domingo, 21 de abril de 2024

USOS POLÍTICOS DEL PASADO


Usos políticos del pasado. Moreno y una polémica fake news de larga vida
Un documento atribuido al secretario de Gobierno de la Primera Junta fue el centro de una disputa que duró más de un siglo y sirvió para avalar la violencia de los años 70
Patricio José ClucellasMariano Moreno, uno de los principales impulsores de la Revolución de Mayo
El uso político de la historia forma parte esencial de la llamada batalla cultural, contienda que se libra sin pausa en los campos educativo y comunicacional. En nuestro país, la desviación de la objetividad histórica ha tenido múltiples alcances. Se llegó incluso al extremo de crearse un organismo para la propagación de sesgadas visiones del pasado, esto es, a la entronización lisa y llana de una historia oficial.
La historia argentina ha sido pródiga en controversias agonales, llevándose la palma la que suscitó la difusión de un aparente plan de gobierno de la Revolución de Mayo, que en 1810 habría redactado supuestamente el secretario de gobierno de la Primera Junta, Mariano Moreno.
La polémica se inició a fines del siglo XIX (1896), cuando el profesor universitario Norberto Piñero editó, con el sello del Ateneo de Buenos Aires, la transcripción de un complejo manuscrito hallado en el Archivo de Indias (Sevilla).
El documento, simples copias carentes de certificación, reproduce una serie de actas y acuerdos que habría celebrado el primer gobierno patrio, resoluciones que concluyen con un pormenorizado Plan de Operaciones encargado a Moreno.
El Plan, un programa de acción para asegurar los cimientos de una nueva República, prescribía una política de sangriento terror que debía ser ejecutada a través de la traición, la mentira y la delación.
El problemático manuscrito fue impugnado el mismo año de su publicación por el entonces director de la Biblioteca Nacional, Paul Groussac, severo crítico de la intelectualidad de la época, quien denunció a la pieza como falsa. La acusó de ser un revoltijo de inexactitudes y anacronismos expuestos en torpe lenguaje, muy ajeno a la belleza y a la elocuencia de un escritor como Moreno, autor de proclamas –insistía Groussac– solo comparables con las más altas arengas de la tribuna europea o americana.
La publicación del extenso documento (el ejemplar, obrante en la Universidad de Michigan, consta de 60 folios) detonó un largo siglo de ásperas discusiones y un alud de publicaciones que se esforzaron en resolver el enigma. Su alucinante contenido fue una a mina de oro para ideologías contrapuestas.
Piñero, el editor de la cuestionable pieza, la siguió defendiendo hasta su muerte (1938), respaldado décadas más tarde por el académico Enrique Ruiz Guiñazú en su libro
Epifanía de la Libertad (1952). Esta obra convenció a muchos e inclinó la balanza hacia su credibilidad, a despecho del trabajo de Ricardo Levene, que décadas antes
(1921) había aportado valiosos indicios sobre la falsedad del documento e indicado su probable autor.
Sin embargo, para el centenario de la controversia comenzaron a surgir pruebas contundentes que presagiaban el fin de la polémica y su definitivo esclarecimiento.
En 1996, el académico Carlos S.A. Segreti publicó el libro El plan atribuido a Mariano Moreno, con cartas y órdenes cursadas entre el espía español Andrés Álvarez Toledo (el autor señalado por Levene) y altas autoridades portuguesas. De ellos surgía el método del armado de la intriga, que había contado con la intervención de Felipe Contucci, figura relevante en la Banda Oriental.
Tres años después (1999) apareció un trabajo de quien esto escribe que probaba documentalmente que numerosos textos posteriores a la muerte de Moreno habían sido trasladados al Plan. Entre ellos, párrafos enteros de la famosa carta de Cornelio Saavedra a Juan José Viamonte ( junio de 1811) y frases sueltas de disímiles fuentes que circulaban en publicaciones de su tiempo.
También, comentarios de fray Cirilo de Alameda y Brea publicados en La Gazeta de Montevideo. El autor, apodado fray Ciruelo, fue el director de la imprenta y de La Gaceta, jefe intelectual de la reacción realista en Montevideo y, prófugo en Río de Janeiro, escribiente de la infanta Carlota Joaquina, la consorte del rey portugués (el crítico francés había intuido la autoría del Plan a manos de un amanuense de Carlota).
En 2015, el médico neurólogo Diego Javier Bauso retomó, en su obra Un plagio bicentenario, el camino emprendido, aportando decisivas probanzas que sellaron la suerte de la interminable disputa.
En efecto, Bauso descubrió que buena parte del exordio, así como otras secciones de la pieza, habían sido prolijamente plagiados de la versión española de una truculenta novela francesa de la época
El cementerio de Magdalena, de J.j.regnault-waring (1800/1801), traducida en Valencia (1810) y llegada a América a fines de ese año.
Textos ensamblados
La suma de las evidencias reveladas demostró de manera concluyente que el Plan es, en esencia, una mezcla dispar de textos epocales ensamblados con ingenio por acérrimos enemigos realistas de Mayo, con el propósito de enconar al gabinete portugués contra el gobierno criollo y obtener su apoyo en la reconquista del virreinato perdido.
La tortuosa maniobra política, desconocida por la Primera Junta y los gobiernos posteriores, no logró engañar a la corte real portuguesa, único blanco de la trama, pero en cambio deslumbró –mucho tiempo después de urdida– a un amplio sector de nuestra historiografía, que durante más de un siglo sostuvo que el Plan –del cual solo se tenían meras copias– era una antorcha de nuestra historia, el documento de mayor gravitación en la Revolución de Mayo, fruto admirable –se agregaba– de la viril entereza de Moreno.
Numerosas causas habrán determinado que la furtiva arma de la contrarrevolución motivase tan insólitos juicios entre destacados cultores de nuestra ciencia histórica. Una de las razones fue, seguramente, la férrea firmeza desplegada por la Primera Junta en sus primeros pasos, hecho que llevó a inferir la veracidad del texto. Esa postura requería –como señaló el historiador Vicente D. Sierra– tener un pésimo concepto de la Junta para no advertir la inmoralidad que se esparce en toda la extensión del Plan.
También habrá nublado el tino de ciertos autores la hostilidad hacia el liberalismo que campeaba en la Junta conducida por Moreno, prócer juzgado por algunos como un yuyo extraño y pernicioso en nuestra patria (Año X, Hugo Wast). Ruiz Guiñazú, negador de la autenticidad y muy luego –como hemos visto– su defensor, había apuntado en 1921 que el Plan era un sabroso pasto para los detractores de Moreno.
Hubo entusiastas del Plan entre los partidarios de Mayo. Disconformes con las objeciones que se hacían al carácter emancipador de la Revolución, no dudaron en aceptar un texto que afirmaba un discurso independentista. Pero la clave del andamiento de tan zarandeada disputa fue –sin duda– el contenido perturbador del papel, fascinante filón para ser usado políticamente.
Varias operaciones historiográficas tuvieron como pivote al ficticio Plan, provocando la secuela de inevitables distorsiones históricas. Una de ellas, desplegada en la última parte del siglo XIX, alumbró al revisionismo histórico, doctrina difundida en nuestro país por el historiador Ernesto Quesada. El conocido hombre público justificó la crueldad del régimen rosista –entre otras razones– basándose en la premisa de que el dictador se limitó aplicar el terror predicado por Moreno, estampado –sostenía– en un documento admirable por su alcance, profundidad y sublime energía.
Pero el uso de la historia que trajo consecuencias irreparables fue la perpetrada con ediciones económicas del Plan, que pulularon –junto a un circunstanciado prólogo anónimo– durante los años “de plomo”. A lo largo de la sombría década del 70, cátedras universitarias emplearon los opúsculos para azuzar a la juventud a que enfrentara los males de entonces valiéndose de la metodología adjudicada gratuitamente a la gesta fundadora de la Nación.
Así se aleccionó, con la guía del Plan, que la patria había nacido bajo el signo del terror, y que moderar los excesos de Mayo –decía el prólogo– sería como desfigurar el genuino carácter de las grandes transformaciones políticas y sociales.
Todos sabemos a qué siniestros caminos llevó esa prédica.
Herida de muerte la larga polémica y desaparecida su contundente arma ideológica, un hermético manto de silencio se extiende ahora sobre los antes locuaces paladines del falso documento. Uno de ellos, sin embargo, rendido ante la evidencia, atinó a manifestar: “Bueno, entonces habrá que buscar otra cosa”.

Expresidente del Instituto Moreniano

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.