
El rey de los espadachines que fue tan famoso por sus películas como por sus escándalos: fue denunciado por violación y murió muy joven
Errol Flynn, el actor que encantó a Hollywood con su porte y destreza física y terminó arruinado por sus excesos
Errol Flynn, el actor nacido en Australia, fue conocido por sus papeles de noble en películas como Las aventuras de Robin Hood y El capitán Blood, terminó su vida en la ruina, muy lejos de los brillos de Hollywood
Natalia Trzenko
El médico encargado de realizar la autopsia en la morgue de Vancouver, Canadá, aquel 14 de octubre de 1959, estaba convencido de que había un error en la historia clínica. El documento afirmaba que el cadáver pertenecía a un hombre al que le faltaban solo un par de meses para cumplir los 50. Pero todo contradecía esa información. El hombre, muerto tras un paro cardíaco, tenía cirrosis y divertículos en el colon. La autopsia reveló también que en el momento de su muerte tenía un 0,25 por ciento de alcohol en sangre y que sufría de verrugas genitales. Por su estado físico, el galeno creía que el paciente estaba cerca de los 75 años. Sin embargo, la realidad era otra: Errol Flynn, la estrella de Hollywood conocida por ser el rey de los espadachines, un galante aventurero de fino bigote tanto en pantalla como fuera de ella, murió lejos del cine, al borde de la ruina económica y con su salud terriblemente deteriorada después de llevar una vida llena de excesos que le dieron tanta fama como sus papeles en cine.

Los nobles que interpretó en la ficción se habrían batido a duelo con el verdadero Flynn, un personaje que representa algunos de los costados más oscuros del mundo de las luminarias de Hollywood. “El whiskey me gusta añejo, y las mujeres, jóvenes”, solía decir el actor a quien quisiera escucharlo. En los años 30 y 40, cuando los films en los que interpretaba a heroicos piratas fascinaban al público, semejante declaración era tomada como una humorada, pero hasta la permisiva sociedad de la época dejó de reírse de la ocurrencia cuando en 1942 Flynn fue llevado a juicio por violación a dos menores. Un incidente que, según las biografías sobre el actor, estaba lejos de ser un caso aislado.
Lo que sucedía detrás del portón de su mansión ubicada en la famosa Mulholland Drive se transformó en material de leyenda de la industria del cine: se hablaba de fiestas regadas de alcohol, drogas y mujeres a las que Flynn en ocasiones espiaba a través de un espejo de dos caras que había instalado ex profeso. Los excesos que se permitía y le permitían como una de las estrellas más taquilleras de entreguerras no estaban tan lejos del modo en que el actor se comportaba cuando todavía era un desconocido aspirante a actor llegado de Australia.

En su libro de memorias My Wicked, Wicked Ways, publicado dos meses después de su muerte, Flynn repasaba su infancia entre su Australia natal y los internados ingleses de los que había sido expulsado una y otra vez. “Me he rebelado contra Dios y el gobierno desde que tengo memoria”, escribió en el libro, donde también contaba su vida antes de Hollywood. Nació el 20 de junio de 1909, en Hobart, Tasmania, a donde sus padres se habían mudado poco antes de su nacimiento, fue pupilo en Londres primero y, tras su expulsión, en un colegio en Sidney del que, según él, lo habían echado por su afición por las peleas y la aventura sexual que tuvo con la hija de una de las lavanderas que trabajaba en la institución.
En plena adolescencia y ya fuera del sistema educativo, Flynn iba pasando de una aventura a la otra: fue buscador de oro en Nueva Guinea, trabajó en una mina de cobre en Tasmania, se convirtió en marinero y pescador hasta que en 1933 su apostura le consiguió un papel en el film australiano The Wake Of The Bounty. Esa experiencia lo hizo interesarse por la actuación y lo llevó de regreso en Londres para formar parte de una compañía teatral. Una vez más su estadía en Inglaterra no fue larga: a los seis meses de llegar allí sus apariciones sobre las tablas llamaron la atención de los buscadores de talento de Warner, que pronto lo contrataron y se lo llevaron a los Estados Unidos.
Un golpe de suerte

Para Flynn, el éxito en Hollywood no fue inmediato y llegó de manera inesperada. Después de un año y medio en la ciudad y habiendo participado de películas olvidables, su suerte cambió cuando el estudio decidió ponerlo al frente del film El capitán Blood que se había quedado sin protagonista por la renuncia del británico Robert Donat. Así, en 1935, de la noche a la mañana, pasó de virtual desconocido a ser una estrella de la taquilla al que la prensa le adjudicó el título de heredero de Douglas Fairbanks, el ídolo de las películas de aventuras del cine mudo.

A partir de ese momento, Flynn apareció en films que sacaban provecho de su belleza y de su capacidad atlética: fue héroe de guerra en La carga de la brigada ligera, dirigida por Michael Curtiz y en La escuadrilla de la aurora y en el tiempo libre que le quedaba entre los rodajes y sus escapadas nocturnas se casó con la actriz francesa Lili Damita, un matrimonio que no limitó sus modos de seductor. Hacia principios de los 40, gracias a películas como Las aventuras de Robin Hood y El caballero audaz, además de la admirada sociedad cinematográfica que tenía con la bella y talentosa Olivia de Havilland –hicieron ocho films juntos– el intérprete estaba en su mejor momento, hasta el punto de de considerarse intocable e inimputable. Pronto comprobaría no ser del todo cierto.
En 1942, Betty Hansen y Peggy LaRue Satterlee denunciaron que Flynn había abusado sexualmente de ellas. En un caso el hecho habría ocurrido en su yate mientras el otro en una de esas salvajes fiestas de Hollywood que el actor solía frecuentar. Como ambas eran menores de edad al tiempo de sus encuentros con Flynn, la fiscalía lo acusó por violación de menores, un cargo que suponía una condena máxima de 25 años de cárcel. “Estoy sorprendido. No entiendo esto. Apenas toqué a esa chica”, dijo Flynn, de 33 años, cuando fue liberado luego de pagar la fianza de mil dólares. Los gustos y las prácticas del actor no eran un secreto para nadie. Años después, en su libro Hollywood Babilonia, el autor Kenneth Anger aseguró que el caso contra el actor estaba directamente relacionado con la revancha que las autoridades de la policía de Los Ángeles se tomaban contra los estudios Warner por el escaso monto de dinero en concepto de sobornos que les estaban pagando.

Más allá de esa posible trama de corrupción, lo cierto es que el juicio se convirtió en un espectáculo. Algo que el abogado de Flynn, Jerry Geisler, aprovechó para destruir la reputación de las denunciantes mencionando sus relaciones anteriores con hombres casados y hasta los abortos a los que se habían sometido. La estrategia dio resultado: después de deliberar 13 horas, el jurado de nueve mujeres y tres hombres llegó a la conclusión de que el actor era inocente. “Sabía que esas mujeres lo iban a absolver. Estaban ahí mirándolo con adoración como si fuera su hijo, o algo así”, protestó Satterlee, una de las víctimas tras la resolución. Y aunque la imagen de Flynn había sufrido un duro golpe por su paso por los tribunales, la experiencia también resultó, por increíble que parezca, en un nuevo romance para él. Durante el juicio el actor conoció a Nora Eddington, de 19 años, una joven que atendía el bar de la corte y era además la hija de un sheriff. La relación resultó en un embarazo y un segundo casamiento y eventual segundo divorcio para el intérprete.
Todo el enredo legal e incluso su nuevo enlace dañaron considerablemente los prospectos laborales de Flynn. Pero lo que dañó su vínculo con el público de manera más significativa fue su comportamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Para ese momento, el actor ya tenía la nacionalidad estadounidense y aunque intentó enrolarse en el ejército se lo rechazó por cuestiones de salud: Flynn tenía problemas de corazón y sufría de ataques recurrentes debido a la malaria que se había contagiado en su juventud. El problema para sus otrora admiradores fue que durante los pasajes más cruentos de la guerra, Flynn seguía exhibiendo un estilo de vida alocado y promiscuo. A pesar de ese estado de situación, el actor siguió filmando y hasta protagonizó dos películas de propaganda para alentar los esfuerzos de los aliados, Rebelión (1943) y Aventuras en Birmania (1945).

Poco tiempo después, sus años de excesos con el alcohol y las drogas empezaron a pasarle factura. En el rodaje de Las aventuras de Don Juan (1949), su deterioro físico era visible y sus problemas de memoria empezaron a afectar la marcha de la producción. Una seguidilla de fracasos de taquilla no ayudaron a que los estudios que, atentos al dinero que le costaban sus desmanes, dejaron de convocarlo. Algo que ofendió profundamente al actor, que tomó la decisión de irse a trabajar a Europa.
Allí filmó El bribón del mar, uno de esos relatos de piratas que en otro tiempo lo habían convertido y sostenido como una estrella. Sin embargo, la magia del género y de su representante más famoso ya parecía agotada. Frustrado por los papeles que le ofrecían, Flynn decidió que había llegado el momento de tomar las riendas de su carrera e invirtió todo su dinero para producir La historia de Guillermo Tell, un proyecto que quedó incompleto y lo dejó prácticamente en la ruina. Su precaria situación económica lo forzó a aceptar todos los papeles que le ofrecían y profundizó su dependencia con el alcohol, una combinación que no resultó en grandes logros artísticos.
Hubo sí algunas excepciones como Y ahora brilla el sol, película basada en la novela de Ernest Hemingway que famosamente dijo haber odiado todo del film salvo la interpretación de Flynn, y Demasiado y muy pronto, un recuento ficcionalizado del vínculo del actor John Barrymore con su hija Diane. Curiosamente, Barrymore había sido uno de los amigos más cercanos y compañero de juergas del australiano, hasta el punto de de que Flynn formó parte del grupo que asistió a su velorio y tomó “prestado” el cadáver de su colega para llevárselo a tomar un último trago antes de su entierro.
Consciente de que el Hollywood en el que había reinado ya estaba en camino a desaparecer, el actor prefería pasar su tiempo en el mar a bordo de su yate de 120 pies, beber dos litros de vodka por día y entretener a su nueva novia, Beverly Aadland, a la que había conocido cuando ella tenía 15 años y él seguía casado con su tercera esposa, la actriz Patrice Wymore. Esa mujer que el 14 de octubre de 1959 se transformó en la viuda del hombre que lucía como de 75 años y ya no se parecía en nada al galante aventurero del bigotito que surcaba los mares en la pantalla grande.
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