martes, 22 de octubre de 2024

NOVAK DJOKOVIC...SU VIDA


NOVAK DJOKOVIC“¿QUÉ ME HACE FRÁGIL?”
El tenista más ganador de todos los tiempos muestra su intimidad en un extenso encuentro  en Belgrado, antes de su viaje a la Argentina
Texto de Sebastián Torok
BELGRADO (Enviado especial).- El Reket Centar (Centro de Raqueta) del bosque Košutnjak es un complejo deportivo boutique, con dos courts de tenis de superficie dura y dos de polvo de ladrillo, además de tres canchas de pádel, montado en una porción de este bellísimo pulmón verde de la capital serbia. Está a seis kilómetros del centro de Belgrado, distanciado del hormigón y de los interminables serpenteos de los tranvías; allí conviven cedros y ardillas, álamos y pájaros carpinteros, comadrejas, pinos y erizos. Son casi las 11 de la mañana y sólo los raquetazos que nacen de los courts de tenis irrumpen entre los cantos de las aves durante la soleada mañana otoñal. Son las tenistas profesionales Aleksandra Krunic y Elena Milovanovic quienes castigan las pelotitas en una de las canchas, que cuenta con una pequeña tribuna con tres filas de butacas con los colores de la bandera de Serbia (rojo en la parte superior, azul en el medio y blanco en la inferior). El court contiguo, también de cemento azulado, como los del US Open, aun no tiene acción. Pero dos jóvenes jugadores que pertenecen a la academia del extenista top ten Janko Tipsarevic aguardan a un lado, expectantes. A pocos metros, en mesas distribuidas debajo de las copas de los árboles, adultos y niños toman café y gaseosa, esperando sus clases y turnos de cancha. De pronto, la rítmica escena se altera. Novak Djokovic, el tenista más triunfador de todos los tiempos, una leyenda de 37 años de la que se seguirá hablando en un siglo, surge apurando el paso, con el raquetero colgado de un hombro, vestido con camiseta y short. Lo aguardan dos horas de entrenamiento. –Hola, bienvenido. Ven, adelante. Voy a entrenar y más tarde charlamos– le dice , en un cada vez más fluido idioma español. Máximo ganador de Grand Slams (con 24). Campeón de la Copa Davis, de siete torneos de Maestros y de los nueve Masters 1000 que se hacen alrededor del mundo (suma 40 de esa categoría de certámenes). Con 99 títulos en total (el domingo pasado, en Shanghai, se le negó el número cien) y el récord de mayor cantidad de semanas en el N° 1 (428). Este año no ganó majors, pero en agosto, en París, se emocionó profundamente al cerrar el círculo tildando su única cuenta pendiente: la medalla dorada olímpica en singles, al imponerse en una batalla épica ante el español Carlos Alcaraz. Hace rato que ganó el debate sobre quién es el GOAT del tenis, acrónimo en inglés de “Greatest Of All Time”, en español “El mejor de todos los tiempos”. Cuando está con su familia en Belgrado -también reside en Montecarlo-, prácticamente no concede entrevistas, pero aquí hace una excepción. Hijo y hermano, marido y padre, es privilegiado e inusual el ejercicio de ver al personaje desempeñarse tan de cerca, en sus diferentes roles y espacios. Se lo observa muy animado a Nole. Simpático con sus compañeros de ensayo cuando hacen pausas para beber agua; severo y concentrado durante los ejercicios. Hay chicos que se acercan, le toman fotos y lo saludan; separado sólo por una red, devuelve la cortesía y choca las palmas, payasesco. Lo acompañan agentes de seguridad, pero a la distancia, camuflados entre la gente.
LEYENDA EN SERBIADjokovic, durante la entrevista en la Torre Ušće de Belgrado y con la tapa del diario tras su logro olímpico en París, en la que se lo ve abrazado a su hija Tara
De Belgrado se suele decir que fue destruida y recompuesta más de cuarenta veces. De allí, probablemente, el espíritu resiliente de sus habitantes. El casco antiguo, en la ribera derecha del río Sava, conserva huellas del pasado. Todavía impacta ver, en el corazón de la ciudad, el viejo edificio del Ministerio de Defensa yugoslavo, bombardeado en 1999 durante la campaña de la OTAN dirigida por Estados Unidos para poner fin a la guerra por Kosovo. Sigue en ruinas desde entonces. Protegido culturalmente, es un contundente espacio para la memoria. Del lado izquierdo del mismo río se encuentra el distrito denominado Nueva Belgrado, una zona diseñada durante los años del comunismo, que conserva la arquitectura de hormigón, pero también posee nuevos edificios administrativos y centros comerciales. La entrevista con Djokovic, precisamente, se produce de ese lado de la ciudad, en la Torre Ušće, uno de los rascacielos más altos de los Balcanes, con 110 metros sin contar la antena. Se trata del mismo sitio que hace 25 años ardió durante los ataques con misiles Tomahawk. El edificio, inicialmente sede de organizaciones sociopolíticas, no se derrumbó. El daño se produjo en los pisos superiores, pero la estructura fue reconstruida entre 2003 y 2005. Son cerca de las dos de la tarde. Djokovic ya se entrenó e hizo una pasada rápida por su casa para ducharse y cambiarse. Sus hijos -Stefan tiene casi diez años; Tara, seis- saldrán de la escuela en un rato. Su esposa, Jelena Ristic, atiende reuniones y llamados en la fundación que lleva el nombre de su marido, dedicada al desarrollo de la primera infancia y de la que es cofundadora y CEO. A Novak lo acompaña el español Carlos Gómez-Herrera, extenista profesional (268° en 2018), buen amigo de Nole (y de Marko, uno de sus dos hermanos), en su momento con tareas estratégicas al lado del coach Goran Ivanisevic, pero desde hace tiempo una pieza clave en el engranaje comercial/comunicacional del serbio.ILUSIÓN INFANTILDjokovic empuñó una raqueta por primera vez a las 4 años y, desde entonces, soñó con ser campeón de Wimbledon y N° 1 del mundo: superó todo
Desde un luminoso piso 25 se contempla toda la ciudad. Se distingue con precisión la confluencia entre los ríos Sava y Danubio, uno de los más importantes del sureste de Europa. Con barba crecida, un conjunto negro de pantalón y campera, remera y zapatillas blancas, Djokovic se toma unos segundos para avistar el exterior. Complacido, se acomoda en un sillón para conversar, durante más de una hora, en inglés y en español, . Mente privilegiada. Aliado de lo imposible, escapista de situaciones terminales. Insaciable. Rebelde y sensible. Encantador e irascible. Elástico, con ataques fulminantes y defensas cinematográficas, durante años persiguió a los rivales más increíbles, Roger Federer y Rafael Nadal, y buscó los récords más simbólicos, no sólo alcanzándolos sino superándolos. Lo tiene todo. Y su obra ostenta aún más valor si se tiene en cuenta que su infancia en la Belgrado de la antigua Yugoslavia fue perforada por los bombardeos y el amparo en el refugio del edificio de su abuelo Vladimir.GIGANTE EN LA CATEDRALNole construyó gran parte de su cinematográfica historia ganando siete veces Wimbledon (la última en 2022), el torneo más prestigioso del tenis mundial
–Viajás constantemente por el mundo. ¿Sentís una energía distinta cuando estás en Serbia? –Belgrado es mi hogar y la energía no se compara con ninguna ciudad que visito. En Serbia tenemos un proverbio que traducido dice algo así: “Vayas donde vayas, cuando volvés al hogar, volvés a tus raíces, volvés a tu lugar”. Todos los días de mi infancia que pasé aquí, los diferentes lugares que podemos ver desde esta hermosa vista me traen emociones y recuerdos que llevo conmigo cuando viajo. Viajé durante 25 o 30 años y durante 15 o 20 años no pasé mucho tiempo en Serbia. Pasé poco tiempo con mi esposa y mis hijos en Belgrado; recién comencé a hacerlo y eso me faltaba, extrañaba estar con mi gente, hablando mi propio idioma, ver a mis padres que viven acá y a toda la familia y amigos. Aquí tengo una sensación de pertenencia. –¿Cómo asumís ser el símbolo de un país que mira hacia adelante pero no olvida su pasado? –Serbia es una nación muy antigua. Primero hay que aclarar eso, porque tenemos una historia y una tradición muy ricas. Pero en la historia reciente, los últimos cien años -la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y especialmente ahora, en los últimos 30 años- sufrimos mucho, no solo nosotros, sino también Croacia y Bosnia. Lamentablemente, ese país que solía ser un solo país, Yugoslavia, se desmembró en los 90, y yo nací en el 87, como Messi, así que no recuerdo bien cómo era ese país, porque era muy chico. Recuerdo la segunda parte de los 90 y que nuestro país estaba bajo sanciones y un embargo, o sea que no podíamos exportar ni importar nada. Recuerdo hacer fila con mi abuelo a las 5 de la mañana para conseguir el pan para alimentar a toda nuestra familia… mi abuelo, mi tía, mi tío, mis primos, mis hermanos, mis padres y yo. Vivíamos todos juntos en un pequeño departamento porque no teníamos otra opción y esas son las cosas que pasaron a ser parte integral de mi carácter, de quién soy hoy yo como persona. Hago una evaluación positiva de eso, porque fortaleció mi voluntad de tener éxito, de hacer algo con mi vida y conté con un apoyo increíble de mis padres, que invirtieron hasta el último euro que tenían. Crecer en ese contexto fue difícil, pasamos por adversidades y yo era un nene chiquito que eligió practicar un deporte que es para ricos, un deporte caro para nuestra situación, porque Serbia no es un país rico. Somos un país de deportistas exitosos, clubes de básquet muy exitosos, con una tradición muy rica, e incluso recuerdo algunos partidos maravillosos contra Argentina, en Mundiales y los Juegos Olímpicos. El tenis no tenía una gran tradición, digamos hasta la llegada de mi generación, y de pronto, durante varios años tuvimos a los mejores del mundo: Ana Ivanovic, Jelena Jankovic, Nenad Zimonjic y yo. Todos, en algún momento, fuimos número 1. Todo el mundo se preguntaba cómo pudo ocurrir sin tener un sistema. Tenemos canchas de tenis, tenemos algunos clubes y cierta tradición, pero estamos muy lejos de la Federación Francesa, de los norteamericanos, los ingleses y otros países…SUPERHÉROE CON RAQUETADjokovic, en una práctica en el Reket Centar de Belgrado, admirado por los más chicos
–Como el caso argentino, que no tiene una federación rica. –Claro, Argentina es un país que tiene una tradición tenística rica, pero nosotros no estábamos ni cerca de eso. Esperemos que la situación cambie, que esto tenga un impacto en las generaciones jóvenes y tengamos un sistema para ayudar a que este deporte sobreviva en las próximas décadas. Pero siento que todo lo que he logrado en mi vida ha tenido un impacto en Serbia, en especial en lo deportivo. Espero haber sido una inspiración, junto a los demás tenistas, hombres y mujeres, que han tenido éxito en este país, para que los chicos tomen la raqueta en sus manos. Lo más maravilloso que me podría pasar es ver a los chicos jugar al tenis en la calle, aunque sea jugando al frontón contra la pared de un edificio, como hacíamos nosotros. Eso es hermoso para mí, significaría que el espíritu del tenis está dentro de la gente, dentro de la nación. Serbia es un país hermoso que atravesó muchas desgracias, pero creo que el deporte siempre transmite emociones positivas y que la gente conecta el deporte con la alegría. Cuando sentís esa energía, cuando gané el oro olímpico este año y me recibieron como a un héroe, fue increíble. Cuando representás a tu país lo hacés con el corazón, el alma, el cuerpo: lo das todo. Y en eso, creo que los argentinos y los serbios somos parecidos, apasionados y con temperamento, energía, orgullo, alegría, en particular en los deportes. Por eso me gusta la gente de Argentina, porque viven con corazón. Cuando uno está con un argentino, es algo que se siente.HERIDA ABIERTAUna emblemática postal de Djokovic en 2014, en el frontón donde dio sus primeros golpes, destruido durante la guerra de 1999; "Es un horror", confesó
–¿Tus hijos ya entienden la forma en la que te ve el mundo y lo que conseguiste en el deporte? –Creo que son conscientes, o son más conscientes que antes, sobre todo mi hijo. Tiene casi 10 años. No juega tanto al tenis, pero le gusta. También le gusta el básquetbol, el atletismo, el esquí. Yo solía hacer esquí y competir cuando era chico, porque mi padre era esquiador, en mi familia todos esquiaban. Por eso durante mi infancia pasábamos muchos días en la montaña. Me encanta la nieve, ponerme las botas de esquí. Y el invierno pasado fui a esquiar con mi hijo. Ganó una competencia, había unos 30 niños, y ganó su primera carrera. Estaba orgulloso. “Quiero quedarme en la montaña, encontré mi deporte”, decía. Es importante que me vean como un padre en el sentido real de la palabra, como un padre que está en casa, con ellos, que sigue la rutina, el momento de ir a la cama, de levantarse, llevarlos a la escuela, hablar con ellos sobre la vida, jugar con ellos. Esa es la persona que quiero ser para ellos, no el padre “Novak Djokovic” que está afuera. Y hago todo para tener ese tipo de relación y parece que va bien, pero no sé. Imagino que recién lo sabré cuando crezcan, pero ellos son conscientes de lo que pasa. Este año tuvimos los Juegos Olímpicos, gané el oro para Serbia y fue el momento más emotivo de mi carrera. Y cuando vi a mi esposa y mis hijos ahí, me emocioné más todavía. Fue el escenario perfecto, como una película de Hollywood. ¿Qué más puedo pedirle a Dios? –¿Qué te hace sentir vulnerable? –¿Qué me hace frágil? Más de lo que cualquiera se pueda imaginar. Los niños. Mis hijos, pero también otros niños. Siempre me emocionaron los chicos, pero cuando me convertí en padre… Cuando veo niños sufriendo me rompe el corazón, es como si entrara en depresión. Porque son los seres más puros del planeta y se merecen lo mejor, se merecen un futuro. Y cuando veo estas guerras y todo lo que está pasando... Yo viví la guerra, a mi ciudad la bombardearon día y noche durante dos meses y medio. Vi muertos. Y ahora que veo las guerras en otras partes del mundo, no entiendo. Creo saber por qué sucede, lamentablemente, las cuestiones políticas y todo eso, pero me pone triste, porque si no dejamos un mundo mejor para los niños de la próxima generación, implica que no hicimos bien las cosas. Por eso, uno de los motivos más importantes por los que en nuestra fundación trabajamos con niños es porque queremos crear una sociedad mejor, tener una educación mejor. Y la injusticia mundial me hacen sentir muy vulnerable, en particular hacia los niños o la naturaleza. Soy un gran amante de la naturaleza y de los animales; ver ese sufrimiento me destruye. También hay algo que no está relacionado con eso, pero en cierto punto sí, que también me hace sentir triste, y es el sufrimiento de la gente por cuestiones de salud en el día a día. Y cuando tienen esa sensación de que no hay esperanza, para ese temor no tengo solución. Cuando era chico, en mi familia hubo enfermedades graves y soy muy sensible a eso. Imagino un mundo más sano mental y físicamente, conectado con la naturaleza y respetuoso con ella. Hay ciudades en las que siguen construyendo edificios y se olvidan de la ecología, de la importancia de cada árbol. Cada árbol nos provee oxígeno, nos da vida, energía, alimento para nuestra alma, sol. Pero nosotros nos enfrascamos en nuestros teléfonos. Sé que Argentina es uno de los países más lindos del planeta. Estuve en el Perito Moreno hace diez años. Es uno de los espectáculos naturales más hermosos que he visto; es increíble el poder de la naturaleza. Y me crucé con muchos argentinos –no necesariamente del mundo del tenis, me los crucé en la calle–, y los vi con su mochila, de excursión, siempre explorando. Creo que eso es porque ustedes tienen esa cultura de estar al aire libre. Tienen un clima benigno, que por supuesto ayuda. Es importante el aire libre, porque estamos muy encerrados.INIGUALABLESNadal, Federer y Djokovic, protagonistas de unas de las más extraordinarias rivalidades de toda la historia del deporte: entre los tres ganaron 66 Grand Slams
–“El tenis me salvó la vida”, dijiste muchas veces. ¿El deporte te ayudó para aislarte de los malos pensamientos y del dolor? –Sí, totalmente. Está claro que el tenis salvó y también mejoró mi vida y la de mi familia. No dudo -y creo que mis padres y hermanos estarán de acuerdo- de que el tenis es el motivo principal que explica quiénes somos hoy. El tenis es un deporte hermoso, un deporte global que puede hacerte ver el mundo, puede darte oportunidades increíbles, pero es muy competitivo, duro, porque es individual. Es un desafío en el sentido en que, si no estás en el top 100, no vas a ganar dinero. Así que en todo el planeta hay solo 100 hombres y 100 mujeres, pongamos 250 en total, que pueden vivir de este deporte. Y el tenis es el tercer deporte más importante a nivel global. Lo miran 1500 millones de personas por televisión. Son temas que me interesan mucho. A través de la Professional Tennis Players Association (PTPA) que hemos creado, quiero contribuir con mi perfil, en cierto sentido, con mi poder, para que haya más jugadores que puedan vivir de este deporte. Ese es el objetivo final. El tenis me dio la oportunidad de tener una mejor calidad de vida y salir de los problemas que tuvimos en Serbia especialmente a fines de la década de 1990. Mencioné los bombardeos durante dos meses y medio, día y noche. ¿Sabías que Belgrado es la ciudad de Europa que más veces fue destruida y reconstruida? Esta ciudad tiene una resiliencia y un espíritu increíbles. Ese espíritu lo encuentro dentro de mí. Las dificultades que atravesamos mi familia, mi pueblo y yo… y lo repito porque sé que lo que digo también lo escuchan en Croacia, en Bosnia, en otros países, en Macedonia, en Eslovenia, en Montenegro, etcétera. Y siempre los menciono porque ellos también sufrieron en la historia reciente y en las guerras, incluso más que Serbia. Así que entiendo el dolor y las penurias. Desafortunadamente, las heridas de la guerra están abiertas y todavía hay tensión, pero a través del deporte y de la filantropía hay una rendija que se abre, un espacio para que la gente se acerque más, para que sea más comprensiva y dispuesta a perdonar. Ese es el mensaje que siempre intento transmitir. Esas experiencias de los 90 siempre están conmigo, no se van, pero sigo adelante. No odio a nadie por lo que pasó y nunca voy a olvidar, pero pude perdonar y miro para adelante. –El que no sufrió una guerra en primera persona nunca sabrá exactamente de qué se trata. ¿Qué se siente? –Es un horror. Lo peor que alguien puede llegar a vivir. Es el temor a lo desconocido. No saber si la próxima bomba te va a caer en la cabeza. Y así todos los días, las alarmas, las sirenas que nos despertaban todas las noches cuando se acercaban los aviones. Recuerdo que mi madre una noche… porque estás durmiendo y en el medio de la noche te despertás porque escuchás la sirena y tenés que agarrar un bolso y bajar al sótano del edificio para intentar refugiarte. La primera vez que pasó mi madre se levantó en la oscuridad, porque dormíamos todos juntos, no sabíamos qué iba a pasar y llorábamos todas las noches. Y ella se golpeó la cabeza contra el calefactor y quedó inconsciente. Así que son las 3 de la mañana y mi padre tiene a su esposa inconsciente. Yo, que tenía 12 años, y mis hermanos menores, de 8 y 4, llorábamos. Cundía un pánico total. Pero es una experiencia que nos fortaleció como familia, como personas. Y lo digo de nuevo: no se lo deseo a nadie. Quiero que quede bien claro: no creo que nadie deba sufrir la guerra para desarrollar su fortaleza mental, hay otras maneras de hacerlo. Pero para mí eso representó una parte muy importante de mi desarrollo y siendo un niño pequeño me vi obligado a madurar. Tuve que asumir responsabilidades y compartir el rol de mi padre, porque era el hijo mayor y no había tiempo. Mi padre me hablaba como a un adulto: “Tenés que hacer esto, llevá a tus hermanos allá, andá para acá”. Era la guerra. Todos están en pánico, perdidos, todos gritan, todos tienen miedo. El simple hecho de recordarlo me da escalofríos y me pone la piel de gallina, es una sensación terrible. Recuerdo que el día que cumplí 12 años vi un avión en pleno día. Estaba en el club de tenis y las alarmas empezaron a sonar. Las escuchás y de repente ves el avión lanzando cohetes sobre una base militar o también sobre hospitales, escuelas y puentes... Y entonces pensás: “¿Qué puedo hacer?”. No podés hacer nada. Y esa es la peor sensación, el miedo. No tenés control, no tenés poder. Hay un poder más fuerte que puede todo, destruirte de un momento a otro. –Lo ganaste todo, ¿pero el legado es más importante? –Sí, quiero dejar un legado que sobreviva. Por supuesto que estoy orgulloso de mis logros a nivel global, pero me gustaría que mi principal legado sea inspirar a los jóvenes a llevar una vida más sana a través de actividades, deportes, conscientes de lo que hacen, y obviamente, si puedo, alentarlos a que agarren una raqueta y jueguen al tenis. Me gustaría que hubiera más tenistas porque es un deporte hermoso que puede aportarle cosas positivas a tu vida. Te permite ver el mundo, algo que no te permiten todos los deportes. Si no hubiera sido por el tenis jamás hubiese visto tanto mundo en mi vida. Pero es como un círculo, porque he visto tanto mundo que quiero volver a mi país, a mi región, porque extraño. Me enamoré del tenis cuando vi por televisión la final de Wimbledon con Pete Sampras, cuando ganó por primera vez, creo que fue en 1992 [en realidad fue en 1993], y yo me dije, “¡¿Qué es este deporte?!”. Y al día siguiente, claro: “Papá, comprame una raqueta”, y así empezó todo. Creo en el destino, creo que todo sucede por una razón, no hay coincidencias, y cuando tenía 4 o 5 años estaban construyendo tres canchas de tenis a 50 metros del restaurante de mis padres. ¿Cuáles son las probabilidades de que pase algo así? Por entonces no había canchas, especialmente en ese lugar de vacaciones de montaña, donde básicamente iba a comer toda mi familia. Íbamos mucho a ese lugar y cada vez que teníamos un recreo en la escuela yo iba a ayudar a los albañiles, a alcanzarles algo para tomar, y me dejaban ayudar a construir esas canchas con mis propias manos. Y me enamoré. Me dije: “Estoy construyendo las canchas que veo en la televisión. Para mí ya está: voy a full con este deporte”. Estoy muy agradecido con mis padres por darme tanto apoyo, porque en ese momento era muy muy difícil para ellos comprarme una raqueta extra o zapatillas o pagarle al entrenador. Así que siempre traté de tener todo eso en mente y, hablando del legado, también traté de ser un ejemplo. Cometo errores, como todo el mundo, y trato de ser consciente de ellos, pero al final de cuentas soy un ser humano que trata de ser una buena persona, alguien que sea recordado como un buen amigo, como un deportista que no solo obtuvo grandes resultados, sino que también usó su posición para ayudar a los que lo necesitan, especialmente en los países de la región a los que me siento emocionalmente conectado.APOYO FAMILIARDjokovic cerró el círculo en agosto pasado, ganando la medalla dorada en París 2024; celebró acompañado por su esposa, Jelena, y sus hijos, Tara y Stefan
Djokovic hace una pausa, bebe un trago de agua, la charla vira de tema y cambia el semblante al oír preguntas sobre su vida tenística. El serbio visitará la Argentina por segunda vez (la primera fue en 2013). Llegará a Buenos Aires en las últimas horas de noviembre. Habituado a recibir propuestas de eventos y exhibiciones cada semana, emocionalmente optó por participar del denominado “El último desafío” de su viejo rival y amigo Juan Martín del Potro, el 1 de diciembre, en el Parque Roca (muy pronto se agotaron las aproximadamente 15.000 entradas disponibles). –En el camino hacia la elite siempre aparecen dudas. ¿Ganar el Australia Open 2008, tu primer Grand Slam, fue el impulso que necesitabas? –Sí. Mi sueño de chico era ganar Wimbledon y ser número 1. Y esos sueños los logré en 2011, en Wimbledon. Pero el primer Grand Slam que gané fue en 2008, en Australia. Lo recuerdo muy bien. Le gané a Tsonga en la final. Mi familia estaba conmigo. Uof… ¡Fue una sensación increíble! Después de ganar fue la primera vez que me dije: “Ahora puedo ganar Grand Slams y explotar mi potencial”. Siempre la presión va en aumento, pero en mi interior creía muy profundamente que algún día iba a llegar a ser número 1, ganar Grand Slams, pero en la realidad eso lleva tiempo -para algunos, como (Carlos) Alcaraz, parece que no lleva tanto, je-. Pero para la mayoría de los muchachos, lleva tiempo, hay que ganárselo, hay que trabajar para conseguirlo, y para muchos jugadores extraordinarios eso nunca sucede. Ese sueño de ganar un Grand Slam se convirtió en realidad en Australia, que es un lugar muy especial para mí, por el tenis y también por otras cosas... Tal vez lo que explica por qué gané tanto en Australia [títulos] es que allí gané mi primer Grand Slam, y esa sensación de alegría que sentí siempre me acompañó. Me abrió la puerta (gesticula abriendo los brazos) y sentí: “Soy capaz de hacerlo. Ahora sigamos para adelante”. –La rivalidad con Federer y Nadal es de las más increíbles de la historia de todo el deporte, no solo del tenis. ¿Cómo la describirías? –La veo como la describís: como una de las mayores rivalidades, sin duda, de todo el deporte, y estoy muy orgulloso y me siento totalmente honrado de ser parte de ese grupo. Ellos son mayores que yo, Rafa por un año, y Roger por seis. Y ellos influyeron en mi juego y en mi desarrollo como tenista más que ningún otro jugador. Me convertí en un candidato a los Gland Slams y empecé a estar en el nivel más alto del estándar profesional cuando gané el Grand Slam en 2008. Pero el siguiente lo gané en 2011. Tardé tres años en ganar el segundo Grand Slam y fui número 3 del mundo durante esos tres años. También fui número 2 en 2009 y estaba jugando en un nivel muy alto, pero no podía llegar a ganar Grand Slams por ellos dos. Dominaban todo. No tenía la fórmula para derrotarlos. Les pude ganar uno o dos partidos poco trascendentes, pero no los importantes. Esos tres años fueron fundamentales para mi desarrollo. Me dieron más hambre de ganar, especialmente a ellos dos. Sabía que si encontraba la manera de ser como esos tipos en los grandes partidos, y sabía que mucho de eso venía de aquí (con el índice derecho se toca la cabeza), en cierto modo podría descifrar la traba de los Grand Slams y empezar a ganar más. Y eso es lo que sucedió. Algo que también me ayudó mucho fue ganar la Copa Davis para mi país, la única que ganó Serbia, en 2010. Eso me dio alas, una confianza increíble, estaba en la cresta de la ola. Pero la rivalidad con ellos fue increíble. Cuando Roger se retiró del tenis fue un momento triste para el deporte, porque es un ícono de nuestro deporte, increíble como deportista y ejemplo. Fue una inspiración para millones de personas de todo el mundo. Y cuando se despidió, había también una parte de mí y de Rafa que se iban con él. Algunos decían que yo iba a estar devastado, pero no les creía, pero cuando estuve ahí [en la Laver Cup de Londres de 2022] y cuando vi que estaba retirando realmente, me dije: “Guau, esto me afecta a mí también”, porque, aunque somos grandes rivales… como decía Cristiano Ronaldo sobre su rivalidad con Messi, fueron “compañeros de escenario” durante muchos años… nosotros también compartimos el escenario. Durante muchos años, a ellos los veía más seguido que a mi madre. No éramos amigos cercanos, pero puedo decir que llegamos a conocernos bien. Estas rivalidades atraen a millones personas al deporte y conectan a las personas de un modo que es eterno. Eterno. Porque incluso los que no son fanáticos del tenis tal vez sean fanáticos de alguno de nosotros. Creo que todos son fanáticos de nuestros partidos, es algo que quedará por generaciones. Estoy muy orgulloso de la experiencia de haber disputado más de 60 partidos con Rafa y no sé, unos 50 con Roger. Es increíble. No sé si hay alguna rivalidad con tantos partidos como los que tuve con Nadal, por ejemplo. Creo que las rivalidades son extremadamente importantes para el deporte, cualquiera sea. A la gente le gusta esa dualidad. Aunque no es mi filosofía de vida, entiendo que hay gente a la que le gusta: “Boca-River, izquierda-derecha”. Era Roger-Rafa, y de mí decían: “Novak, ¿qué vas a hacer ahí? ¿Quién es este tipo? No hay espacio para un tercero”. Pero después creamos el trío más maravilloso que haya dado el tenis.
POSTALESEl desahogo tras ganar la medalla olímpica en París; en 2008, con el río Yarra de Melbourne detrás y su primer trofeo de Grand Slam (Australia); con Del Potro, amigo y rival, que lo venció esa noche en los Juegos Olímpicos Río 2016
–Hubo muchos momentos épicos en tu carrera, pero el día que ganaste Wimbledon 2019 tras levantar dos match points ante Federer y con su saque, algo que parecía imposible, describió tu fortaleza mental. ¿En qué lugar colocás esa reacción? –Dadas las circunstancias, fue uno de los momentos más importantes que viví. Como dijiste: estaba dos match points abajo y si ves las estadísticas del partido, él jugó mejor que yo. Ganó más puntos. Creo que nunca le quebré el saque, salvo ese momento a fines del quinto set [Nole terminó ganando 7-6 (7-5), 1-6, 7-6 (7-4), 4-6 y 13-12 (7-3)]. Era el primer año que se empleaba el tie-break cuando se llegaba 12-12 al quinto set. Fue increíble. Se vivió un clima único todo el partido. Era en césped, que desde luego era su mejor superficie, pero yo tampoco soy tan malo en césped [ganó Wimbledon siete veces]. Yo sabía que, si lograba mantener el saque y mantenerme aferrado a algunas cosas básicas importantes, a largo plazo, físicamente estaba listo para jugar diez horas y terminaría ganando. Siempre creí en eso hasta que me quebró el saque en el quinto set. Y cuando le tocó sacar en el game siguiente [8-7] yo me decía: “Uh, esto viene mal”. Pero mantuve la calma, algo que no siempre sucede, créeme… La gente que me conoce sabe que en la cancha no siempre estoy tranquilo, pero esa vez tenía que estarlo, porque era Federer, era la final y el estadio estaba de su lado… Me dije: “Bueno, si me hace un ace, me hace un ace. Es muy bueno. Pero si le pego a la pelota, voy a hacerlo jugar, voy a hacer todo para ponerlo en una posición en la que tenga que pensar que tiene que hacer algo especial”. Y creo que ahí él empezó a cometer errores y yo hice un passing shot muy bueno en el segundo match point. Y ahí se dio vuelta el partido. Recuerdo que en la última parte del partido el sol estaba cayendo, la mitad de la cancha estaba a la sombra, la otra mitad estaba al sol y yo volvía de un lado donde el sol me daba en la cara [entrecierra los ojos], me decía: “¿Algo más me tiene que pasar?”. Pero entré en esa zona de concentración mental y autocontrol y no le prestaba atención ni al ruido ni a nada de lo que ocurría… Yo estaba blindado: esa era la mentalidad. Como cuando le salvé unos match points en el Abierto de Estados Unidos [2011], él también estaba 40-15. Sacó ancho, leí su saque, lo anticipé y salí con un winner. Pero en Wimbledon, él estaba 40-15. Sacó a la T y yo pensé: “Va a ir para ahí”. Así que hice un split step [saltito que se realiza justo antes de que el rival impacte la pelota] y quedé un poco inclinado hacia mi derecha para cubrir el saque ancho. Y lo veo sacar a la T y la pelota toca la red y salió. Pero si hubiera pasado apenas esto [hace un gesto acercando el pulgar y el índice izquierdos] por encima de la red, era ace y chau, se terminó. A veces eso es lo que hace la diferencia. Un margen tan estrecho puede cambiar la historia del deporte. ¿No lo vimos muchas veces en el fútbol, con off-sides y cosas por el estilo? Goles en el último minuto. O en básquetbol, un triple en los últimos segundos. Son algunos de los momentos más memorables de la historia del deporte, que la gente comenta y recuerda durante años. Estoy orgulloso de haber sido parte de esos partidos.ÍNTIMO"Siento que todavía tengo más Grand Slams por ganar", le dijo  en Belgrado
–24 Grand Slams, una Copa Davis, el oro olímpico… ¿Qué más? ¿Hay más? ¿Qué te motiva a partir de ahora? –Es legítima la pregunta. En mi interior siento que todavía tengo más Grand Slams por ganar. Lo que todavía me empuja a competir, sobre todo en los Grand Slams, es la sensación de que puedo ser candidato a ganarlo. Y también por mi país. Me encanta jugar la Copa Davis para Serbia. Cuando tengo que motivarme, hay dos asuntos: uno es seguir creyendo que tengo una capacidad para seguir en la pelea por los majors y ganarlos. Y segundo: el tenis todavía es mi mayor plataforma para hacer otras cosas que me interesan y compartir los mensajes que me interesan, ya sean relativos al tenis, la sociedad, algún emprendimiento que tengo, algo que construya en serio mi legado, mi marca. Todavía siento que disfruto del proceso y me genera todos estos beneficios, ¿entonces por qué no hacerlo? Algunos piensan que tengo que retirarme del tenis estando en lo más alto: “Ganaste el oro, ganaste todo, decí adiós”. Algunos piensan que debo seguir mientras siga pensando que puedo ser el favorito para un Grand Slam. Yo pienso más bien como esos. Tal vez cambie de idea, no lo sé. Por ahora siento que quiero seguir. ¿Cuánto tiempo más? Viajar y encontrar motivación me cuesta cada vez más. No es fácil. Y menos con hijos. No quiero estar lejos de casa tanto tiempo, pero todavía tengo el impulso. Así que lo lamento por los que quieren que me retire, porque todavía tendrán que verme un tiempito más.

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