martes, 23 de junio de 2020

8000 KM...DE AMOR, II


Syrah portugués y el abrazo más esperado por el navegante solitario
Tras 70 días en el Atlántico para volver a su casa en Mar del Plata, Juan Carlos Ballestero pudo reencontrarse con su padre y celebrar
Darío PalavecinoAbrazo y vino portugués en el reencuentro
MAR DEL PLATA.– “¡Mirá que no me voy a animar!”, desafió Carlos Ballestero, y a los 90 años, ágil y seguro, descartó una escalera, se aferró a la proa del Skua y solo necesitó de un empujón por la espalda de Carlos, uno de sus hijos, para estar a bordo del velero en que el menor de sus herederos en el buen arte de navegar, Juan Manuel, se tomó más de 70 días para cruzar el Atlántico y disfrutar ese primer y esperado fuerte abrazo que se dan sobre cubierta.
Lo recibe a bordo con una botella de syrah portugués que, reconoce, sobrevivió cuando sentía que necesitaba un buen trago en medio de olas que castigaban y llegar a destino se convertía en un objetivo más que difícil. “Ahora sí: feliz día, papá”, dice y entrega el vino a su padre. Un verdadero veterano de los mares que, lejos de temer, siempre confió en que su hijo estaría por aquí. “No pudo llegar para mi cumpleaños, pero lo importante es que ya lo tenemos acá”, reconoce a la nacion sobre aquella fecha tentativa de arribo que
Juan Manuel se había fijado para el 15 de mayo.
Este marinero marplatense de 47 años, que reside en España y se gana la vida al timón de embarcaciones chárteres con paseos por el Mediterráneo, sintió a fines de marzo que la pandemia empezaba a cercarlo. Con miles de muertos en Europa y cada vez más países afectados, pensó que el virus no tardaría en llegar a la Argentina, donde viven sus padres. Entonces quiso estar con ellos y, a falta de vuelos, recurrió a lo que mejor sabe hacer: navegar.
“Él ya lo hizo, por eso estaba muy tranquilo”, cuenta a la nacion Ballestero padre, que ha pasado la mayor parte de su vida en alguna embarcación. Cita el caso de su matrimonio de 60 años con Nilda, su esposa. “La mitad los pasé afuera, siempre en el mar”, resalta. Y reconoce que ella “siempre estuvo al frente de la patrulla” familiar.
Juan Manuel llegó a Mar del Plata el pasado miércoles, en medio de otra tormenta y con la certeza de que el reencuentro familiar debería esperar. Cuarentena obligada que le advirtió la Prefectura al recibirlo.
Y que él se había propuesto para no no afectar a sus padres, ambos en la franja etaria considerada de riesgo.
Pero las autoridades locales tuvieron un gesto: le hicieron un control clínico y un test para Covid-19, que dio negativo, y cumplidos los trámites para ingresar al país, quedó habilitado a completar los 14 días de aislamiento en la casa de sus padres.
Don Carlos no aguantó y vino a buscarlo al Club Náutico Mar del Plata, allí donde hace casi cuatro décadas lo alentó a realizar el primer curso de náutica. Juan Manuel tenía 8 años cuando dio los primeros pasos en la categoría Optimist. “Después le presté mi velero”, dice sobre un aprendizaje que fue paso a paso. “Los autos no porque se los chocaba”, bromea su hijo.
Juan Manuel, mientras alista el velero para dejarlo amarrado e ir a su casa, cuenta con orgullo los logros de su padre. Que fue capitán de pesca, anduvo por el mundo y hasta merodeó el Atlántico Sur para aportar datos logísticos en tiempos en que la flota inglesa se aproximaba a lo que sería la Guerra de Malvinas. “Tengo algunas millas recorridas”, dice y sonríe.
Bien abrigado, siempre con su barbijo blanco, Carlos padre reconoce que no temió durante el viaje de su hijo, pero sí le resultó muy difícil sobrellevar la incertidumbre de casi dos meses que pasó en el medio del mar, sin noticias sobre su situación. Un intento de reabastecimiento en Cabo Verde, donde le rompieron el casco del velero y lo amedrentaron con armas, lo obligó a seguir sin combustible. Solo necesitaba viento, buen rumbo y paciencia.
A Carlos no lo sorprende lo que hizo su hijo porque ya antes había cruzado el océano en velero, pero rescata como mensaje la valentía y los valores que lo llevaron a a emprender semejante viaje: reencontrarse con su familia.

D. P.

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