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miércoles, 18 de octubre de 2023

JUAN CARLOS TORRE....SOCIÓLOGO Y UNO DE MIS PROFESORES


Juan C. Torre. “El PJ sufre una deserción que nos habla de una crisis importante”
El sociólogo advierte que el peronismo sufre una fuga de apoyos que “el pibe Milei” supo capitalizar; “el mundo del trabajo implosionó”, dice
Texto Astrid Pikielny | Foto Rodrigo Néspolo
Sobre la portada, la foto en sepia de algunos trabajadores alegres, expectantes, con los brazos en alto, sobre una furgoneta. Esperan, como otros miles de obreros, que ese 17 de octubre de 1945 Juan Domingo Perón se haga presente en la Plaza de Mayo. “El líder reclamado por la gente está preocupado. No sabe si ir o hablar por radio. Finalmente, pasadas las 10 y media de la noche, Perón se dirige a la Plaza y lo que hay es una multitud. No sabía qué decir. Les pidió a todos que cantaran el Himno mientras pensaba qué iba a decir”, reconstruye Juan Carlos Torre sobre ese 17 de octubre que opera como mito de origen y fecha de nacimiento de un partido que, desde hace 78 años, marca el pulso de la vida política de la Argentina.
Ahora, Torre, destacado sociólogo y especialista en peronismo, sindicalismo y movimiento obrero, acaba de reeditar un clásico, El 17 de octubre de 1945 (Ariel). Este texto, publicado por primera vez en 1995 y del que fue compilador además de uno de sus autores, vuelve con nuevo prólogo para analizar las mutaciones a las que fue sometida aquella versión original del peronismo por las sucesivas disidencias que enfrentó y que va desde su origen hasta la experiencia kirchnerista que hoy se muestra “frágil y vulnerable” electoralmente. No solamente porque desde 2015 el kirchnerismo no pudo ser más “mascarón de proa” de las fórmulas electorales, sino también por una frase de Cristina Kirchner, dice Torre, considerada “herética” para el peronismo: “Lo importante es entrar al ballottage. Esperemos entrar en la segunda vuelta”.
Después de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner, recuerda Torre, hubo que “importar a un hombre del menemismo”, Daniel Scioli, para ir a las elecciones en las que fue derrotado el peronismo en 2015. “En la última ocasión, hubo que importar a un crítico furibundo del kirchnerismo, Alberto Fernández, para encabezar la lista. La última es el nombramiento y el eclipse inmediato de su candidato en la última elección, Wado de Pedro, que duró un día. Ahí hizo un striptease de una fragilidad escandalosa. Hay una admisión de que el mascarón de proa ya no puede ser el kirchnerismo. Todo esto, en un partido que siempre se pensó como el partido natural de la Argentina, fue una confesión de una fragilidad inédita”, explica Torre.
Sobre el escenario de tres tercios y la ascendente figura de Javier Milei, Torre marca otra novedad importante: la deserción de los votantes peronistas que esta vez eligen a un candidato no peronista. “Ahora, muchos votantes de Milei vienen del peronismo. Es una deserción que nos habla de una crisis importante”, dice el ensayista, a pocos días de las elecciones.
–Hablemos de ese 17 de octubre de 1945 que opera como mito de origen del peronismo, un movimiento y un partido político que permea la vida política argentina desde hace casi 80 años.
–Hay una frase que dice “no hay adulto argentino que no haya vivido sin la marca del peronismo en su cabeza”. Entonces el peronismo es como el aire que se respira de la Argentina. Es un movimiento que vino a ocupar un lugar. ¿Qué lugar? En 1916 gana Yrigoyen. Y en la Argentina comienza Yrigoyen versus anti-Yrigoyen, radicales versus antirradicales. Esa era la división: conservadores versus radicales.
–Hasta que viene otra división: peronistas o antiperonistas.
–Sí. En el 45, uno tiene que mirar una secuencia histórica: viene a reemplazar un clivaje, una oposición que ya existía en la Argentina. Ese momento fundacional, el encuentro de los trabajadores con su líder, le dio al peronismo un pilar fundamental: ese núcleo duro, esa roca fuerte que es su arraigo social en el mundo del trabajo. Ese arraigo social se ha mantenido a lo largo de los años y le ha dado la columna vertebral a un movimiento que supo con plasticidad conectarse con el clima de época. Se conectó con el clima de la democracia. Vino Alfonsín en el 83 y dijo: “La democracia es la moneda de cambio”. Y los peronistas dijeron: “Nos anotamos ahí”. Y se volvieron también, a su manera, democráticos. Después vino el clima de cambio económico. Ahí estuvo Menem, y dijo: “El peronismo también está para sacar al país del pantano”. E hizo ese experimento neoliberal superior que fue el menemismo.
–¿En qué sentido “superior”?
–Superior porque revisa toda una larga trayectoria del peronismo. Donde el peronismo hablaba de Estado, dice: “Terminemos”. Todo eso precedido por el abrazo con el contraalmirante Rojas, que era para entonces –porque ya lo habíamos perdido a Aramburu asesinado– la expresión del gorilismo superior. Y Menem, que viene del peronismo, dice: “Tenemos que volver a un peronismo que sea aceptado”. Y la manera de aceptarlo es este abrazo que tiene con el contraalmirante Rojas. Este núcleo duro de apoyo se mantiene con independencia de que Menem se hubiera abrazado con el contraalmirante Rojas y con independencia de que Hebe de Bonafini entrara a la Casa Rosada de la mano de Néstor Kirchner. O sea, el mundo popular tiene una creencia que es: “Con lluvia o con sol, somos de Perón”. Es una identidad que tiene la fuerza de una fe religiosa o de lealtad a un equipo de fútbol. En la Argentina, en el mundo popular tenemos peronistas, simpatizantes de clubes de fútbol y católicos. La novedad en tiempos más recientes es que el peronismo ahora no parece como en el pasado ser tan eficaz para aglutinar esas identidades.
–En el Día de la Lealtad de 2022 hubo tres actos. De eso habla usted en el prólogo a esta reedición. ¿Qué revela esta fragmentación, esta división política y social?
–Sí, el 17 de octubre del año pasado hubo varios actos: el de la gente simpatizante de Cristina, uno de la CGT y otro acto alternativo del Movimiento Evita. Lo interesante del caso es que esta diversidad política va al encuentro de algo que está ocurriendo en el mundo popular, sobre todo en el mundo del trabajo, que es la fragmentación social.
Hay fragmentación donde había homogeneidad. Eso nos devuelve, por un lado, un contraste: la agenda de unos y otros es distinta. Unos piden bolsas de comida, otros piden no pagar el impuesto a los ingresos. Unos piden planes de trabajo subsidiados y otros piden protección de las obras sociales. Rodrigo Zarazaga también lo vio y lo verificó en una investigación que esas dos almas del mundo del trabajo se expresaban políticamente en forma distinta. Pero en todo caso expresaban un clivaje dentro del peronismo.
–¿Y qué novedad advierte ahora?
–Esa foto es vieja porque ahora estamos ante un fenómeno nuevo. Se ha quebrado una suerte de principio fundamental de la trayectoria peronista. Esto es: los peronistas nunca votan a un candidato no peronista. Cuando hablábamos del contraste entre Sergio Massa y Cristina hablábamos de un clivaje dentro del peronismo. Ahora la novedad es que se ha producido una deserción dentro del peronismo y sectores del mundo del trabajo no han ido a votar o se han abstenido, se han quedado en su casa porque las ofertas políticas no los seducen. Eso explica la abstención. Otros han dado un paso inédito, que es acompañar la candidatura del pibe Milei. Eso es nuevo. Hay una deserción de sectores del peronismo que van a cruzar el charco y van a votar al no peronismo. No sé qué duradera será, pero esa roca fuerte que acompañó al peronismo en todas sus variantes, en todas sus mutaciones, hoy parece ser menos sólida que en el pasado porque hay sectores que han decidido: “No es por ahí”. El peronismo es un ave fénix. Hay momentos que repliega sus alas y vuelve al nido para restañar sus heridas y, luego de allí, vuelve con fuerza, con un nuevo ropaje. No sabemos cuánto puede durar, pero aparentemente está muy afectado.
–¿Coincide con quienes ven ahora un ocaso del kirchnerismo? ¿Hay que pensar en un poskirchnerismo?
–No sé si hay un momento crepuscular, pero claramente tenemos dos datos importantes. Luego de Néstor en el gobierno y Cristina dos veces en el gobierno, la próxima jugada no es con Cristina al frente, sino que va a buscar a Scioli, que es un hombre que lo trae del menemismo, y va a poner a Zanini como la expresión de su lugar, pero ella va a estar en segundo lugar. La segunda vez va a buscar a un crítico del kirchnerismo que se llama Alberto Fernández y ella se va a colocar detrás. Ya no puede ser el mascarón de proa. El kirchnerismo ha confesado que ya no puede ser el mascarón de proa del peronismo. Más aún, Cristina ha llegado a decir una frase herética para la trayectoria peronista, que es: “Esperemos estar en la segunda vuelta”. ¡No se puede decir esa frase! Que Cristina haya dicho eso es una confesión. Y la última admisión es el nombramiento y el eclipse inmediato de su candidato en la última elección, Wado de Pedro, que duró un día. Ahí hizo un striptease de una fragilidad escandalosa. Es decir, hay demasiados hechos que revelan que hay una dificultad que quizás el peronismo logre superar, pero en todo caso está mostrando una fragilidad inédita. Es un momento en el que quizá se reconfigure el juego político. De 2001 se salió con una regeneración de la oferta política vía el kirchnerismo posperonista y vía el macrismo posradical. Y con esos dos actores la Argentina hizo su vida durante 20 años. Bueno, ahora ya la luz que iluminaba a esos faros es más tenue.
–¿Cree que este momento, por la crisis de representación y el clima antipolítico, hay similitudes con el 2001?
–Hay. Yo no sé con qué profundidad. Es interesante lo que vemos. Los militares les quitaron a los argentinos un dispositivo fundamental de su archivo político: el golpe militar. En ausencia del golpe militar, los argentinos han tenido que ir a la política para resolver los conflictos políticos. El 2001 era un golpe militar. El 2023 era un golpe militar para cualquier diagnóstico razonable con la tradición argentina. Ese instrumento no está disponible. Las soluciones que surgieron en 2001 fueron bastante eficaces durante una temporada: el kirchnerismo y el macrismo. Hoy día, en un replay de estado de desasosiego, con el telón de fondo de una crisis económica, estamos por preguntar: “¿Y cuál es la oferta de la política que va a encaminar a este país, que ya no puede apelar al golpe militar para buscar un orden?”. Entonces lo que tenemos ahora, el final de esta conmoción, es llevar a Milei a la competencia presidencial.
–¿Qué ve en la figura de Javier Milei?
–Lo que llama la atención es que hay un señor que está compitiendo que a todas luces es una persona que tiene muchas dificultades como persona y, además, está haciendo un casting de sus acompañamientos, ha ido a los subterráneos de la política y a la vez ha lanzado un programa totalmente esotérico, difícil de llevar a cabo. Pero ha sabido –y eso es lo extraordinario– hacer una conexión con una fantasía: “Que se vayan todos. Terminemos con esto”. Es interesante la contribución que ha hecho la prensa porque estamos hablando de un señor que sacó el 30%. ¿Y el otro 70% que nutrió a Unión por la Patria y a Juntos por el Cambio? Para ellos la casta no es un problema, no es por ahí. Sin embargo, la espectacularidad de este sujeto es tal que, de repente, de la noche a la mañana es una persona que desembarca, se instala y lo tenés delante.
–¿Cree que Milei es hijo y producto del kirchnerismo?
–Se ha vuelto un lugar común decir que Milei es una creación del kirchnerismo. Con independencia del apoyo material, el kirchnerismo creó las condiciones de posibilidad para que alguien saliera y pudiera decir: “La justicia social es una estafa”, “aquí no hubo desaparecidos”. Si vos llevás a Hebe de Bonafini a la Escuela de Mecánica de la Armada y ella pide que el fusil de su hijo esté allí, vos le estás dando la carta a que venga la piba Villarruel y diga: “Yo quiero también el otro fusil”. Es decir, si la causa de los derechos humanos la corrompés con esa magnitud, estás diciéndole a Victoria Villarruel: “Sí, es tu turno ahora”. En la medida en que esa causa se politizó, la exponés a una nueva politización. Deja de ser un derecho humano para volverse un pretexto para la cuestión política.
–Hoy en día en la Argentina hay una pequeña porción de trabajadores formales representados por los sindicatos y los otros, los informales, los más vulnerables, representados por los movimientos sociales. ¿En qué medida Milei les habla a los “parias” y se propone “salvarlos” de esa situación dramática en la que están?
–El mundo del trabajo ha implosionado. Hasta ahora teníamos estos dos grandes universos: los trabajadores organizados y el mundo de los más vulnerables. Y, finalmente, apareció lo que estamos viendo ahora, el mundo de los estratos de clase media-baja que dice: “Yo voy a hacer la mía, y no me vengan a proteger, déjenme en paz”. Son gente que, por lo que se dice, están reclamando que les saquen el pie de encima para trabajar. No es que han quedado afuera. Están allí adentro pero tienen la sensación de que no tienen libertad. Esta gente, los que votan por Milei, no piden asistencia, piden: “Dejame hacer la mía”. Estoy seguro de que si en cualquier campaña electoral dentro del campamento de Juntos por el Cambio y dentro del kirchnerismo, alguien viene y dice “¿Qué tal si dolarizamos?”, los economistas dicen “por favor, es una insensatez”. Bueno, esa insensatez abrió las puertas pujantes en las tolderías de Milei. Ahora tenemos una novedad: este fenómeno de los tres tercios. Es tal la novedad de Milei que nos hemos olvidado de los otros dos tercios, que de una manera u otra expresan también la Argentina que vivimos. Veremos a dónde vamos, pero creo que estamos en medio de una neblina.
–Como diría Octavio Paz, son tiempos nublados.
– Y yo creo que la luz no se va a hacer mañana ni en diciembre. Va a tardar un tiempo en acompañar a los argentinos. Los argentinos vamos a pasar una temporada buscándonos en las sombras
“El peronismo está mostrando una fragilidad inédita, quizá se reconfigure”

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