domingo, 29 de noviembre de 2020

LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO


Menos mal que existe el sector privado



Juan Carlos de Pablo



Imaginemos un país dividido en un par de provincias. En una de ellas todos trabajan en el sector público, mientras que en la otra se reparten entre los sectores privado y público. Quienes operan en el sector privado con el pago de sus impuestos mantienen a los empleados públicos de ambas provincias.
Aparece la pandemia/cuarentena, y mientras la primera provincia funciona “como si nada”, en la otra el sector privado enfrenta una crisis. A la luz de estos hechos, varios funcionarios del actual gobierno dicen que “menos mal que existe el Estado”. Supongo que esos funcionarios no se pusieron a pensar cómo financiarían los gastos públicos si en la segunda provincia desapareciera la totalidad del sector privado. Porque nunca está de más recordar que el PBI no cae del cielo, como el maná.
Esta es la “foto”, que como dije admite lecturas muy peculiares. En lo que va del siglo XXI el Estado argentino es cada vez más grande con respecto al sector privado, a pesar de lo cual sigue aumentando la proporción de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza. La “película” genera interpretaciones muy diferentes de las que surgen de la foto.
Quien busque razones para explicar la recuperación del nivel de actividad económica luego del gigantesco pozo en que cayó en abril pasado mejor que le preste atención a todo lo que hicieron los hombres y mujeres que viven en la Argentina y operan en el ámbito privado para poder financiar el componente material de la vida humana, eso que algunos denominan “la economía”.
Con los mismos operarios y máquinas se pusieron a producir bienes para los cuales hubo demanda; con las mismas instalaciones buscaron diferentes formas para comercializar sus productos. En ambos casos no tuvieron inconvenientes de modificar horarios, condiciones de trabajo, etc. En los medios masivos de comunicación sigue siendo más noticia aquel que no supo cómo encontrarle la vuelta que aquellos que sí lo hicieron, y solo Dios sabe cuántos hay en cada grupo.
Escribo estas líneas para resaltar el esfuerzo individual, multifacético, anónimo que no solamente no parece ser reconocido –pero en serio, no de la boca para afuera– por parte de los funcionarios, sino que además aparece trabado por iniciativas públicas que le hacen perder el tiempo y le aumentan los temores a una población que no necesita más elementos para vivir entendiblemente preocupada.

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