Las cautivas: las Thelma & Louise de las Pampas
Dos actrices formidables en el estreno del Complejo Teatral de Buenos Aires
L. G.
Dramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco. Intérpretes: Lorena Vega y Laura Paredes. Música original y en vivo: Ian Shifres. Movimiento: Jazmín Titiunik. Luces: Matías Sendón. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Vestuario: Magda Banach. Producción artística: Carolina Castro. Sala: Teatro de la Ribera, Pedro de Mendoza 1821. Funciones: viernes, a las 19; sábados y domingos, a las 17. Duración: 70 minutos.
Si Santiago Loza imagina voces femeninas solitarias y aparentemente sencillas, Mariano Tenconi Blanco parece fascinarse con la fuerza empática entre mujeres contra cualquier circunstancia. Si en La vida extraordinaria homenajea a dos amigas de toda la vida, apellidadas ni más ni menos que Fierro y Cruz, esta vez en Las cautivas reúne a dos seres canónicamente opuestos, una europea y una representante de los pueblos originarios, para dar la vuelta a otro texto fundacional. Desde la primera línea –”Ellos van. El espacio es grande”–, la obra remite a Esteban Echeverría, quien a su vez refiere a Víctor Hugo.
Son muchas las líneas por las que se puede abordar esta obra plagada de guiños culturales presentados siempre de modo farsesco. La escenografía es de acto escolar –árbol de cartón, fondo de telón pintado, un par de rocas–, observada al costado por Ian Shifres al piano, con peluquín blanco y levita siglo XIX. El vestuario de las actrices también estalla el contraste: una novia blanca en corsette y miriñaque y una “india” carapintada con plumas y adornos.
Salvo al final, nunca comparten escena sino que sus monólogos se suceden a un ritmo veloz, casi de western, de travesía por el paisaje mientras enfrentan aventuras y se entienden, encendidas cuerpo a cuerpo, a pura pasión. Con dos actrices que dan todo, entregadas al juego con alegría que traspasa y se festeja en el aplauso.
Igual que en Como gustéis, de Shakesperare, son Celine (Laura Paredes) y Rosalila (Lorena Vega, tercera obra con Tenconi) pero una llama a la otra “la Elegida” y “Atala”, dos mujeres que reescriben la literatura nacional (y la historia) que las había ocultado, dos como la China Iron y la inglesa Liz en la novela de Cabezón Cámara, dos protagonistas a cargo de sus destinos como unas –¿por qué no?– Thelma & Louise rioplatenses adueñándose del espacio y de sus cuerpos hasta las últimas consecuencias.
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La comedia de Nelson Valente tiene en David Masajnik y Diego Gentile, a sus mejores intérpretes
G. LL.
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Autor y director: Nelson Valente. Intérpretes: Andrea Politti, Carlos Belloso, Iliana Calabró, Diego Gentile, David Masajnik y Gabriel Beck. Escenografía: Alberto Negrín. Iluminación: Alejandro Velázquez. Vestuario: Ximena Puig. Teatro: Multiteatro, Corrientes 1283. Funciones: miércoles, jueves y domingos, a las 20; viernes, a las 20.30; y sábados, a las 19.30 y 21.30. Duración: 70 minutos.
Aunque en pocos hogares hoy se siga jugando a “Dígalo con mímica”, el encuentro semanal de tres parejas amigas en torno a la competencia de señales resulta gracioso y remite a tiempos menos aciagos que los actuales. En ese sentido el desembarco de esta obra en plena avenida Corrientes resulta plausible y es un buen ejemplo de comedia blanca o para toda la familia. No obstante, el texto de Nelson Valente (también director de la propuesta) –ganador del concurso Contar 7, de AADET, destinado a fomentar la presencia de autores nacionales en la cartelera del circuito comercial– tiene algunos desniveles, sobre todo en el comienzo.
La presentación de las parejas (la anfitriona y las invitadas, dos heterosexuales y una gay) es un tanto larga y poco efectiva. Betty (Andrea Politti) es la criticona, Sebastián (Carlos Belloso), el componedor, Mónica (Iliana Calabró), la litigiadora, David (David Masajnik), el depresivo, Rodrigo (Gabriel Beck), el competitivo y Rodrigo (Diego Gentile), el sumiso. Todo cambia cuando arranca el juego propiamente dicho y ahí los gags se suceden unos tras otros. El escenario se convierte en un campo de batalla y salen a relucir sin filtros las verdaderas personalidades de cada uno de los contendientes. El punto máximo de Díganlo con mímica se encuentra en el tramo final, cuando se producen inesperadamente las catarsis de algunos de los amigos-participantes. En ese momento, y dentro de un elenco muy parejo, se destacan Masajnik y Gentile. Al epílogo de la comedia, que sostienen con oficio Politti-Belloso, aún le falta una mejor resolución.
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Las distintas posibilidades que habitan el cuerpo del actor
G. I.
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Dramaturgia y dirección: Christian García. Intérpretes: Pablo Chao, Lucas Crespi, Laura Nevole. Vestuario: Lara Sol Gaudini. Escenografía: Darío Coronda Kartu. Iluminación: Ricardo Sica. Sala: Casa Teatro Estudio, Guardia Vieja 4257. Funciones: Sábados, a las 21. Duración: 45 minutos.
Mientras que otras artes soportan mejor el viajar de un soporte a otro, el teatro todavía tiene esa característica de ser un arte pesado. Su existencia está en los cuerpos que lo portan y en el contacto que se establece entre ellos y el público. Esta carga propia de lo teatral se entiende clarita cuando se va a ver Las cargas, donde el aquí y ahora que establece la capacidad de sus actores consigue hacer de una obra con ribetes absurdistas, con escenas sueltas que a veces se rozan, un hecho teatral en plena regla.
El espacio consta solo de dos banquitos y varias cajas de cartón. Esta limitación escenográfica es ideal para mostrar los recursos actorales. Y ahí es donde el trío brilla. Los tres trazan una diagonal, Pablo Chao en uno de sus extremos, Laura Nevole en el otro, de espaldas, y, en el medio, Lucas Crespi. El primero empieza a moverse, un baile mínimo, un impulso que crece y va tomando a los otros dos. La coreografía, explicada, no es gran cosa pero, en presencia, el público es inmediatamente tomado por esa convención que parece estar formada de casi nada. Se ve en esto un trabajo de laboratorio, donde la dirección de Christian García ha tomado y dirigido propuestas nacidas de los cuerpos poéticos de los actores.
Empiezan a sucederse, una tras otra escenas, en las que el título se vuelve efusivo: todos los personajes cargan con el que tienen al lado. En ese juego de mutuas tensiones hay mucho de humor, por momentos se repite una palabra, un espacio, que pasó como un relámpago en una anterior, a veces un personaje parece retornar. Como en un libre juego de asociación, el juego del flujo de la conciencia está fijado en el fluir de los actores que pueden cambiar de personaje, de situación, siempre con un trabajo sobre lo mínimo y siempre divertidos.
En Las cargas vemos las distintas posibilidades que habitan en el cuerpo del actor. Y hoy, que el cuerpo es algo tan en conflicto, hay algo sanador en el volver a encontrarse con cuerpos que saben transformar el sinsentido en algo trascendente y revelador.
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