Milei, más rápido que Kirchner para atacar a la prensa
El líder libertario ya lo hacía como candidato, pero ahora como presidente redobla la ofensiva y amenaza con restricciones legales

Pablo Sirvén

Cuando Mauricio Macri, en las postrimerías de su gobierno, dijo: “Si ganamos, iremos en la misma dirección, pero lo más rápido posible”, no imaginó que su predicción se cumpliría cuatro años más tarde, pero no por su regreso al poder, ni de ninguno de los dirigentes de su fuerza, sino porque irrumpiría el imprevisto huracán libertario, encarnado por el disruptivo influencer y panelista televisivo Javier Milei.
En lugar del gradualismo poco eficiente de Cambiemos, La Libertad Avanza es una tromba que se lleva todo por delante, al cosechar éxitos y fracasos relevantes.
Lo que no se esperaba es que también fuera “más rápido” para hostigar a la prensa que el kirchnerismo. Más allá de chicanas sueltas, Néstor Kirchner tardó un año, desde su asunción al poder, para consumar su primera arremetida seria contra periodistas. Los primeros apuntados fueron Cristina Mucci y Osvaldo Quiroga (que con los años se convertiría en ultrakirchnerista), cuando abruptamente, en mayo de 2004, levantó sus respectivos programas de cultura de la pantalla del canal estatal. Entonces no se naturalizaban ese tipo de atropellos, como sucedería más adelante al hacerse más frecuentes episodios de distinto tenor contra el periodismo. Bastó que se expresara un compacto coro de voces prestigiosas contra la intempestiva medida para que el oficialismo volviera sobre sus pasos. Un año más tarde, en junio de 2005, se armó una gran batahola cuando Pepe Albistur –el mismo que vaticinó la caída del actual gobierno para marzo o abril pasados frente a un balde de pochoclo, y que entonces era secretario de Medios– publicó una salutación de pésimo gusto para el Día del Periodista. El presidente Kirchner salió rápidamente a pedir disculpas. Y a Clarín tardó cinco años en declararle la guerra. Había todavía reflejos democráticos y cierto consenso de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Complicó más la irrupción de las redes sociales, cuya tóxica dinámica estropeó mucho esa deseada convivencia al convertirse en tierra fértil para que los autoritarios perdieran sus inhibiciones y se mostraran tal cual eran.
Pues bien: la gestión de Javier Milei está cumpliendo en pocas horas sus primeros nueve meses en el poder y supera a ese kirchnerismo inicial en su velocidad para arremeter contra los comunicadores. Ya se acerca la actual administración al medio centenar de medios, periodistas y entidades de la prensa hostilizados.
Para encontrar un récord similar hay que remontarse al primer gobierno de Juan Domingo Perón cuando, a poco de comenzar, se multiplicaron los procesos por desacato a periodistas (figura penal derogada en 1997). Las cabezas del fundador del justicialismo y de su principal estratega en comunicación, Raúl Apold, ya vislumbraban la noción de “viralizar” los mensajes panfletariamente favorables a ese régimen, entonces mediante una aceitada cadena de medios adictos, conformada por los estatales, los de los amigos y los expropiados, para hostilizar a “los contreras” (como les decían en aquella época a los opositores). Parecido a lo que hace ahora el presidente Milei de manera virtual en sus redes sociales para ensalzar su obra y fogonear mensajes ásperos, propios o reposteados, contra periodistas y empresas noticiosas.
Más coincidencias: “De mí hablan todos los diarios del mundo”, también sacaba chapa Perón, como Milei lo hace ahora, el 24 de diciembre de 1946, al promulgar el Estatuto del Periodista, que esta gestión pretendió reactualizar, para matricular a trabajadores y compañías de la comunicación, idea archivada enseguida por la magnitud del rechazo a tal antediluviano control.
La curiosidad es que autopercibiéndose liberal (queda pendiente distinguir bien ese concepto de su cada vez más chirriante matiz “libertario”) Milei tiene impulsos y prédicas públicas, a la hora de defenderse de cualquier crítica, que no tienen nada que envidiar a los exabruptos peronistas/kirchneristas en ese rubro.
Fue patético el lamentable ida y vuelta pirotécnico, anteayer, entre el Presidente y Cristina Kirchner. Almas gemelas en el ejercicio de la chicana tosca y de baja estofa, no es difícil deducir por qué estamos como estamos si quien ejerció y quien ejerce la más alta magistratura del país debaten con un nivel paupérrimo y solo pensando en los aplausos y likes que cosecharán entre sus fans. Frívolos y desaprensivos.
Las restricciones en puerta al acceso a la información pública, la amenaza de hacer de los periodistas personas expuestas políticamente para provocar “escarnio público” con sus patrimonios y la prédica antiperiodística, que se extiende a otros funcionarios, como Victoria Villarruel y Luis Caputo, suponen que los tiempos por venir en la materia serán más oscuros
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La fascinante experiencia de viajar junto con el Papa
Intimidades de una gira histórica de Francisco, desde la comitiva papal

Elisabetta Piqué
CORRESPONSAL EN ITALIA
PORT MORESBY (Papúa Nueva Guinea).- Estoy acreditada en forma permanente en el Vaticano desde 1999 y no hay nada más fascinante que cubrir los viajes papales. No sólo permiten acercarse físicamente a un Pontífice, sino también conocer lugares remotos del globo terráqueo que uno de otra forma jamás pisaría, como por ejemplo ahora Papúa Nueva Guinea.
Subirse a un vuelo papal no es fácil. Primero hay que hacer un pedido para ser admitido y, por supuesto, también debe pagarse el costo del pasaje y la estadía, muchas veces alto si se trata de viajes largos que incluyen varios tramos, como en este caso. El que estamos haciendo ahora, en efecto, es la “madre de todos los viajes”, la travesía más larga del pontificado de Francisco: doce días, 32.814 kilómetros, 44 horas de vuelo, cuatro países de dos continentes (Asia y Oceanía).
A diferencia de muchos otros jefes de Estado, el Papa no tiene avión presidencial. Pero como el Vaticano está en Italia, desde que los pontífices comenzaron a hacer viajes internacionales (Pablo VI en 1964), la costumbre arraigada es que el Pontífice parta desde Roma con la aerolínea principal italiana (antes Alitalia, ahora ITA Airways). Y suele regresar con la aerolínea del país visitado. En el caso actual, después de haber viajado con ITA Airways desde Roma a Yakarta (Indonesia), desde allí volamos a Port Moresby con la aerolínea Garuda de Indonesia.
En un viaje papal todo está organizado al milímetro por el Vaticano. Meses antes viajan a los lugares visitados grupos de gendarmes vaticanos y demás funcionarios de los viajes papales, que planifican todo: hoteles, desplazamientos, horarios, tanto para el séquito como para los periodistas admitidos al vuelo papal (en este caso, 75 de todo el mundo). El Papa suele quedarse en la nunciatura, es decir, la embajada que la Santa Sede tiene en cada lugar. Como si se tratara de una excursión de colegio hiper planificada, en el vuelo papal cada periodista pasa a tener un número (yo soy el número 50) que es también el de las etiquetas identificativas de bolsos y valija (de mano y para la bodega). Cada periodista, que pasa a ser VAMP (Vatican Accredited Media Personal), recibe, además, un librito -que debe seguirse a rajatabla-, con horarios de desayuno, desplazamientos, participación en pools, etc. Los viajes papales, en este sentido, también son extenuantes. Por cuestiones de seguridad hay que llegar a cada evento al menos tres horas antes que el Papa, lo cual implica despertarse al alba y estar siempre corriendo, a mil, intentando hacer la cobertura, escribir, transmitir, armar y desarmar valijas, poner y sacar distintos chips del teléfono, comer algo, si es posible, hacer el check-in, estar más o menos arreglado. Los “VAMP” somos periodistas VIP. Vamos escoltados por la policía local a las diversas citas, que a veces son restringidas porque no dan los tiempos y los espacios y entonces hay pools. Para compartir la información, fotos, videos, utilizamos un canal de Telegram.
El otro día, en Yakarta, tan rápido tuve que salir de un pool restringido de una reunión de Scholas Occurrentes, que al volver a la sala de prensa del hotel me di cuenta, con horror, que había perdido la computadora. Tuve un momento de pánico, pero, por suerte, al final pude recuperarla.
Cada viaje papal es una aventura distinta, con anécdotas, experiencias e incidentes diferentes.
Tuve por primera vez el privilegio de adentrarme en este mundo único en los últimos años de pontificado de Juan Pablo II. Entonces no había redes sociales, el ritmo de trabajo era menos vertiginoso, pero igual de intenso. Recuerdo que me temblaban las rodillas de la emoción cuando, al regresar de un viaje a Azerbaiyán y Bulgaria, en 2002, los VAMP pudimos ir a saludarlo a la parte delantera del avión. Entonces el histórico vocero, Joaquín Navarro Valls, me presentó al Papa. “Que Dios la bendiga”, me dijo en español Juan Pablo II, a quien pude estrecharle las manos mientras me miraba intensamente con sus ojos celestes entrecerrados. Guardo esa foto en un marco.
En los viajes con el papa Francisco nadie tiene que presentarme. Nos conocemos desde hace 23 años y cuando suele pasar a saludar, uno por uno, a los periodistas, no lo ocultamos. Nos saludamos con un beso (algo que aun asombra a muchos colegas) y el otro día, durante el vuelo Roma-Yakarta, lo sorprendí regalándole un ventilador portátil en vista de las temperaturas tropicales de esta maratón. Se rio mucho con eso.

El jueves pasado, cuando llegó en papamóvil al estadio de Yakarta para una misa y fue aclamado como una estrella de rock, fue el Papa el que me sorprendió a mí: yo estaba detrás de una valla junto a centenares de jóvenes indonesios enloquecidos, e, increíblemente, me vio. Hubo contacto visual, me saludó, poniendo el pulgar para arriba, sonriente, algo que dejó azorados a los que me rodeaban.
Para los VAMP, la cita más esperada es la conferencia de prensa que el papa Francisco suele dar en el vuelo de regreso a Roma. Esta vez, nadie lo duda, una de las preguntas obligadas va a ser ¿irá a la Argentina?
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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