jueves, 31 de marzo de 2022

ECONOMÍA COTIDIANA


Efecto boomerang: ponerles un tope a los precios puede no tener el efecto buscado
POR Santiago Bulat

1
Precios.
Hace pocos días leí a alguien quejarse por el pago que tuvo que hacerle a un técnico de la heladera: “Estuvo media hora y me cobró $4000!”, reclamaba indignado. Sin embargo, esto es muy cuestionable. ¿Cuánto hubiera costado tener que tirar la comida que había dentro de la heladera? ¿O tener que comprar comida fresca todos los días? ¿Es lo mismo ese pago a alguien que soluciona algo que nos resulta imposible hacerlo y nos mejora la calidad de vida que algo que nos resulta indiferente? Estas preguntas nos llevan a la conclusión de que esos $4000 gastados son completamente diferentes en el contexto en el cual nos encontremos y en la valorización que tengamos por ese bien. Por eso, los precios son sagrados.

2
Segmentación.
La mayoría de los países apunta a un sistema impositivo progresivo: que quien más gane, pague más. Por eso Ganancias es el tributo más utilizado en el mundo. Entonces, ¿por qué no segmentar toda la economía? Podría entrar a una panadería, pedir una docena de facturas y que el panadero revise mis ingresos para determinar el precio que me cobrará. Sería algo impracticable y poco eficiente, dado que quizás yo valoro más esa docena de medialunas que otro cliente. Alguien que es desempleado pagará la docena al mismo precio que alguien que tiene un ingreso del primer decil de la economía. Sin embargo, quien está desempleado puede cobrar un seguro de desempleo y no tributará Ganancias, mientras que quien gane un sueldo estable no recibirá el seguro de desempleo y tributará lo que corresponda.

3
Efecto renta y sustitución.
Cuando el precio de un bien cambia se generan dos tipos de efectos: se altera la tasa a la que se puede cambiar un bien por otro y afecta el poder adquisitivo de sus ingresos. El primer efecto se lo llama “sustitución” y corresponde al cambio de la cantidad demandada de un bien o servicio cuando su precio sufre modificaciones, mientras que los precios de otros bienes y el poder adquisitivo se mantienen constantes. En tanto, el “efecto renta” corresponde a la variación en la cantidad demandada de un bien o servicio como resultado de un alza o baja del poder adquisitivo del consumidor. La intervención en los precios anula los efectos anteriores y causa un impacto en la cantidad demandada a través de la ineficiencia en su uso. Por ejemplo, el gas y la electricidad, que, de no tener un techo en su precio, su consumo sería distinto. Hay una sobre demanda causada por el tope a los precios.

4
Escasez.
Sin embargo, si la oferta fuera infinita, ¿qué problema habría en que el precio siempre quede fijado? Probablemente, ninguno. ¿Tendría sentido cobrar el uso del aire? No, pues nadie lo pagaría y está disponible para todos. Los bienes escasos, en cambio, tratan de conseguir sus propios excedentes: el consumidor quiere pagar lo menos posible y el vendedor, ganar lo más posible. Si ponemos un tope a los precios, el excedente se verá favorecido y el productor perjudicado. Pero es un beneficio hasta que los precios de venta son imposibles de costear, la producción cae y el beneficio inicial termina siendo perjudicial.

5
Energía.
Según datos del Banco Mundial, el consumo de energía eléctrica por habitante se incrementó 21% entre 2005 y 2012 por el atraso tarifario. También hubo un costo para la sociedad: mayores cortes por falta de suministro y un aumento en las erogaciones en subsidios, que no llegaban a quienes lo necesitaban realmente. Un beneficio inicial, que se tradujo en un dolor de cabeza constante. 

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