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domingo, 2 de abril de 2023

EMPRESARIOS & CÍA


Una larga noche hasta octubre
El empresariado no tiene esta vez un candidato ideal; enredado Massa con la gestión, se sienten más cómodos con Rodríguez Larreta que con Patricia Bullrich
Francisco Olivera
La idea del almuerzo era conocerse pero, sin quererlo, Patricia Bullrich puso a varios incómodos. ¿O lo hacía con intención? El lunes, en la sede de la Unión Industrial Argentina y ante parte de la conducción de esa central, la presidenta de Pro se metió en un tema sensible, la competitividad fabril. Y a la manera de Patricia Bullrich: dijo que los extranjeros venían a la Argentina y compraban todo tipo de productos con una excepción, la ropa. El dedo en la llaga textil. Luis Tendlarz, representante del sector y uno de los anfitriones, le contestó que eso en todo caso ocurría en los shoppings, pero que afuera, por ejemplo, en el barrio del Once, las tiendas eran más baratas, y que una cosa eran los productos terminados, y otra, los hilados. Y además que, en todo caso, el problema era la carga del Estado. Una discusión eterna, pero también típica de tiempos preelectorales: ¿qué modelo económico permitirá alguna vez despegar?
La campaña obliga a los empresarios a contrastar proyectos. A Massa, con quien tienen la mejor relación, no le auguran futuro más allá de octubre. Con él habrá que resolver las urgencias del presente, múltiples y cada vez más graves, pero la suerte parece estar echada para el Gobierno. La atención está puesta entonces en lo que viene, y eso tampoco parece alentador. Con Bullrich tienen bastantes reparos. Coinciden con ella en la necesidad de una reforma laboral, pero temen que vaya hacia un modelo más extremo, no necesariamente industrial, y que eso la termine enemistando con sus aliados de la UCR y complique la gobernabilidad. En la UIA, además de Tendlarz, le plantearon diferencias Isaías Drajer, de los laboratorios, y Matías Furió, de la Cámara del Juguete. Le recordaron que el sector fabril no había tenido una buena relación con Macri y le propusieron mejorar esa experiencia. Ella contestó que no estaba pensando en abrir la economía de golpe, que había que empezar sacando las distorsiones del Estado sobre la actividad privada y que en todo caso la decisión de competir correspondía a la sociedad.
Los asesores de la invitada conocían esta desconfianza mutua. Por eso algunos se lamentaron de que hubiera surgido el contrapunto. “No era para pelearse”, dijo uno de ellos. Intentaron que no ocurriera lo mismo ayer, con la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos (Cilfa), y ahí sí lo consiguieron. “Hubo empatía, fue una buena reunión”, dijo uno de quienes estuvieron.
Los empresarios no tienen esta vez un candidato ideal. Enredado Massa con la gestión, se sienten más cómodos con Rodríguez Larreta que con Patricia Bullrich. Es cierto que les gustaría que el jefe de gobierno porteño fuera más carismático, pero les entusiasma al menos que se defina a sí mismo como desarrollista. De Milei conocen poco, y ese poco no termina de convencer. Estos intentos por auscultar lo que viene exponen al mismo tiempo un enorme escepticismo con el presente. La Argentina, coinciden casi todos, está al frente a uno de los peores momentos preelectorales de su historia.
No es solo una idea del hombre de negocios local. Quienes acompañaron esta semana a Alberto Fernández en EE.UU. entendieron que es también el modo en que razona la Casa Blanca. Hay un solo motivo por el que, transmiten en el Departamento de Estado, Biden se tomó el trabajo de recibir al Presidente: la administración demócrata está dispuesta a ayudar a la Argentina a llegar sin sobresaltos a octubre.
Es, de todos modos, una lectura muy distinta de la que hace el jefe del Estado argentino. Quienes hablaron con él después de la reunión bilateral dicen que lo notaron no solo exultante con el encuentro personal, sino hasta envalentonado con la interna del Frente de Todos. Que, por ejemplo, interpretó las últimas declaraciones de Máximo Kirchner como una reivindicación para su idea de competir en las primarias. “Si alguien se enoja, vamos a las elecciones y la sociedad define”, había dicho el diputado en el acto del 24 de marzo. ¿Cedió La Cámpora? Alberto Fernández entendió que sí. En la Casa Rosada cuentan que lo ven de mejor humor que nunca.
Tanto optimismo provoca en el establishment económico cierta perplejidad. A Susan Segal, líder del Council of the Americas, le costó bastante conseguir invitados para la comida del lunes con el Presidente en Nueva York. Tuvo que llamar personalmente a las empresas. Una vez ahí, a algunos de los asistentes les molestó que Alberto Fernández hablara como si la Argentina fuera un éxito. Que atribuyera, por ejemplo, el cepo cambiario a Macri sin explicar qué había hecho él al respecto. Esa tensión no volvió a percibirse en Washington, segunda etapa del viaje, sólo porque el jefe del Estado evitó nuevos encuentros con ejecutivos.
El viaje terminó con una mala noticia para la Argentina. La jueza Loretta Preska, de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, condenó al Estado a pagar por la estatización de YPF una indemnización que, según la fecha sobre la que se calcule, expropiación o pago a Repsol, podría ir de los 3500 millones a los 17.000 millones de dólares.
El Gobierno –y principalmente Massa– espera que la gira haya servido al menos para que la Casa Blanca influya sobre los organismos para que la Argentina obtenga una partida adicional de dólares. Hasta ahora lo único concreto es la buena disposición: los demócratas piensan que, dada la situación y los tiempos, no tiene sentido ni confrontar discursivamente ni quedar siempre como que Estados Unidos pone condicionantes. Algunos diplomáticos proponen incluso imitar el método de China, especialista en prometer a la Argentina salvatajes que nunca llegan, como aquellos 20.000 millones de dólares de 2004.
Quisieran, con todo, que la Casa Rosada tuviera con los chinos un vínculo menos ambiguo. Como Uruguay, dicen, que al momento de discutir con ellos un tratado de libre comercio puso tres condiciones y cumplió: que el entendimiento no incluyera compra de terrenos; que las inversiones y proyectos se hicieran solo con trabajadores uruguayos, y que las operaciones consistieran en negocios nuevos, no en compra de activos.
Es lo que los demócratas pretenden también para el próximo gobierno argentino, entre otras razones porque no terminan de confiar en Lula como interlocutor de América Latina: los movimientos iniciales del líder del PT respecto de la guerra en Ucrania o la relación con Irán los siguen desconcertando. La premisa norteamericana vuelve a ser evitar conflictos en la región. Ya bastante tienen con un mundo al que le asignan un nuevo estatus: el de la stanglobalisation, una especie de meseta en el proceso de globalización. En esa nueva etapa, razona el Departamento de Estado, hay lugar para todos. Para aquellas empresas que quieran volver a radicarse en territorio norteamericano: onshoring; para las que prefieran ubicarse estratégicamente cerca, como México u Honduras: nearshoring, y para lo que, como el Cono Sur, pueda coincidir: friendshoring.
¿Alcanzará eso para tranquilizar? Los empresarios argentinos suponen que no. En el corto plazo, dicen, dependerá de los dólares que el Gobierno pueda conseguir. Y en el mediano, de las respuestas de la dirigencia política. Hay quienes se han empezado a involucrar más directamente. Daniel Novegil, CEO de Ternium y ejecutivo leal a Paolo Rocca; Luis Pagani, dueño de Arcor, y Roberto Urquía, de Aceitera General Deheza, están armando encuentros entre algunos de sus pares y técnicos del Ieral, el instituto de la Fundación Mediterránea, que conduce Carlos Melconian.
Son actos reflejo por lo que puede venir. En su última reunión de junta, el Centro de Estudios Económicos de la UIA proyectó una caída en la actividad por demanda –algo a lo que contribuyen las tasas altas y la política fiscal contractiva–, y por oferta, porque nadie espera que mejore la disponibilidad de dólares. Ante esa perspectiva, discutir con un candidato les da la posibilidad de ubicarse mentalmente en una Argentina hipotética, muy distinta de la que imaginan al menos hasta octubre.ß
A Susan Segal, líder del Council of the Americas, le costó bastante conseguir invitados para la comida del lunes con el Presidente en Nueva York; tuvo que llamar personalmente a las empresas

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lunes, 2 de mayo de 2022

EMPRESARIOS & CÍA


Ya es tarde para contener al Instituto Patria
Francisco Olivera

Justo en el momento en que Gabriela Cerruti, vocera presidencial, anunciaba anteayer que a partir de ese día millones de jubilados, monotributistas, desempleados y trabajadores informales podrían empezar a cobrar la primera etapa del bono de 18.000 pesos que el Gobierno ideó para mejorar los ingresos, la fila virtual de usuarios en la página de la Anses era interminable. Unos cuantos quedaban eternamente en “sala de espera”. No debería sorprender: a la Argentina le llevó más de tres años repartir la tarjeta SUBE. La licitó en 2009, habilitó la web en enero de 2012 y una semana después seguía entregándolas con demoras de hasta 75 minutos a pasajeros que se agolpaban quejosos frente a puestos callejeros o en el hall de las estaciones de tren. De todos modos, para el nuevo IFE cabe esperar una mayor destreza: se supone que la experiencia de habérselo pagado a 9 millones durante la cuarentena no ha sido en vano.
El kirchnerismo se salió finalmente con la suya. Venía reclamando una cuarta entrega de ese subsidio desde el año pasado, pero Guzmán ponía reparos para no entorpecer la negociación con el Fondo Monetario Internacional. De todos modos, ya es tarde para contentar en un 100% al Instituto Patria: las críticas que vienen de ahí han tomado el tenor de lo irreversible. Esa es acaso la razón por la que Alberto Fernández les ordenó a sus funcionarios, en especial a Cerruti, no molestarse en contestar. Anteayer, cuando le preguntaron sobre los cuestionamientos de Andrés Larroque al ministro de Economía, la vocera prefirió excusarse: “No comentamos opiniones”.
El Presidente dice estar convencido en eso de poner la otra mejilla. Conoce bien a la vicepresidenta: cree que a ella siempre le ha costado menos demoler que edificar. “Es autodestructiva”, la define, y vuelve a esa fábula que ya es lugar común en la política, la del escorpión y la rana. Su conclusión es que, a diferencia de lo que pretenden muchos en lo más ideologizado del Frente de Todos, Cristina Kirchner seguramente no está pensando en ser candidata a la Casa Rosada en 2023. “No tiene ninguna competitividad”, describe. Supone, en cambio, que él sí estará en condiciones. “Soy el que mejor mide del espacio”, repite, con el argumento de que le encontrará la vuelta a la inflación y que, probablemente a fines de año, la Argentina estará recuperándose a buen ritmo. Deberá dirimirlo en todo caso primero dentro del PJ. Hay gobernadores que preferirían a estas alturas a otro candidato y quienes hasta suponen estar al tanto de los planes de la “jefa”: por ejemplo, el que proyecta que Eduardo de Pedro, el preferido del Instituto Patria, venza en una primaria a Capitanich y quede posicionado para competir en 2027. Porque la prioridad no será ganar el año próximo, sino resguardar las banderas del electorado más leal.
Son dibujos en el aire. Hasta ahora, lo único que parece consolidado y concreto es la ruptura del espacio. Aunque no termine de hacerse explícita ni ninguno de los camporistas esté dispuesto a abandonar el cargo que ocupa porque, como describió Larroque el día de la marcha a la Plaza de Mayo, nadie puede irse de aquello que construyó. Que esta situación ya no sorprenda no significa que no siga dañando a la administración. Además de silenciarlos, el cascoteo kirchnerista paraliza a muchos funcionarios. ¿Quién querría arriesgarse con una medida impopular en un momento así? El último en intentarlo, Guzmán, que convocó a la audiencia pública por las tarifas a pesar de las advertencias públicas del subsecretario Federico Basualdo, recibió como reprimenda esta semana una fenomenal campaña de desgaste.
Es entendible que el ministro sobreactúe ahora con el impuesto a la “renta inesperada”. Aunque nadie, ni siquiera él, confíe en que pueda ser aprobado. Massa se lo explicó el miércoles en el Congreso a un grupo de industriales encabezados por Daniel Funes de Rioja. Según el líder del Frente Renovador, la paridad que hay en la Cámara de Diputados impedirá que cualquier bloque pueda imponerse de manera autónoma: todos estarán obligados a lograr consensos. Los empresarios habían ido a verlo a la Comisión de Industria, que preside el peronista entrerriano Marcelo Casaretto, con múltiples inquietudes. De la cuestión tributaria al contexto jurídico laboral: hace algunas semanas, la Corte ordenó reglamentar una ley que está aprobada y demorada sobre la obligación de ofrecerles un servicio de guardería a las empleadas. Las dudas no residen solo en el costo económico, sino en eventuales contingencias:
Hay tanta tensión que los empresarios cuidan las palabras y los movimientos
“Yo soy peronista”, tranquilizó Guillermo Moretti
¿quién responderá, por ejemplo, ante un accidente doméstico de cualquiera de los chicos?
Hay tanta tensión que los empresarios cuidan las palabras y los movimientos. Funes de Rioja, por ejemplo, no dijo una sola palabra del impuesto a la “renta inesperada” el lunes, en la reunión que tuvo en la Casa Rosada con el Presidente y con algunos de sus ministros. Otros optan, en cambio, por la locuacidad. “Yo soy peronista”, tranquilizó Guillermo Moretti, directivo pyme de Santa Fe, ante Casaretto después en la comisión.
Haber circunscripto al menos el terreno y los términos en los que se desarrolla la discusión política es el módico éxito del kirchnerismo en medio de la crisis. La Cámpora se mueve como si ya se estuviera despidiendo de la gestión. Eso explica que haya decidido privilegiar sus objetivos teóricos sobre los concretos. Luana Volnovich, directora ejecutiva del PAMI, acaba de anunciar para mayo el pago de un adicional de 6000 pesos mensuales para todas las trabajadoras, que en el organismo son más de la mitad del plantel. Entre los argumentos, publicados el martes en la resolución 446, consigna que a ellas les cuesta más conseguir empleo, que suelen ganar menos que los hombres y que tienen que atender en simultáneo las tareas domésticas. Aunque el plantel femenino supere en número a los varones y no haya brecha salarial en el PAMI, Volnovich resarce una causa de índole general y simbólica con un beneficio a empleadas de carne y hueso. Otro camporista, Damián Selci, intendente de Hurlingham, acaba de tomar una medida similar: anunció un bono mensual de 3000 para todas las estatales del municipio.
Estas medidas, de aplicación más sencilla que el nuevo IFE, son además menos comprometedoras para quienes han decidido otorgarlas: en general nadie audita y tampoco queda tanto tiempo de gobierno. En eso tampoco coinciden con Alberto Fernández. En 2015, en el final del segundo mandato de Cristina Kirchner, varias de estas dependencias aceleraron la cantidad de nombramientos. A diferencia de la página de la Anses, esta mecánica siempre ha funcionado con fluidez. La novedad de esta gestión no es tanto impedir la creación de riqueza, un clásico argentino, sino saber siquiera dilapidarla. •

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