El sadismo y la mortificación como política de Estado
milei. El Presidente hace burlas pueriles con los apellidos; aprovechando su posición de poder, ridiculiza a opositores, llama “ratas” y “degenerados” a los legisladores, naturaliza el acoso a los periodistas
Marcelo Gioffré 
El primer cuento que escribió Osvaldo Lamborghini fue “El niño proletario”. Lo hizo durante la dictadura de Onganía, circuló entre amigos en copias caseras y se publicó recién en 1973, cuando ya había menguado la censura. En la morfología de ese relato hay una demarcación: la clase media (representada por tres amigos), de un lado, y un niño proletario (cuyo apellido, Stroppani, la maestra deforma con malicia: lo apoda Estropeado), del otro. El padre del chico, borracho y siempre al borde de la desocupación, lo manda a trabajar de canillita; la madre ejerce la prostitución a cambio de un modesto servicio financiero: que los comerciantes le vendan al fiado.
Un día lo ven llegar, lo interceptan, le incendian los diarios que lleva debajo del brazo y le sacan las monedas que había recaudado. Lo tiran a una zanja y le tajean la cara. Luego le arrancan el pantalón, lo violan y lo torturan, mientras el niño se hunde en el barro.
No es una venganza por algo específico; por el contrario, es un placer seco, abstracto. No es que el niño proletario fuera pobre por haber tomado malas decisiones, por ser haragán, ni siquiera por ser poco inteligente; no: lo era por haber tenido la mala suerte de nacer en las capas más bajas de la sociedad. La política es el eje de toda la reflexión lamborghiniana. Por eso, es probable que la pelea desigual del cuento simbolice la lucha de clases, adjudicando la barbarie a la burguesía. Aun cuando me siento en las antípodas de esa postura anticapitalista, tal como ha señalado en una entrevista en este diario el crítico cultural Carlos Gamerro, la nueva derecha empieza a brindar excelentes materiales para entender la tradición de sadismo que destila este relato.
Javier Milei limó las jubilaciones al aumentarlas por debajo de la inflación y, luego, vetó la movilidad que concedió el Congreso. También desfinanció la cobertura médica del PAMI. Podrían entenderse las decisiones desde el punto de vista de las cuentas públicas. Se comprende, además, que el desequilibrio fue provocado por el kirchnerismo, al incorporar beneficiarios sin aportes. Lo que parece completamente innecesario es que el Presidente se saque una foto –con campera de cuero– cuando firma el veto y, peor aún, que la difunda, como si esgrimiera un trofeo, como si hubiera un regodeo perverso parecido al del trío de niños burgueses.
En declaraciones recientes Milei sostuvo que “las jubilaciones volaron”, para lo cual las calculó al dólar blue, como si los bienes que necesitaran los ancianos –fideos, remedios o cuidadores– no se midieran en moneda local. No les doy nada y además los verdugueo. Son “casta”. No fue suficiente escarnio: los impiadosos heraldos digitales, que ya durante la campaña habían acuñado el insulto “viejos meados”, se ensañaron con los jubilados que fueron a protestar, infligiéndoles comentarios escatológicos y manifestando su emoción cuando los reprimían con gas pimienta. Más aún: un filósofo de palacio le atribuyó carácter punitorio al veto: ¿no se trataba, al fin y al cabo, de la generación que durante años había votado mal? Es decir que desplazó el eje de la argumentación: ya no era la restricción presupuestaria sino un escarmiento. La coronación no fue el asado de Olivos en sí, con los “87 héroes”, sino las infinitas coartadas para evitar la palabra celebración. Es sabido: las explicaciones son como pasar un resaltador.
Casi todos estábamos de acuerdo en que el kirchnerismo sumó empleados públicos innecesarios y que se debían depurar esos planteles desbordados. En más de un caso se había detectado que no iban nunca a trabajar, que le hacían fichar a un compañero y hasta que vivían en otra ciudad. Pero los despidos se produjeron bajo criterios opacos y en el peor momento. Podría alegarse que era urgente; pues bien, admitamos por vía de hipótesis esa perentoriedad. Empleados con veinte y treinta años de antigüedad recibieron la noticia mediante un correo electrónico el miércoles anterior a Semana Santa a las ocho de la noche. Echados como perros. No medió el llamado del jefe, tampoco una explicación, ni siquiera hubo un telegrama. Solo un frío e-mail: son muy eficientes en la tarea de añadir mortificaciones.
Hace unos meses decidieron renombrar el Salón de las Mujeres de la Casa de Gobierno, que pasó a llamarse Salón de los Próceres. Podría debatirse si fue un grupo históricamente marginado, si corresponde o no la discriminación positiva cifrada en cupos y nombres, pero eligieron para anunciar ese cambio el 8 de marzo, la fecha en que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Pasión por la provocación.
Igual que la maestra de Lamborghini, Milei hace burlas pueriles con los apellidos. Aprovechándose de su posición de poder, remeda a opositores, ridiculizándolos. Llama “ratas” y “degenerados” a los legisladores. Naturaliza el acoso a los periodistas, a los que tilda de “ensobrados”, “esbirros” y “cómplices”, lo que es grave porque hoy el modelo autoritario no apela a la censura directa, sino a sembrar desconfianza en la opinión pública sobre la prensa libre, como primer paso de un programa para suplantarla por ámbitos paródicos, exentos de un control riguroso. En esta peripecia se inscribe la frase repetida ad nauseam por los barrabravas libertarios para invertir el sentido de las alarmas: “Es exactamente lo que voté”.
La crueldad y la exageración podrían descansar en la idea de mostrar que no les tiembla el pulso, que postulan un capitalismo desenfadado, brutal, sin complejos de inferioridad ni culpas. Para no ser víctima, según esta dramática interpretación, el Gobierno estaría obligado a ser verdugo. Así como el peronismo fue eficaz en lavar el cerebro de la gente haciéndole creer que tenía derecho a ser mantenida por el Estado, el nuevo abecedario populista muta el ángulo de cacería: la nueva demagogia consiste en exhibir rasgos de matonismo que excitan el morbo de los seguidores.
No por nada el sadismo como política de Estado empalma con esa ideología que expande las fronteras de lo mercantil al cuerpo (es posible vender un órgano), a la vida (es posible vender un hijo) y a la cultura (si no es rentable no sirve): la deshumanización. Empalma además con la desproporción: todos estos rasgos de insensibilidad, de desconexión con el ser humano concreto, se presentan en quien declara sin sonrojarse que es “un gigante”, uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra. Un líder mesiánico que desde una periferia casi ilegible se imagina como el gran salvador planetario, concepto desaforado que estaba ya en la obra de una filósofa de las cátedras nacionales, Amelia Podetti, quien llegó a postular que la idea de mundo nació con el descubrimiento de América: solo desde los márgenes, según su tesis disparatada, se puede ver bien la realidad. Difícilmente Milei haya escuchado hablar de esta filósofa, pero la súbita coincidencia de cosmovisiones con aquella derecha peronista que mezclaba promiscuamente política y religión es una epifanía sospechosa.
Hay una suerte de autoritarismo chambón inscripto, como una marca de agua, en la persistente hipérbole, en la normalización de la injuria, en el deliberado sadismo. En el centro de esa estrategia asoma una nueva inquisición, por ahora en expectativa. El lenguaje y la gestualidad, siempre anticipatorios, preparan la acción. Preparan también una violencia inversa y otra versión de país partido.
Casi todos estábamos de acuerdo en que el kirchnerismo sumó empleados públicos innecesarios y que se debían depurar esos planteles desbordados
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La eternización de Chiqui Tapia
Pese a que no fueron aventadas las sospechas de negociados, la AFA seguiría siendo conducida hasta 2028 por su actual presidente Fundado por Bartolomé Mitre el 4 de enero de 1870 Número 1, Año 1 “la nacion será una tribuna de doctrina” Director: Fernán
Aquel viejo refrán según el cual quien se fue a Sevilla perdió su silla no podría aplicarse bajo ningún concepto a Claudio “Chiqui” Tapia, porque parece ser que, una vez que llega a un lugar, al presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no hay forma de alejarlo de su asiento pese a las sospechas acerca de su turbia gestión.
Prueba de esto es que impulsó un adelantamiento de la fecha de elecciones de autoridades de la AFA y el 17 de octubre, en una asamblea general de la entidad, se lo proclamará para que inicie su tercer mandato al frente del fútbol argentino hasta 2028, por lo que cumpliría más de una década en ese cargo.
Eso no sería todo, ya que Tapia también está a punto de cumplir diez años como vicepresidente de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), al tiempo que se debe recordar que previamente fue por 16 años presidente del club Barracas Central, que llegó a la primera división del fútbol local en 2022 y juega como local en su modesto estadio pese a tener capacidad para solo 4400 espectadores. La cancha, como no podía ser de otra manera, lleva el nombre de Claudio “Chiqui” Tapia.
El nuevo comité ejecutivo de la AFA, que asumiría en marzo próximo, expone con total evidencia los intereses, premios y castigos que se aplican en la máxima institución del fútbol nacional. Por un lado, incorpora como vicepresidente primero al titular de Boca Juniors, Juan Román Riquelme, un vocero activo a la hora de oponerse a la habilitación de las sociedades anónimas deportivas (SAD) y, por otro, deja fuera del armado a los presidentes de Estudiantes de La Plata, Juan Sebastián Verón, y de Talleres de Córdoba, Andrés Fassi, por ser fervientes defensores de la posibilidad de que los clubes se transformen en SAD.
Los restantes apellidos que escoltarán a Tapia en su nuevo mandato confirman sus vínculos con el kirchnerismo y con el gobierno bonaerense de Axel Kicillof, dado que uno de los vicepresidentes de la AFA será Carlos Montaña, delegado de Independiente cuyo referente político es Sergio Berni, actual jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad bonaerense. También figura Mariano Cowen, presidente de Gimnasia y Esgrima de La Plata, designado por el propio Kicillof como administrador del hipódromo platense.
Otra gambeta de Tapia parece ser la futura mudanza de la sede de la AFA al complejo ubicado en Ezeiza, lo que le permitirá eludir el control de la Inspección General de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y quedar en la órbita del área judicial de la provincia de Buenos Aires.
Lo cierto es que Tapia aseguró su continuidad al frente de la AFA pocos días después del escándalo surgido a partir de muy polémicos fallos arbitrales en el partido disputado entre Boca Juniors y Talleres de Córdoba por la Copa Argentina y sin que muchas de las sospechas acerca posibles negociados con los partidos de la selección nacional de fútbol se hayan aún esclarecido.
Su llegada al poder de la AFA se produjo en marzo de 2017, con el respaldo de su suegro, el sindicalista Hugo Moyano, y de Daniel Angelici, en ese entonces presidente de Boca Juniors; luego aglutinó el apoyo de clubes del ascenso y de ligas del interior del país, y se fortaleció a partir de los logros conseguidos por la selección mayor.
En otro orden, mientras Tapia se opone públicamente con énfasis a las SAD, fue protagonista del llamado culto a la personalidad y consiguió en la provincia de Santa Fe algo que ni siquiera Lionel Messi obtuvo: que una calle lleve su nombre. Este insólito hecho se concretó en la pequeña localidad de Sargento Cabral, que tiene poco más de mil habitantes y se encuentra a 78 kilómetros de la ciudad de Rosario. Según se informó desde la AFA, la calle fue rebautizada en “reconocimiento a la labor del dirigente junto al seleccionado argentino”.
Más allá de la cuestionable eternización de Tapia en el poder, la discusión por la habilitación de las SAD o las calles rebautizadas, lo imprescindible para el fútbol argentino es recuperar la transparencia en los arbitrajes, mejorar la estructura de los torneos, desterrar la improvisación y la manipulación arbitraria de las decisiones. Conociendo a algunas de las personas que estarán sentadas en el consejo directivo de la AFA hasta 2028, cuesta mucho ser optimistas.
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La Argentina furtiva
La caza y la captura de animales silvestres son prácticas tan triste como ampliamente instaladas en nuestra geografía. En las últimas semanas, hemos asistido a un desfile de indignantes noticias que no dejan de sorprender. Desde un yaguareté ultimado en la provincia de Formosa y centenares de patos muertos en la provincia de Santa Fe hasta ñandúes en una reserva nacional en Córdoba o tucanes en la provincia de Misiones, por citar solo algunos ejemplos.
Si bien los objetivos y la magnitud difieren en cada caso, la ilegalidad los vincula y muestra cómo la naturaleza es diezmada directamente a manos de irresponsables cazadores de animales silvestres. Incursiones en campos y propiedades ajenas, cuatrerismo, saqueos e intimidaciones se suman a la autorización expresa de productores agropecuarios para erradicar especies que se consideran plaga para las siembras en varias provincias.
Particular repercusión tuvo la cacería “recreativa” de patos en la localidad santafesina de San Javier, por la masacre de cientos de animales a manos de visitantes extranjeros. Amén de las cuestiones éticas que pueden esgrimirse, el amparo legal de la actividad justamente implica el cumplimiento estricto de la normativa, tal como ocurre en los países de donde precisamente provienen los cazadores. Especies permitidas, cantidades autorizadas y temporadas habilitadas se presentan como una trilogía ineludible para los amantes de la caza y quienes les prestan servicios. La habilitación de los establecimientos y las licencias de los cazadores también deben ser observadas.
Pero aun respetando todas las premisas es clave estar al tanto del estado poblacional de las especies autorizadas, porque habitualmente prima el desconocimiento y los cupos anuales por especie se establecen a ciegas o en función de pálpitos de escritorio. En las fotos que fueron publicadas por diferentes canales, se exhibían tanto especies cuya caza no está autorizada como algunas para las cuales no debiera estarlo, porque en otras latitudes están en riesgo de extinción.
Otro aspecto no menos importante es el que involucra las técnicas y artes de caza. Habitualmente los cazadores y sus guías utilizan municiones de plomo, potente fuente de contamide nación ambiental con probado efecto residual en el medio, especialmente en ambientes acuáticos. Esta situación afecta tanto las cadenas tróficas animales como a los seres humanos que ingieren las presas obtenidas. Hay en el mercado opciones de municiones menos dañinas, como acero, zinc y cobre, cuyo uso exclusivo debería exigirse a cazadores.
Si bien tanto en este como en los otros casos mencionados las autoridades tuvieron una actuación rápida y valorable, para supervisar la actividad cinegética en general es imperioso un mayor control oficial promoviendo mayor número y fortalecimiento de guardaparques, guardafaunas honorarios y policías ambientales. Promover el monitoreo ciudadano que facilite las denuncias y alertas tempranas ante estas situaciones es clave. Y en la caza de patos y palomas urge profundizar los estudios poblacionales para que las políticas públicas vayan en sintonía con la realidad del territorio, porque la caza de animales silvestres tiene pasivos ambientales que están atentando seriamente contra el futuro de nuestra biodiversidad.
El primer cuento que escribió Osvaldo Lamborghini fue “El niño proletario”. Lo hizo durante la dictadura de Onganía, circuló entre amigos en copias caseras y se publicó recién en 1973, cuando ya había menguado la censura. En la morfología de ese relato hay una demarcación: la clase media (representada por tres amigos), de un lado, y un niño proletario (cuyo apellido, Stroppani, la maestra deforma con malicia: lo apoda Estropeado), del otro. El padre del chico, borracho y siempre al borde de la desocupación, lo manda a trabajar de canillita; la madre ejerce la prostitución a cambio de un modesto servicio financiero: que los comerciantes le vendan al fiado.
Un día lo ven llegar, lo interceptan, le incendian los diarios que lleva debajo del brazo y le sacan las monedas que había recaudado. Lo tiran a una zanja y le tajean la cara. Luego le arrancan el pantalón, lo violan y lo torturan, mientras el niño se hunde en el barro.
No es una venganza por algo específico; por el contrario, es un placer seco, abstracto. No es que el niño proletario fuera pobre por haber tomado malas decisiones, por ser haragán, ni siquiera por ser poco inteligente; no: lo era por haber tenido la mala suerte de nacer en las capas más bajas de la sociedad. La política es el eje de toda la reflexión lamborghiniana. Por eso, es probable que la pelea desigual del cuento simbolice la lucha de clases, adjudicando la barbarie a la burguesía. Aun cuando me siento en las antípodas de esa postura anticapitalista, tal como ha señalado en una entrevista en este diario el crítico cultural Carlos Gamerro, la nueva derecha empieza a brindar excelentes materiales para entender la tradición de sadismo que destila este relato.
Javier Milei limó las jubilaciones al aumentarlas por debajo de la inflación y, luego, vetó la movilidad que concedió el Congreso. También desfinanció la cobertura médica del PAMI. Podrían entenderse las decisiones desde el punto de vista de las cuentas públicas. Se comprende, además, que el desequilibrio fue provocado por el kirchnerismo, al incorporar beneficiarios sin aportes. Lo que parece completamente innecesario es que el Presidente se saque una foto –con campera de cuero– cuando firma el veto y, peor aún, que la difunda, como si esgrimiera un trofeo, como si hubiera un regodeo perverso parecido al del trío de niños burgueses.
En declaraciones recientes Milei sostuvo que “las jubilaciones volaron”, para lo cual las calculó al dólar blue, como si los bienes que necesitaran los ancianos –fideos, remedios o cuidadores– no se midieran en moneda local. No les doy nada y además los verdugueo. Son “casta”. No fue suficiente escarnio: los impiadosos heraldos digitales, que ya durante la campaña habían acuñado el insulto “viejos meados”, se ensañaron con los jubilados que fueron a protestar, infligiéndoles comentarios escatológicos y manifestando su emoción cuando los reprimían con gas pimienta. Más aún: un filósofo de palacio le atribuyó carácter punitorio al veto: ¿no se trataba, al fin y al cabo, de la generación que durante años había votado mal? Es decir que desplazó el eje de la argumentación: ya no era la restricción presupuestaria sino un escarmiento. La coronación no fue el asado de Olivos en sí, con los “87 héroes”, sino las infinitas coartadas para evitar la palabra celebración. Es sabido: las explicaciones son como pasar un resaltador.
Casi todos estábamos de acuerdo en que el kirchnerismo sumó empleados públicos innecesarios y que se debían depurar esos planteles desbordados. En más de un caso se había detectado que no iban nunca a trabajar, que le hacían fichar a un compañero y hasta que vivían en otra ciudad. Pero los despidos se produjeron bajo criterios opacos y en el peor momento. Podría alegarse que era urgente; pues bien, admitamos por vía de hipótesis esa perentoriedad. Empleados con veinte y treinta años de antigüedad recibieron la noticia mediante un correo electrónico el miércoles anterior a Semana Santa a las ocho de la noche. Echados como perros. No medió el llamado del jefe, tampoco una explicación, ni siquiera hubo un telegrama. Solo un frío e-mail: son muy eficientes en la tarea de añadir mortificaciones.
Hace unos meses decidieron renombrar el Salón de las Mujeres de la Casa de Gobierno, que pasó a llamarse Salón de los Próceres. Podría debatirse si fue un grupo históricamente marginado, si corresponde o no la discriminación positiva cifrada en cupos y nombres, pero eligieron para anunciar ese cambio el 8 de marzo, la fecha en que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Pasión por la provocación.
Igual que la maestra de Lamborghini, Milei hace burlas pueriles con los apellidos. Aprovechándose de su posición de poder, remeda a opositores, ridiculizándolos. Llama “ratas” y “degenerados” a los legisladores. Naturaliza el acoso a los periodistas, a los que tilda de “ensobrados”, “esbirros” y “cómplices”, lo que es grave porque hoy el modelo autoritario no apela a la censura directa, sino a sembrar desconfianza en la opinión pública sobre la prensa libre, como primer paso de un programa para suplantarla por ámbitos paródicos, exentos de un control riguroso. En esta peripecia se inscribe la frase repetida ad nauseam por los barrabravas libertarios para invertir el sentido de las alarmas: “Es exactamente lo que voté”.
La crueldad y la exageración podrían descansar en la idea de mostrar que no les tiembla el pulso, que postulan un capitalismo desenfadado, brutal, sin complejos de inferioridad ni culpas. Para no ser víctima, según esta dramática interpretación, el Gobierno estaría obligado a ser verdugo. Así como el peronismo fue eficaz en lavar el cerebro de la gente haciéndole creer que tenía derecho a ser mantenida por el Estado, el nuevo abecedario populista muta el ángulo de cacería: la nueva demagogia consiste en exhibir rasgos de matonismo que excitan el morbo de los seguidores.
No por nada el sadismo como política de Estado empalma con esa ideología que expande las fronteras de lo mercantil al cuerpo (es posible vender un órgano), a la vida (es posible vender un hijo) y a la cultura (si no es rentable no sirve): la deshumanización. Empalma además con la desproporción: todos estos rasgos de insensibilidad, de desconexión con el ser humano concreto, se presentan en quien declara sin sonrojarse que es “un gigante”, uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra. Un líder mesiánico que desde una periferia casi ilegible se imagina como el gran salvador planetario, concepto desaforado que estaba ya en la obra de una filósofa de las cátedras nacionales, Amelia Podetti, quien llegó a postular que la idea de mundo nació con el descubrimiento de América: solo desde los márgenes, según su tesis disparatada, se puede ver bien la realidad. Difícilmente Milei haya escuchado hablar de esta filósofa, pero la súbita coincidencia de cosmovisiones con aquella derecha peronista que mezclaba promiscuamente política y religión es una epifanía sospechosa.
Hay una suerte de autoritarismo chambón inscripto, como una marca de agua, en la persistente hipérbole, en la normalización de la injuria, en el deliberado sadismo. En el centro de esa estrategia asoma una nueva inquisición, por ahora en expectativa. El lenguaje y la gestualidad, siempre anticipatorios, preparan la acción. Preparan también una violencia inversa y otra versión de país partido.
Casi todos estábamos de acuerdo en que el kirchnerismo sumó empleados públicos innecesarios y que se debían depurar esos planteles desbordados
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La eternización de Chiqui Tapia
Pese a que no fueron aventadas las sospechas de negociados, la AFA seguiría siendo conducida hasta 2028 por su actual presidente Fundado por Bartolomé Mitre el 4 de enero de 1870 Número 1, Año 1 “la nacion será una tribuna de doctrina” Director: Fernán
Aquel viejo refrán según el cual quien se fue a Sevilla perdió su silla no podría aplicarse bajo ningún concepto a Claudio “Chiqui” Tapia, porque parece ser que, una vez que llega a un lugar, al presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no hay forma de alejarlo de su asiento pese a las sospechas acerca de su turbia gestión.
Prueba de esto es que impulsó un adelantamiento de la fecha de elecciones de autoridades de la AFA y el 17 de octubre, en una asamblea general de la entidad, se lo proclamará para que inicie su tercer mandato al frente del fútbol argentino hasta 2028, por lo que cumpliría más de una década en ese cargo.
Eso no sería todo, ya que Tapia también está a punto de cumplir diez años como vicepresidente de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), al tiempo que se debe recordar que previamente fue por 16 años presidente del club Barracas Central, que llegó a la primera división del fútbol local en 2022 y juega como local en su modesto estadio pese a tener capacidad para solo 4400 espectadores. La cancha, como no podía ser de otra manera, lleva el nombre de Claudio “Chiqui” Tapia.
El nuevo comité ejecutivo de la AFA, que asumiría en marzo próximo, expone con total evidencia los intereses, premios y castigos que se aplican en la máxima institución del fútbol nacional. Por un lado, incorpora como vicepresidente primero al titular de Boca Juniors, Juan Román Riquelme, un vocero activo a la hora de oponerse a la habilitación de las sociedades anónimas deportivas (SAD) y, por otro, deja fuera del armado a los presidentes de Estudiantes de La Plata, Juan Sebastián Verón, y de Talleres de Córdoba, Andrés Fassi, por ser fervientes defensores de la posibilidad de que los clubes se transformen en SAD.
Los restantes apellidos que escoltarán a Tapia en su nuevo mandato confirman sus vínculos con el kirchnerismo y con el gobierno bonaerense de Axel Kicillof, dado que uno de los vicepresidentes de la AFA será Carlos Montaña, delegado de Independiente cuyo referente político es Sergio Berni, actual jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad bonaerense. También figura Mariano Cowen, presidente de Gimnasia y Esgrima de La Plata, designado por el propio Kicillof como administrador del hipódromo platense.
Otra gambeta de Tapia parece ser la futura mudanza de la sede de la AFA al complejo ubicado en Ezeiza, lo que le permitirá eludir el control de la Inspección General de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y quedar en la órbita del área judicial de la provincia de Buenos Aires.
Lo cierto es que Tapia aseguró su continuidad al frente de la AFA pocos días después del escándalo surgido a partir de muy polémicos fallos arbitrales en el partido disputado entre Boca Juniors y Talleres de Córdoba por la Copa Argentina y sin que muchas de las sospechas acerca posibles negociados con los partidos de la selección nacional de fútbol se hayan aún esclarecido.
Su llegada al poder de la AFA se produjo en marzo de 2017, con el respaldo de su suegro, el sindicalista Hugo Moyano, y de Daniel Angelici, en ese entonces presidente de Boca Juniors; luego aglutinó el apoyo de clubes del ascenso y de ligas del interior del país, y se fortaleció a partir de los logros conseguidos por la selección mayor.
En otro orden, mientras Tapia se opone públicamente con énfasis a las SAD, fue protagonista del llamado culto a la personalidad y consiguió en la provincia de Santa Fe algo que ni siquiera Lionel Messi obtuvo: que una calle lleve su nombre. Este insólito hecho se concretó en la pequeña localidad de Sargento Cabral, que tiene poco más de mil habitantes y se encuentra a 78 kilómetros de la ciudad de Rosario. Según se informó desde la AFA, la calle fue rebautizada en “reconocimiento a la labor del dirigente junto al seleccionado argentino”.
Más allá de la cuestionable eternización de Tapia en el poder, la discusión por la habilitación de las SAD o las calles rebautizadas, lo imprescindible para el fútbol argentino es recuperar la transparencia en los arbitrajes, mejorar la estructura de los torneos, desterrar la improvisación y la manipulación arbitraria de las decisiones. Conociendo a algunas de las personas que estarán sentadas en el consejo directivo de la AFA hasta 2028, cuesta mucho ser optimistas.
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La Argentina furtiva
La caza y la captura de animales silvestres son prácticas tan triste como ampliamente instaladas en nuestra geografía. En las últimas semanas, hemos asistido a un desfile de indignantes noticias que no dejan de sorprender. Desde un yaguareté ultimado en la provincia de Formosa y centenares de patos muertos en la provincia de Santa Fe hasta ñandúes en una reserva nacional en Córdoba o tucanes en la provincia de Misiones, por citar solo algunos ejemplos.
Si bien los objetivos y la magnitud difieren en cada caso, la ilegalidad los vincula y muestra cómo la naturaleza es diezmada directamente a manos de irresponsables cazadores de animales silvestres. Incursiones en campos y propiedades ajenas, cuatrerismo, saqueos e intimidaciones se suman a la autorización expresa de productores agropecuarios para erradicar especies que se consideran plaga para las siembras en varias provincias.
Particular repercusión tuvo la cacería “recreativa” de patos en la localidad santafesina de San Javier, por la masacre de cientos de animales a manos de visitantes extranjeros. Amén de las cuestiones éticas que pueden esgrimirse, el amparo legal de la actividad justamente implica el cumplimiento estricto de la normativa, tal como ocurre en los países de donde precisamente provienen los cazadores. Especies permitidas, cantidades autorizadas y temporadas habilitadas se presentan como una trilogía ineludible para los amantes de la caza y quienes les prestan servicios. La habilitación de los establecimientos y las licencias de los cazadores también deben ser observadas.
Pero aun respetando todas las premisas es clave estar al tanto del estado poblacional de las especies autorizadas, porque habitualmente prima el desconocimiento y los cupos anuales por especie se establecen a ciegas o en función de pálpitos de escritorio. En las fotos que fueron publicadas por diferentes canales, se exhibían tanto especies cuya caza no está autorizada como algunas para las cuales no debiera estarlo, porque en otras latitudes están en riesgo de extinción.
Otro aspecto no menos importante es el que involucra las técnicas y artes de caza. Habitualmente los cazadores y sus guías utilizan municiones de plomo, potente fuente de contamide nación ambiental con probado efecto residual en el medio, especialmente en ambientes acuáticos. Esta situación afecta tanto las cadenas tróficas animales como a los seres humanos que ingieren las presas obtenidas. Hay en el mercado opciones de municiones menos dañinas, como acero, zinc y cobre, cuyo uso exclusivo debería exigirse a cazadores.
Si bien tanto en este como en los otros casos mencionados las autoridades tuvieron una actuación rápida y valorable, para supervisar la actividad cinegética en general es imperioso un mayor control oficial promoviendo mayor número y fortalecimiento de guardaparques, guardafaunas honorarios y policías ambientales. Promover el monitoreo ciudadano que facilite las denuncias y alertas tempranas ante estas situaciones es clave. Y en la caza de patos y palomas urge profundizar los estudios poblacionales para que las políticas públicas vayan en sintonía con la realidad del territorio, porque la caza de animales silvestres tiene pasivos ambientales que están atentando seriamente contra el futuro de nuestra biodiversidad.
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