De la realidad virtual al resultado económico
Milei ve el mundo a través de las redes, pero el país le exige soluciones realesLA
Por Sergio Suppo
Diez meses después de asumir, Javier Milei se autopercibe como uno de los dos líderes más importantes del mundo. Es lo que dijo en la última entrevista que dio, menos de una semana atrás.
Celebra en las redes sociales la realización de una serie documental sobre su trayectoria hacia la presidencia con palabras y gestos propios de quien ya consumió toda su carrera política.
Los analistas han recuperado la palabra “hipérbole” para resumir la carga que Milei le pone a cada una de sus manifestaciones. Nada queda en el lugar natural de las cosas después de que el Presidente las sacude con sus expresiones para exaltar y disminuir personas o hechos.
Su ministro de Economía es, según su descripción, el mejor de todos los tiempos. Y la contracción del gasto público que lleva adelante Luis Caputo bajo su dirección para pasar las cuentas públicas del rojo al azul son el mayor ajuste fiscal de la historia de la humanidad.
La platea libertaria, también integrada por millones de votantes que depositaron su confianza en él, celebra como actos de sinceridad los brochazos con los que Milei describe la realidad que cree ver.
No es Milei y su filosa manera de expresarse. Son también gran parte de quienes lo votaron y lo volverían a votar por la necesidad de creer y confiar en alguien que prometió romper la vieja decadencia e inaugurar una nueva era.
Los sondeos más confiables coinciden en observar una lenta caída de la adhesión al oficialismo que, contrastada con el esfuerzo exigido y la recesión establecida para frenar la inflación, son sin embargo una notable muestra de apoyo. En especial si se tiene en cuenta que frente a Milei los opositores aparecen diluidos, fragmentados y dispersos.
¿Será por eso por lo que eligió al periodismo como su blanco, en tanto su estilo conflictivo necesita siempre alguien con quien pelear? Al fin, es la misma teoría con la que Cristina Kirchner enfermó de grietismo al país.
Los estudios de opinión pública señalan algo todavía más importante para el Presidente que la adhesión circunstancial que reúne. Quienes lo apoyan destacan su sinceridad y haber cumplido con sus promesas de que su plan motosierra se aplicaría sin contemplaciones. En pocas palabras: Milei es el mismo excéntrico que les había prometido ser.
Rigen, todavía, los rituales del enamoramiento inicial. Y hasta los elementos más espinosos del personaje son pasados por alto. Por caso, las medidas antiliberales que aplica aquí y allá cada vez que se siente atacado, como la de limitar el acceso a la información pública. O el pacto en marcha con el kirchnerismo para nombrar en la Corte a un candidato de un reconocido desprestigio.
Al núcleo importante de votantes que lo mantiene no parece importarle demasiado. Aplica una lógica de los nuevos tiempos, según la cual los miembros de un determinado grupo unido por alguna afinidad –en este caso su apoyo a Milei– habita en un mundo autoconclusivo e impermeable. Es el fenómeno que explica que Cristina, condenada con pruebas concretas por corrupción y responsable de poner a Alberto Fernández en la presidencia, mantenga un núcleo duro de apoyo que nunca perforó el piso del 20 por ciento de la ciudadanía.
Por diferente que Milei quiera mostrarse y por diferente que sea en verdad, hay una regla inalterable por la cual será juzgado. Al final del camino será valorado o maldecido por los efectos económicos de su presidencia.
Nada nuevo para un país que no crece hace diez años, arrastra varios mandatos presidenciales frustrados y acumula una larga decadencia que impide recordar cuáles fueron los verdaderos buenos tiempos. Si es que alguna vez los hubo.
En la combinación de los deseos de muchos argentinos de un cambio y en la intensa capacidad de Milei para comunicar en blanco y negro, entre los rasgos de la realidad que pretende modificar está encerrada una oportunidad que los hechos todavía no entregan.
Las planillas del ministro Caputo indican que se va cumpliendo la reducción de la inflación y aparecen desde hace dos meses signos de alguna reactivación de la economía.
En parte impulsados por la reaparición de los créditos que los bancos ahora ofrecen a los privados luego de años de prestarle al Estado, los datos de una cierta recuperación tienen como característica la disparidad.
Existe todavía un abismo de desconfianza en el Gobierno originado por quienes se resisten a liberar sus recursos y hacer inversiones en la economía real. La desconfianza en los gobiernos es un yuyo que sobrevive después de tantos fracasos.
Siempre hay una buena excusa para demorar una decisión que puede terminar en una pérdida. Milei promete más de lo que gestiona. Su gobierno no da garantías de continuidad política. La apertura de la economía puede alterar beneficios para inversores acostumbrados al proteccionismo. Así, la lista puede ser infinita.
La cultura empresarial del país que todavía predomina no es diferente al comportamiento de votantes que durante años apostaron por el populismo del encierro y el rechazo a la competencia de una economía abierta.
Milei también debe luchar contra los mismos factores con los que Mauricio Macri perdió más de lo que ganó cuando trató de entusiasmar a los inversores locales.
El tiempo corre hacia fin de año sin que los signos del crecimiento sean realmente visibles para las mayorías que esperan, entre la expectativa de seguir bancando a Milei y la resignación de quienes no lo votaron y nunca confiarán en él.
Las buenas noticias no serán para todos en los tiempos que vendrán, si es que finalmente se producen. Esa distancia entre lo que se dice y lo que se vive se registra cada vez que Milei y sus funcionarios destacan que los salarios le vienen ganando a la inflación en los últimos meses.
En algún momento, la realidad hablará más que el Presidente. Esa será la verdadera prueba del régimen libertario.
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Sin ideas ni líder. ¿Podrá el peronismo dejar otro fracaso atrás?
Golpeado por la magra performance del gobierno de Alberto Fernández y por escándalos varios, el partido de Perón atraviesa una crisis aguda sin visos de recambio dirigencial
Gabriela Origlia
Puede graficarse con un hormiguero pateado. Sufrió una derrota electoral histórica; dejó un país más pobre que el que recibió; siguen apareciendo casos de corrupción que involucran a muchos de sus principales referentes y, además, los escándalos personales del expresidente Alberto Fernández traspasaron largamente el ámbito privado. ¿Podrá sobrevivir el peronismo, tal como lo conocemos, a esta crisis? ¿De qué modo? ¿Bajo qué nuevo rostro? El kirchnerismo cooptó al peronismo –que se encolumnó más o menos gozosamente– hace más de 20 años y por el momento no aparecen liderazgos alternativos al de Cristina Kirchner. Tras cada fracaso, el peronismo reencarnó con cambios en forma más o menos rápida. Esta vez, al menos por ahora, no hay indicios de la dinámica a la que nos tiene acostumbrados.
La expresidenta, con una condena a seis años por corrupción en las espaldas, le disputó el poder (y terminó vaciándolo) a Fernández durante toda la gestión. Estuvo ausente en la campaña electoral y, en los últimos meses, viene realizando reapariciones puntuales. Cuestiona la economía, critica al expresidente –a quien ella entronizó– e interviene en las negociaciones para la designación de Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia. Aunque no es la de antes, al parecer nadie se le anima.

Los analistas consultados coincidieron en que, en este escenario, el peronismo debería avanzar en el principio de la psicología que, simbólicamente, habla de matar a la madre para sobrevivir como individuo. En este caso, sería para renovarse como movimiento político. Además, señalan la dificultad para ubicar ideológicamente al peronismo, que en su interior alberga a conservadores y “progresistas” y ha pasado por todos los colores.
En un peronismo desorientado, la expresidenta sigue siendo, aunque debilitada, un factor de poder. Hoy no hay otra figura que le haga sombra. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, vive en tensión con La Cámpora y esa situación abre dudas sobre su vinculo actual con Cristina Kirchner. Más allá de ese punto, los analistas enfatizan que su “identificación” con el kirchnerismo duro lo deja afuera de cualquier intento de renovación. El propio Kicillof impulsa al riojano Ricardo Quintela para presidir el PJ, hasta hace unas semanas liderado por Fernández.
Por fuera del kirchnerismo, los “otros peronistas” tampoco consolidan una posición. El cordobés Juan Schiaretti hizo una aceptable elección como candidato a presidente, mantiene reuniones y conversaciones, pero no despega. Su objetivo, en un país polarizado, es avanzar en una avenida del medio.
Sin autocrítica
Lucas Romero, director de Synopsis, sostiene que el primer paso que debería dar el peronismo para empezar a reconstruirse sería sancionar a los responsables de la crisis: “La función reparadora de la sanción podría ayudar a reconquistar votantes enojados; hay que ofrecer el castigo a los responsables y eso no existe. El peronismo está en una crisis reputacional y de desprestigio; viene de la peor derrota electoral, desde 2021 no controla el Senado y tiene menos de cien bancas en Diputados”. Romero hace una advertencia: “Hay un alma permanente y un corazón contingente; el alma del peronismo es el sector centroizquierdista y va a estar permanentemente en la oferta electoral; hay un grupo social que adhiere a esos valores”.
El director de Escenarios, Federico Zapata, también separa la “identidad” del peronismo de la “morfología política” que adoptó durante los años del kirchnerismo. Es la “identidad” que, según su mirada, le da el mayor plafón de estabilidad electoral. “No vemos a la identidad desapareciendo; hay una crisis de la superestructura que la organizó”, dice. “El kirchnerismo se volvió endogámico. Tiene muchas dificultades para hablarle a una audiencia externa. Hoy es casi un partido del conurbano y su liderazgo empieza a perder identidad. Ya nadie le cree, y hay una guerra tribal que no proyecta hacia afuera”.
El politólogo Gustavo Marangoni admite que el peronismo ha tenido una capacidad genética para sobrevivir, pero aclara que la forma en que logró sobreponerse en el pasado no tiene por qué repetirse en el futuro. “En las crisis anteriores no había líder; ahora sigue estando Cristina Kirchner. Sigue siendo la voz más potente. Los gobernadores e intendentes juegan la suya. Por adentro no se ve quién podría ser el relevo y, por afuera, los que están no tienen el relieve necesario”.
Respecto de cómo “reparar” lo hecho, está persuadido de que no alcanza con criticar a Alberto Fernández. “Hay que dar un paso más y definirse sobre conceptos centrales como el papel del Estado o las regulaciones. El triunfo de Milei, en parte, pone en cuestión todo eso. No basta con decir que no se está de acuerdo, hay que postular una alternativa. Hay una noción de Estado presente que, en los términos que fue planteado, está agotado. La gente no lo tolera más”.
Enfrentar a Cristina
Carlos Fara, consultor político y presidente de Fara Veggetti, sostiene que la renovación llevará un largo tiempo. “Así será en la medida en que no haya liderazgos alternativos. Otro factor es que el sujeto histórico del peronismo, el obrero industrial sindicalizado, dejó de ser un segmento clave de la sociedad. Eso limita su poder de representación. Además, el peronismo siempre apareció como el ‘bombero’ para resolver crisis, pero la presidencia de Alberto Fernández no logró responder a las demandas y se va del poder con una situación peor y eso lo desgasta en el imaginario”.
A criterio del analista, el peronismo “ha perdido rebeldía”. Señala que en otras oportunidades, cuando un liderazgo se estancaba surgía un sector que forzaba cierta renovación. “Hoy los que podían surgir perdieron y el peronismo se quedó si reservas. La liga de gobernadores es más chica y los que están no tienen mucha posibilidad de proyección. Y Kicillof nunca construyó un espacio propio, no es una buena figura para renovar”.
El factor Milei
El analista Sergio Berensztein dice que la suerte del peronismo hoy depende más de cómo le vaya a Milei que de sí mismo, pues nunca tuvo que repensarse con un gobierno con apoyo popular.
“A Cristina Kirchner, sin recursos, le será difícil contener a determinados referentes –afirma–. Pero es pragmática: defendió la transparencia en 2000 y trabajó con Lilita [Carrió], ahora se enfrenta con Victoria Villarruel porque la ve como una líder competitiva y con peronistas que le ofrecen apoyo por sus rasgos de nacionalismo clásico. El mayor problema de Cristina es que se quedó sin política económica, sin alternativa a su propio modelo de Estado, y entonces se le diluye el progresismo. Porque uno ve su recorrido y fue un fracaso”.

Romero señala que en el peronismo los reemplazos de liderazgo siempre se dieron por resultado electoral. Antonio Cafiero, recuerda, lideró la renovación tras la derrota de Herminio Iglesias y después perdió con Carlos Menem. “En 2001, cuando no había una figura dominante, Eduardo Duhalde asumió por la vía del acuerdo, sin que el problema se resolviera hasta que Néstor Kirchner ganó las elecciones. Desde entonces nadie le ganó a los Kirchner una interna y el liderazgo lo sigue teniendo Cristina. Para que haya una renovación alguien debería animarse en la interna; si eso no sucede, seguirá liderando”.
Zapata coincide: “Sin un liderazgo en contra de Cristina Kirchner nadie podrá proyectar poder. Si el peronismo sigue haciendo lo mismo, se mantendrá en este declive, es decir, con la centralidad en bajada del kirchnerismo. Lo más difícil es crear algo nuevo. Sacando el caso de Córdoba, los que hay son actores de núcleos muy chicos para una disputa frontal. La incógnita es quién ejerce el liderazgo, quién aporta los recursos simbólicos y materiales”.
Escenario convulsionado
Los sondeos de opinión pública muestran que Milei mantiene una posición de dominio del escenario político, que sigue mostrándose muy fragmentado. Incluso el propio Presidente tiene dificultades para ordenar su sector. En la oposición no aparecen liderazgos claros, lo que ha hecho que en las últimas semanas vuelvan a cobrar fuerza las figuras de Mauricio Macri y Cristina Kirchner. Pero ninguno de los dos tiene el control sobre todos los gobernadores, intendentes y legisladores de sus partidos.
Los consultores dicen que todavía es muy pronto para proyectar el comportamiento del votante de la base de la pirámide en las legislativas del año que viene. Es el segmento en el que, históricamente, el peronismo se movió con más comodidad, donde aprovecha su territorialidad y sus dirigentes tienen reflejos para actuar. Además, señalan, hay una diferencia entre una presidencial y una legislativa o un comicio a gobernador, como el que afrontará Santiago del Estero.
Todos los consultados por este diario parten de la base de que hay votantes de centroizquierda que deberán buscar opciones. A partir de esa premisa, Fara destaca los conflictos que hay en el propio peronismo: “Kicillof versus La Cámpora; Cristina que pide una renovación generacional y a la vez la cuestiona. Todo eso complica. Schiaretti tuvo un desempeño interesante en la elección presidencial, pero la transferencia debería producirse de Unión por la Patria hacia afuera”.

Berensztein sostiene que el riesgo que parece ver Cristina Kirchner es que le aparezca una amenaza por el peronismo del centro del país. Sobre esa posibilidad, señala: “El timing no es ahora; el enojo de la gente con el sistema lo llevó a Milei a la presidencia. Es difícil que ahora cuaje el modelo del consenso. En la medida que predomine Milei, ella capitaliza la polarización”.
“Es una discusión de fondo”, dice Berensztein. “Entre la Argentina no peronista que intenta liderar Milei y la de cultura peronista que puede seguir hegemonizando Cristina Kirchner hay un electorado pendular que no quiere reincidir con el kirchnerismo, que ya no cree en el que volverán ‘mejores’. Hay una crisis profunda en el peronismo y no se ve un espacio interno de reconfiguración. Solo hay voces sueltas”.
Zapata reitera que el kirchnerismo todavía mantiene apoyo en el progresismo. “Pero allí hay poco espacio –afirma–. Milei le está comiendo la sociología a todos, incluso a Pro y la UCR. Pensar la construcción de la política desde el progresismo no va; hay que dar una discusión desde lo económico productivo y desde lo institucional, que es donde Milei flaquea”.
Romero, sin embargo, señala que la alternativa ideológica a Milei para 2027 debería venir de la centroizquierda. “Pero quizá no es un peronista –dice–. Puede ser un candidato complementario que podría ir de Martín Lousteau a Martín Llaryora. Alguien capaz de nuclear un espacio más grande. Si Milei se consolida y la pelea es ‘mileísmo versus antimileísmo’, será otra cosa. Habrá polarización de nuevo. Pero si ese esquema deja de ser el preponderante, podría haber una construcción distinta, más de centro”.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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