Día de la Madre. Adoptar chicos grandes, cuando los adultos ponen el foco en lo que esperan los niños
En la Argentina, hay 2199 menores a la espera de una familia; cuando más grandes son, menos personas se inscriben para darles la chance de un nuevo hogar; historias reveladoras
Laura Gambale
El deseo de formar una familia es tan importante como la necesidad de otorgar a un niño (en este caso adolescente) la posibilidad de cumplir con su derecho a “ser hijo”. Así coinciden las tres madres adoptivas que hoy conversan , desde su hogar y acompañadas por sus hijos, mientras recuerdan cómo fueron los pasos legales requeridos para ampliar la familia y recibirlos en sus vidas. Sobre los miedos, conflictos y mitos de adoptar niños grandes también hablamos.
“Nunca tuve miedo de adoptar niños grandes. Cuando comprendés realmente qué significa adoptar a un menor, te das cuenta que no se trata de satisfacer el deseo de ser madre, sino el de cumplirle el derecho a ese niño de ser hijo y tener una familia”, cuenta Sofía Pizzi, desde Río Ceballos, Córdoba, quien en 2020 adoptó junto a su pareja, Alejandro, cinco hermanitos de 5, 7, 9, 11 y 13 años.
Para Sofía, la maternidad no estaba determinada por el deseo adulto, sino “por lo que ellos necesitaban”. “Hay que cambiar la mirada adulto céntrica y poner el foco en los niños que están esperando”, dice.
La disponibilidad adoptiva con la que se inscribieron en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruagar) junto a su pareja fue alta desde un primer momento: Se ofrecieron para recibir a tres hermanos entre 4 y 13 años, aunque finalmente se convirtió en la adopción de cinco hermanos de entre 5 y 13. Los cinco vivían en un hogar de la ciudad de Buenos Aires, por lo que tuvieron que viajar para realizar las diversas entrevistas de rutina, test psicológicos y finalmente llegar al primer encuentro. “Nos quedamos más de un mes para conocernos en el periodo de vinculación. En esa etapa, creo que lo que sostiene el proceso es el deseo de formar una familia con ellos, ya que el amor surge después, porque el vínculo es algo que se construye”, reflexiona con un tono suave, pausado, pero contundente.
Sofía forma parte de la Asociación Civil Adopten Niñes Grandes (https://www.adoptenninesgrandes.ar/), donde promueve la adopción de adolescentes, “para que tengan la misma posibilidad que tienen los niños más pequeños”. Los adolescentes son los “menos buscados” para adoptar. “Entre los más de 2000 niños que esperan una familia, el 80% de esas personas se anotan para recibir menores de 3 o 4, el resto va quedando cada vez con menos oportunidades”, dice con seguridad.
En la actualidad, en nuestro país hay 2199 niñas, niños y adolescentes en situación de adoptabilidad, según informó el área de comunicación del Ministerio de Capital Humano, una cifra que pertenece al “último relevamiento realizado en 2022″, publicado de manera conjunta por Unicef y la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación (SeNAF).
De los casi 2200 menores en estado de adoptabilidad, a medida que van creciendo cada vez tienen menos posibilidades de ser elegidos ya que los aspirantes se reducen notablemente. Según la publicación de octubre de este año en el Ruaga hay 1136 solicitantes para niños de hasta 1 año, 1158 para niños de 2 años, 1163 para niños de 3 años, 1015 para niños de 4 años. En tanto, a partir de los 5 años, las inscripciones comienzan disminuir considerablemente con 877 solicitantes. Para niños de 12 años, solo hay 26 solicitantes, para 13 años hay 8 personas dispuestas a adoptar, para 14 años solo 6, para 15 años hay 4, y para el resto de las edades todavía menos.
Al preguntar a Sofía sobre los primeros meses juntos, recuerda que fue un “subibaja de emociones constante: son niños que de repente tienen una familia, en otra provincia, con otras costumbres. Si bien es una etapa muy linda porque recuperan su derecho, también es un proceso muy complejo para todos”. Por eso remarca la importancia de “armar red con otras familias que han pasado por lo mismo para que puedan aportar ‘herramientas’”.
“Es complicado hasta que los niños logran apropiarse del lugar y de la familia, en realidad, hasta que nosotros aprendemos a ser padres y ellos a ser nuestros hijos”, repasa su historia.
Cuando piensa en el desafío más grande, no duda en decir que es el de devolverles la infancia, de hacerlos sentir niños otra vez para que puedan vivir todas las cosas que no han vivido hasta ahora. “Todos tenemos que aprender a ser una familia, sin olvidar que los adultos somos quienes tenemos que adaptarnos a sus necesidades”, remarca.
Los niños como sujetos de derecho
Con el cambio de enfoque sobre la concepción de la infancia que introduce la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, sancionada en 2005, los menores pasan de ser objeto de tutela a sujeto de derechos, ubicándolos en el eje del proceso de adopción que busca hacer efectivo su derecho a vivir en una familia. En tanto, el deseo adulto de ser padre o madre debe resultar funcional al derecho del niño, niña o adolescente, con el Estado como garante de esa condición.
En relación con el camino legal para adoptar existen dos opciones, según indica la abogada especialista en Derecho de Familia Guadalupe Pilar Guerrero: “La inscripción en el Ruaga o la asistencia a convocatorias públicas son las dos vías legales para adoptar en el país. Esta última surge cuando ningún registro nacional de aspirantes encuentra respuesta positiva a una búsqueda de personas o familias dispuestos a adoptar. En esta instancia pueden postularse tanto personas que estén inscriptas en algún registro como aquellas que no. Y en ambos casos, el trámite es gratuito, personal y no es necesario contratar un abogado para iniciarlo”.
“En los dos caminos legales, los postulantes son evaluados con el mismo sistema de entrevistas y exámenes psicológicos antes de avanzar con los encuentros de vinculación con los menores que esperan ser adoptados”, agrega. En el caso de las convocatorias públicas, en general, predominan las publicaciones sobre grupos de hermanos, de adolescentes y de niños y niñas con alguna capacidad diferente.
Cuando el juez otorga la guarda a una persona o una pareja, indica una etapa previa a la convivencia llamada “vinculación”, que es cuando se pacta una serie de encuentros en los que los menores participan acompañados por profesionales. La cantidad de veces que se encuentren antes de convivir dependerá principalmente de las necesidades y deseos de los menores.
En todo el proceso de adopción, según dice Guerrero, se busca “respetar la historia y la realidad biológica de los menores, se evita separar grupos de hermanos y, algo fundamental, se busca encontrar una familia adecuada a las necesidades de esos menores y no al revés, es decir, a las necesidades de la familia que se postula”.
¿Quiénes no pueden anotarse en el Ruaga? Las personas que todavía no tienen 25 años y las que no residen de manera permanente en la Argentina, ya que se necesita un mínimo de cinco años de residencia demostrable.
“Garantizar el derecho al niño de vivir en familia”
Por una convocatoria pública llegó Darío a la familia de Luciana Iasil y Guillermo, su actual pareja. “No fue una decisión pensada”, cuenta sin vueltas, mientras recuerda el día que un mensaje de WhatsApp sorprendió a Guillermo con una convocatoria pública del Juzgado N°2 de Familia de San Miguel: pedían una familia para un niño de 12 años que vivía en un hospital y necesitaba ser externado lo antes posible.
“Se venía el invierno y corría riesgo su vida. Sentimos que debíamos dejar de mirar la realidad por la ventana y debíamos poner el cuerpo”, explica. Luciana ya era madre, tiene otros tres hijos de una pareja anterior. Guillermo tiene dos hijas de una pareja anterior. “Luego de charlarlo con ellos decidimos avanzar”, asegura.
A los 12 años, Darío tuvo que ser internado en un hospital de la zona. Su salud estaba muy delicada, tenía VIH, pero hasta ese momento no había sido detectado. “Si seguía internado en época invernal sumado al riesgo de contagio de cualquier virus interhospitalario, podía resultar letal para su debilitado sistema inmunológico”, señala.
Luego de pasar por una serie de entrevistas en el Juzgado, en menos de un mes se conocieron. Darío los esperaba con una lista de preguntas mentales junto a una trabajadora social del hospital donde permanecía internado. “Nos preguntaba si iba a tener su propio cuarto, si yo cocinaba, si había mascotas; mientras hablaba solo me miraba a mí”, cuenta Luciana, que recuerda haber llevado una camiseta de Boca Juniors de regalo porque sabía que era fanático de ese club.
Luego de un par de encuentros mediados por el Juzgado, Darío fue a vivir con su nueva familia a una casa en Ituzaingó. Hasta ese momento no estaba escolarizado, casi no sabía leer ni escribir y, según Luciana, no fue fácil que comprendiera la importancia de asistir a la escuela una vez que su salud se encontraba mejor.
“Supongo que cuándo Darío entendió que el límite es cuidado, que lo que hacíamos era porque lo estábamos cuidando, aceptó nuestras decisiones y opiniones sobre lo que estaba bueno para él y lo que no. Al principio no quería tomar la medicación, tampoco estudiar, eso sí fue difícil, pero fue hace mucho; ahora que estamos hace seis años viviendo juntos, arma solo su propio pastillero de manera responsable y, por suerte, se encuentra mejor, en la etapa indetectable con VIH intransmisible”. añade.
“Los vínculos se van armando y tejiendo con la misma dificultad y amor que existe en cualquier relación y con cualquier hijo, sea adoptado o biológico”, se convence y recuerda cuando le preguntó a su hijo qué era lo peor que le había pasado en su vida, a lo que respondió “no tener familia”. ¿Y lo mejor que le había pasado?, “tenerla”.
Al igual que Sofía, no recuerda haber tenido miedo o dudas sobre adoptar, aunque desliza entre risas que “los miedos aparecieron después y todos juntos, pero ninguno tan grave como para hacerme retroceder”.
“Soy consciente de que era él quien necesitaba una familia, nosotros no necesitábamos un hijo. Nos ofrecimos porque podíamos ser su sostén, abrigo y brindarle cuidado. Y eso fue lo suficientemente fuerte para querer salir de nuestra zona de confort y acompañar a un niño, que ahora es nuestro Darío, a rearmar su infancia, para que pueda crecer en una mesa llena de risas y enojos como pasa en cualquier familia”, concluye con ligereza, aunque se nota que al recordar esos primeros meses su voz se quiebra.
“En tres meses ya estábamos conviviendo”
Para Marcela Rodas la idea de adoptar no era nueva ni ajena, ya que desde muy joven tenía en mente esa posibilidad, pero al quedar embarazada rápido la decisión se diluyó. Treinta años más tarde, con una nueva pareja, tuvo a su segundo hijo, Dante, de 15 años, a quien conoció por Zoom a fines de 2021. El adolescente estaba en un hogar en La Matanza, esperando. “La idea de adoptar surgió de mi actual pareja, con quien volvieron mis ganas de ‘maternar’ y de armar una familia”, cuenta.
Pasado el período de entrevistas psicológicas, Dante pudo ir a visitarlos a su casa para conocerlos. “Teníamos muchos nervios, pero igual charlamos y la pasamos bien, tomamos mate con facturas y jugamos al ajedrez. Para la siguiente salida fuimos a un parque cerca de casa donde hicimos un picnic”, indica.
En menos de un mes llegaron las noches de quedarse a dormir; ya eran vacaciones y él no quería irse. Para la fecha de inicio de clases les pidió quedarse a vivir con ellos y sin dudar aceptaron.
Los primeros meses de convivencia fueron intensos, de mucha “revolución emocional”, dice, y asume que el contexto de aislamiento provocado por la pandemia de Covid-19 complejizó el día a día. Para su hijo, la posibilidad de ser mirado y atendido en exclusividad era toda una novedad. “Al estar obligados a convivir las 24 horas fue difícil, aunque también creo que ayudó a conocernos más rápido y a ganar confianza en poco tiempo”, rememora.
A medida que entraron en confianza y que Dante demostraba sentirse más seguro, su madre recuerda que aparecieron nuevas situaciones conflictivas, las que traía de su propia historia de vida que se sumaban a las lógicas de la etapa adolescente. “En un momento donde todavía estamos desarrollando un vínculo de apego dentro de una etapa vital que implica desapego como es la adolescencia, el desafío es doble. Por eso, a veces aparecían conductas de un niño de 15, y en otros quizás de un niño de 10 o 5: había que adaptarse a lo que se iba poniendo en juego”, plantea.
Cuandole consulta sobre los principales mitos sobre adoptar adolescentes, Marcela considera que la idea errónea de que no se va a adaptar a la nueva realidad por ser “demasiado grande”, y “que no va a poder sanar sus heridas psíquicas y emocionales, un temor valido, pero que no es real”. “Se necesita tener mucha confianza en la fuerza de la juventud para sanar y en la determinación adulta de acompañar. La sanación, en verdad, es mutua: las mamás siempre tenemos cosas para sanar. Es un trabajo que se hace en conjunto y día a día, así donde todos crecemos, y no solo en edad”, manifiesta.
Sofía coincide con Marcela y amplía: “Los adolescentes vienen con sus historias como todos y creo que el mayor desafío es darles espacio para ensamblarse con las nuestras y poder formar una nueva familia”. Al ser más grandes, observa como una ventaja la posibilidad de “comunicarnos y que nos puedan contar qué les pasa, a diferencia de cuando los niños que se adoptan son bebés o muy pequeños”.
Otro mito que remarca Marcela apunta a la demora en el proceso de adopción. En realidad, dice que la demora puede ocurrir cuando se busca un bebé y no hay en el sistema, pero que no sucede todo el tiempo ni es igual en todas las edades.
Hoy aún hay casi 2200 niños y adolescentes que esperan encontrar una familia. Las tres madres consultadas aseguran que militan la adopción de adolescentes porque consideran fundamental dar prioridad a los niños grandes ya que son los que tienen menos posibilidades de ser solicitados. A su vez, enfatizan en la importancia de fomentar campañas públicas de concientización para quitar prejuicios e informar mejor a la población sobre datos y escenarios reales.
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Nuevas librerías porteñas suman propuestas originales a los clientes: de catas de vino a un vivero con cultivo propio de café, de talleres literarios y clubes de lectura a clases de botánica y jardinería
Natalia Blanc
Flores, plantas exóticas y originarias, café cultivado y cosechado allí mismo, delicias dulces y saladas y libros. Muchos libros, para todas las edades y preferencias. Tesoros con hojas verdes y de papel para regalar en el Día de la Madre. No es un combo caprichoso: son propuestas de varias librerías porteñas que “maridan” ficciones y poesía con plantas, flores, café y vinos.
En una cuadra apacible del barrio porteño de Villa Ortúzar, germinó un proyecto original que combina un vivero y una cafetería de autor. Hace dos meses, en ese mismo espacio, una antigua casa chorizo con patios y varias habitaciones, abrió una librería. Así fue cómo de la fusión del amor por la botánica y por la lectura surgió un oasis urbano comandado por dos familias: los tres hermanos Ridolfi, a cargo del vivero y la cafetería, y los fundadores del sello Niño Editor, Denise Stasi y los hermanos Valeria y Pablo Curti.
En La casa vivero y en Niño librería, que recibe al público de miércoles a domingos en Donado 1652, los visitantes pueden degustar un café sentados al lado de una planta de Coffea arabica de 8 metros de altura que luce imponente en un cantero del patio. También pueden pedir recomendaciones de lecturas en el sector de librería, ubicada al frente del local con vidriera a la calle, y elegir una planta entre la gran cantidad de variedades que cultiva Daniel Ridolfi. En 2020, plena pandemia, junto a sus hermanos Leonardo y Guillermo decidieron convertir la casa de la infancia en un vivero. Allí, su padre había levantado hace décadas un invernadero donde cultivaba orquídeas. “Esta ha sido nuestra casa y acá siempre se cocinó mucho y bien y se le dedicó mucho tiempo tanto a la comida como a las plantas. También, a la lectura y a los libros –cuenta Daniel . Ese es, justamente, el tercer eje del proyecto que viene a aportar Niño librería”.
“Con Denise somos vecinos del barrio y conocíamos el vivero. En diciembre nos enteramos que habían abierto un café y vinimos a desayunar. Sentados en este mismo lugar –recuerda Pablo mientras señala la mesa del patio rodeada de plantas donde transcurre la entrevista– charlamos con Guillermo sobre nuestro trabajo en el campo editorial. En un momento surgió el tema del local, que estaba vacío. Ellos fantaseaban con la idea de sumar una propuesta cultural y nosotros, con abrir una librería”. Esa conversación dio lugar a un proyecto conjunto en el que la jardinería convive con libros de botánica y herbarios, pero también con novelas, cuentos, ensayos y literatura infantil y juvenil.
Una de las primeras decisiones conjunta que tomaron fue tirar abajo una pared que separaba la casa centenaria del local. Así, desde el sector de librería se accede al vivero y al café. Ahora, con el clima primaveral, sacaron mesas y sillas a la vereda, donde hay un puesto con flores coloridas y se ven, a través de la vidriera, distintas mesas pobladas de ejemplares y bibliotecas que llegan casi hasta el techo.
Dos de los primeros libros publicados por Niño conectaron a los editores con los hermanos Ridolfi aun antes de conocerse. Hace una década, Daniel buscaba un libro para regalarle a su hijo, que por entonces tenía tres años, y encontró en una librería un volumen que lo conmovió. Era Amor, de Gian Berto Vanni, un rescate editorial del original publicado en Francia en 1964, con un diseño moderno con ventanas en las páginas que, con el tiempo, devino en preciado objeto de culto. Es el primer título editado por los Curti, en noviembre de 2016.
El otro volumen de colección que los unió fue El jardín, de Atak, nombre artístico del ilustrador e historietista alemán Georg Barber. Un día, Pablo regaló a los hermanos ese álbum ilustrado publicado en Alemania en 2013 y editado por Niño en el país a fines de 2017. Es un libro peculiar, que atrae y desconcierta, porque plantea el jardín no como un lugar sino como un estado de ánimo. “Cuando vi el logo de Niño en la tapa me di cuenta de que ellos eran los editores de Amor, uno de mis libros preferidos”, dice Daniel.
Así como en el vivero se consiguen variedades exóticas (algunas clases de orquídeas, por ejemplo) y, también, suculentas y plantas más comunes, como Alegrías del hogar repletas de flores, en la librería no solo hay volúmenes de colección: hay bestsellers, novedades de grandes sellos y un gran surtido de excelentes opciones para chicos y adolescentes. “Nos interesa que sea una librería en la que cualquier persona que llegue (sea o no lectora) pueda encontrar algo que lo conmueva. Tenemos una sección de libros raros, donde se combina la ilustración y la narrativa: es una de las mesas principales. También hay una mesa con ensayo y poesía. En un espacio que convoca a lo poético”, asegura Pablo. Y su hermana agrega: “La mayoría puede encontrar lo que necesita o lo que le gusta, sin que sea solamente lo que a nosotros nos gusta”.
Todos coinciden que esta alianza cultural es un “maridaje perfecto”, que funciona bien y que los nutre recíprocamente. “Quien entra a La casa vivero busca plantas y también encuentra libros y al revés: quien entra por un libro puede encontrar una planta que lo enamore”, acota Daniel, que remarca que se trata de una casa “donde siempre hubo lugar para la literatura”.
Entre las ideas y los proyectos futuros, hay talleres, charlas y cursos que combinen naturaleza y literatura. Hoy, en la previa del Día de la Madre, sorprendieron a los vecinos con el encuentro Pop Up Vereda: sacaron a la calle plantas, flores y libros y sumaron estampas, serigrafías, libretas, cuadernos y acuarelas. Este domingo, con el café al tope de reservas (los fines de semana trabajan con reserva, pero suelen dejar algunas mesas libres para los clientes espontáneos), abrirán de 15 a 20 y el vivero ofrecerá 25 % de descuento.
Entre otras propuestas “maridadas” para el Día de la Madre, Mandolina Libros, de Belgrano, hoy regaló plantas y ofreció una copa de vino a los clientes. En tanto este domingo, en Naesqui Libros (Charlone y 14 de julio), inaugura la muestra Correspondencia en Díaz de Cartoonn, un trabajo conjunto creado en el intercambio de correspondencia entre Albert Díaz y Cartoonneros, un artista callejero vecino de Villa Ortúzar. A las 17.30 habrá una performance con la participación de Richard Coleman.
Dime qué clase de madre sos y te diré qué leer
Cinco libros recomendados por Niño Librería para el Día de la Madre
Para una madre de novela: La vida por delante, de Magalí Etchebarne (Páginas de Espuma; $20.990). Lo trágico y lo cómico se cruzan en cuatro relatos que se ensamblan para devolver un reflejo preciso y crudo sobre el mundo femenino.
Para una madre botánica: El increíble viaje de las plantas, de Stefano Mancuso (Galaxia Gutenberg; $21.100). Cómo llegan, cómo navegan alrededor del mundo, cómo llevan vida a lugares inaccesibles e inhóspitos, a veces abandonados o dañados por el propio hombre.
Para una madre poeta: Violeta Parra. Poesía (Ediciones Universidad de Valparaíso; $25.900). Obra poética completa de la artista chilena, en una edición de belleza absoluta que invita a leer y releer una y otra vez.
Para una madre melómana: Incierto y sinuoso. Una autobiografía. Daniel Melero con Mariano Vespa (Caja Negra; $22.000). Una cuasi autobiografía que confirma y honra la sensibilidad de un artista experimental único, pieza fundamental de nuestra historia musical.
Para una madre al borde de un ataque de nervios: Soy un desastre, de Einat Tsarfati (Libros del Zorro Rojo; $43.200). Un libro para reírse de la desgracia del desorden y combatir la sobrevaluada tiranía de la perfección.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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