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jueves, 11 de enero de 2018

EN "EL ESPACIO MENTE ABIERTA"; MARITA CARBALLO


Los argentinos empiezan el año con optimismo y a la espera de soluciones
Los principales problemas para la población hoy son la pobreza, el temor al desempleo y la inseguridad
Marita Carballo



Esta época del año es propicia para balances y reflexiones sobre nuestras vidas y sobre nuestro país. Evaluamos cómo estamos en relación con décadas pasadas, cuál es nuestra situación hoy y cómo vemos el futuro. Para ello, las encuestas, aun con sus limitaciones, son muy útiles ya que nos permiten escuchar la voz de los ciudadanos y responder a estos interrogantes.
Un estudio global del think tank norteamericano PEW que incluye la Argentina nos muestra que en nuestro país la mayoría (51%) piensa que estamos peor que hace 50 años mientras que un 21% sostiene que estamos igual (o sea sin progreso) y solo un 23% que estamos mejor que entonces. Por otra parte, una encuesta nacional reciente de Voices! entre jóvenes de 18 a 34 años nos dice que los millennials piensan que tendrán en el país una mejor calidad de vida que sus padres (69%), mientras que un 24% similar y solo 6% cree que será peor. Los argentinos tienen una visión negativa en relación con el pasado y más esperanzadora hacia el futuro.
Al analizar los datos duros en las estadísticas comprobamos que efectivamente si nos referimos a indicadores económicos y sociales hemos retrocedido en las últimas décadas. En 1974, cuando se comenzó a medir, la pobreza en el país era del 4%; al inicio de la democracia, cuando asumió Alfonsín en 1983, era del 16% y hoy el 33% son pobres. La informalidad en el empleo era de 22% en 1983 y hoy ronda el 30%. Señalo estos dos indicadores como ejemplo porque considero que son de sustancial importancia en la construcción de una sociedad justa e integrada.
En cambio, en lo que hace al sistema político, hemos avanzado y podemos afirmar que en nuestro país la primera etapa de la construcción de la democracia se ha cumplido y el sistema está legitimado. Llevamos 34 años de democracia con alternancia en el poder y contamos con un sistema político que, aunque con problemas pese a la baja credibilidad en sus instituciones, se va consolidando.
En cuanto al presente, las opiniones de los argentinos se han visto reflejadas en los resultados electorales de medio término, donde la población ha dado al gobierno de Macri un voto de confianza y también en las encuestas. El sondeo anual de fin de año en el que participamos desde 1983 y que fue iniciado por George Gallup en 1977, muestra a los argentinos más optimistas y esperanzados que el promedio mundial en relación con sus expectativas para 2018.
En esta oportunidad esa encuesta de GIA/WIN en 55 países cubriendo todas las regiones y dos tercios de la población mundial, nos muestra a nivel global un menor optimismo que el año anterior. Quienes piensan que 2018 será mejor son un 39% (vs. 52% del año pasado) mientras que un 23% cree que 2018 será peor y un 32% que será igual.
Este mayor escepticismo a nivel global se explica por una serie de factores, entre los cuales se encuentran las perspectivas económicas que resultan más pesimistas que hace un año. Decrecen al 28% quienes creen que este año será de mejoría económica vs. 42% que así lo creía respecto de 2017. De los 55 países medidos, en 32 hay pesimismo sobre el futuro económico. En la Unión Europea encontramos 12 países entre los 17 incluidos que prevén un año con problemas económicos sobre todo Italia y Grecia, pero también Francia, España, Alemania, Polonia, Rumania y Gran Bretaña. Con respecto al G-20, entre los 15 que participaron en el estudio solo dos son muy optimistas en lo económico: Indonesia (65%) y la India (62%).
Interesa destacar que, a diferencia de lo que pasa en el mundo, en general los argentinos estamos más optimistas que hace un año y 12 puntos por encima del promedio global con 51%, pensando que en general 2018 va a ser mejor, un 22% que será similar y un 21% que será peor que 2017. En todos los segmentos demográficos predominan en nuestro país las respuestas positivas sobre las negativas. Son los universitarios y la clase alta quienes más sostienen que este año será mejor (62% vs. 49% en el nivel bajo). En el interior del país y la Capital Federal (53%) los ciudadanos son más optimistas que en el Gran Buenos Aires (45%).
Al referirnos específicamente al futuro del país en el plano económico, los argentinos tienen opiniones más divididas acerca de las proyecciones para 2018. Aun así, en este punto somos también más positivos que el promedio mundial (donde el 28% es optimista) y que el promedio de los países del G-20 (25%). El 34% de la población en la Argentina manifiesta que este año será de mejoría económica, el 24% vaticina un año de mayores dificultades y un 38% no espera cambios. Los resultados son muy similares a los obtenidos el año pasado y más pesimistas que en 2015, año signado por las elecciones presidenciales, donde las perspectivas eran significativamente más positivas en todos los planos. Son fundamentalmente los sectores más bajos y los jóvenes quienes están más preocupados y menos esperanzados sobre todo en la reducción de la inflación y el desempleo.
Los principales problemas del país para la población hoy son la pobreza, el temor al desempleo y la inseguridad. Se reconoce al Gobierno una buena gestión contra el narcotráfico, la política exterior de estrechar relaciones con el mundo y la lucha contra la corrupción. Y se esperan mejores resultados en temas económicos sociales, como el combate contra la pobreza, la creación de puestos de trabajo y el control de la inflación.
La participación permanente en este trabajo internacional nos permite también un análisis histórico de las tendencias desde 1983. Analizamos las expectativas con que llegaron los argentinos al cumplirse los dos primeros años de cada gobierno para ver cómo está el gobierno actual en situación comparativa.
Cuando Alfonsín cumplió los dos primeros años en 1985 el 57% de los argentinos pensaba que el país estaría mejor el año siguiente. A los dos años del primer gobierno de Menem en 1991 el 61% esperaba un año mejor; en cambio, en su segundo gobierno, solo un 37% creía en 1997 que el año siguiente sería mejor. En el caso de De la Rúa, al cumplir su segundo año en 2001 solo un 36% tenía una visión positiva con respecto al año venidero. A los dos años de Kirchner en 2005 un 54% esperaba un año mejor. Al finalizar el segundo año de su primer mandato Cristina Kirchner solo un 23% esperaba un año mejor y en 2013, a dos años de su segunda presidencia, el 34% pensaba que 2014 sería mejor. Con Macri, como dijimos, es el 52%.
Este análisis permite concluir que existe una asociación entre los resultados de las elecciones legislativas y las expectativas. Los datos históricos muestran que las expectativas aumentan cuando se ha ganado la elección legislativa del segundo año. Puesto en este contexto, Macri se encuentra al cumplir dos años de gobierno, en análoga situación a las de Alfonsín, Menem en su primer mandato y Néstor Kirchner.
Esperamos que las expectativas positivas de la población para 2018 se cumplan y que el Gobierno pueda dar respuesta a las necesidades y demandas de la gente. Sin duda, es un voto de confianza que espera respuestas y para ello necesitará del diálogo y la participación de la dirigencia de los distintos sectores y de cada uno de nosotros.
Presidenta de Voices!, vicepresidenta/ presidenta electa de Wapor

jueves, 20 de abril de 2017

EN "EL ESPACIO MENTE ABIERTA"; MARITA CARBALLO Y LA FELICIDAD DE LAS NACIONES



El World Happiness Report 2017 se dio a conocer públicamente el 20 de marzo, Día Mundial de la Felicidad, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Asistí invitada por Jeffrey Sachs, Richard Layard y John Helliwell -los tres editores del informe- a integrar el grupo de expertos que participó del lanzamiento y la conferencia donde se analizaron los resultados.
En general observamos que no se presentan cambios sustanciales respecto del panorama de 2016 y que, en rigor, se ratifican tendencias que se vienen registrando desde que este informe sobre felicidad se comenzó a elaborar en 2012.
Una vez más, los países nórdicos europeos se mantienen al tope del ranking y, con pequeñas variaciones, ocupan cinco de los primeros 10 puestos; trece sociedades latinoamericanas figuran en el tercio superior del ranking que incluye 155 naciones y los países del África subsahariana recién comienzan a aparecer en la posición 93º.
En el top ten, figuran Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Finlandia, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia. Estos países aparecen regularmente en los primeros lugares y han registrado valores positivos en las seis variables clave detectadas por este informe para explicar las diferencias en los niveles de felicidad de los países: las relaciones sociales (contar con alguien en tiempos difíciles), expectativa de vida saludable, PBI per cápita, libertad para realizar opciones de vida, la generosidad y la percepción de ausencia de corrupción en el gobierno y las empresas.
No se puede ignorar, por otra parte, que estos países que encabezan el listado también figuran al tope de los rankings de democracia, libertades civiles y derechos políticos, transparencia, capital social, desarrollo sustentable y desarrollo humano, libertad de prensa e igualdad de género.
Muy cerca de estos diez primeros, en el puesto 12º, aparece el primer país latinoamericano, Costa Rica. Otros siete se agrupan entre los puestos 20 y 30: Chile 20º, Brasil 22º, Argentina 24º, México 25º, Uruguay 28º, Guatemala 29º y Panamá 30º. Finalmente, Colombia 36º, Trinidad y Tobago 38º, Nicaragua 43º, Ecuador 44º y El Salvador 45º, completan las 13 naciones de la región que figuran en el tercio superior del listado de 155 países.
La contracara está dada por las naciones africanas. Entre el puesto 101 y el 155 del ranking figuran 36 de ellas, desde Sudáfrica (101) a República Centroafricana (155) donde el índice de felicidad no alcanza a 3 puntos en escala de 0 a 10.
Es importante destacar que las naciones latinoamericanas, Argentina incluida, ocupan en el ranking posiciones más altas que algunos países con un nivel de desarrollo muy superior, como Francia 31º, España 34º, Italia 48º o Japón 51º, lo que ratifica que el nivel de ingresos, aunque constituye un elemento importante, no es lo único a tener en cuenta.
En los países de América latina que figuran bien ubicados en el ranking juegan un papel determinante las relaciones sociales. Y a pesar que en la región no existe una acumulación de capital social similar al que se verifica en las naciones más desarrolladas, las relaciones familiares y la confianza en los parientes y amigos compensan esa carencia. La Encuesta Mundial de Valores y los estudios de Voices! nos muestran también que en la región la espiritualidad y religiosidad son altas comparadas internacionalmente y este es otro factor que incide en la felicidad brindando un sentido o propósito de vida.
Por otra parte, distintos estudios sobre el tema detectan que los latinoamericanos tienden a experimentar en su vida diaria emociones positivas en mayor medida que otras regiones o países. Un informe de Gallup del 2015 señaló que cuatro países latinoamericanos (Honduras, Ecuador, Uruguay y Costa Rica) se encuentran entre los 10 primeros del ranking de países donde más se sonríe y destacó que el hecho de que tantas personas hablen de experimentar emociones positivas en América latina refleja, al menos en parte, la tendencia cultural en la región de enfocarse en la parte positiva de la vida.
Otro elemento importante es la satisfacción con el trabajo a la hora de individualizar los factores relacionados con la felicidad.
Un buen ingreso es un factor que incide, pero no es el único ni el más importante. Quienes se sienten más satisfechos tienden a ser aquellos que valoran más los aspectos intrínsecos del trabajo: esto es, hacer algo que a uno le gusta, en el que se puede alcanzar metas, que esté en línea con sus capacidades y que pueda hacerlo bien y que le permita relacionarse con otros. Son más felices quienes se sienten orgullosos de lo que hacen.
Es indispensable que los gobiernos diseñen políticas públicas que tomen en cuenta los aspectos centralmente ligados a la felicidad, tanto los mencionados en el World Happiness Report como los que identificamos por la Encuesta Mundial de Valores: las relaciones familiares y sociales; la salud física y psíquica; la libertad personal; un trabajo como fuente de desarrollo personal, un ingreso digno y la confianza mutua, el sentido de comunidad, integridad y solidaridad.
Trabajar sobre estos factores generando las condiciones para un mayor bienestar y felicidad de los ciudadanos desde la política pública es un camino posible hacia un mundo mejor. Un desarrollo económico que profundice la desigualdad de ingresos, genere desempleo, ponga en peligro el medio ambiente, limite el acceso a la educación o la salud y erosione los lazos sociales o la libertad de los ciudadanos no aumentará la felicidad de las personas. Es por eso que, cada vez en mayor medida y en un creciente número de países, la felicidad es considerada la más adecuada medida del progreso social y la meta final de las políticas públicas.
Presidente de Voices! Autora de La felicidad de las naciones (Sudamericana)