El Mercosur y la Unión Europea anunciaron un acuerdo de libre comercio entre ambos bloques
En el inicio de la cumbre del bloque latinoamericano los cuatro presidentes, más la titular de la Comisión Europea, anunciaron el entendimiento después de largas negociaciones
Cecilia Devanna
MONTEVIDEO, enviada especial.- El Mercosur y la Unión Europea finalmente llegaron hoy a un acuerdo para converger hacia un espacio de libre comercio. El anuncio se dio en el marco de la cumbre del bloque latinoamericano, con la presencia de los presidentes de Argentina, Javier Milei; de Brasil, Lula Da Silva; de Uruguay, Luis Lacalle Pou; de Paraguay, Santiago Peña, más la titular de la Unión Europea, Ursula Von der Leyen.
El acuerdo implica un paso muy importante después de 25 años de negociación, y tras haber llegado a un acuerdo similar en 2019 que posteriormente sufrió varios traspiés por los planteos europeos en temas ambientales.
Lacalle como anfitrión, y Von der Leyen como contraparte fueron los encargados de presentar el acuerdo, que ahora deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo y por los congresos de los cuatro miembros pleno del Mercosur.
Milei llegó hoy a la capital uruguaya en el marco de la LXV Cumbre del Mercosur en la que Argentina tomará la presidencia pro tempore por el año próximo. El mandatario arribó a esta ciudad -junto a su hermana Karina, secretaria de la Presidencia; el canciller Gerardo Werthein; y el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo- con la firme decisión de plantear a los otros países miembros del bloque, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia, la necesidad de que todos puedan tener tratados de libre comercio (TLC) con terceros, pero sin romper el acuerdo regional.
Se trata de un planteo fundamental que, hasta ahora, había sido sostenido en soledad por el mandatario uruguayo Luis Lacalle Pou, por su interés por suscribir un acuerdo comercial con China. Pero el resto de los países siempre se opusieron.
El otro foco de atención es el que tiene que ver con la Unión Europea, cuya titular de la Comisión Ursula Von der Leyen anticipó que anunciaría hoy, antes de la cumbre y junto a los presidentes del Mercosur, el fin de las negociaciones entre ambos bloques, previo a la firma de un acuerdo comercial.
El acuerdo más amplio, que incluye temas de orden político y de cooperación, quedará pendiente, ya que requiere -al igual que el primero- de la aprobación de los parlamentos de los cuatro países (casi 5, con Bolivia, aún sin voto) que integran el Mercosur y de los 27 países que conforman la UE, varios de los cuales (Francia, Polonia, Hungría y Austria) ya han dejado trascender públicamente que no firmarán.
El paso de Milei por la capital uruguaya será breve. Tras su arribo esta mañana, directamente para la cumbre, participará del encuentro de mandatarios y luego de la foto grupal. Desde allí, pasado el mediodía, se dirigirá hacia el Hotel Radisson, en el centro de la ciudad, para recibir una distinción por parte de la Asociación de Dirigentes de Marketing del Uruguay (ADM). El premio que recibirá será “ADM, el liderazgo internacional”. Allí se espera que de un segundo discurso, de unos 20 minutos, tras lo que emprenderá el regreso a la ciudad de Buenos Aires.
En el Gobierno no esperan recibir una respuesta inmediata al planteo del presidente Milei sobre la posibilidad de tener acuerdos por separado con terceros países. Y apuestan a que al menos la Argentina, desde la presidencia durante el próximo año, tendrá la posibilidad de marcar agenda y que el tema se siga trabajando.

En Montevideo, según explican muy cerca del mandatario, Milei “va a seguir la misma estrategia internacional que vino replicando y replicará en todos los foros internacionales, como en el G-20 de Brasil”, detallaron las fuentes consultadas. “Para no sacar los pies del plato del mundo se adhiere a las definiciones generales y después hace la lista de cosas que rechaza”, completaron. Y sintetizaron lo que sucederá en tierras charrúas: “Javier va a proponer el libre mercado. ¿Va a romper el Mercosur? No”.
En la Casa Rosada explican que el objetivo libertario “es lograr avanzar en una posición más flexible, pero sin salir del Mercosur. Nadie saca los pies del plato”. Pese a ello, señalan que el Gobierno busca un tratado de libre comercio (TLC) con los Estados Unidos, algo que no dependería de una flexibilización del Mercosur, sino de una reestructuración completa del bloque. Alcanza con observar los lustros de negociaciones para intentar un acuerdo con la Unión Europea.
“En estas condiciones, nosotros podemos avanzar en mayores acuerdos comerciales con los Estados Unidos, de la misma manera que estamos avanzando con China”, declaró el Presidente recientemente. “¿Usted está anunciando que va a buscar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos más profundo?”, le preguntaron en una entrevista en radio Rivadavia, a lo que el jefe de Estado contestó: “Exactamente, sí, así es, me leyó perfecto”.
Las fuentes consultadas también hicieron hincapié en la agenda “muy importante en temas de seguridad” que tendrá el encuentro de este viernes en la capital uruguaya.
En Montevideo, Milei volverá a verse las caras con el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, luego del frío saludo que compartieron en el G-20 de Río de Janeiro. También compartirá la cumbre con Lacalle Pou, quien participará por última vez antes de entregar el poder; con Santiago Peña, de Paraguay, y Luis Arce, de Bolivia. No se descarta un primer encuentro con el presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, especialmente invitado para la ocasión.
Milei estará acompañado por el canciller Gerardo Werthein, quien días atrás reconoció que el Gobierno ve en el Mercosur un “corsé”, que obliga a un replanteo negociado con sus miembros. “El Mercosur nos genera oportunidades y desventajas. Hay que estudiar cuáles son las ventajas y si se pueden potenciar. Tenemos que sentarnos con los cuatro miembros porque los países necesitamos abrirnos al mundo. Los acuerdos están pensados para ayudar a los países, no para ser un corsé. Y la Argentina necesita crecer. En ciertos aspectos estamos encorsetados con el Mercosur, pero lo tenemos que estudiar y en la cumbre nos sentaremos a hablar”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores en TN
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Proyecto Gemma: la iniciativa de un médico italiano para comprender la asociación entre el autismo y la nutrición
El gastroenterólogo Alessio Fasano, que es profesor en Harvard, dio una conferencia en la Academia Nacional de Medicina; presentó una investigación en la que busca entender los síntomas del espectro y su relación con la disfunción gastrointestina
lFabiola Czubaj
Alessio Fasano, en la Argentina
Leer el resumen y glosario generados por la inteligencia artificial10
Alessio Fasano, gastroenterólogo y pediatra, lidera un programa internacional desde Estados Unidos para dar con una intervención que permita retrasar o mitigar el avance del autismo una vez que un chico lo desarrolla. Su objetivo más ambicioso, como declara, es poder anticiparse a su aparición para intervenir a través de lo que es su área de estudio: la alimentación y el ecosistema intestinal. Aun así, anticipa que “no hay una bala mágica” para todos, pero sí se podrán personalizar las intervenciones.
Esta semana, en la biblioteca del primer piso de la Academia Nacional de Medicina, dio una conferencia magistral organizada por la Asociación Civil Autismo y Neurodesarrollo Argentina (Acayna). Participaron profesionales de la salud y familias, ante los que presentó avances en el Proyecto Gemma, una iniciativa que cuenta con financiamiento de la Comisión Europea y que apunta a comprender mejor los síntomas del autismo y su asociación con la disfunción gastrointestinal en una cohorte de bebés de hasta seis meses que ya tienen un hermano o hermana con un trastorno del espectro autista diagnosticado. Fasano considera que el seguimiento a cinco años o hasta la aparición del trastorno aportará “información única” que permitirá anticipar “hasta en meses” el riesgo.
Fasano durante la conferencia en la Academia Nacional de Medicina
“El mundo del autismo está cambiando enormemente –sostuvo en diálogo con LA NACIÓN–. Hubo una primera etapa en la que se reconoció el problema, una segunda en la que buscó saber cómo diagnosticarlo en los chicos y la tercera, que es ahora, en la que estamos tratando de comprender por qué [ocurre el autismo] para poder encontrar remedios. La evidencia es bastante robusta en que el autismo es por un problema del neurodesarrollo, con ingredientes inflamatorios y que es uno de los mejores ejemplos de una falta de comunicación entre el cerebro y el intestino o lo que llamamos eje intestino-cerebro.”
Por eso, según continuó, hoy hay lo que definió como “un paradigma completamente nuevo” que aspira a comprender por qué, dada la predisposición genética, algunos chicos desarrollan autismo y otros no. “Mientras que en el pasado pensábamos que si un individuo estaba genéticamente predispuesto era su destino desarrollar autismo, hoy ya no es así y todo depende de cómo cada persona juegue sus ‘cartas genéticas’, es decir, su estilo de vida –explicó sobre la línea en la que trabaja–. La evidencia también sugiere que el riesgo de desarrollar autismo sería mucho más alto que tenga un estilo de vida occidental [por la alimentación]. Comprender qué estuvimos haciendo mal, nos dará algunas ideas de cómo resolver el problema de un trastorno que estuvo aumentando drásticamente en las dos últimas décadas.”
En crecimiento
Coincidió, ante la consulta, en que ese crecimiento se debe también a una mayor información y una mejor posibilidad diagnóstica de los TEA. Pero afirmó que también existe “evidencia bastante sólida” de que viene cambiando la frecuencia con la que aparece la enfermedad. “En los años 70 –según argumentó–, la prevalencia del autismo era de uno en 10.000 chicos y, ahora, de 1 en 36. Claro que esto no es exclusivo del autismo porque hay muchas otras enfermedades inflamatorias crónicas que están aumentando (Alzheimer, autoinmunes, Parkinson o cáncer), pero el autismo tiene un patrón de crecimiento definido y siempre en la misma población. Y este cambio es en un intervalo tan corto que no se puede atribuir a una mutación genética o una degeneración asociada con el envejecimiento. Es por la epigenética.”
Fasano es jefe de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica en el Massachusetts General Hospital para Niños y dirige el Centro de Investigación Celíaca, donde con su equipo se especializan en el tratamiento de pacientes –adultos y pediátricos– con trastornos asociados con el gluten, incluida la enfermedad celiaquía, la alergia al trigo y la sensibilidad al gluten. Además, dirige el Centro de Investigación de Inmunología y Biología de las Mucosas y es profesor visitante de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Fue invitado para dar una conferencia magistral en la ANM por Acayna, a la que se podía acceder con invitación o a través de un ticket de $70.000 en el sitio de la asociación, y participó, al día siguiente, en el Congreso Mundial de Gastroenterología Pediátrica en esta ciudad.
“En los años 70, la prevalencia del autismo era de uno en 10.000 chicos y, ahora, de 1 en 36", argumentó Fasano
Al referirse al “paradigma del autismo”, planteó que hay una “triangulación” entre la permeabilidad intestinal –Fasano descubrió hace más de una década el marcador con la que se estudia en la práctica clínica, la zonulina–, el microbioma intestinal y la respuesta del sistema inmunológico que lleva a la inflamación crónica. “En las personas que estudiamos –explicó el investigador–, el ecosistema intestinal, que es lo que llamamos el microbioma, es el elemento clave que influye, en el caso en que se desarrolle autismo, en cómo y por qué se van a activar los genes cuando existe la predisposición genética al trastorno. Hay muchos factores que influyen en ese ecosistema, como el estilo de vida, el parto por cesárea, el uso de antibióticos, la exposición a la contaminación ambiental y el estrés, por ejemplo, pero lo que más impacto tiene es la nutrición. Se está estudiando cómo modificar el microbioma [a través de la alimentación] para lograr mitigar ese riesgo. Ahora, con la secuenciación del genoma completo, sabemos que no es tanto los genes involucrados sino su función.”
Aun cuando se suelen usar como sinónimos en el ambiente interno del tracto gastrointestinal, microbiota y microbioma no son lo mismo y Fasano, a los fines de sus investigaciones, también señala ese error común. “La microbiota es la composición del ecosistema intestinal, con virus, bacterias, parásitos, etcétera, mientras que el microbioma es cómo se comunican con el huésped humano. Nos interesa más este último porque es el que nos dará más información”, planteó.
Pero aún es temprano en esos trabajos como para hablar de una relación causal con el autismo. “Una cosa es la asociación y, otra, la causalidad –concedió en diálogo . Sabemos que los chicos con autismo tienen ciertas preferencias con las comidas y que la alimentación modifica el microbioma, lo que sería la consecuencia y no la causa. En estos momentos, hay un fuerte impulso a avanzar científicamente de la asociación a la causalidad porque, si demostramos que el microbioma es la causa, pasaría a ser un objetivo legítimo de intervención para mitigar la inflamación asociada.”
La iniciativa
De eso se trata el Proyecto Gemma con el seguimiento a una cohorte de bebés desde el embarazo y con sospecha de que pueden desarrollar autismo a partir de tener un hermano o hermana con el diagnóstico de un TEA. A partir de los primeros ensayos que impulsa ese consorcio de 16 “socios”, incluidos investigadores, bioinformáticos y especialistas en IA, ONG y empresas de la industria farmacéutica y alimentaria, contó: “Observamos cambios en el microbioma que anteceden a la aparición del autismo. A veces, meses antes. Eso nos permitiría dar con un blanco de intervención para mitigar el riesgo o, si el trastorno apareció, reducir la velocidad si no es detener la progresión. Tenemos que hacer algo con el autismo y eso demanda encontrar la causa para diseñar una intervención”.
Las preguntas que apuntan a responder con el programa y el análisis de los datos que están reuniendo incluyen si el microbioma tiene que ver con el autismo y, si es así, cómo o qué vías metabólicas intervienen, entre otras. El programa tiene tres áreas de estudio: la preclínica con modelos animales, la de observación clínica con el seguimiento de los participantes y, si desarrollan autismo, la tercera es la de intervención –sería a través de un complemento nutricional con probióticos y azúcares– para mitigar el avance del autismo, según explicó Fasano sobre la meta a alcanzar, aunque aún no habló de tiempos.
“Claro que el objetivo más ambicioso es prevenir la aparición del autismo –agregó, de inmediato–: hallar la mínima firma genética para que, dada la predisposición, ciertas condiciones del entorno y la exposición a ciertos factores ambientales, poder modificar el ecosistema intestinal. Esto nos dará la oportunidad de intervenir. ¿Cómo? No podemos cambiar los genes de un chico por nacer ni el ambiente, pero sí el microbioma. Si podemos volver ese ecosistema a las condiciones que debería, esperamos poder detener la progresión de los trastornos autistas.”
¿Qué peso considera con el conocimiento disponible que podría tener el eje intestino-cerebro que investiga en el mecanismo por el que se desarrollan los TEA? “Diría que el microbioma tiene alta importancia instrumental. Todas las piezas son importantes, pero la que vemos que podemos manipular realmente es esa. Y la mejor forma es a través de la alimentación [como ocurre con la celiaquía], que es tan buena como la medicina. Ahora, si la pregunta es si vamos a encontrar una bala mágica para todos los chicos con autismo, no, absolutamente no. Si la pregunta es si existe la posibilidad de tratarlos si sabemos cómo llegaron a desarrollarlo, la respuesta es sí y, para eso, necesitamos entenderlo primero. Con eso vamos a poder estratificar a esa población, lo que significa personalizar la medicina.”
Leer el resumen y glosario generados por la inteligencia artificial10
Alessio Fasano, gastroenterólogo y pediatra, lidera un programa internacional desde Estados Unidos para dar con una intervención que permita retrasar o mitigar el avance del autismo una vez que un chico lo desarrolla. Su objetivo más ambicioso, como declara, es poder anticiparse a su aparición para intervenir a través de lo que es su área de estudio: la alimentación y el ecosistema intestinal. Aun así, anticipa que “no hay una bala mágica” para todos, pero sí se podrán personalizar las intervenciones.
Esta semana, en la biblioteca del primer piso de la Academia Nacional de Medicina, dio una conferencia magistral organizada por la Asociación Civil Autismo y Neurodesarrollo Argentina (Acayna). Participaron profesionales de la salud y familias, ante los que presentó avances en el Proyecto Gemma, una iniciativa que cuenta con financiamiento de la Comisión Europea y que apunta a comprender mejor los síntomas del autismo y su asociación con la disfunción gastrointestinal en una cohorte de bebés de hasta seis meses que ya tienen un hermano o hermana con un trastorno del espectro autista diagnosticado. Fasano considera que el seguimiento a cinco años o hasta la aparición del trastorno aportará “información única” que permitirá anticipar “hasta en meses” el riesgo.
“El mundo del autismo está cambiando enormemente –sostuvo en diálogo con LA NACIÓN–. Hubo una primera etapa en la que se reconoció el problema, una segunda en la que buscó saber cómo diagnosticarlo en los chicos y la tercera, que es ahora, en la que estamos tratando de comprender por qué [ocurre el autismo] para poder encontrar remedios. La evidencia es bastante robusta en que el autismo es por un problema del neurodesarrollo, con ingredientes inflamatorios y que es uno de los mejores ejemplos de una falta de comunicación entre el cerebro y el intestino o lo que llamamos eje intestino-cerebro.”
Por eso, según continuó, hoy hay lo que definió como “un paradigma completamente nuevo” que aspira a comprender por qué, dada la predisposición genética, algunos chicos desarrollan autismo y otros no. “Mientras que en el pasado pensábamos que si un individuo estaba genéticamente predispuesto era su destino desarrollar autismo, hoy ya no es así y todo depende de cómo cada persona juegue sus ‘cartas genéticas’, es decir, su estilo de vida –explicó sobre la línea en la que trabaja–. La evidencia también sugiere que el riesgo de desarrollar autismo sería mucho más alto que tenga un estilo de vida occidental [por la alimentación]. Comprender qué estuvimos haciendo mal, nos dará algunas ideas de cómo resolver el problema de un trastorno que estuvo aumentando drásticamente en las dos últimas décadas.”
En crecimiento
Coincidió, ante la consulta, en que ese crecimiento se debe también a una mayor información y una mejor posibilidad diagnóstica de los TEA. Pero afirmó que también existe “evidencia bastante sólida” de que viene cambiando la frecuencia con la que aparece la enfermedad. “En los años 70 –según argumentó–, la prevalencia del autismo era de uno en 10.000 chicos y, ahora, de 1 en 36. Claro que esto no es exclusivo del autismo porque hay muchas otras enfermedades inflamatorias crónicas que están aumentando (Alzheimer, autoinmunes, Parkinson o cáncer), pero el autismo tiene un patrón de crecimiento definido y siempre en la misma población. Y este cambio es en un intervalo tan corto que no se puede atribuir a una mutación genética o una degeneración asociada con el envejecimiento. Es por la epigenética.”
Fasano es jefe de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica en el Massachusetts General Hospital para Niños y dirige el Centro de Investigación Celíaca, donde con su equipo se especializan en el tratamiento de pacientes –adultos y pediátricos– con trastornos asociados con el gluten, incluida la enfermedad celiaquía, la alergia al trigo y la sensibilidad al gluten. Además, dirige el Centro de Investigación de Inmunología y Biología de las Mucosas y es profesor visitante de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Fue invitado para dar una conferencia magistral en la ANM por Acayna, a la que se podía acceder con invitación o a través de un ticket de $70.000 en el sitio de la asociación, y participó, al día siguiente, en el Congreso Mundial de Gastroenterología Pediátrica en esta ciudad.
Al referirse al “paradigma del autismo”, planteó que hay una “triangulación” entre la permeabilidad intestinal –Fasano descubrió hace más de una década el marcador con la que se estudia en la práctica clínica, la zonulina–, el microbioma intestinal y la respuesta del sistema inmunológico que lleva a la inflamación crónica. “En las personas que estudiamos –explicó el investigador–, el ecosistema intestinal, que es lo que llamamos el microbioma, es el elemento clave que influye, en el caso en que se desarrolle autismo, en cómo y por qué se van a activar los genes cuando existe la predisposición genética al trastorno. Hay muchos factores que influyen en ese ecosistema, como el estilo de vida, el parto por cesárea, el uso de antibióticos, la exposición a la contaminación ambiental y el estrés, por ejemplo, pero lo que más impacto tiene es la nutrición. Se está estudiando cómo modificar el microbioma [a través de la alimentación] para lograr mitigar ese riesgo. Ahora, con la secuenciación del genoma completo, sabemos que no es tanto los genes involucrados sino su función.”
Aun cuando se suelen usar como sinónimos en el ambiente interno del tracto gastrointestinal, microbiota y microbioma no son lo mismo y Fasano, a los fines de sus investigaciones, también señala ese error común. “La microbiota es la composición del ecosistema intestinal, con virus, bacterias, parásitos, etcétera, mientras que el microbioma es cómo se comunican con el huésped humano. Nos interesa más este último porque es el que nos dará más información”, planteó.
Pero aún es temprano en esos trabajos como para hablar de una relación causal con el autismo. “Una cosa es la asociación y, otra, la causalidad –concedió en diálogo . Sabemos que los chicos con autismo tienen ciertas preferencias con las comidas y que la alimentación modifica el microbioma, lo que sería la consecuencia y no la causa. En estos momentos, hay un fuerte impulso a avanzar científicamente de la asociación a la causalidad porque, si demostramos que el microbioma es la causa, pasaría a ser un objetivo legítimo de intervención para mitigar la inflamación asociada.”
La iniciativa
De eso se trata el Proyecto Gemma con el seguimiento a una cohorte de bebés desde el embarazo y con sospecha de que pueden desarrollar autismo a partir de tener un hermano o hermana con el diagnóstico de un TEA. A partir de los primeros ensayos que impulsa ese consorcio de 16 “socios”, incluidos investigadores, bioinformáticos y especialistas en IA, ONG y empresas de la industria farmacéutica y alimentaria, contó: “Observamos cambios en el microbioma que anteceden a la aparición del autismo. A veces, meses antes. Eso nos permitiría dar con un blanco de intervención para mitigar el riesgo o, si el trastorno apareció, reducir la velocidad si no es detener la progresión. Tenemos que hacer algo con el autismo y eso demanda encontrar la causa para diseñar una intervención”.
Las preguntas que apuntan a responder con el programa y el análisis de los datos que están reuniendo incluyen si el microbioma tiene que ver con el autismo y, si es así, cómo o qué vías metabólicas intervienen, entre otras. El programa tiene tres áreas de estudio: la preclínica con modelos animales, la de observación clínica con el seguimiento de los participantes y, si desarrollan autismo, la tercera es la de intervención –sería a través de un complemento nutricional con probióticos y azúcares– para mitigar el avance del autismo, según explicó Fasano sobre la meta a alcanzar, aunque aún no habló de tiempos.
“Claro que el objetivo más ambicioso es prevenir la aparición del autismo –agregó, de inmediato–: hallar la mínima firma genética para que, dada la predisposición, ciertas condiciones del entorno y la exposición a ciertos factores ambientales, poder modificar el ecosistema intestinal. Esto nos dará la oportunidad de intervenir. ¿Cómo? No podemos cambiar los genes de un chico por nacer ni el ambiente, pero sí el microbioma. Si podemos volver ese ecosistema a las condiciones que debería, esperamos poder detener la progresión de los trastornos autistas.”
¿Qué peso considera con el conocimiento disponible que podría tener el eje intestino-cerebro que investiga en el mecanismo por el que se desarrollan los TEA? “Diría que el microbioma tiene alta importancia instrumental. Todas las piezas son importantes, pero la que vemos que podemos manipular realmente es esa. Y la mejor forma es a través de la alimentación [como ocurre con la celiaquía], que es tan buena como la medicina. Ahora, si la pregunta es si vamos a encontrar una bala mágica para todos los chicos con autismo, no, absolutamente no. Si la pregunta es si existe la posibilidad de tratarlos si sabemos cómo llegaron a desarrollarlo, la respuesta es sí y, para eso, necesitamos entenderlo primero. Con eso vamos a poder estratificar a esa población, lo que significa personalizar la medicina.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.