martes, 27 de abril de 2021

UCRANIA Y SU HAMBRUNA STALINISTA...


La gran hambruna de Ucrania, un genocidio organizado por Stalin
La salvaguarda de la memoria histórica se ha convertido en una obligación moral de nuestra época, pero en ocasiones los recuerdos cometen grandes injusticias con el presente.
D. M. 
Que la memoria histórica colectiva no respeta el pasado debería ser evidente; no se trata solo de inexactitud, voluntaria o involuntaria, cuando los Estados, los partidos políticos y los grupos sociales hacen un llamamiento a la memoria histórica, sus motivos no son triviales.
El objetivo de dichos llamamientos, casi invariablemente, era alentar la unidad nacional, aunque puede resultar reconfortante creer que los regímenes reprobables han sido más propensos a esta práctica que los decentes, pero la realidad es que casi todos se han empeñado en la movilización y manipulación de la memoria o en su creación.
La gran hambruna de Ucrania, fue un hecho terrible de la historia de la URSS y un crimen en toda regla, se calcula que entre los años 1932 y 1933, entre 1,5 y 4 millones de personas murieron de hambre y enfermedades derivadas en URSS, una cifra que se eleva a 22 millones si se suman otras regiones afectadas, claro que los números finales no existen, son estimaciones, gran parte de la conducta criminal de Stalin permaneció oculta por décadas.
Más allá de lo que piense es claro que desde Moscú se articuló una política consistente en reprimir el creciente nacionalismo ucraniano que no se mostraba muy permeable a la línea comunista de kremlin, de modo que quedan pocas o casi ninguna duda que el dictador georgiano quiso así dar una lección sin precedentes a la burguesa y rebelde Ucrania.
Cuando Stalin se hace con el poder a finales de 1929, impone una política económica que cambiaría la URSS para siempre, mediante la aplicación de los llamados planes quinquenales, cuyo objetivo era acelerar la industrialización del país, sobre todo a través de la industria pesada. Moscú requería que se centralizaran la forma de uso y empleo de todos los recursos a disposición y evitar las crisis de las cosechas padecidas los dos años anteriores, cuando el campesinado entregó al Estado mucho menos grano del previsto, los soviéticos fieles a teoría demenciales de la conspiración interna, explicó que la escases era producto de acciones contra revolucionarias y no producto de malas cosechas.
Stalin, maquiavélicamente utilizó las caídas en las entregas para declarar la guerra a los llamados kulaks, un término despectivo que designaba a los propietarios rurales, de esa forma obligaría a la sociedad soviética a llevar adelante la mayor colectivización agrícola de la historia del mundo.
En poco tiempo, el Estado expropió tierras, cosechas, ganado y maquinaria a gran escala, y centralizó todos los planes para alimentar a la creciente población de las ciudades en vías de una veloz industrialización y como no podía ser de otro modo, el proceso de colectivización forzosa fue traumático.
El campo de la URSS se dividió en dos tipos de explotaciones: los koljoses, granjas colectivizadas de carácter cooperativo; y los sovjoses, granjas directamente gestionadas por el Estado, de modo que el Gobierno de Stalin prohibió cualquier tipo de explotación privada y forzó a todos los campesinos, ya fueran antiguos propietarios o trabajadores, a integrarse en un koljós, la media autoritaria provoco amplios focos de resistencia, que fueron especialmente violentos en los territorios más ricos y castigados por la colectivización: el norte del Cáucaso, las extensas llanuras de Kazajstán y Ucrania.
Fue precisamente en Ucrania, en donde la resistencia se unió al latente nacionalismo que estaba relativamente bien organizado, que tenía un amplio respaldo en el mundo rural del país, de este modo el conflicto fue el resultado y la respuesta del régimen fue más represión: prisión, deportaciones a Siberia e incluso una cantidad significativas de fusilamientos.
La tormenta era perfecta estaba a punto de llegar, de forma que para hacer frente a la colectivización forzosa, los campesinos comenzaron a reducir las producciones o a no cumplir con las exigencias demandadas. Muchos decidieron abandonar el campo. Otros trataron de quedarse con parte de la cosecha y se produjeron numerosos robos entre campesinos. El resultado fue tensión social fue en aumento y caos dos elementos que se apoderaron de la región. La situación descontrolada convenció a Stalin que todo eso era producto del boicot nacionalista, en consecuencia apta por hacer uso de la fuerza militar e imponer orden, por medio de balas y polvora. Las primeras muertes por falta de alimentos tuvieron lugar ese 1931.
La implementación forzosa del sistema cooperativista, nunca funciono, pero eso ya no era importante, porque los objetivos no eran económicos, sino políticos, por tanto no era relevante si el reparto de los productos era arbitrario y la incorporación de la moderna maquinaria era absolutamente desconocida en el mundo tradicional, nadie se preocupó por capacitar al campesinado en su uso y su mal empleo retrasó aún más la recolección, pero las desgracias no suelen venir solas y en 1932 se produce una importante sequía, de este este modo la situación climática le dio a Stalin la cobertura que requerían para llevar adelante sus acciones de represión de los elementos indeseables de la sociedad ucraniana y la de otras regiones de la URSS.
El gobierno de Stalin temió una gran revuelta como la ocurrida en los primeros años de la revolución bolchevique y lejos de calmar la situación, optó por endurecer las condiciones al campesinado ucraniano. Cerró las fronteras de la entonces república soviética y penalizó duramente el abandono de los campos. Además, aprobó en agosto la cruel Ley de las Cinco Espigas, que castigaba con dureza a los que robaran trigo -aunque fuera un puñado- de un koljós.
El hambre ya era un problema de salud pública, Moscú mantuvo las durísimas exigencias de producción y confiscación. El cereal ucraniano llenaba las despensas de países extranjeros mientras los ucranianos se morían literalmente de hambre. Y todo eso, a pesar de que las autoridades locales se negaban a aplicar estas políticas o que el mismo Partido Comunista de Ucrania pedía desesperadamente algo de aire. Las súplicas cayeron en oídos sordos: el Ejército seguía vigilando los campos, exigiendo las cuotas establecidas y las brigadas entraban en las casas para confiscar comida a los campesinos. Incluso los víveres que llegaban desde las comunidades ucranianas exiliadas nunca llegaron a la población.
El hambre en Ucrania fue una política deliberada diseñada desde el Kremlin. La situación pronto se volvió dantesca, epidemia del tifus, así como otras enfermedades, comenzó a campar a sus anchas, pero las autoridades rusas ordenaron a sus médicos que no mencionaran la situación ni se llevaran a cabo investigaciones. Se han documentado casos de infanticidio y de canibalismo, e incluso la existencia de un mercado negro de carne humana. Los testigos de la situación describieron escenas terroríficas, con cadáveres amontonados por las calles que nadie, por falta de fuerzas, se atrevía a dar sepultura. También proliferó un sistema de corrupción generalizada, llamado Torjzina, por el que los campesinos hambrientos compraban pan y harina a cambio del oro de sus antiguas joyas.
El impacto en la sociedad ucraniana fue tan profundo que cuando las fuerzas nazis al comienzo de la guerra barrían con los ejércitos soviéticos, al principio fueron vistos como libertadores, pero pronto se revelaron peores que los soviéticos y perdieron el apoyo de la población.
La estrategia del Kremlin fue siempre la de negar la hambruna y, en todo caso, culpar a los movimientos nacionalistas ucranianos y los kulaks de la crisis. También está bien documentada la falsificación de datos estadísticos y la ocultación de imágenes.
La política soviética dio sus frutos: la opinión pública internacional no conoció los hechos hasta 50 años después y los propios ucranianos no pudieron rememorarlos abiertamente hasta la caída del bloque comunista, en la última década del siglo XX.
Fue un plan intencionado de limpieza étnica política, existe una resolución de la UE, de 2008, que “reconoce el Holodomor como un crimen atroz contra el pueblo ucraniano y contra la humanidad”.



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