domingo, 27 de octubre de 2024

OPINIÓN Y EDITORIAL



Vamos por todo, en minoría
Si consigue su objetivo mayor, estabilizar la macroeconomía, el Presidente avanzará en sus reformas sin siquiera buscar aliados; en su modo más auténtico, Milei ha demostrado ser un hombre de poder, y eso no se comparte
Francisco Olivera


La tranquilidad cambiaria conseguida hasta ahora por el Gobierno, y expresada ayer en la caída del riesgo país a tres dígitos por primera vez desde 2019, acaba de dar un indicio del modo en que se mueve políticamente Javier Milei cuando, pese a estar en minoría parlamentaria, se siente respaldado por un logro: su primer acto reflejo fue detonar los vínculos que traía desde la campaña y que lo unían todavía en la AFIP a Sergio Massa. Un anticipo de lo que viene: si consigue finalmente su objetivo mayor, estabilizar la macroeconomía, el Presidente avanzará en sus reformas sin siquiera buscar aliados.
Es su modo más auténtico. Lo había insinuado ya en diciembre con el megadecreto 70, un paquete inconsulto con el que propuso inicialmente modificar varias leyes a la vez, estrategia que las resistencias del Congreso obligaron a revisar. No hay dudas de que Milei es el mismo de entonces.
El primero en tomar nota al respecto debería ser Macri. En la manera en que se modificó la AFIP hay también un mensaje cifrado para él: el Presidente se despojó de los cuadros técnicos que respondían a Massa y al exjefe de la Aduana Guillermo Michel, pero para hacerlo desoyó también el consejo del líder de Pro, que venía proponiendo como conductor para ese organismo a Leandro Cuccioli. Milei se abrazó en cambio a un aparato ya constituido, el que representan ahora Andrés Edgardo Vázquez y sus vínculos con los servicios de inteligencia.
Es cierto que, por ahora, la inflación a la baja y las variables financieras bajo control no son galardones suficientes para una administración que llegó con el mandato de normalizar y que viene aplicando el ajuste más drástico en al menos 65 años. El Gobierno necesita todavía a Macri. Su vamos por todo en minoría lo dejaría siempre a tiro de juicio político, que es lo que quisieran impulsar varios sectores de la oposición, donde todavía no logran entender el mecanismo que lleva a gran parte de la sociedad a soportar semejante caída en el nivel de actividad y los ingresos. “Me sorprende la paciencia del pueblo y hasta me molesta”, se sinceró hace un mes Grabois. Es un poco lo que sienten varios peronistas que pronosticaban un incendio para marzo último. Algunos hasta ensayan explicaciones. Martín Rodríguez, legislador bonaerense y uno de los principales operadores de Máximo Kirchner, ha repetido en varios encuentros que el principal sostén del Gobierno es el cepo. “Sin el cepo ya habría caído”, lo oyeron decir. El fantasma o la ilusión de la corrida siempre están. Milei lo sabe y esa es una de las facturas que ha empezado a pasarle a Massa, a quien le atribuye, por ejemplo, la disparada del dólar de julio.
Pero el futuro anticipa también fricciones con Macri. Es probable que no cara a cara: en persona, cuando se juntan a comer milanesas o entraña, él y Milei se llevan y se tratan muy bien. Y es lógico, porque casi no tienen disidencias ideológicas. Los conflictos se generan más bien cuando las “fuerzas del cielo” bajan a la tierra: cuando, abocado por tiempo completo a la macro, el jefe del Estado deja la administración de áreas relevantes en las manos de Santiago Caputo. “Una cosa es delegar, y otra, desentenderse”, acaba de reprocharle Macri en una entrevista con Alfredo Leuco en LN+.
Ese verbo clave, desentenderse, desconcierta y hasta exaspera al líder de Pro. Es un reproche de carácter general, pero lo hace particularmente cuando el debate se adentra en ámbitos que también lo involucran a él o a conocidos, como el de los negocios. El mejor ejemplo es la Hidrovía. Macri suele citar la licitación de ese servicio como ejemplo de las reformas que vienen retrasadas y habría que apurar. No llegó a tiempo para convocarla durante su mandato, cuando la concesión estaba en la órbita de Guillermo Dietrich, otro de los funcionarios que propuso sin éxito para colaborar con el gobierno de Milei. Entre los aspirantes de entonces ya figuraba, como ahora, el grupo holandés Boskalis Dredging International, de buena relación con dirigentes de Pro. En el Gobierno desconfían de algunas de estas recomendaciones porque es un universo que los excede. Saben además que Macri se reúne con frecuencia con empresarios y que suele trasladarle algunos de los reclamos e intereses corporativos que recibe.
Pero son temas tan sensibles y de tanto impacto económico que hasta desencadenan internas libertarias. La tuvieron, por ejemplo, Guillermo Francos y Santiago Caputo hace un mes: el jefe de Gabinete le habría reprochado a Caputo que pretendiera incidir en determinadas decisiones bajo una condición que no implica involucrarse, la de asesor. Es una crítica que en La Libertad Avanza le hacían también a Mario Lugones antes de asumir en el Ministerio de Salud.
Con la Hidrovía tampoco está todavía del todo claro el mecanismo de licitación. En el espacio de Milei dicen que a Caputo ya le bocharon una idea: sacar primero el 10% de la empresa a la Bolsa y, luego, una vez demostrado el interés del mercado y determinado un precio de referencia, privatizar el resto. El argumento de los objetores del asesor es que no se puede desdoblar el proceso porque el restante 90% de la compañía que queda para el Estado se desvaloriza en pocos días. “Te vas a comer un juicio por malversación”, le dijeron.
La concesión tiene de todos modos algunos interesados. Además del holandés referido, hay dos grupos belgas: Jan de Nul, que ya opera el dragado, y DEME Dredging, que le mandó durante el invierno dos cartas al ministro de Economía, Luis Caputo, con una propuesta por el servicio y todavía no tuvo respuesta.
Tironeos y argumentos típicos de tiempos de privatizaciones que reaparecerán seguramente con la del ferrocarril de cargas, servicio para el que también hay interesados. El grupo Cale, por ejemplo, que acaba de contratar a Marcelo Orfila, presidente de Trenes Argentinos durante el gobierno de Macri. O la familia Neuss, el nombre que faltaba para emparentar estos tiempos con los 90. Neuss no pertenece al mundo del transporte, pero tiene en cambio cercanía personal con el staff ferroviario: Alejandro Núñez, presidente del Belgrano Cargas, trabajó hasta septiembre para una firma de la familia, CG Fintech SA. No sería además la única dependencia en que los destinos se cruzan: Osvaldo Rolando, el flamante interventor en el Ente Nacional de Energía Eléctrica (ENRE), viene de Edersa, la distribuidora de Río Negro, cuyo paquete mayoritario pertenece a Neuss Fund. Y, como publicó esta semana Ignacio Grimaldi  Juan Neuss figura según los registros oficiales entre los visitantes al despacho de Santiago Caputo en la Casa Rosada. Se conocen desde la infancia en Martindale.
Serán temas para la etapa que viene, que es también electoral, decisiva para sumar lo que el Gobierno no tiene. Hasta entonces, incluso en minoría, la deep motosierra avanzará sin consultar. Milei ha demostrado ser un hombre de poder, y eso no se comparte.
Osvaldo Rolando, el flamante interventor en el Ente Nacional de Energía Eléctrica, viene de Edersa, la distribuidora de Río Negro, cuyo paquete mayoritario pertenece a Neuss Fund

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Reconocer la propiedad intelectual
Ni más viveza criolla ni ocultas motivaciones personales; la innovación y la creatividad exigen talento, esfuerzo e inversiones
Parece mentira que todavía deba debatirse en la Argentina que la innovación y la creatividad exigen talento, esfuerzo e inversiones, tantas veces notables por su magnitud, en las que corresponde reconocer el valor de la propiedad intelectual.
Digámoslo sin ambages. Que se haya prolongado en demasía en el tiempo la necesidad de insistir en argumentos en favor del derecho de propiedad, contemplado por la legislación argentina en concordancia con la Constitución nacional, es consecuencia de la mal llamada viveza criolla. Es la “viveza” que llevó a instancias del exsecretario de Comercio Guillermo Moreno en su tiempo a adulterar las estadísticas oficiales del país, o sea, las del Indec, y a que ahora se hagan contra el país en el extranjero reclamos por cientos de millones de dólares.
Ese desaguisado, sin contar otros de los que aquel fue violento protagonista, hubieran sido en otra parte suficientes para acabar con una modesta carrera política, pero por allí anda todavía el siniestro personaje, con la pretensión de escalar más posiciones de las que había conseguido en el pasado. O, en igual línea de actuación funesta para el interés general, cabe mencionar la desfachatez del actual gobernador de Buenos Aires de procurar ir, como suele decirse, “por más”, a pesar de haber enterrado parte de los bienes nacionales con decisiones como la que tomó en YPF con el resultado fatal para el país de terminar con juicios perdidosos por miles de millones de dólares.
El campo, con cuya labor productiva este diario se ha vinculado por lazos profundos desde su primer día, hace 154 años, también tiene sus “vivos”. Son los que se niegan, con pobre fundamentación, a pagar por el mejoramiento de las semillas que utilizan en sus predios y por tecnologías que han acrecentado radicalmente la productividad en relación con el pasado.
Son los que resisten el aggiornamento de la vieja ley de semillas a fin de compensar a los obtentores por gastos y tiempos invertidos no solo en logros que benefician a todos, sino también en líneas de investigación que muchísimas veces terminan por no llegar a ninguna parte, como es propio de la azarosa investigación en los laboratorios científicos.
La Ley Bases, conocida como ley ómnibus, que el gobierno en ejercicio elevó al Congreso de la Nación tan pronto asumió, contemplaba la adhesión del país al acta aprobada en 1991 por la Unión Internacional para la Protección de Obtenciones Vegetales (UPOV), de la que somos miembros desde 1991. Entre los cientos de artículos que los legisladores rechazaron de esa vasta iniciativa se encontraba una propuesta que hubiera abierto la puerta en una dirección que no se puede dilatar por más tiempo en un país de la jerarquía agrícola de la Argentina.
Seguimos, pues, sin contar con una verdadera ley de propiedad intelectual y actuamos así de espaldas a una realidad que países como Estados Unidos, Brasil, Paraguay y Uruguay han entendido de manera diferente de nosotros. Hemos crecido notablemente desde la década de los ochenta en la producción agrícola. Lo hicimos merced a una conjunción de razones entre las que acreditan alta relevancia la siembra directa, la rotación de cultivos, el perfeccionamiento de la maquinaria agrícola, la agricultura de precisión –que no prescinde hoy ni de la utilización de drones–, pero en el siglo XXI nos hemos retrasado en relación con otros países. Respecto de Brasil, de modo particular, cuya producción de trigo en aumento, por mencionar apenas una de sus hazañas incuestionables, plantea serios interrogantes al campo argentino sobre el futuro.
La norma abatida en esta materia de la Ley Bases fue cuestionada por frases huecas del estilo de “la patria no se vende”, tan propia de quienes rifaron el patrimonio argentino en los años en que gobernaron en este siglo. El ministro de Desarrollo Agrario bonaerense, en típica modulación populista, salió en su momento al cruce de las previsiones de la Ley Bases, diciendo que si se aprobaba lo previsto por esa iniciativa gubernamental el país quedaría “rehén de una cadena sumamente concentrada en la que hay muy pocas empresas que dominan prácticamente todo el mercado”.
Ese tipo de ridículas manifestaciones obstaculizadoras del progreso se enancan en la ignorancia. Una empresa netamente nacional, como Don Mario, cubre solo con sus variedades de soja no menos del 40 por ciento de las tierras que se cultivan con esa oleaginosa en el mundo. Ha crecido fuertemente con estos y otros cultivos en Brasil, en los Estados Unidos y en una docena más de países cuyos productores aprecian las bondades de las innovaciones que introduce día tras día en los mercados agrícolas.
En cambio, Bayer ha discontinuado en la Argentina el negocio de semilla de soja y la biotecnología para su cultivo. No haga el campo lo que se ha imputado por años a laboratorios argentinos, tan propensos en algunos casos notorios a mecerse a la sombra del viejo Partido Comunista, pero reacios al pago de las regalías que constituyen el justo precio por el desarrollo obtenido por otros, como decíamos, a fuerza de talento, esfuerzo e inversiones a menudo de gigantes proporciones.
Ha hecho bien, pues, el presidente y gerente general de Bayer al reclamar recientemente por una ley de semillas capaz de atraer al país las inversiones que urgen. No nos engañemos: la producción agrícola se halla estancada desde años en más de un sentido. Si bien eso no es solo consecuencia de que los obtentores extranjeros se niegan a traer al país nuevos eventos presentes en otros mercados por la eterna discusión sobre las regalías, este conflicto constituye, de cualquier forma, una razón de primer orden para su renuencia.
Otra razón fundamental para la prolongación de este debate la expuso correctamente el diputado nacional Atilio Benedetti (UCR-Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura y Ganadería. A todo lo expuesto se suma, dijo, que la producción argentina, para poder incorporar el sano principio de la propiedad intelectual y el paquete tecnológico que está en principio a su disposición, tendría que ser liberada de la pesada carga de las retenciones.
La última contrariedad es la más reciente y, acaso, la más asombrosa. ¿Qué razones obran para dificultar entre las principales entidades agropecuarias una política más firme y, sobre todo, homogénea de requerimientos ante el actual gobierno contra todas las rémoras que dificultan la productividad?
No quisiéramos creer que en ese desentendimiento más o menos velado graviten causas ajenas al interés general de los productores y que pertenezcan, por extraño que parezca, a la categoría de las que no se explican más que por ocultas motivaciones personales.
Desaguisados como el protagonizado por el siniestro Guillermo Moreno con el Indec hubieran sido en otros países motivos suficientes como para terminar con una modesta carrera política
Otro caso inexplicable es la desfachatez del gobernador Axel Kicillof, que pregona que “irá por más” en la búsqueda de ascenso político cuando nos ha dejado millonarias multas por pagar como consecuencia de juicios perdidos por su enorme impericia

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA    


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