martes, 24 de septiembre de 2024

LECTURA..."Dos relatos indefendibles"..Y "El camello"






El sugestivo encanto de los escritores excéntricos
La lista de autores de difícil clasificación es amplia a lo largo de la historia; a ese curioso catálogo se suma Lord Berners, dandy inglés que se dedicó a disfrutar de la fortuna heredada y a escribir relatos insólitos
José María Brindisi
Quizá porque a pesar de la marea informativa que recibimos a diario la tarea del escritor pareciera conservar aún ciertas dosis de charme y de cripticismo, para la mayoría de la gente ese oficio lleva adosado un baño o al menos un tamiz de excentricidad que en rigor pocas veces se corresponde con lo real. De más está decir que, por lo general, las vidas de los autores son mucho más rutinarias y previsibles, mucho menos románticas que esa idealización algo ingenua de la cual suelen ser objeto.
"Lord Berners es uno de esos raros emblemáticos, de esos que edifican su singularidad en la sumatoria de los caprichos diarios"
Y aun así existe una larga lista o entramado de escritores cuya excentricidad se ha manifestado de muy diversas formas, o incluso se ha mantenido latente, oculta, volviéndose su contracara o la trama secreta de su escritura. Desde el renegado Henry Green, que huyó de Oxford y terminó como bombero en la Segunda Guerra Mundial y luego se cansó de reírse de los de su clase, hasta la oscuridad omnipresente y siempre a punto de estallar de Clarice Lispector, por debajo de su elegancia y la apariencia de una vida privilegiada; de la perturbación cotidiana de Virginia Woolf al aura del que siempre supo rodearse Macedonio Fernández, su extraña manera de cultivar la compañía y la soledad con idéntica eficacia. En ocasiones, esa excentricidad se torna mucho más cristalina y los empuja a otros mundos: Lafcadio Hearn, que transmutó a la orientalidad, o Victor Segalen, que fue testigo de la caída de un imperio pero se decepcionó de que Pekín no ardiera. Aunque tal vez otros hayan ido más lejos: Thomas de Quincey en su lucha con el opio; Aleister Crowley, en su romance con el demonio.
Lord Berners, de quien solo teníamos noticia por una novela publicada quince años atrás (El camello), reaparece ahora en castellano gracias al sello rosarino Serapis y su rescate de un par de historias reunidas bajo el título Dos relatos indefendibles. Nacido como Gerald Hugh Tyrwhitt-Wilson, Berners (1883-1950) es uno de esos raros emblemáticos, de esos que edifican su singularidad en la sumatoria de los caprichos diarios, a la vez que otro ejemplo cabal de por qué la novela ha sufrido históricamente la imputación de ser el género burgués por excelencia. El pretendido axioma de “vivir para contar” no funciona en modo alguno como verdad absoluta, pero vidas como la de Berners sirven para aceptar el juego y doblarle el desafío a la imaginación.
Lord Berners, retratado por Rex Whistler en 1929
Tyrwhitt-Wilson heredó su título a los treinta y cinco años, convirtiéndose así en el decimocuarto Barón Berners. Prácticamente había sido criado por sus abuelas, y en especial por un ama de llaves que alimentó en él un a veces riesgoso gusto por la fantasía. Fue un estudiante mediocre, que intentó y falló en el todavía más resbaladizo mundo de la diplomacia, y al momento de recibir su inesperada herencia se dedicó con ahínco a disfrutarla.
"Además de escritor, Berners fue un músico bastante reconocido y un pintor de cierto talento"
Entre las posesiones que recibió de su tío estaba una mansión en Oxfordshire que funcionaba como casa de campo, y que durante más de una década albergaría a la crème de la crème de la intelectualidad y el ambiente artístico inglés. Con ella se familiarizaron, entre muchos otros, Aldous Huxley, Salvador Dalí, Igor Stravinsky y Cecil Beaton. Sus fiestas temáticas eran célebres: entre las peculiaridades que se recuerdan podrían nombrarse las palomas teñidas (al parecer con pintura inofensiva) o los menús monocromáticos; los carteles dirigidos a los perros, o una torre absurda que se disculpaba de antemano por eventuales aspiraciones suicidas. Berners fue además un músico bastante reconocido (el mismo Stravinsky lo emparentó con Erik Satie, lo que a este último no hizo más que disgustarlo), así como también un pintor de cierto talento.
Los dos textos incluidos en este volumen están separados originalmente por un cuarto de siglo –han optado aquí por invertir la cronología–, y su parentesco es notorio. Ambos retratan la alta sociedad británica, y lo hacen con algo de ese patrimonio inglés que es la ironía; ambos se desarrollan mayormente en enormes casas de campo, que desde luego remedan el hogar del propio Berners; ambos hacen uso de las excentricidades que le dieron fama a su autor. Pero acaso el rasgo más significativo resulte del hecho de que las dos historias cierran en la inminencia de una gran guerra. La novela corta “Percy Wallingford”, de 1914, parece narrar no solo el fin de quien es un faro para el narrador-protagonista, el modelo inalcanzable en quien ha inspirado su vida, sino asimismo el de una época: la Belle èpoque, podríamos precisar, aquella Europa que todavía permitía soñar y que fuese tempranamente retratada y añorada por Stefan Zweig en su magnífica autobiografía (El mundo de ayer). Por su parte, la ligereza de “El señor Pidger” (1939) no oculta el tinte melancólico del último tramo, en el que tras las preocupaciones concretas y pueriles de sus personajes se escucha el rumor del derrumbe inminente y de la tragedia colectiva.
En ambos relatos, de mucho más que una mera raíz autobiográfica, Berners sabe burlarse de sí mismo y de los de su especie. Es cierto que los argumentos adolecen de algunas flaquezas o facilismos (un perro que se pretende pasar de incógnito durante varios días; la arbitraria aparición de un mal), pero también lo es que la narración, sin ser extraordinaria, nunca cede su natural encanto. Quizá no haya mejor modo de definirlo: una suerte de encantamiento, propiciado en parte por el misterio de unas criaturas que al fin y al cabo siempre resultan bellamente inasibles. Una literatura posible, en una época en la que todavía no sabíamos todo acerca de todos y cada cual podía elegir o no lucir sus excentricidades.


Dos relatos indefendibles

Por Lord Beners

Serapis. Trad.: Agustín González

104 páginas, $ 17.000




El camello

Por Lord Berners

La Bestia Equilátera

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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