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lunes, 25 de junio de 2018

TOTALMENTE DE ACUERDO...COMO CATÓLICA ME SIENTO AVERGONZADA


Vidal puso la otra mejilla

El nuevo editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi palabra.
La fotografía es terrible y lo dice todo. En el encuentro de la Pastoral Social dos obispos les pegaron un reto y un sermón brutal en la cara a la gobernadora María Eugenia Vidal y a la ministra Carolina Stanley. No recuerdo algo semejante. Las dos mujeres, muy cercanas al Papa Francisco al que vieron hace muy poco tiempo en el Vaticano, se tuvieron que tragar un panfleto a favor del paro de hoy y de todos los paros y una crítica despiadada al gobierno de Macri. Los monseñores Jorge Lugones y Oscar Ojea, los representantes del Papa Francisco en la tierra argentina, acusaron al oficialismo de Cambiemos de “insensibilidad social”, respaldaron la medida de fuerza de la CGT y exigieron que “el ajuste no lo paguen los pobres”.
Cuando el Papa Francisco se convierte en el militante peronista Jorge Bergoglio conmueve incluso a los más fieles de los fieles católicos. El Papa ya movió todas sus piezas, cubrió todas las vacantes y transformó a la iglesia de este tiempo en una conducción que adhiere claramente al peronismo y a todos los populismos de la región.
Me produjo tristeza ver como María Eugenia Vidal aguantó estoicamente, con disciplina religiosa, el cachetazo conceptual que le pegaron los obispos. Los prelados concretaron una gran injusticia con sus palabras. O por lo menos demostraron una visión muy parcial y sesgada de la realidad. Vamos por partes. Si hay alguien sensible a los temas de la pobreza son María Eugenia y Carolina. Y esto es así desde su trabajo social en las villas y los barrios populares con su trabajo social desde las parroquias. Si hay alguien representativo en la Argentina es la gobernadora que ganó dos elecciones al presuntamente invencible peronismo bonaerense y que sigue ocupando el primer puesto en la tabla de posiciones en imagen positiva y en intención de votos en todo el país. Una de las dirigentes más representativas y queridas de la argentina fue vapuleada por dos autoridades elegidas entre cuatro paredes por el dedo sagrado del Papa.
Vidal es famosa en la Argentina por su coraje para enfrentar a las mafias de la policía, del servicio penitenciario, de las barras bravas del fútbol y las castas corruptas de los gremios y la política. No es casual que con tantas amenazas haya tenido que ir a vivir a una unidad militar con sus pequeños hijos.
Sin embargo, ni Lugones ni Ojea dijeron una palabra de ese combate por la democracia, la república y la decencia. No recuerdo a Lugones ni a Ojea haber dicho una sola palabra de condena o de crítica a Daniel Scioli que dejó la provincia fundida, perforada por la corrupción y multiplicada de pobres y excluidos.
Le recuerdo a Lugones ni a Ojea decir una palabra de condena a Axel Kicillof que prohibió medir la pobreza para no estigmatizar a los que la padecen. Es decir, negar, ocultar el problema, hacer desaparecer de las estadísticas a los que más sufren.
No recuerdo a Lugones ni a Ojea hacer aunque sea una mínima crítica a Aníbal Fernández cuando dijo que en Argentina había menos pobres que en Alemania.
No recuerdo a Lugones decir una palabra de sus sobrinos, el ex intendente de La Plata, Pablo Bruera y su hermano Mariano que está preso por coimear a beneficiarios del plan Procrear.
No recuerdo ni a Lugones ni a Ojea, decir una palabra sobre la actitud patotera y extorsiva en negocios sucios de capitostes del sindicalismo peronista. Todo lo contrario, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, la mano derecha (en todo el sentido de la palabra “derecha”) del peronismo papal, organizó un congreso anti-mafias con Gustavo Vera y los Moyano en el gremio de los Moyano. Tragicómico. Es como organizar un seminario en contra de la violencia criminal e invitar a Robledo Puch para que exponga.
La iglesia de Francisco es casi una unidad básica en la Argentina. Es un error muy grave que le produce deterioro y rechazo aún en católicos de toda la vida.
María Eugenia Vidal dio números y explicaciones en su discurso prudente y respetuoso. Explicó que nunca un gobierno nacional ni provincial se ocupó tanto de los pobres y los planes sociales. Y que hace dos años que viene bajando la mortalidad materna en la provincia.
Pero los obispos hicieron oídos sordos. Ya tenían redactado el durísimo documento contra Macri y el capitalismo salvaje. No recuerdo una sola palabra de Lugones ni de Ojea de la dictadura salvaje y chavista de Nicolás Maduro. Allá hay crisis humanitaria y asesinatos y presos políticos a mansalva.
María Eugenia pudo haberse excusado y enviar a otro funcionario. Sin embargo fue y puso la cara. Y puso la otra mejilla frente al castigo de la jerarquía eclesiástica.
No recuerdo a los obispos haber dicho que “cuiden a María Eugenia” en su batalla por la justicia social y la honradez. No recuerdo que hayan dicho “Cuiden a Mauricio”, que sufre diariamente un ataque feroz y antidemocrático de los que como Moyano y Cristina quieren voltear al gobierno para no ir presos.
Lugones y Ojea son la fiel expresión del pensamiento del Papa. Al sumo pontífice se lo escuchó muy enojado en los últimos tiempos. Comparó el aborto con el nazismo en un verdadero despropósito cargado de bronca. Se metió con la ley de medios como si fuera un diputado del peronismo porteño y dijo falsamente que el rol monopólico de los medios actuales abre las puertas de una dictadura. Nunca desde 1983 estuvimos tan cerca de un pensamiento único y autoritario que durante el gobierno de Cristina. Bergoglio fue una importante víctima de esos ataques, pero hoy parece haber olvidado aquellos padecimientos producto de su rechazo a la figura de Macri. Es increíble que los curas argentinos solamente cuestionen al PRO por la media sanción de la legalización del aborto. Las principales figuras de ese partido, manifestaron su oposición. Pero muchos obispos solo ven la realidad con los ojos de su pensamiento partidario. Eso les hace perder una actitud ecuménica y abarcadora. Eso les fractura el afecto de muchos de sus seguidores y es un error desde todo punto de vista.
La iglesia siempre debe defender a los más humildes. Eso está claro y es positivo. Tiene que proteger a los que más sufren. Pero debe tener cuidado a la hora de mostrar a sus principales figuras con dirigentes políticos o sindicales corruptos y violentos. Es una mala señal que recibe la sociedad si hay rosarios y bendiciones para Hebe de Bonafini, Moyano, Milagro Sala y otros que tienen graves cuentas pendientes ante la justicia.
Uno de los obispos se quejó de la propuesta paritaria a los docentes bonaerenses. Actuó como delegado de Roberto Baradel y – otra vez – no dijo una palabra de tomar a los alumnos de rehén y cargar de intención partidaria las medidas de fuerza ni de la negativa a capacitarse o a castigar un nivel astronómico de ausentismo en las aulas.
Los obispos se aprovecharon de la presencia de Vidal. Si ella no hubiera ido, el encuentro, hubiese tenido casi nula repercusión. Ella fue a la apertura y la utilizaron como centro de sus críticas.
Fue curioso. En general, la iglesia llama a la concordia, al diálogo, a la reflexión y a la paz social. Esta vez, llamó al paro. Y tapó de críticas en la cara a la dirigente política que la mayoría de los argentinos eligieron como la mejor de estos tiempos de cólera.
Cuando la iglesia baja demasiado de lo celestial a lo terrenal y se mete en el barro de la política partidaria puede empantanarse. Fustigan modelos económicos a los que consideran injustos pero no proponen alternativas. ¿Qué país pondrían como ejemplo los obispos Lugones y Ojea? ¿Venezuela? ¿Nicaragua? ¿Bolivia?. Dicen que el gobierno deja de lado la pobreza como si la pobreza hubiera nacido en estos dos últimos años. Tal vez hay un enojo muy fuerte producto de que Macri abrió el debate sobre el aborto o de que Marcos Peña dijo que sostener a los obispos nos cuesta a todos los argentinos 130 millones de pesos.
No quiero ser irrespetuoso ni hereje. Respeto todas las religiones y todas las opiniones. Pero estoy convencido que es muy valiosa la frase de “zapatero a tus zapatos”. Los obispos a contener y ayudar a los más humildes desde la fe y las parroquias. Y los políticos a gobernar para construir una sociedad más igualitaria y con más libertad. Para esa tarea, por ahora y hasta el 2019, el pueblo argentino eligió a Macri y a María Eugenia Vidal. Por más que algunos obispos pongan el grito en el cielo.

viernes, 9 de marzo de 2018

DISCRIMINACIÓN....VERGUENZA

Chicas orientales que se hacen cirugías estéticas para acomodar sus ojos a la norma occidental. Mujeres africanas y afrodescendientes con llagas, infecciones y lesiones graves después de arrasar su piel para arrancarse el color. Nenas negras que prefieren muñecas blancas para jugar. Hombres negros que buscan casarse con mujeres de tonalidades claras.
Brutal, el aviso del boliche salteño no inventó nada: "Rubios y rubias entran totalmente gratis hasta las 2. Morochas al 2x1", se leía en la invitación de la disco Amira que circuló por las redes sociales.
Rubio y morocho no refiere al color del pelo, por supuesto. Las morochas en cuestión (los morochos también, pero no había promociones para ellos) son seguramente descendientes lejanas de algún pueblo originario, los antiguos pobladores de esas tierras. Donde dice rubio tampoco debe leerse pelo amarillo (en ese caso alcanzaría con teñirse), sino más bien descendiente de criollos, gotas de sangre europea. Por eso intervino de oficio el Inadi, porque se trata de discriminación aunque la fuerza aplastante del sentido común que nos moldea vuelva invisible lo que tenemos ante nuestros ojos.
 La intendencia de Salvador Mazza, localidad donde está el boliche, publicó un comunicado que, en su torpeza, desnuda parte del problema: el espíritu de la publicación, se explicó, es netamente comercial y no discriminatorio. Como si una cosa excluyera la otra. Como si una cosa no estuviera vinculada con la otra.
Salta La Linda, la Buenos Aires del Norte, como se la ha llamado también, es la segunda provincia en cantidad de población indígena del país, 80.000, según el último censo, que por primera vez incluyó una pregunta específica sobre la pertenencia a culturas originarias. Muchos descendientes de indígenas no revelan sus orígenes espontáneamente ante el encuestador, lo esconden, porque lo perciben como una identidad vergonzante, una marca de origen que hasta ahora no les ha traído nada bueno. Cuando en el censo de 2010 por primera vez se preguntó expresamente sobre la pertenencia a culturas originarias, la cantidad de personas descendientes de culturas antiguas en todo el país dio un salto: se pasó de los 650.000 registrados en 2004 a casi un millón.
No es fácil reconocerse como parte de una cultura menospreciada. Es apenas de 2016 el informe lapidario con que el relator especial de la ONU sobre racismo, Mutuma Ruteere, resumió la situación de los indígenas en el país. En el caso específico de Salta, dijo, escuchó sobre discriminación, que la policía actuaba con el criterio de "portación de cara" y que se ejerce violencia contra los migrantes de países vecinos. 
Ruteere recordó lo que ya se sabe pero se olvida, que los descendientes de culturas antiguas están excluidos de la vida política y social, que reúnen los peores indicadores socioeconómicos y educativos, que no hay gente de sus pueblos en cargos claves para la toma de decisiones. Dijo también que están, ellos y sus culturas, invisibilizados.
Aunque hace años ya que las ciencias sociales desnudaron la pretensión argentina de creerse el país blanco de América Latina, hay un sentido común que parece todavía sentirse a gusto con esa falacia. La televisión, un buen indicador del modo en que nos gusta retratarnos, lo deja al descubierto: no hay descendientes de pueblos originarios ni inmigrantes de países limítrofes en la programación nacional. Si aparecen, es en un documental. Somos todos blancos, insistimos.
En África, como en la Argentina y en buena parte del mundo, el color de la piel condiciona destinos. ¿Podemos asombrarnos de que los miembros de una cultura o una raza busquen borrar toda evidencia de esa identidad? Mientras no quede otra opción, el triunfo asfixiante de la norma blanca y occidental que homogeneiza el planeta necesita por lo menos de programas específicos que contrarresten sus daños.

C. A

jueves, 19 de enero de 2017

¿DUDAS, TEMOR? Y UNA GRAN VERGUENZA


Documentales para la construcción de un nuevo relato


Una esclava negra y cincuenta latigazos: con este acto infame empieza la historia del Partido Demócrata, según el Michael Moore de la ultraderecha. "¿Qué ocultan estos demócratas?", se pregunta Dinesh D'Souza en el documental Hillary's America: The Secret Story of the Democratic Party, mientras el rostro de la primera mujer que pudo haber sido presidenta de los Estados Unidos se convierte en la mueca de una muñeca maldita. Esta semana, cuando Donald Trump reciba los atributos que lo investirán como el hombre más poderoso del mundo, empezará la construcción de un nuevo relato de época y la voz cantante será la de Dinesh D'Souza, un documentalista en las antípodas ideológicas de Michael Moore, un francotirador de la derecha republicana y un hombre que dará letra al magnate de pelo malo. Nacido en Mumbai hace 55 años, llegó a Arizona cuanto tenía 17 y se enamoró de la verba conservadora de Ronald Reagan, un actor que admiraba desde su infancia en la India, donde empezó a construir su imagen de los Estados Unidos en base a westerns. De una inteligencia asombrosa, D'Souza fue becado en la Universidad de Darmouth, escribió libros que fueron best-sellers y encontró financiamiento de multimillonarios para realizar sus documentales, siempre con la idea fija: los demócratas destruyeron el país y es hora de que los yanquis despierten de la hipnosis progresista que inoculan el New York Times, la CNN, los estudios de Hollywood y las universidades. "Obama es un anticolonial tercermundista deseoso de debilitar a Occidente", repite D'Souza y los rednecks aúllan delirantes. Todos estarán el viernes frente al televisor, admirando la ascensión al poder del hombre que prometió "hacer grande a América otra vez", y muchos de ellos fueron a los cines a ver Hillary's America, para confirmar lo que sospechaban de los demócratas.

 Entre el documental y la ficción, las escenas lacrimógenas se superponen con entrevistas a historiadores conservadores. Una esclava negra atada a un árbol recibe cincuenta latigazos mientras una profesora dice a cámara que los demócratas fundaron un partido exterminador de los negros y promotor del Ku Klux Klan como herramienta de control social. "¿Y si su plan es robarse América?", se pregunta la voz angustiosa de D'Souza: "¿Quién podrá detenerlos ahora?".Al final, pudieron. Una camada de documentales ultraconservadores ayudó a frenar las posibilidades presidenciales de los demócratas (bueno, Vladimir Putin y Fox News también pusieron lo suyo). Si hace trece años, la película Fahrenheit 9/11 desenmascaró las mentiras del gobierno republicano de George W. Bush, una nueva generación de realizadores ahora se propone develar la responsabilidad de Obama, Hillary y los demócratas en la decadencia del imperio norteamericano. Y entre todos ellos se destaca D'Souza, con los argumentos feroces y los modales atildados de un profesor universitario. "Puede que sea el Michael Moore de derecha", concede: "Pero con 40 puntos de coeficiente intelectual más que él".
N. A