domingo, 21 de abril de 2024

HISTORIA DEL ARTE Y RECONOCIMIENTO


Las acuarelas de la Chola Poblete, un éxito en Venecia
El Malba, el MASP de San Pablo y la Fundación Inhotim, de Minas Gerais, compraron obras de la artista mendocina
Alicia de ArteagaLa Chola con Adriano Pedrosa, curador de la Bienal

VENECIA.- Corre una brisa gélida en los Giardini y en los Arsenales, escenario de la 600 Bienal de Venecia, que entregará hoy los Leones de Oro a los ganadores de esta edición definida por su vocación inclusiva. Stranieri Ovunque es el lema elegido por Adriano Pedrosa, primer director latinoamericano de la madre de todas los bienales y director del Museo de Arte de San Pablo de San Pablo.
Antes de que se entreguen los premios ya hay un ganador: la Chola Poblete. Sus trabajos fueron elegidos por Pedrosa e incluidos en la muestra de los Arsenales en un lugar estratégico y de alta visibilidad en el recorrido. Celebradas por el público, las acuarelas de la Chola ya tienen nuevo dueño. Fueron adquiridas por el Malba, de Buenos Aires; el MASP, de San Pablo, y la Fundación Inhotim, de Minais Gerais, Brasil, institución premiada por su aporte y compromiso con los artistas contemporáneos con más de 700 obras de 200 artistas, seleccionadas por su dueño, el visionario Bernardo Paz.
La Chola comenzó trabajando en la galería Pasto de César Abelenda, quien la llevó a ARCO de Madrid, donde tuvo un recordado encuentro con la reina Letizia de España. Es evidente que una de las condiciones de la artista mendocina es su capacidad para desarrollar un aura de promoción en torno de su persona y de su producción, que incluye coloridas acuarelas, con frases tomadas del imaginario colectivo y del lenguaje popular.
Este combo de obra y personaje fue conquistando lugares y posiciones, primero en Pasto y luego en Barro, integrando el selecto staff de Nahuel Ortiz Vidal, con dos bocas de expendio: La Boca y Nueva York. Ayer, entre los pabellones de Egipto y Yugoslavia, frente a la gigantesca escultura del colombiano Ivàn Argote, de un Colón hecho escombros e invadido por plantas, flores y enredaderas, Ortiz Vidal, dueño de Barro, confirmó lo que es un secreto a voces: el éxito de la Chola en una bienal que abre el campo de exhibición a otras voces. Es un coro polifónico y poliédrico con fuerte presencia latinoamericana y artistas emigrados, algunos debutantes, otros muy conocidos, como la peruano-española, que cosecha admiradores en el pabellón de España.
Pedrosa ha logrado el apoyo de una multitud de artistas poco o nada conocidos, ha dejado fuera de juego a los grandes nombres del mainstream, de las galerías internacionales que suelen sumar la presencia de los más importantes coleccionistas del mundo y artistas de alfombra roja. Como Francois Pinault que compró años atrás, en la Bienal de Birnbaum, unos maravillosos cuadros de Sigmar Polke, que se exhiben en Punta della Dogana, la vieja Aduana del Mar que Tadao Ando convirtió en un museo de escala mayor. Por su parte, Costantini repite el gesto de la Bienal 59, cuando compró el conjunto de obras de Gabriel Chaile que coronaron una carrera única con ventas en los mercados más convencionales, como Basilea. Chaile voló sobre las alas de su propio éxito; veremos qué pasa con la Chola Poblete de Guaymallén.
Pero como en Venecia no todo termina en los Giardini hay muestra notables en el off Bienal. Una de las más bellas e inquietantes es Liminal, de Pierre Huygue, en Punta della Dogana. Nada de lo conocido se parece a la propuesta de Huygue. Liminal es un salto al abismo: se ingresa en las tinieblas para asistir a escenas extrañas de reconocimiento del propio cuerpo, de la vida y de la distancia entre los humanos y lo no humanos. Simplificando banalmente sería ciencia ficción, pero no lo es. Huygue abre una rendija para espiar un mundo futuro que, por el momento, da miedo.
Anoche, Nicolás Berggruen presentó en el Palazzo Diego una selecta muestra de grandes nombres: Mariko Mori, Lee Ufan, Hiroshi Sugimoto y Urs Fisher. Un convite de lujo al que no faltaría el patrón del arte: François Pinault, dueño de Christie’s. Es solo una pequeña muestra de “los eventos colaterales”, como llaman en la jerga veneciana a todo lo que pasa más allá de los Giardini

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Para agendar
19.40, en el Cine Arte Cacodelphia(Pte.Roque Sáenz Peña1150) y sigue los viernes de mayo, a las 19.

Reencuentro con Abelardo Castillo, en una clase magistral
Un hombre que escribe se estrenó en el festival Bafici; un retrato intimista que repasa su carrera y pone en foco su palabra
Marcela Ayora
Sentarse a ver un documental sobre un escritor es una forma de tenerlo, por un rato, en ese presente de la butaca del cine o del play en la pantalla. Según los montajes de las películas, habrá material de archivo, testimonios, voces en off. Pero en Un hombre que escribe, la película de Liliana Paolinelli sobre Abelardo Castillo, esa recuperación –la de volver a estar frente a él– tiene un doble impacto. Por un lado, porque el autor de libros como El que tiene sed, El evangelio según Van Hutten y Ser escritor falleció en 2017. Por el otro, la forma en que el film está narrado es, literalmente, de un frente a frente de espectador a escritor.
En la hora que dura el documental, que se estrenó en el Bafici, el 90 por ciento de la pieza es un primer plano muy pegado a la cara de Castillo.
Sentado en su casa, todo él en foco y, por detrás, en esa borrosidad de la profundidad de campo, los libros. Y él hablando. Con su voz potente, de nuevo está ahí: pasa por temas como los diarios de escritores versus los diarios íntimos, y reflexiona sobre su propio registro publicado como Diarios (1954-1991; 1992-2006).
“A diferencia de las memorias –subraya el escritor–, a veces el diario se escribe para olvidar. Y a veces se olvida lo que uno ha escrito en el diario, porque se escribe sobre aquello que pesaba mucho”. Y luego, sigue: “Lo anotaba para sacarlo de encima. Que no es la actitud sobre la literatura: uno escribe para que perdure, para que lo lea otro”.
Un hombre que escribe está estructurado sobre la filmación de dos grandes charlas entre Castillo y sus entrevistadoras, María Moreno y Mayra Leciñana, a las que solo se las escucha: la cámara únicamente mira al escritor. A él se lo siente cómodo frente a ellas. En un momento, Moreno le dice: “Soplame la pregunta”. Se nota la conexión entre ellos, a pesar de que habiéndose leído mutuamente jamás se habían cruzado, es decir, conocido; lo mismo pasa con Leciñana. “Las entrevistas suelen ser peligrosas, no por el entrevistado, sino por el entrevistador. Cosa que no va a ocurrir ente nosotros”, le dice Castillo riéndose a la voz fuera de cuadro.
En la película hay planos de sus libros, de las revistas literarias de las que fue parte, como las icónicas El grillo de papel y El escarabajo de oro; no hay música, voz en off ni subtítulos. Todo está puesto en escucharlo. Sobre esta decisión, Paolinelli subraya: “Conversamos mucho con mi montajista, Lorena Moriconi, y ya veíamos que la forma del documental tenía que ser muy radical.
Consistía en la valoración de la palabra y la imagen de Abelardo. Descartamos cualquier aproximación más tradicional”. Este registro tan intimista tiene relación con el vínculo de la directora, que también es escritora. Comenzó a ir a los famosos talleres de Castillo en 2016, que sería el último año en que el maestro los diera después de 30 años.
Una cena en la casa del escritor fue la génesis. “Ocurrió ahí. Abelardo sugirió la idea de hacer el documental”, asegura Paolinelli. La directora recuerda aquellos encuentros de taller que empezaban a las nueve de la noche y podían extenderse por cinco horas. El film está tomado “desde el punto de vista parecido al que yo tenía cuando asistía a sus talleres” como una forma de recuperar un poco eso de estar con el maestro. “Cuando él daba los talleres, a veces enganchaba un tema y podía estar horas hablando. Era muy cautivante”.
Castillo habla en el documental de las cosas que trató en su vida, en sus libros. Posturas políticas. El alcohol. La relación con su mujer, la escritora Sylvia Iparraguirre. La lectura: “Siempre he temido que, a la larga, se me van a acabar los libros que yo quiero leer y no encuentro. Y que ese día me voy a morir. Por lo tanto, hay una cantidad de libros que yo no voy a leer para conservar la vida”. Y sobre el porqué de la escritura, dice: “Yo nunca sentí que era escritor; aún hoy, a los 80 años, siento que estoy bien encaminado en esa tendencia a la literatura que me viene desde muy joven”. Se toma unos segundos, y sigue: “Soy un hombre que escribe”.


Para agendar
Hoy, a las 19.40, en el Cine Arte Cacodelphia(pte.roquesáenzpeña1150) y sigue los viernes de mayo, a las 19.


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Guillermo Marcó, doctor de la UADE
El sacerdote recibió el título por “su contribución a la promoción de la paz”
El sacerdote Guillermo Marcó fue distinguido con el título de doctor honoris causa por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) por su destacada trayectoria en los ámbitos educativo, social y religioso. Además, fue reconocido por su contribución a la promoción de la paz y la lucha contra el narcotráfico. Marcó es conocido por su labor como párroco de San Lucas, por su liderazgo como director del Servicio de Pastoral Universitaria, con quienes promueve la inclusión de estudiantes con recursos escasos, y por su compromiso como copresidente del Instituto del Diálogo Interreligioso (IDI) junto al rabino Daniel Goldman y al profesor Omar Abboud.
El acto contó con la presencia de diferentes personalidades, como Goldman, Jorge Argüello, Jorge Aufiero, Santiago Otamendi, Adalberto Rodríguez Giavarini, monseñor Ariel Torrado Mosconi, Guillermo Yanco, Santiago Soldati, Teddy Karagozian, Diego Luciani, Esteban Santoro, Elsa Shaw, Alejandro Roemmers y Julio Saguier. También estuvieron presentes autoridades académicas y miembros de la comunidad universitaria. Al recibir el título, Marcó contó: “Estaba cursando una licenciatura y me faltaba solo rendir dos exámenes y presentar la tesis. Estaba en una parroquia con mucha demanda pastoral y mi párroco de aquel entonces, un sacerdote muy trabajador, me dijo: ‘Muy lindo estudiar, pero ¿a la gente quién la atiende?’. Fue así como postergué terminar mi carrera y me dediqué 34 años a trabajar pastoralmente. Y como Dios no se deja ganar en generosidad, ahora me otorga el mayor título académico que puede dar una universidad”. Por pedido de Jorge Bergoglio, Marcó organizó la oficina de prensa del Arzobispado porteño y fue ocho años portavoz público del entonces cardenal.
En el aula magna de la universidad, el presidente honorario, Héctor Masoero, dijo: “Cuando apenas fue ordenado sacerdote, Marcó le pidió al entonces vicario de Flores que quería ejercer en ‘algún pueblito del interior’, pero el hoy papa Francisco le respondió: ‘Tenés perfil urbano, vas a ser más útil acá’. Y no se equivocó. El padre Marcó aportó contención y un contexto familiar a la meta fundamental de impulsar a los jóvenes a formarse y superarse a sí mismos para que la educación cambie sus vidas”.
“Gracias de corazón a la UADE, hace mucho que empecé a trabajar en el programa de becas y este año sumamos, gracias al Consejo de Administración, al equipo de la Fundación Pastoral San Lucas y a Estudiantes Organizados. Esta distinción afianza el vínculo de admiración y amistad que tenemos”, agregó Marcó

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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