domingo, 28 de abril de 2024

EL PRESIDENTE LO SIENTE COMO FUENTE DE INSPIRACIÓN


Julio A. Roca. Vuelve la figura del “padre de la Argentina moderna”
Javier Milei ha mencionado al expresidente argentino como fuente de inspiración para su mandato; las eventuales similitudes y diferencias se prestan al debate
Miguel Ángel De MarcoUna imagen de Julio Argentino Roca
Durante el discurso que pronunció el Presidente en el homenaje a los caídos en la Guerra de Malvinas, señaló a Julio Argentino Roca como “el padre de la Argentina moderna”, a la vez que destacó el papel de los hombres de la Generación del 80 en la consolidación de la soberanía nacional.
La definición de Javier Milei es cierta, como lo es que el estadista tucumano no solo fue fiel a las consignas de su admirado comprovinciano Juan Bautista Alberdi, entre las que se destaca la de “gobernar es poblar”, sino que interpretó la idea de mejoramiento gradual del país expresada por Mitre a punto de hacerse cargo del Poder Ejecutivo después de la batalla de Pavón, y perseveró en la línea que fijaron dos presidentes que, a pesar de su juventud, le confiaron responsabilidades clave: Sarmiento y Avellaneda.
En suma, Roca se nutrió de las ideas que sostuvo la generación de la Organización Nacional y a las que asomó en los días de estudiante en el Colegio del Uruguay fundado por Urquiza. La Argentina debía vencer la incomunicación y el desierto para aprovechar sus ingentes recursos naturales mediante los instrumentos que le brindaba una Constitución liberal y generosa.
Luego de combatir como oficial y como jefe en las luchas entre Buenos Aires y la Confederación, y en la guerra con el Paraguay, Roca fue “descubierto” por Sarmiento. El sanjuanino consideró a aquel jefe de penetrantes ojos grises, a quienes sus compañeros de estudios habían dado el apodo de El Zorro, digno de cumplir misiones complicadas en que se mezclaban las armas y la política. Sarmiento lo designó jefe de la de la frontera Sur de Córdoba, con sede en Río Cuarto, en reemplazo de Lucio V. Mansilla, y desde ese puesto recorrió incansablemente su jurisdicción y negoció con los ranqueles en busca de paz en la frontera, mientras establecía puestos defensivos para frenar sus invasiones.
Cuando en septiembre de 1874 el general Mitre se alzó en armas contra el gobierno, a punto de asumir la presidencia Nicolás Avellaneda, le cupo a Roca derrotar a su lugarteniente José Miguel Arredondo en la decisiva batalla de Santa Rosa, por lo que recibió las insignias de general a los 31 años. El nuevo presidente le brindó su confianza y nuevas responsabilidades, hasta que a fines de 1877 la muerte de Adolfo Alsina, que ocupaba la cartera de Guerra y Marina, hizo que se encargara a Roca ese cargo. De inmediato, cambió la doctrina militar y asumió una ofensiva que tenía un doble objetivo: ocupar vastísimos territorios para la explotación agrícola-ganadera y frenar cualquier intento expansivo de Chile. El momento era crucial, pues la nación trasandina, empeñada en una guerra exterior contra Perú y Bolivia, no podía disponer de elementos bélicos para una eventual lucha con la Argentina.
Hacia la presidencia
Roca, como hombre de su tiempo, no del nuestro, estaba convencido, al igual que la inmensa mayoría, de que las tribus que se desplazaban por el desierto eran una rémora para la integración de inmigrantes, predominantemente extranjeros, que levantasen poblados, explotaran la tierra y se integraran a lo que sería la patria de sus hijos. En ese proceso debía jugar un papel fundamental la educación como instrumento de superación personal y social.
El 25 de mayo de 1879, la columna principal del ejército expedicionario hizo flamear la bandera celeste y blanca en las márgenes del Río Negro. Al volver, el ministro Roca ya era el candidato de la mayoría de las provincias para ocupar la presidencia de la República. Su correspondencia preparatoria de la campaña electoral no eludió una preocupación que lo acuciaba: la resolución de los diferentes problemas limítrofes mediante un diálogo paciente y confiable a cargo de diplomáticos experimentados, conducta que en poco tiempo arrojaría óptimos frutos.
Aun debió correr a raudales la sangre argentina ante el alzamiento de Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires y candidato también a la primera magistratura, hasta que los dos tucumanos –Avellaneda y Roca– se abrazaran en el momento de traspasarse los emblemas del mando presidencial, el 12 de octubre de 1880.
Los mensajes anuales de Roca al Parlamento señalan su preocupación por la instrucción pública a través de la reforma de la ley universitaria y del apoyo a las escuelas normales que permitirían expandir la enseñanza elemental hacia todos los rumbos. Para analizar los procesos educativos, el presidente apostó por la convocatoria de un Congreso Pedagógico, al que no solo asistieron eminentes figuras argentinas, sino representantes de los Estados Unidos, Bolivia, Brasil, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Uruguay.
A pedido de Roca, que no deseaba conflictos de índole confesional, el titular de la reunión presentó e hizo aprobar una moción para eliminar de los debates “la cuestión religiosa, así como cualesquiera otras que tengan igual significado y alcance”, pero la entrada al Congreso de un proyecto por el cual se eliminaba al catolicismo de la enseñanza enfrentó a la sociedad argentina y provocó la ruptura de relaciones con la Santa Sede, aunque dio como resultado final, en 1884, la sanción de la Ley 1420 de educación primaria, común, gratuita y obligatoria, que rigió por décadas la instrucción pública argentina. El Estado nacional y las provincias no renunciaron a ese papel fundamental, sino que lo asumieron como un mandato inexcusable hasta en los últimos rincones del territorio.
Ese mismo año empezaron a recogerse los frutos de la ocupación de la Patagonia y del Chaco, y se produjo un firme reclamo por la soberanía de las Malvinas en que se proponía un arbitraje con el objeto de resolver el diferendo en forma pacífica. La requisitoria volvió a formularse meses más tarde con gran firmeza.
Firme pero cordial
El interés de Roca por resolver conflictos con los países vecinos lo acompañó también durante su segundo período (1898-1904), cuando resurgieron diferendos complejos, en especial con Chile. Su política de presencia firme pero cordial logró evitar una guerra con la nación hermana cuando los poderosos ejércitos y armadas de ambas naciones estaban a punto de enfrentarse. Y sus visitas de Estado a la República Oriental del Uruguay y al Brasil, correspondida en este último caso por el presidente Campos Salles, limaron diversas asperezas.
La gravitación argentina en el ámbito internacional era indiscutible. En una de sus tapas humorísticas, la revista Caras y Caretas, en alusión a la reciente invasión de Cuba por los Estados Unidos, mostraba a Roca con el ropaje de San Miguel arcángel, defendiendo a Sudamérica del Tío Sam que intentaba morder su parte septentrional.
En 1902, el canciller argentino, Luis María Drago, por expresa instrucción del Presidente, planteó su célebre doctrina del cobro no compulsivo de la deuda pública ante la del bloqueo que Gran Bretaña, Alemania e Italia impusieron a las costas de Venezuela para exigir el pago de una cuantiosa deuda que el entonces presidente Cipriano Castro se negaba a efectivizar.
Consciente de la necesidad de sentar las bases para un cambio profundo en las prácticas electorales que habían regido hasta entonces la vida cívica, impulsó el proyecto de su ministro Joaquín V. González sobre reforma electoral por circunscripciones, que convertido en ley abrió las puertas del Congreso al primer diputado socialista, Alfredo L. Palacios. Y convencido de que resultaba imperioso conocer y buscar soluciones a la situación de la clase obrera, designó para estudiarlas al eminente abogado, médico e ingeniero español Juan Bialet Massé.
Por otro lado, a lo largo de sus dos mandatos, Roca hizo un culto del respeto irrestricto a la libertad de expresión, consciente del elevado papel del periodismo en la sociedad en la que se desempeña y a la que sirve.
La inauguración de grandes obras públicas en la Capital Federal –entre ellas la Avenida de Mayo–, como de ferrocarriles, puertos y otros emprendimientos de infraestructura en todo el país; la promoción de bibliotecas y centros de cultura, la habilitación de los nuevos edificios de los poderes Legislativo y Judicial, signaron el paso por la historia argentina del auténtico constructor del Estado moderno que fue Roca
Historiador; autor de una biografía de Roca en prensa

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/INDECQUETRABAJA

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