Dengue: apenas 102.316 argentinos tienen aplicadas las vacunas completas
Salud. El fármaco que protege contra la forma grave de ese virus es un esquema de dos dosis; preocupa la baja afluencia en campañas públicas; alta demanda en vacunatorios privados
Gabriela Origlia
CÓRDOBA.– Ya ingresando a los meses más complejos para el dengue, solo 102.316 argentinos tienen dos dosis de la vacuna, es decir, el esquema completo considerado “imprescindible” para evitar formas graves de la enfermedad que transmite el mosquito Aedes aegypti. Según el Ministerio de Salud de la Nación, se aplicaron hasta el 25 de noviembre 514.029 dosis contra la infección en todo el país; 54% corresponden al sector público y 46%, al sector privado. De ese total, 411.713 son primeras dosis, mientras se inyectaron 102.316 segundas, en igual cantidad de personas.
El stock de vacunas incluye las compradas por la Nación y enviadas a las provincias, así como las que las gobernaciones adquirieron por su cuenta. Cada jurisdicción estableció criterios propios de segmentos poblacionales a inmunizar. Además, está la oferta privada. Especialistas consultados evalúan que los Estados, que actualmente tienen dosis disponibles, reciben menos demanda que la esperada para atender. En cambio, en las farmacias de todo el país hay listas de espera. El único inmunizante disponible es Qdenda, del laboratorio japonés Takeda; se trata de dos dosis con un intervalo de 90 días.
En la temporada de dengue 2023-2024 (que se cuenta de agosto a agosto), la Argentina registró la epidemia de la enfermedad más grave de su historia, con 556.820 contagios y 404 muertes. Para evitar otro brote de magnitud, este año las provincias diseñaron estrategias de inmunización, con distintas prioridades: algunas se focalizan en la población de 15 a 39 años, otras en quienes tuvieron ya la infección y la cursaron con internación, mientras que otras comenzaron inmunizando a los equipos de salud. Por esta diferencia de criterios, no hay una estimación de población objetivo a vacunar y, por lo tanto, no se puede establecer un porcentaje de lo que ya se avanzó.
Desde el Ministerio de Salud de la Nación indicaron a que la nacion distribuyeron 58.000 dosis a Córdoba, Catamarca, Misiones, Salta, Jujuy, Formosa, La Rioja, Santiago del Estero, Entre Ríos y Chaco. Estas provincias, en departamentos específicos, fueron “priorizadas” para “complementar” la estrategia que lleva adelante cada una. Los criterios seguidos incluyen indicadores epidemiológicos (incidencia acumulada de infectados y proporción de casos graves, entre otros) y sociosanitarios (densidad poblacional).
La distribución, precisaron, se realiza “de forma focalizada, progresiva y escalonada, basándose en el análisis de la situación de cada jurisdicción, el avance de metas semanales y el registro nominal de dosis aplicadas”. Salud enviará más sueros para completar los esquemas de vacunación.
Según los datos suministrados por la cartera sanitaria nacional, con 138.743 vacunas colocadas (41.832 personas con dos dosis) la ciudad de Buenos Aires es la jurisdicción que encabeza el ranking de inmunización en valores absolutos; le siguen la provincia de Buenos Aires con 97.026 (20.837 personas con esquema completo) y Tucumán (57.349, de las que 6439 son segundas dosis). Formosa, que concentra el 75% de los casos confirmados al 21 de noviembre, según el último Boletín Epidemiológico Nacional, suma 3565 dosis suministradas (63 esquemas completos).
En Córdoba, por ejemplo, donde se vacuna a los internados entre 15 y 59 años y a los equipos de salud, según datos del Ministerio de Salud provincial al 22 de noviembre habían recibido la primera dosis 44,2% (60% personal de salud y entre 35% y 38% expacientes). En la tabla difundida por la cartera sanitaria nacional, figura con un total de 37.382 dosis aplicadas, de las cuales 3707 son segundas.
En Salta, provincia en la que el dengue es endémico y que comenzó a inmunizar a fines de enero, se colocaron 33.846 dosis (28.962 primeras dosis y 4884 esquema completo), según información brindada por la gobernación. Al sistema público, se especificó, le corresponden 25.762 de ese total (23.241 primeras dosis y 2521 segundas). Los datos nacionales, que pueden tener algún atraso en la carga desde las jurisdicciones, le adjudican 24.868 primeras dosis y 4343 segundas.
Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Vacunología, evalúa que en el sector privado de las zonas urbanas hay una “sobredemanda”, mientras que es menor entre quienes pueden acceder a la inmunización en el sector público. Coincide con ese diagnóstico el epidemiólogo Hugo Pizzi.
En diálogo con Debbag admite que no hay una sola respuesta sobre por qué no se registra tanta adherencia a los programas públicos: “La gente se vacuna, está comprobado, al percibir que hay más riesgo de enfermedad y complicaciones. En cambio, no lo hacen quienes piensan que el efecto adverso es peor que la enfermedad”.
Precisa que en América Latina la menor vacunación se da en zonas de más pobreza y vulnerables. “No van a buscar la vacuna en forma activa”, dice. Entre los “indecisos”, el acercamiento a los vacunatorios ocurre cuando ven más riesgo de enfermarse.
El experto señala que en Brasil la conducta es similar a la que se registra en la Argentina, la entrega pública “no fue tan numerosa y tuvo mucho que ver con que hace años que conviven con la enfermedad y no la visualizan como tal. En la Argentina también puede darse esa situación en el norte si no van a buscarlos a sus casas para vacunarlos”.
Pizzi subraya que son “excepcionales las malas experiencias” por vacunación y que está comprobado que la relación “costo-beneficio es muy positiva, por lo que todos, desde los 4 a los 60 años deberían vacunarse”. Entiende que seguramente, a medida que empiece a crecer el número de casos, habrá más interesados en inmunizarse. “No hay que llegar a eso; ya estamos en un clima subtropical, no hay que aguardar a que veamos internaciones para ir a vacunarse”, repite.
Desde la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) indican que existen listas de espera en las farmacias; el stock a disposición de las distribuidoras resulta limitado en todo el país y no hay fecha de normalización. María Isabel Reinoso, extitular de la COFA, apunta a que la demanda privada la nacion “se mantiene alta desde enero, cuando se aprobó” la vacuna.
“Cuando los Estados empezaron a comprar, se hizo todavía más difícil; ya van casi dos meses sin entregas. Hasta agosto había stock, pero ahora no y no sabemos cuándo se normalizará”, detalla. De hecho, hay personas que tienen la primera dosis y no pueden completar el esquema. Los especialistas advierten que para estar inmunizados se requieren las dos dosis, proceso que demanda 90 días; la protección de la primera es “parcial y transitoria”, según los estudios.
Sobre esta demanda en el sector privado, Debbag analiza que está movilizada porque “temen a la enfermedad; hay un fuerte concepto de que si se tuvo un episodio, con el segundo se puede morir. La emoción es fuerte, cuando en realidad la mortalidad en un primer evento es del 1% y en un segundo, de entre 1,8% y 2%”.
El infectólogo repasa las conductas que se registraron con la vacunación por la epidemia de Covid-19: “En agosto de 2020 cuando aparecen las primeras, el sentimiento era de alta confianza; después se acabó. Se generaron indecisos que no son antivacunas, sino que se mueven por la percepción del riesgo”
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La Argentina está para más
Martín Redrado
Corría el mes de marzo del presente año cuando estaba dando una habitual presentación al directorio de una de las empresas líderes del sector energético. Al explicar los escenarios económicos para la toma de decisiones, su accionista principal cuestionó la sustentabilidad del enfoque fiscal del Gobierno. En aquel momento se presentaban dudas, en particular con planteos tales como efecto “licuadora” o “freezer” que se esgrimían para explicar la reducción del gasto público. En ese momento no dudé en asegurar que, si bien se podía calificar de varias formas la política fiscal del Poder Ejecutivo, la Argentina nunca tuvo un titular tan comprometido y convencido del equilibrio de las cuentas públicas como el presidente Milei. Su actitud me hace acordar a un buen amigo y gran estadista, Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo), cuando en la crisis del euro (2011-12), acuñó la frase “haré todo lo necesario” (“whatever it takes” fue su expresión en inglés). Tan contundente resultó su postura que nadie más se atrevió a jugar en contra de la moneda de la Unión Europea. Nuestro presidente tiene un compromiso similar, en este caso con la sensatez presupuestaria, y hará todo lo imaginable e inimaginable para sostenerla. Este fenómeno marca una gran diferencia con el pasado y ha comenzado a internalizarse en gran parte de nuestra sociedad. Será difícil hacia adelante que cualquier aspirante a la primera magistratura, proponga un “plan platita” o “manotear” al Banco Central como se hizo en nuestro país a partir de 2010.
Sin embargo, la política económica de un país con visión estratégica debe tener la convergencia de cuatro vectores, a saber: el fiscal, el financiero, el monetario y el cambiario. En el primero ya no caben dudas de que el equilibrio fiscal no se negocia. En el segundo, el logro es aún parcial; en el tercero, se instauró una autoridad monetaria con independencia en el manejo de los instrumentos y que no funciona más como la tarjeta de crédito del Tesoro. La mayor incertidumbre se presenta aún en la política cambiaria. Está implícito que el esquema de devaluación preanunciada (crawling peg) al ritmo del 2% mensual es solamente transitorio, en particular porque, a diferencia de los años 90, los países han dejado flotar su moneda. En nuestro enfoque como “hacedores” de política económica creemos que es necesario brindar un horizonte permanente que permita la “convivencia” entre el peso y el dólar a libre elección de los argentinos, en el marco de un tipo de cambio flotante, con política monetaria anticíclica. Es decir, con un Banco Central acumulando reservas a medida que haya ingreso de capitales, para pasar a ser oferente de divisas en momentos de gran volatilidad cambiaria, sobre todo cuando es impulsada por fenómenos internacionales.
Más aún, cuando analizo las megatendencias mundiales, veo que el tren de la historia para una vez más por un andén llamado Argentina. Hoy el mundo demanda seguridad energética, trazabilidad de alimentos y energías limpias. Para no perder esta oportunidad, no podemos conformarnos solo con el equilibrio fiscal y la desregulación. La Argentina está para más.
En efecto, se requiere un enfoque estratégico que tenga como norte el desarrollo económico social y humano de nuestra sociedad. Para lograrlo, necesitamos una agenda que contenga transformación y simplificación impositiva, junto a una modernización laboral y logística, una profundización del mercado financiero, y una política internacional dedicada a generar nuevos mercados para la producción nacional, junto a negociaciones de tratados de protección de inversiones de última generación, con países complementarios al nuestro. Para generar este nuevo horizonte, la Argentina debe hacerlo tomando como base la innovación como elemento diferenciador. Esto se logrará con incentivos para programas en investigación y desarrollo del sector privado. Es decir, impulsando una política que priorice la inversión en conocimiento como eje de nuestro desarrollo. La resolución de los problemas de corto plazo debe estar alineada con los cambios estructurales que la Argentina precisa para consolidar un crecimiento sostenido de por lo menos 3,5% anual. La meta es alcanzar una tasa sólida y poder mantenerla en el tiempo.
Nuestro país necesita avanzar hacia la construcción de un camino productivo, federal y de innovación. En síntesis, estos son los tres pilares para construir un cambio profundo que sea bisagra en nuestra historia: una revolución impositiva, una revolución exportadora y una revolución federal.
Revolución impositiva: ampliar la base de tributación, bajar impuestos para nuevos trabajadores que se incorporen a la vida laboral. Para que el superávit fiscal sea sustentable, hay que lograr que más argentinos salgan de la informalidad y puedan contribuir a través de sus impuestos a poder bajar la relación con el gasto público.
La modernización tributaria debe impulsar la inversión y la competitividad, otorgando beneficios y eliminando impuestos distorsivos con un cronograma preciso y cumplible. Por eso se propone, para las nuevas inversiones, la amortización acelerada de bienes de capital en el impuesto a las ganancias y la devolución anticipada del IVA para imputar hasta 4% de esta como pago a cuenta de Ganancias. En la misma línea se debe reducir la distorsión impositiva alrededor del IVA y el impuesto a los créditos y débitos (en jurisdicción nacional) y el impuesto sobre los ingresos brutos (en jurisdicción provincial); es clave que el Estado, en todos los niveles, se comprometa a realizar una devolución automática de estos tributos para las exportaciones. Además, se debe fijar un cronograma que permita el uso de todo el impuesto a los débitos y créditos bancarios como pago a cuenta de Ganancias de sociedades para todas las actividades económicas. Sería la ocasión de simplificar el régimen tributario. Los niveles de eficiencia del Estado mejorarían con una coordinación eficaz entre los niveles de gobierno, que sobre todo evitará la doble o triple imposición y sus costos económicos y administrativos.
Revolución exportadora: la Argentina debe convertirse en una máquina exportadora para generar dólares genuinos y no de endeudamiento u otras operaciones financieras. Se necesita generar una inserción productiva con el mundo, que nos permita capturar las nuevas cadenas globales de valor y mostrarnos como proveedores confiables. Deben fijarse objetivos muy claros para que se hagan propios en toda la sociedad y nos brinden un sentido de propósito. En primer lugar, generar una integración productiva con el mundo que nos permita duplicar nuestras ventas externas en la próxima década. Segundo, diversificar las exportaciones hacia productos de mayor valor agregado, que no solo sean bienes primarios como el trigo o el petróleo, exportando también servicios así como logrando que las marcas argentinas se inserten en el globo. Tercero, desconcentrar las ventas hacia nuevos destinos tales como India, Vietnam, Malasia, Sudáfrica, Arabia Saudita, por solo mencionar algunos. Cuarto, derramar los beneficios de las exportaciones sobre todo el espectro productivo. En la misma dirección, es necesaria una política de infraestructura que permita bajar los costos de transporte, para que nuestros productos sean más competitivos a la hora de exportar.
Revolución federal: es necesario dar a las provincias los recursos que les corresponden de acuerdo con el marco legal existente. Por ejemplo, impuestos tales como el IVA deben ser en su totalidad coparticipables. En cambio, hoy el 11% se destina a financiar la seguridad social. Por tanto, un primer paso para subsanar la desigualdad territorial es la derogación de la mayoría de las asignaciones específicas tales como la descripta. Más aún, fijar la distribución primaria y secundaria con base en los criterios constitucionales, enfatizando las modificaciones sobre las competencias, servicios y funciones entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires. En este nuevo marco es necesario actualizar la coordinación tributaria federal que posibilite una necesaria modernización tributaria que potencie la competitividad de los sectores productivos.
Solo con una agenda de este calibre y una probada capacidad de implementación, dejaremos atrás un pasado de frustración colectiva. El equilibrio presupuestario es condición necesaria pero no suficiente para alcanzar un desarrollo sostenido e inclusivo. Estará en todos nosotros pensar y ejecutar una Argentina superadora, respetada e inclusiva.
CÓRDOBA.– Ya ingresando a los meses más complejos para el dengue, solo 102.316 argentinos tienen dos dosis de la vacuna, es decir, el esquema completo considerado “imprescindible” para evitar formas graves de la enfermedad que transmite el mosquito Aedes aegypti. Según el Ministerio de Salud de la Nación, se aplicaron hasta el 25 de noviembre 514.029 dosis contra la infección en todo el país; 54% corresponden al sector público y 46%, al sector privado. De ese total, 411.713 son primeras dosis, mientras se inyectaron 102.316 segundas, en igual cantidad de personas.
El stock de vacunas incluye las compradas por la Nación y enviadas a las provincias, así como las que las gobernaciones adquirieron por su cuenta. Cada jurisdicción estableció criterios propios de segmentos poblacionales a inmunizar. Además, está la oferta privada. Especialistas consultados evalúan que los Estados, que actualmente tienen dosis disponibles, reciben menos demanda que la esperada para atender. En cambio, en las farmacias de todo el país hay listas de espera. El único inmunizante disponible es Qdenda, del laboratorio japonés Takeda; se trata de dos dosis con un intervalo de 90 días.
En la temporada de dengue 2023-2024 (que se cuenta de agosto a agosto), la Argentina registró la epidemia de la enfermedad más grave de su historia, con 556.820 contagios y 404 muertes. Para evitar otro brote de magnitud, este año las provincias diseñaron estrategias de inmunización, con distintas prioridades: algunas se focalizan en la población de 15 a 39 años, otras en quienes tuvieron ya la infección y la cursaron con internación, mientras que otras comenzaron inmunizando a los equipos de salud. Por esta diferencia de criterios, no hay una estimación de población objetivo a vacunar y, por lo tanto, no se puede establecer un porcentaje de lo que ya se avanzó.
Desde el Ministerio de Salud de la Nación indicaron a que la nacion distribuyeron 58.000 dosis a Córdoba, Catamarca, Misiones, Salta, Jujuy, Formosa, La Rioja, Santiago del Estero, Entre Ríos y Chaco. Estas provincias, en departamentos específicos, fueron “priorizadas” para “complementar” la estrategia que lleva adelante cada una. Los criterios seguidos incluyen indicadores epidemiológicos (incidencia acumulada de infectados y proporción de casos graves, entre otros) y sociosanitarios (densidad poblacional).
La distribución, precisaron, se realiza “de forma focalizada, progresiva y escalonada, basándose en el análisis de la situación de cada jurisdicción, el avance de metas semanales y el registro nominal de dosis aplicadas”. Salud enviará más sueros para completar los esquemas de vacunación.
Según los datos suministrados por la cartera sanitaria nacional, con 138.743 vacunas colocadas (41.832 personas con dos dosis) la ciudad de Buenos Aires es la jurisdicción que encabeza el ranking de inmunización en valores absolutos; le siguen la provincia de Buenos Aires con 97.026 (20.837 personas con esquema completo) y Tucumán (57.349, de las que 6439 son segundas dosis). Formosa, que concentra el 75% de los casos confirmados al 21 de noviembre, según el último Boletín Epidemiológico Nacional, suma 3565 dosis suministradas (63 esquemas completos).
En Córdoba, por ejemplo, donde se vacuna a los internados entre 15 y 59 años y a los equipos de salud, según datos del Ministerio de Salud provincial al 22 de noviembre habían recibido la primera dosis 44,2% (60% personal de salud y entre 35% y 38% expacientes). En la tabla difundida por la cartera sanitaria nacional, figura con un total de 37.382 dosis aplicadas, de las cuales 3707 son segundas.
En Salta, provincia en la que el dengue es endémico y que comenzó a inmunizar a fines de enero, se colocaron 33.846 dosis (28.962 primeras dosis y 4884 esquema completo), según información brindada por la gobernación. Al sistema público, se especificó, le corresponden 25.762 de ese total (23.241 primeras dosis y 2521 segundas). Los datos nacionales, que pueden tener algún atraso en la carga desde las jurisdicciones, le adjudican 24.868 primeras dosis y 4343 segundas.
Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Vacunología, evalúa que en el sector privado de las zonas urbanas hay una “sobredemanda”, mientras que es menor entre quienes pueden acceder a la inmunización en el sector público. Coincide con ese diagnóstico el epidemiólogo Hugo Pizzi.
En diálogo con Debbag admite que no hay una sola respuesta sobre por qué no se registra tanta adherencia a los programas públicos: “La gente se vacuna, está comprobado, al percibir que hay más riesgo de enfermedad y complicaciones. En cambio, no lo hacen quienes piensan que el efecto adverso es peor que la enfermedad”.
Precisa que en América Latina la menor vacunación se da en zonas de más pobreza y vulnerables. “No van a buscar la vacuna en forma activa”, dice. Entre los “indecisos”, el acercamiento a los vacunatorios ocurre cuando ven más riesgo de enfermarse.
El experto señala que en Brasil la conducta es similar a la que se registra en la Argentina, la entrega pública “no fue tan numerosa y tuvo mucho que ver con que hace años que conviven con la enfermedad y no la visualizan como tal. En la Argentina también puede darse esa situación en el norte si no van a buscarlos a sus casas para vacunarlos”.
Pizzi subraya que son “excepcionales las malas experiencias” por vacunación y que está comprobado que la relación “costo-beneficio es muy positiva, por lo que todos, desde los 4 a los 60 años deberían vacunarse”. Entiende que seguramente, a medida que empiece a crecer el número de casos, habrá más interesados en inmunizarse. “No hay que llegar a eso; ya estamos en un clima subtropical, no hay que aguardar a que veamos internaciones para ir a vacunarse”, repite.
Desde la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA) indican que existen listas de espera en las farmacias; el stock a disposición de las distribuidoras resulta limitado en todo el país y no hay fecha de normalización. María Isabel Reinoso, extitular de la COFA, apunta a que la demanda privada la nacion “se mantiene alta desde enero, cuando se aprobó” la vacuna.
“Cuando los Estados empezaron a comprar, se hizo todavía más difícil; ya van casi dos meses sin entregas. Hasta agosto había stock, pero ahora no y no sabemos cuándo se normalizará”, detalla. De hecho, hay personas que tienen la primera dosis y no pueden completar el esquema. Los especialistas advierten que para estar inmunizados se requieren las dos dosis, proceso que demanda 90 días; la protección de la primera es “parcial y transitoria”, según los estudios.
Sobre esta demanda en el sector privado, Debbag analiza que está movilizada porque “temen a la enfermedad; hay un fuerte concepto de que si se tuvo un episodio, con el segundo se puede morir. La emoción es fuerte, cuando en realidad la mortalidad en un primer evento es del 1% y en un segundo, de entre 1,8% y 2%”.
El infectólogo repasa las conductas que se registraron con la vacunación por la epidemia de Covid-19: “En agosto de 2020 cuando aparecen las primeras, el sentimiento era de alta confianza; después se acabó. Se generaron indecisos que no son antivacunas, sino que se mueven por la percepción del riesgo”
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La Argentina está para más
Martín Redrado
Corría el mes de marzo del presente año cuando estaba dando una habitual presentación al directorio de una de las empresas líderes del sector energético. Al explicar los escenarios económicos para la toma de decisiones, su accionista principal cuestionó la sustentabilidad del enfoque fiscal del Gobierno. En aquel momento se presentaban dudas, en particular con planteos tales como efecto “licuadora” o “freezer” que se esgrimían para explicar la reducción del gasto público. En ese momento no dudé en asegurar que, si bien se podía calificar de varias formas la política fiscal del Poder Ejecutivo, la Argentina nunca tuvo un titular tan comprometido y convencido del equilibrio de las cuentas públicas como el presidente Milei. Su actitud me hace acordar a un buen amigo y gran estadista, Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo), cuando en la crisis del euro (2011-12), acuñó la frase “haré todo lo necesario” (“whatever it takes” fue su expresión en inglés). Tan contundente resultó su postura que nadie más se atrevió a jugar en contra de la moneda de la Unión Europea. Nuestro presidente tiene un compromiso similar, en este caso con la sensatez presupuestaria, y hará todo lo imaginable e inimaginable para sostenerla. Este fenómeno marca una gran diferencia con el pasado y ha comenzado a internalizarse en gran parte de nuestra sociedad. Será difícil hacia adelante que cualquier aspirante a la primera magistratura, proponga un “plan platita” o “manotear” al Banco Central como se hizo en nuestro país a partir de 2010.
Sin embargo, la política económica de un país con visión estratégica debe tener la convergencia de cuatro vectores, a saber: el fiscal, el financiero, el monetario y el cambiario. En el primero ya no caben dudas de que el equilibrio fiscal no se negocia. En el segundo, el logro es aún parcial; en el tercero, se instauró una autoridad monetaria con independencia en el manejo de los instrumentos y que no funciona más como la tarjeta de crédito del Tesoro. La mayor incertidumbre se presenta aún en la política cambiaria. Está implícito que el esquema de devaluación preanunciada (crawling peg) al ritmo del 2% mensual es solamente transitorio, en particular porque, a diferencia de los años 90, los países han dejado flotar su moneda. En nuestro enfoque como “hacedores” de política económica creemos que es necesario brindar un horizonte permanente que permita la “convivencia” entre el peso y el dólar a libre elección de los argentinos, en el marco de un tipo de cambio flotante, con política monetaria anticíclica. Es decir, con un Banco Central acumulando reservas a medida que haya ingreso de capitales, para pasar a ser oferente de divisas en momentos de gran volatilidad cambiaria, sobre todo cuando es impulsada por fenómenos internacionales.
Más aún, cuando analizo las megatendencias mundiales, veo que el tren de la historia para una vez más por un andén llamado Argentina. Hoy el mundo demanda seguridad energética, trazabilidad de alimentos y energías limpias. Para no perder esta oportunidad, no podemos conformarnos solo con el equilibrio fiscal y la desregulación. La Argentina está para más.
En efecto, se requiere un enfoque estratégico que tenga como norte el desarrollo económico social y humano de nuestra sociedad. Para lograrlo, necesitamos una agenda que contenga transformación y simplificación impositiva, junto a una modernización laboral y logística, una profundización del mercado financiero, y una política internacional dedicada a generar nuevos mercados para la producción nacional, junto a negociaciones de tratados de protección de inversiones de última generación, con países complementarios al nuestro. Para generar este nuevo horizonte, la Argentina debe hacerlo tomando como base la innovación como elemento diferenciador. Esto se logrará con incentivos para programas en investigación y desarrollo del sector privado. Es decir, impulsando una política que priorice la inversión en conocimiento como eje de nuestro desarrollo. La resolución de los problemas de corto plazo debe estar alineada con los cambios estructurales que la Argentina precisa para consolidar un crecimiento sostenido de por lo menos 3,5% anual. La meta es alcanzar una tasa sólida y poder mantenerla en el tiempo.
Nuestro país necesita avanzar hacia la construcción de un camino productivo, federal y de innovación. En síntesis, estos son los tres pilares para construir un cambio profundo que sea bisagra en nuestra historia: una revolución impositiva, una revolución exportadora y una revolución federal.
Revolución impositiva: ampliar la base de tributación, bajar impuestos para nuevos trabajadores que se incorporen a la vida laboral. Para que el superávit fiscal sea sustentable, hay que lograr que más argentinos salgan de la informalidad y puedan contribuir a través de sus impuestos a poder bajar la relación con el gasto público.
La modernización tributaria debe impulsar la inversión y la competitividad, otorgando beneficios y eliminando impuestos distorsivos con un cronograma preciso y cumplible. Por eso se propone, para las nuevas inversiones, la amortización acelerada de bienes de capital en el impuesto a las ganancias y la devolución anticipada del IVA para imputar hasta 4% de esta como pago a cuenta de Ganancias. En la misma línea se debe reducir la distorsión impositiva alrededor del IVA y el impuesto a los créditos y débitos (en jurisdicción nacional) y el impuesto sobre los ingresos brutos (en jurisdicción provincial); es clave que el Estado, en todos los niveles, se comprometa a realizar una devolución automática de estos tributos para las exportaciones. Además, se debe fijar un cronograma que permita el uso de todo el impuesto a los débitos y créditos bancarios como pago a cuenta de Ganancias de sociedades para todas las actividades económicas. Sería la ocasión de simplificar el régimen tributario. Los niveles de eficiencia del Estado mejorarían con una coordinación eficaz entre los niveles de gobierno, que sobre todo evitará la doble o triple imposición y sus costos económicos y administrativos.
Revolución exportadora: la Argentina debe convertirse en una máquina exportadora para generar dólares genuinos y no de endeudamiento u otras operaciones financieras. Se necesita generar una inserción productiva con el mundo, que nos permita capturar las nuevas cadenas globales de valor y mostrarnos como proveedores confiables. Deben fijarse objetivos muy claros para que se hagan propios en toda la sociedad y nos brinden un sentido de propósito. En primer lugar, generar una integración productiva con el mundo que nos permita duplicar nuestras ventas externas en la próxima década. Segundo, diversificar las exportaciones hacia productos de mayor valor agregado, que no solo sean bienes primarios como el trigo o el petróleo, exportando también servicios así como logrando que las marcas argentinas se inserten en el globo. Tercero, desconcentrar las ventas hacia nuevos destinos tales como India, Vietnam, Malasia, Sudáfrica, Arabia Saudita, por solo mencionar algunos. Cuarto, derramar los beneficios de las exportaciones sobre todo el espectro productivo. En la misma dirección, es necesaria una política de infraestructura que permita bajar los costos de transporte, para que nuestros productos sean más competitivos a la hora de exportar.
Revolución federal: es necesario dar a las provincias los recursos que les corresponden de acuerdo con el marco legal existente. Por ejemplo, impuestos tales como el IVA deben ser en su totalidad coparticipables. En cambio, hoy el 11% se destina a financiar la seguridad social. Por tanto, un primer paso para subsanar la desigualdad territorial es la derogación de la mayoría de las asignaciones específicas tales como la descripta. Más aún, fijar la distribución primaria y secundaria con base en los criterios constitucionales, enfatizando las modificaciones sobre las competencias, servicios y funciones entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires. En este nuevo marco es necesario actualizar la coordinación tributaria federal que posibilite una necesaria modernización tributaria que potencie la competitividad de los sectores productivos.
Solo con una agenda de este calibre y una probada capacidad de implementación, dejaremos atrás un pasado de frustración colectiva. El equilibrio presupuestario es condición necesaria pero no suficiente para alcanzar un desarrollo sostenido e inclusivo. Estará en todos nosotros pensar y ejecutar una Argentina superadora, respetada e inclusiva.
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