lunes, 22 de abril de 2024

EL ESCENARIO Y CARLOS RODRIGUEZ


La nueva obsesión que guía los pasos de Milei
El Presidente posterga las grandes reformas para después de las elecciones de 2025; la guerra con el Senado, el sueño de domar a la Corte y la mira en los servicios de inteligencia
Martín Rodríguez Yebra

Los presidentes argentinos de las últimas décadas reciben al asumir una banda, un bastón y la obligación agobiante de atender una emergencia. Ante el peso de esa carga, las personalidades más dispares tienden a repetir una serie de conductas similares, como si acataran un libro de instrucciones no escrito cuya primera regla aconseja postergar los grandes ideales para después de la próxima elección. Javier Milei, el más dogmático de los líderes de la democracia argentina, transita aceleradamente ese proceso de adaptación a lo que él llama “el mundo real”.
Despotrica contra los “idiotas” que le miden “el liberalismo en sangre” después de la intervención en los precios de las prepagas que significó una abierta enmienda a su DNU bíblico de diciembre. Y habla con insistencia de 2025, como el verdadero punto de partida de la transformación radical de la Argentina que él propone.
Acaso por el carácter religioso que le asigna a su misión, se siente conminado a explicar sus transgresiones. El viernes, en el Hotel Llao Llao, le dijo a un grupo de empresarios de primera línea: “Las reformas que no podamos meter ahora las vamos a meter el 11 de diciembre de 2025. Y tengo 3000 más”. Sobre los que se oponen y lo condicionan desde el Congreso, advirtió: “Los vamos a arrasar en las elecciones. Los vamos a aplastar”.
No hay reunión en la que no desnude esta obsesión. Desgrana números de encuestas, repite la idea de que si hoy fueran las elecciones ganaría en primera vuelta y se vanagloria de estar jubilando a una porción de la dirigencia política que a su juicio constituye el amplísimo espectro del “socialismo”, en el que rejunta a peronistas, radicales, trotskistas y liberales de centro.
Cierta tendencia al adanismo impide a los libertarios ver un patrón histórico en la conducta del Presidente. Milei, como les pasó a casi todos sus antecesores, vive el presente como una transición hacia el país que prometió. Es lógico entonces que el índice más relevante sea el de su imagen positiva, sin la cual se complica el camino en este desierto de urgencias. Mucho más en él que en ninguno de los gobernantes previos: nadie asumió con una minoría institucional tan abrumadora.
El consumo de encuestas en la Casa Rosada es proporcional a esa carencia. La popularidad de Milei navega por encima de la barrera del 50% pese a la magnitud del ajuste económico que encaró al asumir. El Gobierno lo muestra como un triunfo cultural: algo así como la aceptación de la sociedad de que es necesario sufrir para salir adelante. Pero ¿es realmente así? La pregunta angustia a integrantes de la primera línea del Gobierno. La recesión está apenas en la primera fase y en los próximos días se espera otra ola de protestas en las calles.
El caso de las prepagas tuvo la fuerza de una crisis, cuando a Milei le mostraron un menú de sondeos que mostraban el rechazo a la suba de las cuotas entre sus votantes en el balotaje.
La desregulación de los precios de la medicina privada no solo fue un artículo clave del DNU 70. Se exhibía como una demostración empírica de las tesis libertarias. En enero, en Davos, Milei condenó toda intervención estatal en la formación de precios y afirmó: “So pretexto de un supuesto fallo de mercado se introducen regulaciones que lo único que generan es distorsiones en el sistema de precios, que impiden el cálculo económico y, en consecuencia, el ahorro, la inversión y el crecimiento”.
Hasta hace un mes el vocero Manuel Adorni defendía la liberación de precios de las prepagas: “Vos no podés vivir en un país distorsionado. Detrás de un precio regulado, del otro lado tenés escasez”
Dos semanas atrás, ya lanzado a frenar los aumentos que agujerearon los presupuestos de la clase media y media alta, Milei dijo que él no aprieta empresarios con “una pistola sobre la mesa”, como hacía Guillermo Moreno, pero que iba a convencerlos, con argumentos, de fijar precios con criterios razonables.
Al final se impuso un morenismo sin armas. La orden de recalcular los precios y el reclamo judicial para que se devuelva lo cobrado por encima de lo que el Gobierno considera válido fue la mayor señal de pragmatismo desde que Milei asumió la presidencia. Le hizo caso al ministro Luis Caputo y desairó al autor de las tablas de la ley, Federico Sturzenegger.
Milei asimiló el cortocircuito ideológico. Aprovechó su discurso en el Foro Llao Llao para reconectar con el asesor económico disruptivo que fue, como si pudiera disociarse de la investidura presidencial. “El que fuga es un héroe”, dijo hablando del cepo al dólar. Y alentó a operar en el mercado negro, ante un coro de risas de los empresarios, muchos de los cuales viajaron desde sus residencias en Uruguay.
No lo incomodan ni la desmesura ni la contradicción. En la semana que empieza anunciará con pompa de Estado que el primer trimestre del año terminó con superávit fiscal, conseguido en gran medida gracias a la recaudación del impuesto PAIS, que se funda en las restricciones cambiarias.
En el mismo discurso retomó la metáfora de Moisés para pedirles a los empresarios más afines a su gobierno que, además de aplaudirlo y ponerse gorritas de las Fuerzas del Cielo (como hizo Cristiano Ratazzi), arriesguen plata en la Argentina. Les dijo que tienen que hacer como los judíos cuando escapaban de los egipcios y se arrojaron al Mar Rojo antes de que Dios abriera las aguas. “Muchachos, en algún momento van a tener que poner las pelotas, van a tener que invertir, se van a tener que jugar para que se abran las aguas y seamos libres”.
La voz de la conciencia
En contactos informales, el Presidente insistió en resaltar los números fiscales y su visión de que la inflación “se cae como un piano”. Es otro rasgo que lo emparenta con sus antecesores: la costumbre de celebrar batallas en plena guerra.

Domingo Cavallo, que actúa como una voz de la conciencia del gobierno libertario, ha dicho que el índice de precios puede llegar a un dígito en abril, pero es muy probable que se estacione en una meseta del orden del 8 o 9% mensual durante un período largo. También ha puesto el dedo en la llaga de la política cambiaria, al resaltar la idea de que el dólar se está atrasando con la actual regla de devaluaciones del 2% mensual que ejecuta el Banco Central.
Milei se enfurece con ese diagnóstico. Pero en el Gobierno preocupa lo que percibe como una resistencia del campo a liquidar divisas con el tipo de cambio actual. La devaluación en Brasil y los efectos de la crisis de Medio Oriente amenazan con amargar la fiesta de datos macro alentadores.
El ministro Caputo recogió elogios del FMI, pero vuelve a la Argentina sin dinero fresco que le permita levantar pronto el cepo cambiario. Por cuerda separada, la Cancillería intenta enmendar los desplantes presidenciales a China ante el peligro de que el régimen comunista decida no renovar el tramo del swap de monedas que vence en junio.
La consistencia (o no) del plan económico fue tema de discusión en Bariloche antes de la llegada de Milei. Hay dudas sobre el diseño técnico, pero muchas más sobre la tolerancia social. Si el caso de las prepagas resultó un toque de atención, falta conocer el impacto de las subas de tarifas de servicios públicos y el riesgo de un repunte del desempleo.
Escándalo en el Senado
Milei se esmeró en su discurso en desgranar números de encuestas, siempre con la tesis de que está liderando un cambio cultural. El hilo conductor fue la promesa de esa tierra prometida que vislumbra más allá de diciembre de 2025. Los “egipcios” son los políticos opositores. La “casta”, que acababa de darle un regalo valiosísimo.
El Learjet oficial que lo llevó el jueves a Bariloche fue una fiesta. La noticia del aumento de las dietas de los senadores superior al 100%, votado a mano alzada y con flagrante disimulo, parecía una obra satírica que hubiera escrito Santiago Caputo, el virtual ministro del relato.
En el Gobierno sabían que la votación iba a ocurrir y esperaban agazapados para denunciar el hecho consumado. La movida se había gestado como una reacción indignada al decreto que le cambió el rango y le subió el sueldo al vocero Adorni.
El acuerdo se discutió en voz baja dentro de todos los bloques desde el miércoles. Hubo algunos reparos, pero nadie rompió el pacto corporativo para descongelar los sueldos. El trámite en el recinto duró menos de dos minutos, nadie habló una palabra, no se mencionó qué se estaba votando y se aprobó a mano alzada. Las formas agravaron el fondo.
“Así se mueve la casta”, escribió Milei minutos después de que se consumara el aumento. Salvó a sus siete senadores, pese a que uno de ellos firmó la resolución y el resto consintió la decisión sin siquiera expresar su oposición para que constara en actas. La filosofía del “si pasa, pasa”. Milei evitó también reabrir heridas con la vicepresidenta Victoria Villarruel.
El tuit enojó a los senadores de Pro. Luis Juez le transmitió en privado su malestar. El Presidente corrigió en un segundo tuit y puso a salvo de la furia anticasta a los macristas. En la metralleta de acusaciones por redes sociales, el Presidente llegó a difundir el dibujo de un recinto legislativo lleno de ratas con la mano en alto.
Ese mensaje cayó como una bomba en el Congreso, donde el Gobierno espera sacar en las próximas semanas lo que quedó de la “Ley de bases”. “Venimos bien, pero con cosas como estas nadie sabe cuándo se puede trabar”, dice uno de los legisladores que más trabajaron para que el proyecto avance.
En Diputados debería aprobarse en los primeros días de mayo. El Senado es una incógnita. El peronismo se abroquela como un bloque de resistencia al que le faltan solo 4 votos para impedir cualquier iniciativa. El ataque sistemático a Martín Lousteau abre dudas sobre un sector del radicalismo. En los bloques minoritarios se acumulan los indignados. Incluso algunos que fueron aliados recientes, como Juan Carlos Romero, que en diciembre jugó como aglutinador de una mayoría favorable al Gobierno y ahora fue impulsor del aumento de dietas.
Milei le baja el precio al Congreso. Insiste en que es más importante “dejar expuestos” a los que no quieren el cambio que aprobar las reformas que él promueve. Juega con el miedo al escarnio público que paraliza a los derrotados en 2023.
Sin embargo, su gente se mueve con inquietud. Santiago Caputo está cada vez más activo en la rosca política. Trajina despachos y casas de dirigentes opositores y sindicalistas para tejer una red de apoyos, en previsión de que vienen curvas. “Javier hace su trabajo y nosotros, el nuestro”, explica otro funcionario que incursiona en campo rival.
En paralelo, empieza a afianzarse un interés creciente por los servicios de inteligencia, área en la que ya incursiona Karina Milei y no solo el jefe de Gabinete, Nicolás Posse. En el Congreso atribuyen a movimientos de los servicios el origen de las recurrentes peleas entre libertarios cuyos motivos reales nunca terminan de salir a la luz.
La jugada de promover a Ariel Lijo en la Corte conecta con la idea de un cambio de régimen que se afiance después de 2025. En el Gobierno admiten que no tienen urgencia en designarlo. La aritmética oficialista imagina un tándem Ricardo Lorenzetti-lijo que permita de mínima bloquear fallos desfavorables cuando en diciembre se retire por cuestiones de edad Juan Carlos Maqueda. Una Corte de cuatro, con el empate asegurado y que no sea obstáculo. En la Casa Rosada admiten como simbólica la postulación de Manuel García-mansilla para reemplazar a Maqueda: “El que interesa es Lijo”.
El sueño de la Justicia propia parece un rasgo que viene con el traje de presidente argentino, al igual que la adicción a las encuestas de imagen, la expectativa obsesiva por ganar la siguiente elección y la fascinación por los servicios de inteligencia. Disruptivo como ningún otro, Milei enfrenta el desafío de romper otra regla que hasta ahora se cumplió a rajatabla: la ansiada transformación definitiva se diluye siempre en las penurias del presente continuo.
Javier Milei, en un tramo crucial de su gestión
El caso de las prepagas tuvo la fuerza de una crisis para el Gobierno

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Rodríguez. “Habrá depresión y no sé cómo se recupera la inversión”
Distanciado de Milei, el economista cree que el ajuste “no es sostenible” y alerta sobre la falta de un plan de ingresos; “el Estado no es el demonio”, dice Matías Moreno y
Esteban LafuenteRodríguez supo estar cerca de Milei, pero se distanció tras la elección
Carlos Rodríguez no habla con Javier Milei desde hace tiempo. A lo largo de la campaña, el Presidente lo había presentado como el futuro jefe de su Consejo de Asesores, donde también iba a estar Roque Fernández, otro exfuncionario del menemismo. No obstante, el referente del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA), donde ejerce como profesor emérito, se alejó de La Libertad Avanza cuando Milei designó a Luis Caputo sin consultarlo. “Nunca lo asesoré. Usó mi nombre, nada más. Y yo caí como un chorlito”, despotrica Rodríguez apenas arranca la charla en el quincho de su casa Belgrano R. Desencantado de la prédica y los manejos de Milei, el economista critica sin filtro la gestión del Gobierno. Alerta sobre las deficiencias del ajuste y la ausencia de un plan. Y advierte sobre los efectos de la recesión.
–Hay un clima recesivo por el ajuste, ¿se necesita un plan de estabilización?
–Milei tiene un modelo de ajuste con una sola variable en mente: la tasa de inflación. Y la gente lo apoya. El problema es que no hay un plan económico para atacar el equilibrio fiscal. Hubo una brutal reducción del gasto en todos los ítems de la administración, desde las transferencias a las provincias, la obra pública y los sueldos.
–¿Milei requiere leyes para consolidar los recortes?
–El plan de ajuste es simplemente no pagar. No veo un plan. No se les transfiere plata a las provincias. Se suspenden todos los pagos de obra pública. Milei tenía un plan para transferir la obra pública al sector privado a riesgo. Pero eso no apareció más.
–Milei dice que tiene más de “cuatro mil reformas”. ¿Debe buscar consensos?
–Pero si no te aprueban las reformas, ¿es apropiado parar el financiamiento de todo? Hay un brutal ajuste en el gasto, base caja, que no parece seguir ningún patrón. Pero reducir el gasto en sí mismo no es una meta sostenible. La población no entiende, el FMI está feliz y los tenedores de bonos están contentos con cobrar en junio el AL30. Entonces, baja el riesgo país. No importa de dónde sale la plata, mientras la plata esté. Ojo con esos indicadores.
–¿El boom de los Bonar?
–Sí. Hay dos primas de riesgo: pública y privada. Si el sector público le saca plata al privado, va a subir la prima de riesgo privado y va a bajar la pública. Entonces, los tenedores de deuda pública están felices, pero los proyectos de inversión privada se hacen pomada. Hay una recesión privada y un boom en los bonos públicos. Veo ese tipo de problemas.
–Pero el Gobierno y Caputo festejan esas señales.
–Porque no toman en cuenta esto que les digo. Este plan no discrimina entre sector público y privado. Hay que bajar el déficit, pero eficientemente. O sea, hay que reducir las áreas del sector público que no son productivas y tratar de que el costo del sector privado sea el mínimo posible. No se puede poner impuestos a rajatabla. El programa original era dolarizar y ahora estás pesificando todo.
–¿Milei podrá atraer inversiones sin un plan?
–No soy maniático de que haya un plan escrito, pero faltan señales. Y si no hay señales, ¿quién va a invertir?
–¿Puede haber una reactivación en forma de “V”?
–No veo una reactivación en forma de “V” porque eso viene cuando tuviste un susto exógeno, como ocurrió con el Covid. Acá la Argentina no es la misma. El 10 de diciembre pasó algo. Generaron una recesión de la gran flauta. Al mercado no lo va a convencer de otra cosa.
–¿Milei no genera confianza en los mercados?
–¿Fue forzado a tomar decisiones para sacarse de encima los males del kirchnerismo? Puede ser. Pero tomó medidas sin ton ni son, sin un plan económico y, sobre todo, sin el apoyo político. Entonces, no convenció a nadie. Más que nada fue un plan licuadora. Y al plan motosierra no se lo ve mucho. Lo único que hizo fue paralizar la obra pública y anunciar despidos selectos. Muy lindos y los apruebo, pero son contratos que vencen. El sector público debe tener millones de empleados. Hay que cerrar dependencias públicas, pero no lo hacen.
–¿Esperaba este giro pragmático de Milei? Se vio en el caso de las prepagas.
–Se está dando cuenta de la realidad. Este [por Milei] salió como un cantor de rock y la gente le creyó. Pero no es más sabio que nosotros. Sus recetas son más viejas que Matusalén. Son ideas de pizarrón; la economía ideal. No se puede llegar al gobierno y hacer todo junto, al menos sin explicarlo o tener los votos.
–¿Cuánto cambió Milei respecto de las charlas que tenían en la campaña?
–Nunca me dio bola ni me pidió un consejo. La única vez que le serví fue para ir a la reunión con el FMI.
–¿Milei aún puede intentar una dolarización?
–Ese plan lo dejó de lado cuando se sacó de encima a [Emilio] Ocampo. Ahora habla de la competencia de monedas, pero ya no sé cuál es su plan. Tiene una personalidad rara. Cambia de postura. Eso es para un psicólogo, no para mí.
–¿La economía podría ir a “una gran depresión”, como dijo Domingo Cavallo?
–Estamos yendo a la depresión y no veo cómo se va a recuperar la caída de la inversión. No veo al campo recuperándose, sino a sectores de la minería y el petróleo que están operados por grupos concentrados del extranjero. Son regímenes que tienen sus sistemas impositivos y laborales separados del resto del país.
–¿Qué le falta a Caputo?
–Lo único que vimos es una reducción de gasto en todos lados y una preocupación por acumular reservas para que baje el riesgo país y puedan entrar de nuevo los mercados de capitales. Es lo que haría un hombre de finanzas, como Caputo. En cambio, un economista estaría tratando de desarrollar un plan económico. Hay que hacer ajustes que sean sostenibles.
–¿El FMI no le dará fondos a Milei en el corto plazo?
–El Fondo se está cubriendo. Ahora está hundido porque le debemos 45.000 millones y no nos puede prestar más. El board no lo va a permitir. Lo único que nos puede prestar es para que le repaguemos.
–¿De qué se cubre el FMI?
–De las críticas. Pero lo que está pasando es una matanza con los jubilados o los sueldos del sector público. Es cierto que el sector público está sobreexpandido, pero fijate dónde está la sobreexpansión. El Estado no es el demonio. Con esa frase Milei se va a quedar sin nada.
–Milei dice que es “una organización criminal”.
–No es tan así. Va y da esos discursos y después lo nombran entre “los cien personajes más importantes del planeta”. Y acá se va a convertir en uno de los cien personajes más odiados del país. Todavía no lo es porque la gente no entiende lo que está pasando. Pero cuando miren el ajuste y se den cuenta de que está cortando a troche y moche…
–¿Milei pagará un costo?
–La recesión hará bajar más y más la recaudación. Entonces, va a precisar más impuestos. No tiene más remedio; de lo contrario, va a tener que emitir.
–¿Se aleja la meta del déficit cero?
–Se aleja. Fíjense que en marzo ya tuvo déficit primario y financiero. En el primer trimestre se compensó con el colchón que tenía, pero ya no puede licuar más.
–¿El tipo de cambio está atrasado?
–Yo lo escuché a Caputo decir que hicieron estudios que dicen que el tipo de cambio histórico de 550 estaría bien. No lo podía creer. Después dijo: “vamos a flotar y veremos a dónde va”. Eso sí está bien.
–¿Cómo evalúa la situación del Banco Central?
–A mí no me joden con esto de que tienen US$28.000 millones en las reservas. Sin el swap con China, los encajes de los depósitos y la deuda con importadores, está en negativo. Las reservas se acumularon con deuda. Son ficticias. También ocurría con el gobierno anterior. Pero ahora te dicen que ya cambió todo. No sé de dónde.
–¿No es factible que levante el cepo cambiario?
–Por los pases y el Bopreal. Los pasivos son más de $33 billones. Y si levantan el cepo, no sé a qué valor sería. Tenés que hacer un plan Bonex en ese caso. No tiene más remedio. Y como no lo quieren hacer, no lo levantan [el cepo].
–¿Cómo evalúa la pelea entre Milei y las prepagas?
–Se debe a la falta de plan. Milei liberó los precios antes de flexibilizar el mercado laboral y de crear un nuevo sistema de ajuste de jubilaciones. Creó una recesión con un mercado laboral imperfecto. Además, lo último que había que cambiar era el subsidio al transporte. Milei no ve que están gobernando gente. Hace pelota a la clase media.
–¿Para quién gobierna?
–Gobierna para la inflación, no para los ingresos. Él dijo que iba a bajar la inflación y está chocho de la vida. ¡La manera más fácil de bajar la inflación es subirla, para que después baje! Y esto es lo que hizo: la subió al 25% y ahora está feliz porque la bajó al 11%. Pero si Massa la tenía al 6%.
–Pero sus asesores creen que va a tener apoyo si baja la inflación…
–Es el relato en las redes. ¿Saben lo que le va a costar llevarlo al 6% y que sea sostenible? Si el plan es mantener el gasto público congelado en términos nominales, se lo van a comer crudo. La opinión pública se da vuelta de un día para el otro. No hay un plan de ingresos. Volvimos al que no llora, no mama.
–¿Hay falencias en la gestión del Gobierno?
–No hay gestión. La “Ley de bases” le da poderes extraordinarios por un año, pero sin capacidad de gestión, no va a poder hacer nada.
–¿Cómo explica el interés que genera Milei en el exterior?
–No entienden lo que miramos. Lo ven con la motosierra cortando el Estado. Pero eso yo lo vengo diciendo desde el año verde. ¿Cómo se hace para bajar el gasto público? La respuesta es la Anses y los planes sociales.
–¿Le sorprende que Milei no toque el régimen de Tierra del Fuego?
–Por supuesto, está Macri detrás. Y es obvio: Milei no toca nada. Es un cagón, a pesar de todos los gritos. Caga a la gente, pero no da la cara. Milei es un cobarde. Usó mi nombre, el de Roque [Fernández] y el de Darío [Epstein].

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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