domingo, 8 de septiembre de 2024

GUARDIÁN DE LOS MARES


GUARDIÁN DE LOS MARES
Yago Lange y su gran aventura ambiental 
Pablo MascareñoA bordo Yago en el Lola, el velero de 14 metros de eslora y cuatro de manga con el que se lanzó a una travesía de un mes y medio que finalizó en Fernando de Noronha, Brasil
Heredero de una familia de regatistas, cruzó a vela el océano Atlántico junto con su novia, Juana Viale, para impulsar la creación de áreas marinas protegidas y fomentar el cuidado del planeta
YAGO LANGE, EN DEFENSA DEL MAR Dejó su carrera deportiva y se convirtió en referente de la protección oceánica
Fue regatista olímpico, pero al ver de cerca la contaminación del río e investigar sobre el tema decidió enfocarse en su cruzada ambiental a través de innovadoras propuestas
Texto Pablo MascareñoCon su novia, Juana Viale, navegando hacia Cabo Verde en su cruzada ecológica
Su nombre ganó popularidad cuando empezó a circular en los medios como el novio de Juana Viale, el hombre con quien la nieta de Mirtha Legrand se animó a atravesar el océano en velero hace pocas semanas en una cruzada de concientización. Pero Yago Lange es mucho más que eso. Fue regatista olímpico –pasión que heredó de su padre, Santiago Lange, ganador de la medalla de oro en Río de Janeiro 2016 en la – y, a sus 35 años, es experto en cuestiones ambientales, sobre todo en lo que concierne al cuidado de las aguas del planeta. Algo así como un caballero de los mares. Un aventurero que, desde su épica, interpela a la ciudadanía y a sus gobernantes.
“No me voy a dormir tranquilo, lo que veo me preocupa”, asegura. Ante un escenario que más adelante definirá como “aterrador”, decidió no quedarse de brazos cruzados. Antes de que llegue fin de año, de hecho, en la Cámara de Diputados debería aprobarse un proyecto que ya tiene media sanción en el Senado y que lo cuenta como principal impulsor. “Tiene que salir, estoy juntado firmas para eso”, explica Yago respecto de esa ley que subsanaría algo de todo lo que se ha hecho mal en torno a determinadas protecciones ecológicas. “Me enorgullece decir que soy un exdeportista olímpico, no me gusta que me digan ‘activista’ ni ‘ambientalista’: soy una persona que ama el agua y la naturaleza y hago proyectos para conocerlas y protegerlas”, dice.
Yago Lange, cuyo apellido es bien conocido en la zona de San Isidro, llega a la entrevista con en la nacion bicicleta. “No tengo auto”, comenta con orgullo, como una declaración de principios.
La charla comienza en el andén de la estación Las Barrancas del Tren de la Costa y se desarrolla durante una caminata que llega a un parque ribereño desde donde se aprecia la majestuosidad del Río de la Plata, la silueta recortada de esa Buenos Aires sobredimensionada de cemento y smog. “Alcanza con mirar alrededor para darnos cuenta de todo lo que hacemos mal, de lo que contaminamos”, insiste Yago.
En 2016 participó de las Olimpíadas en Río de Janeiro y luego cumplió con el ciclo previo para descollar en las de Tokio en 2020. “Veníamos muy fuerte con mi hermano, llegamos a estar terceros en el ranking mundial, ganamos eventos internacionales, hasta lograr la medalla de plata en los Panamericanos”, recuerda. Sin embargo, ese derrotero se vio atravesado por otros intereses: “Comencé a involucrarme en temas ambientales, me distraje, y ya no pude compaginar las dos cosas”.
Un clic
Todo empezó en 2018, cuando navegando por el Río de la Plata con Klaus, uno de sus hermanos, Yago chocó literalmente contra un monun tículo de desperdicios. Su vida, en ese mismo momento, dio un giro de 360 grados. “Se me hizo evidente eso de estar rodeado de basura, algo que se fue incrementando con el tiempo. Hoy mismo, cuando estoy en el agua, observo cómo la contaminación avanza”, describe. “Aquello me llevó a convocar, desde mis redes sociales, a una limpieza masiva. Luego de esa experiencia me replanteé qué hacer, a pesar de que mi realidad, viajando por el mundo compitiendo, era buenísima”.
Esa suerte de despertar motivó su propia investigación sobre la temática. “Me di cuenta de que los temas del agua necesitaban acción y me dije: ‘Acá estoy’”.
La caminata con continúa la nacion bordeando la costa y entonces Yago hace notar aquellos signos menos evidentes de la contaminación. “Detalles” no menores que se sobredimensionan luego de una sudestada con los deshechos que dejan las aguas del río sobre la ribera. Una especie de “devolución de favores” de parte de la naturaleza.
De pronto, conversar con este hombre que se alimenta con lo que nace de su propia huerta anclada en el jardín de su madre implica replanteo de acciones diarias y naturalizadas. “Gran parte de la basura que vemos en el río viene de la ciudad, donde los tachos están al lado de las alcantarillas. La gente tira basura a la calle, los perros rompen las bolsas y el sistema de residuos no está bien definido, eso hace que todo llegue a las alcantarillas y de ahí al río”, enumera Yago. Sentido común. Tan a la vista y, sin embargo, tan ausente en la mirada de la mayoría. “Yo participé en más de 300 acciones de limpieza, pero después llegás a un parque y ves que el tacho de basura está colocado a metros del río, donde un viento puede volcarlo y hacer que los desperdicios caigan al agua”, remarca.
En 2019, en una de esas jornadas de limpieza con decenas de colaboradores voluntarios, juntó 10.000 kilos de basura en el Delta. “Es una realidad que se ve en toda la costa”, dice, y subraya que “no solo es un problema lo más visible, como las botellas de plástico, sino también los pequeños pedacitos, como el microplástico o las partículas de telgopor”. Explica, también, que muchas marinas están realizadas con ese material y que flotan sin ser recubiertas para su protección. “Están en contacto directo con el agua, el telgopor se va descomponiendo y esas partículas muy pequeñas que se separan van contaminando”.
Epopeya marina
A veces, a Yago le cuesta conciliar el sueño y su ánimo no siempre es el mejor. “Me voy a mi casa y hay algo de efecto negativo cuando ves que no hay soluciones”, comparte. Pero como un Quijote de la aguas, él también va detrás de sus molinos de viento buscando crear otra realidad.
“Fue una experiencia alucinante vivir a bordo”, cuenta sobre su última hazaña deportiva, que vivenció junto a su novia, Juana Viale. La pasión por las regatas y la navegación a vela, sumada a su preocupación por el cuidado ambiental, lo llevaron a desarrollar la aventura de atravesar el océano Atlántico en una experiencia que resultó mucho más que un acto de supervivencia. Además de Yago y Juana, participaron de la travesía Marko Magister [fotógrafo y camarógrafo], Sebastián Vereertbrugghen [fotógrafo y camarógrafo] y Mary Sackmann [redes sociales]. “El barco se transforma en tu propio planeta, se trata de aprender a convivir allí”, dice Yago.
–¿Cómo se aplica esa concepción en la práctica?
–Aún nos falta poder comprar una desalinizadora de agua, pero ya viajamos con paneles solares para generar nuestra propia energía; racionalizamos los alimentos, porque no había un supermercado en el medio del mar. Estuvimos atentos a los vientos para movilizarnos con las velas. Se trata de estar en sintonía con los recursos que se tienen. La embarcación tenía dos tanques de 500 litros de agua para satisfacer
las necesidades esenciales. No usábamos el agua libremente, reducíamos la cantidad de baños y tampoco se podían encender las luces porque sí, ya que, de noche, los paneles solares no funcionan.Lo que hacíamos en el barco es lo que todos deberíamos hacer en nuestras casas: cuidar los recursos.
El trecho desde Barcelona a Gibraltar llevó seis días; de ahí, en igual cantidad de tiempo, Lange y los suyos llegaron a las Islas Canarias. En nueve días más, pudieron avistar Cabo Verde y, finalmente, fueron 16 días sin tocar tierra, desde Cabo Verde hasta el archipiélago Fernando de Noronha, en Brasil.
En la cuenta de YouTube Blue Ocean Sailing se puede ver parte del itinerario con Juana Viale ejerciendo el rol de narradora. Las imágenes son realmente poéticas.
–¿Hubo algún momento crítico en el mar?
–Sí, navegando la costa brasileña atravesamos una situación particular y, en el océano, hubo que pasar por olas enormes. Sin embargo, lo más grave era tirar una red por la superficie durante una hora y, al levantarla, encontrarnos con microplásticos, algo que consumen los animales y que, en consecuencia, ingresa en la cadena alimenticia. Una tormenta eléctrica fue lo de menos, la incidencia de los humanos en las aguas resultó la constatación más peligrosa.
–¿Cómo fue la logística del periplo?
–Nos dividíamos las tareas. Mientras algunos hacían guardia para no perder el rumbo, otros dormían y otro podía estar cocinando. Nos rotábamos
–El clima también habrá sido un escollo a sortear.
–Cuando cruzamos el Ecuador, el calor era de verdad agobiante.
–¿Cómo se organizaban dentro de un espacio tan pequeño?
–Las diversas personalidades ayudaron a una gran convivencia.
–Ser pareja de Juana Viale y que ella haya participado del derrotero, ¿ayudó a visibilizar el tema?
–Ambos creemos en la importancia del cuidado ambiental. Juana es muy mediática y ella usa su voz para hablar sobre estos temas; le encanta navegar y ya sumó muchas millas, está aprendiendo un montón. Cuando damos a conocer lo que hicimos, claramente hay una intención buena detrás.
–¿Cuándo nació el proyecto del cruce?
–El año pasado, cuando fuimos a navegar a Isla de los Estados, con el propósito de difundir el tema de las áreas marinas protegidas.
–La preparación física debe ser fundamental.
–Sí, pero también hay que trabajar sobre lo mental y la predisposición.
–No se trata de un tipo de experiencia que todo el mundo pueda llevar a cabo, requiere de cierta emocionalidad muy trabajada...
–Uno nunca está listo, el mar es imprevisible, jamás lo vamos a dominar, pero la predisposición es importante y eso estuvo presente en todos nosotros.
Desvelo
Por estas horas, Yago Lange está trabajando en torno a las áreas marinas protegidas, que existen tanto a nivel nacional como internacional. “Hay 53 parques nacionales en tierra y solo tres áreas marinas protegidas nacionales en la Argentina”.
–¿Cómo se revierte eso?
–Los que conocen del tema, científicos y biólogos, sostienen que para el año 2030 tiene que estar protegido el 30 por ciento de las costas. Hoy, en la Argentina, ese porcentaje es inferior al 10 por ciento.
–¿Cuál es tu cruzada actual?
–Estoy apoyando la creación del “área protegida marina agujero azul”, que se aprobó en Diputados, pero aún falta la aprobación de Senadores para convertirse en ley. Si antes de fin de año no se vota esta ley, se cae todo el proceso, por eso estoy buscando hacer público el tema para recibir el apoyo ciudadano. En change.org lanzamos una campaña que lleva más de 20.000 firmas. La idea es sumar la mayor cantidad posible de adherentes para exigirles a nuestros senadores que traten y aprueben la ley.
–¿Qué es el “agujero azul”?
–Se encuentra en la Milla 200. Allí hay barcos internacionales pescando en nuestro fondo marino. Incluso, las aguas pueden ser internacionales, pero la plataforma marina le corresponde a la Argentina. Si logramos proteger eso, podemos defendernos de la pesca internacional. Nuestras aguas están siendo arrasadas por las flotas chinas, españolas, coreanas; ¿qué estamos haciendo? No estoy en contra de la pesca, pero promuevo que se regule y se pesque mejor.
–¿Recibiste alguna intimidación por darle visibilidad a temas que tocan intereses muy instalados?
–Sí, me ha pasado. Con el tema de las cajas de pesca de arrastre, del langostino, en Chubut, se puso “picante” en algunos momentos, entonces tomé distancia Y me alejé un poco. No me sucedió solo a mí, pasa siempre con temas ambientales que tocan los intereses económicos y políticos tanto en nuestro país como a nivel internacional. Pero ya pasó, estoy bien.
Respeto al mar
“La pasión por el agua es una influencia tanto de mi madre como de mi padre. Mi familia materna es reacuática, pero se habla siempre de mi papá porque competía”. Los Lange siempre vivieron en la zona de San Isidro, allí donde ese río –que la ciudad suele mirar de lejos– es un compañero de vida. “Hubo un momento, con mis viejos separados, donde con mis hermanos vivimos en un barco, fue una experiencia muy buena”.
–¿Siempre te interesó la regata como deporte?
–Como mi viejo se dedicaba a eso, de chico no me interesaba competir. Arranqué a los 18 y lo practiqué durante más de 12 años. Ahí forjé mucho mi vínculo con el agua, pero desde una mirada competitiva.
–¿Le tenés miedo a algo?
–Claro, a muchas cosas.
–Sin embargo, nada te detiene.
–Pero tengo mis miedos.
–Y un temple especial...
–No sé, lo estoy descubriendo. Mucha gente cruzó el Atlántico. Más que miedo, le tengo respeto al agua, por eso es importante rodearse de la gente correcta.
–¿Qué fue lo primero que se cruzó por tu cabeza cuando tocaste tierra?
–Agradecí.
–Ya hubo convivencia en el mar. En tierra, ¿convivís con Juana?
–Yo viajo mucho… ¿tenemos que hablar también sobre eso?
Yago toma su bicicleta. Antes de irse bordeando el río, deja una máxima en el aire: “Necesitamos educación, conocimiento y la acción de todos”

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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