The Economist es probablemente la revista de política y negocios más importante del mundo. Todas las semanas publica las noticias que a su criterio fueron las más importantes alrededor del planeta.
En su última edición la primera noticia que aparece dentro del apartado de negocios se refiere a las criptomonedas. Ese es el grado de relevancia que está tomando el ecosistema en el mundo “tradicional”.
Pero no es Bitcoin quien se lleva la atención principal del semanario sino que hoy en día el debate gira en torno a las stablecoins, tokens que intentan replicar el valor de algún activo estable del mundo “real” (en general, el dólar) y cuyos sus emisores supuestamente resguardan valores como respaldo.
Para explicarlos de manera simplificada podría decirse que son similares a PayPal, pero la deuda del emisor con el “depositante” está registrada en la blockchain en vez de en un registro centralizado manejado por el emisor.
Esto permite a esos tenedores transferirlos libremente (sin intermediarios) en cualquier horario y lugar que se les ocurra. Aparte pueden ser combinados con otros activos digitales como las criptomonedas (Bitcoin, Ethereum, etcétera) u otros tokens como acciones de empresas, lo cual genera la posibilidad de tener un dinero 100% programable.
Paul Krugman las definió como una versión moderna del “Free Banking” del Siglo 19 en Estados Unidos en un tweet que el famoso economista ganador del Nobel publicó el mes pasado. “Esos bancos emitían depósitos que supuestamente estaban respaldados por especie”, explicó.
Ese sistema solía ser propenso a caer en crisis financieras y es por ello que a partir de 1934 la Reserva Federal le dio una licencia a los bancos para poder emitir dólares con respaldo gubernamental, a la vez que empezó a regularlos para evitar un mal uso de aquella potestad.
Otros los relacionan con los “Money Market Funds” que surgieron con fuerza en los ‘70 y que fueron centrales en la crisis inmobiliaria del 2008. Ellos toman dinero para invertirlo en distintos activos y ofrecer una renta a sus depositantes. Cabe aclarar que las stablecoins no suelen pagar intereses sino que se comportan más como una versión digital del efectivo.
Para dar una idea de la dimensión que han tomado estos criptodólares valga señalar que, según CoinMarketCap, el total emitido ya está casi por alcanzar los US$ 120.000 millones.
Tether, el número uno, se lleva aproximadamente la mitad de la torta y, como señaló el JP Morgan a comienzos de junio, sus activos en cartera ya se acercan a los de Vanguard o BlackRock y “dejan como enanos” a gigantes tecnológicos como Google o Facebook.
Según The Economist, las estimaciones implican un leverage de la empresa 383 a 1 y, por lo tanto, el emisor no podría honrar su compromiso de redimir los tokens “1 a 1” con el dólar en caso de que sus activos tuvieran pérdidas de sólo 0,26%.
Queda claro por qué Gary Gensler, quien está a cargo de la Securities and Exchange Commission (SEC), señalara que el mundo cripto es el “Lejano Oeste lleno de fraudes y estafadores” y solicitó mayores atribuciones para poder regularlo.
“Soy pro-innovación pero también necesitamos reglas en el camino” y “si la invención de Satoshi Nakamoto (Bitcoin) llegará a su potencial, deberá hacerlo dentro del marco regulatorio”, agregó en una entrevista la semana pasada para Squawk Box.
Es un intento de proteger a inversores descuidados.
Probablemente no sea el caso de quien la semana pasada vendió (presumiblemente por error) un NFT valuado en US$ 69.000 por menos de un centavo. Alguien llegó a pagar US$ 57.000 en comisiones a mineros para asegurarse de ser el comprador.
Curiosidades del mundo cripto.
Pero sin dudas la sorpresa de la semana fue la presentación de la “atestación” de activos que hizo Tether, la cual provee mucho mayor detalle que la que había presentado hace tres meses y muestra además una mejora sustancial en la calidad del respaldo.
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