatos específicos de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Otro caso en el mismo sentido son las próximas negociaciones de Londres con España y la Unión Europea sobre la libre circulación de bienes y personas con Gibraltar. El secretario Lammy parece reconocer que un acuerdo con ese alcance solo se podría lograr con el consentimiento de Madrid, que en virtud del Brexit mantendría el derecho de veto sobre los términos de un arreglo definitivo. Como mínimo subyace que se abre un diálogo bilateral sobre la soberanía del Peñón, aunque la palabra soberanía no se encuentre formalmente en los documentos ni se formulen comentarios públicos al respecto.
Estas aproximaciones diplomáticas permiten interpretar la deciel sión del laborismo de empezar a desentrañar herencias del pasado Imperio Británico. En la lista se encuentran las colonias británicas del Caribe (Anguilla, Bermuda, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos y Monserrat) que en una nota común dirigida a David Lammy han solicitado que se impulse el postergado proceso de descolonización reclamado por la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esa misma aspiración tendrían Santa Elena y Pitcairn, que integran la lista de los 17 territorios no autónomos a ser descolonizados por la ONU.
De iniciar el Foreign Office una etapa de estas características, la gestión de Lammy estaría combinando el realismo del canciller George Brown del gobierno de Harold Wilson y el idealismo ético de Robin Cook, durante el mandato de Tony Blair. Con ambos laboristas, la cuestión Malvinas mostró orientación. Con el primero se acordó el Memorándum de 1968, en el cual solo faltaba fijar fecha para la transferencia de los archipiélagos a la soberanía de la Argentina. Con segundo, se abrió una etapa que posibilitó el ingreso de ciudadanos argentinos a las islas.
Sobre esa base es hora de que Londres se avenga a retomar el diálogo con Buenos Aires para identificar juntos una agenda en cuestiones prácticas del Atlántico Sur, como podría ser la creación de un área de libre circulación de personas entre los archipiélagos en disputa y el territorio continental argentino, siguiendo, en lo que corresponda, el ejemplo del espacio Schengen. También para empezar a diseñar un ámbito de relevancia económica y comercial.
En un escenario internacional en proceso de transición y con retos geopolíticos sensibles, la diplomacia debería estimular visiones prácticas y realistas. También imaginativas, acorde con las características del siglo XXI. Es de esperar que la nueva administración en Downing Street y la mayor comprensión del secretario David Lammy sobre los problemas generados por el colonialismo sirvan para promover un ciclo de mayor virtuosismo diplomático entre la Argentina y el Reino Unido.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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