Los actores polacos engañaron a San Pedro con nombres de asesinos
Los investigadores intentan detectar a la mente siniestra que está detrás de una irregular plataforma de inversiones en criptomonedas que aparece como una estafa piramidal
Gustavo Carabajal
Uno de los actores polacos (a la izquierda) que asumieron el rol de gerentes de Knight Consortium
Hay una mente siniestra detrás de las estafas con plataformas de bitcoins que se burla de las víctimas, de la Justicia y las autoridades argentinas que no fueron capaces de evitar la situación que se perfila como una de las mayores defraudaciones en la historia penal de nuestro país. Esa mente siniestra que planificó la investigada estafa piramidal en por lo menos 16 ciudades de la Argentina no está en nuestro país y maneja los hilos de la organización desde Singapur.
Tampoco están en la Argentina Alí, Wendy o Tiffany, popularmente conocida como “La China”, según el lugar en el que se instalaron las caras visibles de la maniobra y que convocaba a los ahorristas a realizar inversiones en criptomonedas durante una determinada ventana de tiempo.
Ante ese llamado, los vecinos que vendieron una moto, una cosechadora, un automóvil o una casa para colocar el dinero en la plataforma Rainbow Exchange o Knight Consortium, en San Pedro o Peak Capital, en Casilda, dejaban lo que hacían y se volcaban a comprar y vender bitcoins en una aplicación que carecía de un anclaje real.
También abandonaron la Argentina Mauricy Lyczko y Filip Walcerz, los dos actores polacos que el 21 de septiembre pasado se presentaron en un hotel, de Retiro, y se hicieron pasar por Timothy Murphy y Jeremy Jones, supuestos director de Operaciones y director Financiero de Knight Consortium, respectivamente.
Ninguno de los vecinos de San Pedro que concurrieron al show en el que los gerentes de la empresa entregaron premios a los coordinadores que más inversores sumaron al grupo, sabían que Murphy y Jones eran actores polacos y nada tenían que ver con Knight Consortium.
En ese momento ignoraban que el evento formaba parte de la supuesta maniobra para desapoderar a los ahorristas de todo el dinero que aportaran a ambas plataformas.
Peor aún. Ninguno de los ahorristas premiados por los actores sabía que Timothy Murphy y Jeremy Jones, en realidad eran los homónimos que correspondían a dos criminales: el primero fue un mafioso de Chicago, contemporáneo de Al Capone, y el segundo, fue un asesino serial que confesó los homicidios de veinte mujeres y que fue condenado a la pena de muerte en Mobile, Alabama.
La mente siniestra que planificó la defraudación piramidal aplicó una maniobra que le agregó un matiz más perverso a la estafa, en la que, además de quedarse con el dinero de los que menos tienen, los jefes de la organización delictiva recurrieron a un chiste para reírse de las víctimas y de los investigadores. Fue como poner los nombres de Luis “El Gordo” Valor y Carlos Robledo Puch al frente de un show con músicos, bailarines de malambo y champán, con el objetivo de captar ahorristas para inversiones.
Timothy Murphy, también conocido como “Big Tim”, es el homónimo de un mafioso acusado del homicidio de un policía y de participar en la planificación de un millonario robo al tren del correo en la Union Station de Chicago, en agosto de 1920. Formó uno de los sindicatos más violentos de la mafia en la ciudad de Al Capone. Fue asesinado en 1928, supuestamente por excómplices de la banda que había formado diez años antes.
Mientras que Jeremy Jones es el homónimo de un asesino serial condenado a la pena capital por una serie de homicidios que comenzaron el 11 de mayo de 1992 en el estado de Oklahoma y terminaron en agosto de 2004, en Alabama. Todas sus víctimas eran mujeres. Ante la posibilidad de que lo detuvieran por los asesinatos en Oklahoma, Jones cambió su identidad y se mudó a Alabama, donde continuó con sus crímenes. Allí tomó la falsa identidad de John Paul Chapman.
Lisa Marie Nichols, de 45 años, fue la última víctima. El 18 de septiembre de 2004, después del destructor paso del huracán Iván por Alabama, Jeremy visitó a la mujer, aprovechando que se realizaban labores de reconstrucción en Mobile, para violarla, asesinarla y prender fuego al cadáver para borrar las pruebas. Jones, imitador de Ted Bundy, el asesino serial que mató a 36 mujeres entre 1974 y 1978, en los Estados Unidos, fue condenado en 2005 a la pena de muerte por inyección letal.
Más de un siglo después del primer homicidio adjudicado a Timothy Murphy y a veinte años del último de los asesinatos cometidos por Jeremy Jones, a 9000 kilómetros de distancia de las escenas de todos esos crímenes, alguien tomó ambos nombres para darles vida a personajes que habrían formado parte de una estafa piramidal.
Ni Christopher McQuarrie, autor del guión de la película Los sospechosos de siempre, al crear el personaje de Keyser Soze, como el criminal omnipresente al que todos temían pero nadie conocía, imaginó que la realidad podría superar su obra de ficción filmada en 1995 y dirigida por Bryan Singer.
En la historia real, desarrollada en San Pedro, al menos 20.000 de los 70.000 habitantes de la ciudad accedieron a la plataforma, pusieron sus ahorros y sacaron créditos porque los gestores de Knight Consortium los convencieron de que podían ganar hasta 2% de interés diario por sus depósitos en dólares.
Ni Bernard Madoff, condenado a 150 años de prisión por estafar a inversores en US$65.000 millones, se atrevió a tanto. Los beneficios que ofrecía la firma que Madoff operó en Wall Street durante más de treinta años, prometía ganancias de un poco más de 10% anual, en dólares.
A pesar del volumen de dinero que manejaba Madoff nunca llegó a tener una moneda propia. En San Pedro, los inversores de Knight Consortium y Rainbow Exchange crearon una moneda que los usuarios de ambas plataformas usaron para pagar en los comercios. “La China”, tal como se conoció a dicha moneda era aceptada por muchos comerciantes de esa ciudad y se utilizaba como una billetera virtual, según explicó el abogado Adolfo Suárez Erdaire, quien representa a setenta de los denunciantes por la supuesta estafa piramidal.
El mundo de Cositorto
Antes que la mente siniestra que planificó la maniobra que perjudicó a los ahorristas de San Pedro aplicara la billetera virtual que carecía de cualquier tipo de respaldo o garantías, hubo otro acusado que diseñó un sistema de pagos idéntico y ficticio: Leonardo Cositorto, el líder de Generación Zoe.
Según consta en resolución por la que se ordenó que Cositorto sea sometido a juicio oral como presunto “organizador de una asociación ilícita que habría estafado a 127 ahorristas en Goya, Corrientes, con el sistema Ponzi”, el líder de Generación Zoe también les otorgaba a los inversores una billetera virtual.
“Con el fin de llevar adelante las actividades espurias, traducidas en la puesta en marcha de un sistema de recaudación Ponzi, oculto bajo el velo de promoción de cursos de coaching y trading, crearon una aplicación informática propia de nombre BackOffice, que funcionaba como un home banking o billetera virtual”, expresaron los fiscales Juan Carlos Castillo y Guillermo Barry al describir la maniobra adjudicada a Cositorto y a los otros cinco acusados. “Dicha aplicación, con el devenir de los tiempos, fue perfeccionada, desde septiembre de 2021 hasta marzo de 2022, donde la organización lanzó una nueva aplicación, de nombre Sunrise”, sostuvieron los fiscales.
A diferencia del escándalo de Generación Zoe, que tiene una cara visible como Cositorto que en las últimas horas ofreció, a través de su abogado, un resarcimiento económico a los denunciantes, en el caso de los damnificados de San Pedro no existe una figura similar.
“Nos vienen atacando, paralizando, bloqueando, hasta mandando gente armada, una vergüenza la Justicia, el gobierno, el sistema corrupto. Empieza una nueva etapa, me despido desde este teléfono. Ustedes saben porque, no puedo tenerlo más”, dijo Cositorto en marzo de 2022 antes de preparar la fuga, según un audio aportado por el abogado de los damnificados en Goya.
El contenido del mensaje tiene muchas aristas en común en el lenguaje utilizado por “Maxi”, uno de los acusados por las maniobras en San Pedro. “Soy Maxi. Siempre poniendo el pecho por las cinco mil personas que somos en el grupo. El grupo no se va a cerrar. Hablamos con el servicio técnico en Singapur y ahí, dependiendo del horario, dentro de nueve o diez días se podrá retirar el dinero. Esto pasó porque me están difamando en San Pedro. Háganle una denuncia al que está juntando víctimas en San Pedro porque la plata se va a recuperar. Cuando pueda reabrir mi Instagram y mi mail voy a volver, pero todavía no puedo”, expresó el sospechoso, en un mensaje de audio que envió a un grupo de inversores.
Del dinero depositado por los ahorristas en las plataformas Knight Consortium y Rainbow Exchange no hay rastros. Nadie pudo establecer cuál fue el destino de esos fondos. Tampoco dieron señales de vida los distintos directores o consultores que aparecían en la página web de ambas plataformas, con fotos y nombres que parecen creadas con inteligencia artificial y nada tienen de realidad.
Así quedó expuesta Ivonne, una ejecutiva de ventas de la compañía presentada sin apellido, cuya foto fue cuidadosamente editada por esa mente siniestra que mueve los hilos de la estafa, posiblemente desde Singapur o de algún lugar remoto del sudeste asiático, mientras diseña otros falsos directores de empresas para conseguir inversores a los que les pondrá los nombres de famosos criminales condenados.
Ninguno de los ahorristas premiados por los actores polacos sabía que Timothy Murphy y Jeremy Jones en realidad eran los homónimos que correspondían a dos criminales: el primero fue un mafioso en Chicago, contemporáneo de Al Capone, y el segundo fue un asesino serial que confesó los homicidios de 20 mujeres y que fue condenado a muerte
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Los conflictos azotan al mundo: ¿debe acostumbrarse a vivir en guerra permanente?
Algunos analistas lo ven como un fenómeno inevitable por los intereses políticos y económicos, mientras que otros advierten que se puede generar un peligroso vuelco hacia lo desconocido
Hay una mente siniestra detrás de las estafas con plataformas de bitcoins que se burla de las víctimas, de la Justicia y las autoridades argentinas que no fueron capaces de evitar la situación que se perfila como una de las mayores defraudaciones en la historia penal de nuestro país. Esa mente siniestra que planificó la investigada estafa piramidal en por lo menos 16 ciudades de la Argentina no está en nuestro país y maneja los hilos de la organización desde Singapur.
Tampoco están en la Argentina Alí, Wendy o Tiffany, popularmente conocida como “La China”, según el lugar en el que se instalaron las caras visibles de la maniobra y que convocaba a los ahorristas a realizar inversiones en criptomonedas durante una determinada ventana de tiempo.
Ante ese llamado, los vecinos que vendieron una moto, una cosechadora, un automóvil o una casa para colocar el dinero en la plataforma Rainbow Exchange o Knight Consortium, en San Pedro o Peak Capital, en Casilda, dejaban lo que hacían y se volcaban a comprar y vender bitcoins en una aplicación que carecía de un anclaje real.
También abandonaron la Argentina Mauricy Lyczko y Filip Walcerz, los dos actores polacos que el 21 de septiembre pasado se presentaron en un hotel, de Retiro, y se hicieron pasar por Timothy Murphy y Jeremy Jones, supuestos director de Operaciones y director Financiero de Knight Consortium, respectivamente.
Ninguno de los vecinos de San Pedro que concurrieron al show en el que los gerentes de la empresa entregaron premios a los coordinadores que más inversores sumaron al grupo, sabían que Murphy y Jones eran actores polacos y nada tenían que ver con Knight Consortium.
En ese momento ignoraban que el evento formaba parte de la supuesta maniobra para desapoderar a los ahorristas de todo el dinero que aportaran a ambas plataformas.
Peor aún. Ninguno de los ahorristas premiados por los actores sabía que Timothy Murphy y Jeremy Jones, en realidad eran los homónimos que correspondían a dos criminales: el primero fue un mafioso de Chicago, contemporáneo de Al Capone, y el segundo, fue un asesino serial que confesó los homicidios de veinte mujeres y que fue condenado a la pena de muerte en Mobile, Alabama.
La mente siniestra que planificó la defraudación piramidal aplicó una maniobra que le agregó un matiz más perverso a la estafa, en la que, además de quedarse con el dinero de los que menos tienen, los jefes de la organización delictiva recurrieron a un chiste para reírse de las víctimas y de los investigadores. Fue como poner los nombres de Luis “El Gordo” Valor y Carlos Robledo Puch al frente de un show con músicos, bailarines de malambo y champán, con el objetivo de captar ahorristas para inversiones.
Timothy Murphy, también conocido como “Big Tim”, es el homónimo de un mafioso acusado del homicidio de un policía y de participar en la planificación de un millonario robo al tren del correo en la Union Station de Chicago, en agosto de 1920. Formó uno de los sindicatos más violentos de la mafia en la ciudad de Al Capone. Fue asesinado en 1928, supuestamente por excómplices de la banda que había formado diez años antes.
Mientras que Jeremy Jones es el homónimo de un asesino serial condenado a la pena capital por una serie de homicidios que comenzaron el 11 de mayo de 1992 en el estado de Oklahoma y terminaron en agosto de 2004, en Alabama. Todas sus víctimas eran mujeres. Ante la posibilidad de que lo detuvieran por los asesinatos en Oklahoma, Jones cambió su identidad y se mudó a Alabama, donde continuó con sus crímenes. Allí tomó la falsa identidad de John Paul Chapman.
Lisa Marie Nichols, de 45 años, fue la última víctima. El 18 de septiembre de 2004, después del destructor paso del huracán Iván por Alabama, Jeremy visitó a la mujer, aprovechando que se realizaban labores de reconstrucción en Mobile, para violarla, asesinarla y prender fuego al cadáver para borrar las pruebas. Jones, imitador de Ted Bundy, el asesino serial que mató a 36 mujeres entre 1974 y 1978, en los Estados Unidos, fue condenado en 2005 a la pena de muerte por inyección letal.
Más de un siglo después del primer homicidio adjudicado a Timothy Murphy y a veinte años del último de los asesinatos cometidos por Jeremy Jones, a 9000 kilómetros de distancia de las escenas de todos esos crímenes, alguien tomó ambos nombres para darles vida a personajes que habrían formado parte de una estafa piramidal.
Ni Christopher McQuarrie, autor del guión de la película Los sospechosos de siempre, al crear el personaje de Keyser Soze, como el criminal omnipresente al que todos temían pero nadie conocía, imaginó que la realidad podría superar su obra de ficción filmada en 1995 y dirigida por Bryan Singer.
En la historia real, desarrollada en San Pedro, al menos 20.000 de los 70.000 habitantes de la ciudad accedieron a la plataforma, pusieron sus ahorros y sacaron créditos porque los gestores de Knight Consortium los convencieron de que podían ganar hasta 2% de interés diario por sus depósitos en dólares.
Ni Bernard Madoff, condenado a 150 años de prisión por estafar a inversores en US$65.000 millones, se atrevió a tanto. Los beneficios que ofrecía la firma que Madoff operó en Wall Street durante más de treinta años, prometía ganancias de un poco más de 10% anual, en dólares.
A pesar del volumen de dinero que manejaba Madoff nunca llegó a tener una moneda propia. En San Pedro, los inversores de Knight Consortium y Rainbow Exchange crearon una moneda que los usuarios de ambas plataformas usaron para pagar en los comercios. “La China”, tal como se conoció a dicha moneda era aceptada por muchos comerciantes de esa ciudad y se utilizaba como una billetera virtual, según explicó el abogado Adolfo Suárez Erdaire, quien representa a setenta de los denunciantes por la supuesta estafa piramidal.
El mundo de Cositorto
Antes que la mente siniestra que planificó la maniobra que perjudicó a los ahorristas de San Pedro aplicara la billetera virtual que carecía de cualquier tipo de respaldo o garantías, hubo otro acusado que diseñó un sistema de pagos idéntico y ficticio: Leonardo Cositorto, el líder de Generación Zoe.
Según consta en resolución por la que se ordenó que Cositorto sea sometido a juicio oral como presunto “organizador de una asociación ilícita que habría estafado a 127 ahorristas en Goya, Corrientes, con el sistema Ponzi”, el líder de Generación Zoe también les otorgaba a los inversores una billetera virtual.
“Con el fin de llevar adelante las actividades espurias, traducidas en la puesta en marcha de un sistema de recaudación Ponzi, oculto bajo el velo de promoción de cursos de coaching y trading, crearon una aplicación informática propia de nombre BackOffice, que funcionaba como un home banking o billetera virtual”, expresaron los fiscales Juan Carlos Castillo y Guillermo Barry al describir la maniobra adjudicada a Cositorto y a los otros cinco acusados. “Dicha aplicación, con el devenir de los tiempos, fue perfeccionada, desde septiembre de 2021 hasta marzo de 2022, donde la organización lanzó una nueva aplicación, de nombre Sunrise”, sostuvieron los fiscales.
A diferencia del escándalo de Generación Zoe, que tiene una cara visible como Cositorto que en las últimas horas ofreció, a través de su abogado, un resarcimiento económico a los denunciantes, en el caso de los damnificados de San Pedro no existe una figura similar.
“Nos vienen atacando, paralizando, bloqueando, hasta mandando gente armada, una vergüenza la Justicia, el gobierno, el sistema corrupto. Empieza una nueva etapa, me despido desde este teléfono. Ustedes saben porque, no puedo tenerlo más”, dijo Cositorto en marzo de 2022 antes de preparar la fuga, según un audio aportado por el abogado de los damnificados en Goya.
El contenido del mensaje tiene muchas aristas en común en el lenguaje utilizado por “Maxi”, uno de los acusados por las maniobras en San Pedro. “Soy Maxi. Siempre poniendo el pecho por las cinco mil personas que somos en el grupo. El grupo no se va a cerrar. Hablamos con el servicio técnico en Singapur y ahí, dependiendo del horario, dentro de nueve o diez días se podrá retirar el dinero. Esto pasó porque me están difamando en San Pedro. Háganle una denuncia al que está juntando víctimas en San Pedro porque la plata se va a recuperar. Cuando pueda reabrir mi Instagram y mi mail voy a volver, pero todavía no puedo”, expresó el sospechoso, en un mensaje de audio que envió a un grupo de inversores.
Del dinero depositado por los ahorristas en las plataformas Knight Consortium y Rainbow Exchange no hay rastros. Nadie pudo establecer cuál fue el destino de esos fondos. Tampoco dieron señales de vida los distintos directores o consultores que aparecían en la página web de ambas plataformas, con fotos y nombres que parecen creadas con inteligencia artificial y nada tienen de realidad.
Así quedó expuesta Ivonne, una ejecutiva de ventas de la compañía presentada sin apellido, cuya foto fue cuidadosamente editada por esa mente siniestra que mueve los hilos de la estafa, posiblemente desde Singapur o de algún lugar remoto del sudeste asiático, mientras diseña otros falsos directores de empresas para conseguir inversores a los que les pondrá los nombres de famosos criminales condenados.
Ninguno de los ahorristas premiados por los actores polacos sabía que Timothy Murphy y Jeremy Jones en realidad eran los homónimos que correspondían a dos criminales: el primero fue un mafioso en Chicago, contemporáneo de Al Capone, y el segundo fue un asesino serial que confesó los homicidios de 20 mujeres y que fue condenado a muerte
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Los conflictos azotan al mundo: ¿debe acostumbrarse a vivir en guerra permanente?
Algunos analistas lo ven como un fenómeno inevitable por los intereses políticos y económicos, mientras que otros advierten que se puede generar un peligroso vuelco hacia lo desconocido
PARÍS Texto Luisa Corradini Corresponsal en Francia
Israel volvió a atacar ayer los suburbios de Beirut Marwan
Guerra en Ucrania; situación explosiva en Medio Oriente; guerra civil en Siria, conflictos armados en Yemen, Etiopía y Afganistán; estallidos de violencia entre Armenia y Azerbaiyán, crisis permanente entre China y Taiwán; el Líbano al borde de la guerra civil al igual que Sudán; guerra del agua entre Etiopía, Egipto y Sudán; disputas en el mar de China meridional entre China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunéi y Taiwán, crisis en el Sahel entre grupos islamistas y países de la región, sin olvidar el gran enfrentamiento geoestratégico entre Occidente y el mal llamado Sur Global. ¿Acaso el mundo tendrá que acostumbrarse a vivir en guerra permanente?
Pensadores como John Mearsheimer aseguran que la guerra es un fenómeno inevitable, debido a la naturaleza humana y los permanentes conflictos entre intereses políticos o económicos. Otros, como Steven Pinker, estiman que la violencia ha disminuido con el correr del tiempo, gracias al progreso de la civilización y los sistemas internacionales, que favorecen la cooperación.
En todo caso, durante gran parte de la historia de la humanidad, la guerra fue la norma y la paz la excepción, aun cuando los occidentales se hayan mostrado casi siempre ciegos ante esa realidad. En el mejor de los casos, la cultura política occidental considera la guerra como una necesidad puntual, pero lamentable, y, en el peor, como un trágico fracaso perfectamente evitable.
“Las pruebas arqueológicas, antropológicas y todas las pruebas documentales que sobrevivieron, indican que la guerra, el conflicto armado entre grupos políticos organizados, ha sido la norma universal en la historia humana”, escribió en 1988 el historiador Michael Howard en La invención de la paz y el retorno de la guerra.
Pero ¿por qué es tan difícil aceptar que el mundo actual es igual –o tal vez menos violento– que el anterior? ¿Qué justifica esa sensación de que los hombres se dirigen sin solución de continuidad hacia el abismo? Tal vez, porque hoy las nuevas tecnologías permiten mirar la marcha del planeta. Y hacerse una idea medianamente clara de los sistemas de alianzas, los cambios que se avecinan y la cuenta feroz de muertos y destrucción que provocan esos conflictos.
A la luz de la realidad actual, cualquier observador tendría dificultades en aceptar que, si bien el número de conflictos es mayor que en la década de 1990 (50 contra 40), la cantidad de víctimas es inferior a la registrada después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, el año más mortífero para el mundo fue 1950, cuando la guerra de Corea (1950-1953) causó más de 2,5 millones de muertos. Sin olvidar las guerras de Vietnam y del Congo, así como el genocidio ruandés en 1994, con 800.000 muertos en tres meses.
Desde que Rusia lanzó su guerra contra Ucrania en febrero de 2022, institutos especializados estiman que murieron más de 9000 civiles y 500.000 militares, y hay más 8 millones de refugiados en los países europeos. Costo estimado (2023): unos 600.000 millones de dólares para la economía mundial, en infraestructuras destruidas y apoyo militar.
La guerra civil en Siria fue el otro gran conflicto que se cobró miles de vidas en este siglo: más de 600.000 muertos desde 2011, más medio millón de desplazados (2023). Costo estimado: entre 10.000 y 20.000 millones de dólares, sobre todo en ayuda humanitaria y reconstrucciones.
En cuanto al actual conflicto entre Israel, Hamas, Irán y sus proxies –como el movimiento libanés Hezbollah–, el Ministerio de Salud Pública de Gaza estima los muertos en cerca de 42.000, o sea el 2% de la población palestina de la franja, a los cuales hay que sumarles los más de 1200 muertos israelíes. El Banco de Israel calculó que para el país la guerra costará 67.000 millones de dólares entre 2023 y 2025. En tanto, la destrucción de Gaza fue estimada en abril por el Banco Mundial en 18.500 millones de dólares.
El total de decesos de los conflictos antes mencionados se eleva actualmente a más de 2.250.000. Y los costos son, como se vio más arriba, siderales. Para poder comparar, el mundo invierte un billón de dólares en educación primaria, aun cuando estas cifras varían según la región.
Todos estos números son aproximativos y evolucionan a diario con la intensificación de cada conflicto. Pero es cierto que vivimos en un mundo agitado por la violencia.
“La historia de la humanidad es la lucha por el espacio”, afirmaba el geógrafo francés Yves Lacoste. Eso quiere decir “guerra”, a veces permanente. Y hay hombres, como Vladimir Putin, que han decidido hacer de la guerra permanente su estrategia política. El autócrata ruso libra en Ucrania su quinta guerra desde 1999, después de Chechenia, Georgia, Donbass y Siria. Nunca Rusia estuvo realmente amenazada por aquellos a los cuales atacó. Putin solo necesita pretextos: proteger a los “rusoparlantes en peligro”, luchar contra el terrorismo, “desnazificar
Ucrania”… Lo que más teme Putin, en realidad, es la democratización de las ex repúblicas soviéticas y su emancipación de la tutela de un Estado ruso depredador. Todo para asegurar su supervivencia.
“El problema de esa guerra permanente es que acentuó la represión interior y fragilizó a Rusia en el exterior. Lanzando contra Ucrania una guerra fratricida, Putin encerró a los rusos en una confrontación mayor con Europa, Estados Unidos y Japón, que podría empujar a su país al abismo” y cambiar el orden del mundo, asegura la especialista Marie Mendras en su libro Putin: la guerra permanente.
Desenfado
Para otros geopolitólogos, si bien la violencia y el número de enfrentamientos no ha aumentado, la calidad de los mismos y el desenfado de los protagonistas para ignorar el orden institucional establecido después de la Segunda Guerra, han provocado un peligroso vuelco hacia lo desconocido. Pierre Lellouche, exsecretario de Estado francés para Asuntos Europeos, y Gilles Kepel, uno de los mejores especialistas de Medio Oriente, toman cada uno como ejemplo tanto a Putin como al premier israelí, Benjamin Netanyahu. Para el primero, la guerra de Ucrania ha actuado como acelerador de los movimientos telúricos de fondo preexistentes en la relación de fuerza entre naciones.
“Hace 30 años, con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS, todos creímos en el ‘fin de la Historia’, esperando décadas de paz. Hoy entramos en otro mundo, dominado por el retorno de guerras identitarias, el empleo desacomplejado de la violencia y, más fundamentalmente, por el crecimiento de un Sur Global decidido a terminar con la dominación occidental. Para liderarlo: China y Rusia, a quienes la guerra de Ucrania sirvió para concretar su alianza contra Occidente. A estos se agregan Estados particularmente tóxicos como Corea del Norte e Irán, que participan en el esfuerzo de guerra ruso. Yo los llamo ‘los cuatro caballeros del Apocalipsis’, pues todos son nucleares o en vías de serlo”, dice Lellouche.
Para confirmar ese peligroso vuelco del mundo, Lellouche afirma que la guerra de Ucrania “ya ha provocado metástasis” en otros rincones del globo. “Sobre todo en Medio Oriente, donde encontramos los mismos actores iraníes, rusos, estadounidenses o chinos”, asegura.
Mucho más optimista y sin menospreciar el papel que juega la guerra de Ucrania en el ajedrez geopolítico mundial, Gilles Kepel considera que “si Irán es hoy un caballero del Apocalipsis, monta un caballo rengo”.
“Tras medio siglo de observación de Medio Oriente, formulo la hipótesis de que Irán está hoy como la URSS de 1989, entre la derrota del Ejército rojo en Kabul el 15 de febrero y la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre. Irán está debilitado por los ataques terribles de Israel contra Hezbollah, desmoronado por el inédito blietzkrieg informático israelí, mientras que hasta las misteriosas muertes del presidente Ebrahim Raisi, de Ismail Haniyeh, jefe del buró de Hamas, y hasta de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, permiten interrogarse sobre el nivel de complicidad o de fragilidad del aparato de seguridad iraní”, analiza.
Y mientras Pierre Lellouche forma parte de aquellos que creen que es necesario temer una escala da nuclear debido ala ir responsabilidad de esos cuatro “caballeros del Apocalipsis”, Gilles Kepel desecha la posibilidad de una utilización del arma nuclear por parte de Irán.
“Irán carece de vectores y no ha terminado aún el enriquecimiento. No obstante, si tuviera ambas cosas, podría llegar a utilizarlos”, reconoce.
Tanto Lellouche como Kepel se declaran incapaces de hacer un diagnóstico preciso de lo que podría suceder en el futuro inmediato. Ambos coinciden sin embargo en que, como ocurrió en otros periodos de la historia, las cartas han sido redistribuidas en apenas dos años y que el orden del mundo, tal como fue construido en 1945, ha dejado de ser funcional.
Guerra en Ucrania; situación explosiva en Medio Oriente; guerra civil en Siria, conflictos armados en Yemen, Etiopía y Afganistán; estallidos de violencia entre Armenia y Azerbaiyán, crisis permanente entre China y Taiwán; el Líbano al borde de la guerra civil al igual que Sudán; guerra del agua entre Etiopía, Egipto y Sudán; disputas en el mar de China meridional entre China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunéi y Taiwán, crisis en el Sahel entre grupos islamistas y países de la región, sin olvidar el gran enfrentamiento geoestratégico entre Occidente y el mal llamado Sur Global. ¿Acaso el mundo tendrá que acostumbrarse a vivir en guerra permanente?
Pensadores como John Mearsheimer aseguran que la guerra es un fenómeno inevitable, debido a la naturaleza humana y los permanentes conflictos entre intereses políticos o económicos. Otros, como Steven Pinker, estiman que la violencia ha disminuido con el correr del tiempo, gracias al progreso de la civilización y los sistemas internacionales, que favorecen la cooperación.
En todo caso, durante gran parte de la historia de la humanidad, la guerra fue la norma y la paz la excepción, aun cuando los occidentales se hayan mostrado casi siempre ciegos ante esa realidad. En el mejor de los casos, la cultura política occidental considera la guerra como una necesidad puntual, pero lamentable, y, en el peor, como un trágico fracaso perfectamente evitable.
“Las pruebas arqueológicas, antropológicas y todas las pruebas documentales que sobrevivieron, indican que la guerra, el conflicto armado entre grupos políticos organizados, ha sido la norma universal en la historia humana”, escribió en 1988 el historiador Michael Howard en La invención de la paz y el retorno de la guerra.
Pero ¿por qué es tan difícil aceptar que el mundo actual es igual –o tal vez menos violento– que el anterior? ¿Qué justifica esa sensación de que los hombres se dirigen sin solución de continuidad hacia el abismo? Tal vez, porque hoy las nuevas tecnologías permiten mirar la marcha del planeta. Y hacerse una idea medianamente clara de los sistemas de alianzas, los cambios que se avecinan y la cuenta feroz de muertos y destrucción que provocan esos conflictos.
A la luz de la realidad actual, cualquier observador tendría dificultades en aceptar que, si bien el número de conflictos es mayor que en la década de 1990 (50 contra 40), la cantidad de víctimas es inferior a la registrada después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, el año más mortífero para el mundo fue 1950, cuando la guerra de Corea (1950-1953) causó más de 2,5 millones de muertos. Sin olvidar las guerras de Vietnam y del Congo, así como el genocidio ruandés en 1994, con 800.000 muertos en tres meses.
Desde que Rusia lanzó su guerra contra Ucrania en febrero de 2022, institutos especializados estiman que murieron más de 9000 civiles y 500.000 militares, y hay más 8 millones de refugiados en los países europeos. Costo estimado (2023): unos 600.000 millones de dólares para la economía mundial, en infraestructuras destruidas y apoyo militar.
La guerra civil en Siria fue el otro gran conflicto que se cobró miles de vidas en este siglo: más de 600.000 muertos desde 2011, más medio millón de desplazados (2023). Costo estimado: entre 10.000 y 20.000 millones de dólares, sobre todo en ayuda humanitaria y reconstrucciones.
En cuanto al actual conflicto entre Israel, Hamas, Irán y sus proxies –como el movimiento libanés Hezbollah–, el Ministerio de Salud Pública de Gaza estima los muertos en cerca de 42.000, o sea el 2% de la población palestina de la franja, a los cuales hay que sumarles los más de 1200 muertos israelíes. El Banco de Israel calculó que para el país la guerra costará 67.000 millones de dólares entre 2023 y 2025. En tanto, la destrucción de Gaza fue estimada en abril por el Banco Mundial en 18.500 millones de dólares.
El total de decesos de los conflictos antes mencionados se eleva actualmente a más de 2.250.000. Y los costos son, como se vio más arriba, siderales. Para poder comparar, el mundo invierte un billón de dólares en educación primaria, aun cuando estas cifras varían según la región.
Todos estos números son aproximativos y evolucionan a diario con la intensificación de cada conflicto. Pero es cierto que vivimos en un mundo agitado por la violencia.
“La historia de la humanidad es la lucha por el espacio”, afirmaba el geógrafo francés Yves Lacoste. Eso quiere decir “guerra”, a veces permanente. Y hay hombres, como Vladimir Putin, que han decidido hacer de la guerra permanente su estrategia política. El autócrata ruso libra en Ucrania su quinta guerra desde 1999, después de Chechenia, Georgia, Donbass y Siria. Nunca Rusia estuvo realmente amenazada por aquellos a los cuales atacó. Putin solo necesita pretextos: proteger a los “rusoparlantes en peligro”, luchar contra el terrorismo, “desnazificar
Ucrania”… Lo que más teme Putin, en realidad, es la democratización de las ex repúblicas soviéticas y su emancipación de la tutela de un Estado ruso depredador. Todo para asegurar su supervivencia.
“El problema de esa guerra permanente es que acentuó la represión interior y fragilizó a Rusia en el exterior. Lanzando contra Ucrania una guerra fratricida, Putin encerró a los rusos en una confrontación mayor con Europa, Estados Unidos y Japón, que podría empujar a su país al abismo” y cambiar el orden del mundo, asegura la especialista Marie Mendras en su libro Putin: la guerra permanente.
Desenfado
Para otros geopolitólogos, si bien la violencia y el número de enfrentamientos no ha aumentado, la calidad de los mismos y el desenfado de los protagonistas para ignorar el orden institucional establecido después de la Segunda Guerra, han provocado un peligroso vuelco hacia lo desconocido. Pierre Lellouche, exsecretario de Estado francés para Asuntos Europeos, y Gilles Kepel, uno de los mejores especialistas de Medio Oriente, toman cada uno como ejemplo tanto a Putin como al premier israelí, Benjamin Netanyahu. Para el primero, la guerra de Ucrania ha actuado como acelerador de los movimientos telúricos de fondo preexistentes en la relación de fuerza entre naciones.
“Hace 30 años, con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS, todos creímos en el ‘fin de la Historia’, esperando décadas de paz. Hoy entramos en otro mundo, dominado por el retorno de guerras identitarias, el empleo desacomplejado de la violencia y, más fundamentalmente, por el crecimiento de un Sur Global decidido a terminar con la dominación occidental. Para liderarlo: China y Rusia, a quienes la guerra de Ucrania sirvió para concretar su alianza contra Occidente. A estos se agregan Estados particularmente tóxicos como Corea del Norte e Irán, que participan en el esfuerzo de guerra ruso. Yo los llamo ‘los cuatro caballeros del Apocalipsis’, pues todos son nucleares o en vías de serlo”, dice Lellouche.
Para confirmar ese peligroso vuelco del mundo, Lellouche afirma que la guerra de Ucrania “ya ha provocado metástasis” en otros rincones del globo. “Sobre todo en Medio Oriente, donde encontramos los mismos actores iraníes, rusos, estadounidenses o chinos”, asegura.
Mucho más optimista y sin menospreciar el papel que juega la guerra de Ucrania en el ajedrez geopolítico mundial, Gilles Kepel considera que “si Irán es hoy un caballero del Apocalipsis, monta un caballo rengo”.
“Tras medio siglo de observación de Medio Oriente, formulo la hipótesis de que Irán está hoy como la URSS de 1989, entre la derrota del Ejército rojo en Kabul el 15 de febrero y la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre. Irán está debilitado por los ataques terribles de Israel contra Hezbollah, desmoronado por el inédito blietzkrieg informático israelí, mientras que hasta las misteriosas muertes del presidente Ebrahim Raisi, de Ismail Haniyeh, jefe del buró de Hamas, y hasta de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, permiten interrogarse sobre el nivel de complicidad o de fragilidad del aparato de seguridad iraní”, analiza.
Y mientras Pierre Lellouche forma parte de aquellos que creen que es necesario temer una escala da nuclear debido ala ir responsabilidad de esos cuatro “caballeros del Apocalipsis”, Gilles Kepel desecha la posibilidad de una utilización del arma nuclear por parte de Irán.
“Irán carece de vectores y no ha terminado aún el enriquecimiento. No obstante, si tuviera ambas cosas, podría llegar a utilizarlos”, reconoce.
Tanto Lellouche como Kepel se declaran incapaces de hacer un diagnóstico preciso de lo que podría suceder en el futuro inmediato. Ambos coinciden sin embargo en que, como ocurrió en otros periodos de la historia, las cartas han sido redistribuidas en apenas dos años y que el orden del mundo, tal como fue construido en 1945, ha dejado de ser funcional.
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