
Traición, nazis y millones de dólares. La historia de dos hermanos que se odiaron hasta la muerte y crearon Adidas y Puma
La historia de las marcas Puma y Adidas, fundadas por Rudolf y Adolf Dassler respectivamente, fueron el eje de un documental
El drama alemán “Rivales por siempre” (Flow) recrea la particular historia de Rudi y Adi Dassler, los hermanos que fundaron dos de las marcas más emblemáticas de zapatillas
Claudia Dubkin
Mundial de Fútbol Alemania ‘74. Está jugando el seleccionado local. El anciano Adolf Dassler, dueño multimillonario de Adidas, recibe un llamado en el que le dicen que su anciano hermano Rudolf, dueño multimillonario de Puma, está a punto de morir. Adolf desvía la mirada de los tapones de las zapatillas de los jugadores apenas una milésima de segundo para responder: “Hace 26 años que no nos hablamos. Él no necesita un hermano, necesita un médico”, y vuelve a concentrarse en el partido.
Así, con ese rencor crudo, comienza la miniserie Rivales por siempre, sobre la apasionante y dramática historia de amor y odio de los hermanos alemanes Adolf y Rudolf Dassler, que arrancaron juntos en su pequeño taller familiar en un pueblito de Baviera y terminaron creando, cada uno por su lado y enemistados hasta la muerte, dos de las multinacionales deportivas más importantes del mundo. En el medio, una rivalidad eterna que desemboca en esa feroz guerra de hermanos para conquistar el mercado mundial, en la que se espiaron, se sabotearon, coimearon, se robaron ideas y personal, involucraron en el odio a esposas e hijos y hasta llegaron a dividir en dos al pueblo, todo con el telón de fondo de las guerras mundiales, el nazismo, los mundiales de fútbol y los juegos olímpicos. En cuatro episodios, una historia atroz de rivalidad y rencor escondida tras un inocente par de zapatillas.

La edad de la inocencia
La historia comienza en el pequeño pueblo bávaro de Herzogenaurach, en medio de los bosques de Franconia, y allí en el pequeño taller del zapatero del pueblo, Christopher Dassler. Terminada la Primera Guerra Mundial, los jóvenes hijos del zapatero, Rudolf y Adolf (Rudi y Adi para todo el mundo) regresan del frente con todo el impulso para incorporarse al taller familiar y crear una gran fábrica de zapatillas: “Dassler Hermanos”.
Los dos hermanos eran muy deportistas, fanáticos del atletismo y el fútbol, de correr carreras por el bosque y disputar a muerte un match de boxeo. Competían hasta por quién respiraba más rápido. Sin embargo, durante un tiempo funcionaron como un equipo perfecto. Se medían, se recelaban, pero iban avanzando. Adi, el menor, era el creativo, muy perfeccionista, había heredado el talento artesanal del padre y estaba obsesionado por crear la zapatilla perfecta, con el máximo nivel de liviandad y eficiencia. El mayor, Rudi, era un experto en ventas y relaciones públicas, simpatiquísimo, entrador, seducía hasta a las piedras, las mujeres le traían algunos problemas que él compensaba con su evidente talento para los negocios. En fin, esa alquimia entre los hermanos llevó muy rápidamente a la empresa a crecer en forma exponencial.

El surgimiento del nazismo en Alemania fue la tercera pata de ese proceso: la idea de la “raza superior” calzaba perfecto con los logros deportivos. Y los deportistas, claro, necesitan zapatillas. En la serie, Rudi es casi forzado a afiliarse al Partido Nacional Socialista de Hitler, aunque hay versiones de que lo hizo a total voluntad y que era un convencido y fervoroso adepto a las ideas del nazismo. Lo cierto es que en esos tiempos oscuros de la historia los Dassler consiguieron jugosos acuerdos con el Estado alemán que les permitieron empezar a jugar en las grandes ligas, y que también los hicieron para siempre sospechosos de colaboracionismo con el régimen.
El primer gran éxito de Dassler Hermanos llegó con las Olimpíadas de 1936, que se celebraron en Berlín. Allí consiguieron que el atleta norteamericano Jesse Owens usara las zapatillas Dassler mientras ganaba cuatro medallas olímpicas… Esto les trajo algunos problemas con el régimen nazi (Owens era negro, casi una afrenta para la idea de la “raza superior”), pero a cambio la marca Dassler ganó muchísima visibilidad y comenzó su conquista del resto de Europa y de América.

La Segunda Guerra Mundial fue el comienzo del fin de la relación entre los Dassler (y de la de sus respectivas mujeres, enemigas íntimas desde el día que se conocieron). Ya los primeros éxitos habían traído peleas sobre cuál de los dos hermanos debía adjudicarse el mérito, si el que creaba esos fabulosos botines o el que los colocaba en los mejores mercados. La guerra lo agravó todo.
Los entretelones de esta etapa no están muy claros. Al parecer primero fue movilizado Adi, pero a los pocos meses lo devolvieron a la fábrica para que se encargara de comenzar a producir los insumos que necesitaba el ejército alemán, como cinturones, mochilas y hasta armamentos. Entonces Rudi fue enviado al frente polaco. Muchos interpretaron que a él no se lo consideraba indispensable en la fábrica y hubo sospechas de que esa idea era fogoneada por su propio hermano. Esto, más allá de la simpatía o no de Rudi con la política de Hitler, marcó un antes y un después en esta historia de recelos y desconfianzas mutuas.

A lo largo de la guerra hubo varias idas y vueltas, Rudi desertó de las filas, estuvo escondido, luego fue apresado por los aliados y enviado a un campo de prisioneros: en varios de estos episodios sospechó que había sido denunciado por su hermano para quedarse con la fábrica. Adi pasó la mayor parte de la guerra como civil, pero sufrió algunas detenciones, que también adjudicó a su hermano. Los comités de desnazificación del final de la guerra fueron un nuevo ring para los Dassler: ahora ambos se acusaban de haber sido colaboracionistas del régimen nazi, como antes se habían acusado de lo contrario.
Los dos Dassler ya tenían esposa e hijos y compartían una misma casa familiar. Hacia el fin de la guerra, finalmente, el clima entre todos ellos era más que irrespirable y decidieron poner punto final.

Caín y Abel
Habían masticado rencor durante tantos años que la explosión fue definitiva. Los hermanos dejaron de saludarse. Y una mañana reunieron a todos los empleados de la fábrica, les comunicaron que se iban a separar y les dieron a elegir con cuál querían quedarse. Según cuentan, la mayoría eligió a Adi, un rostro más familiar para ellos por el trabajo cotidiano, aunque algunos otros partieron con Rudi, cruzaron el puente y se instalaron del otro lado del río que divide Harzogenaurach, a 500 metros de la fábrica de Adi. Los hermanos no volvieron a hablarse nunca más.
Rápidamente los dos se lanzaron a una carrera competitiva que con el paso del tiempo los haría legendarios para la industria global: apenas se resolvieron los papeles para la separación definitiva, Rudi fundó la marca Puma (1948) y Adi creó Adidas (1949).
El divorcio fraternal tuvo consecuencias insólitas: no sólo se separó la familia, sino que toda la ciudad quedó partida en dos. Los vecinos tomaron partido por uno u otro hermano y no había lugar para medias tintas. Trabajar para uno de los hermanos significaba que nunca más se iba a poder hacerlo con el otro. Los casamientos mixtos entre trabajadores de una y otra fábrica estaban mal vistos, y hasta se cuestionaban algunas relaciones de amistad. El pueblo tenía menos de cinco mil habitantes, pero había dos clubes de fútbol distintos, vinculados a cada una de las marcas y enemigos acérrimos. Hasta los restaurantes tomaron partido y admitían sólo a los empleados de una u otra marca.

Adidas y Puma libraron desde entonces una guerra sin cuartel para conquistar el mercado mundial, guerra que incluyó sobornos, sabotajes, espías infiltrados y otras linduras. Por esta misma guerra se comenzó a imponer el hábito (hoy ya institucionalizado) de pagar un monto interesante a atletas y entrenadores para que usen una marca. Adidas y Puma se mataron a través de los años para conseguir a los mejores deportistas del mundo: Adidas tuvo, entre otros, a Bob Beamon, Cassius Clay, Franz Beckenbauer, Zinedine Zidane…; Puma tuvo entre sus filas a Pelé, Guillermo Vilas, Johan Cruyff, Boris Becker, Maradona...
Hubo algunos episodios memorables, históricos, como cuando Adidas consiguió bloquear en la aduana las zapatillas Puma destinadas a los atletas en los Juegos Olímpicos de México en 1968, que nunca pudieron usarlas. O cuando, en 1960, en las Olimpíadas de Roma, el campeón de los 100 metros Armin Hary corrió con zapatillas Puma pero para subir al podio, “por un descuido” según dijo, se calzó unas Adidas con el logo más grande que una casa. O en el Mundial México ‘70, que aunque las dos empresas se habían comprometido a no fichar a Pelé, Armin Dassler, hijo de Rudolf, hizo un acuerdo millonario con el astro brasileño que, un minuto antes de que comenzara la final, se agachó lentamente para que todas las cámaras del mundo lo captaran atándose los cordones de sus Puma.
El enfrentamiento entre Puma y Adidas se mantuvo intacto a lo largo del tiempo, e incluso llegó a acrecentarse en manos de los hijos de Rudi y Adi, con contratos millonarios que crecían en forma desaforada mientras empezaban a aparecer nuevos competidores para quedarse con el mercado global, como Nike y Reebok. La competitividad se sostuvo incluso cuando las marcas originales de los hermanos se transformaron en grandes multinacionales ya no controladas por las familias fundadoras.
Hubo, sin embargo, un punto de tregua: en 2009, tras sesenta años de enfrentamiento, los trabajadores de Adidas y Puma jugaron un partido de fútbol amistoso en Berlín para conmemorar el Día Mundial de la No Violencia. No era un equipo contra otro sino que los trabajadores de una y otra empresa estaban mezclados en los dos equipos. En Harzogenaurach nadie lo podía creer.
Hasta la muerte
La tremenda historia de los Dassler fue llevada al cine en Duelo de hermanos, una película de 2016 dirigida por Oliver Dommenget. Luego vino esta serie Rivales por siempre (Die Dassler es el título original), interpretada por Hanno Koffler como Adi y Christian Friedel como Rudi, que recorre con detalle cómo se fue construyendo esa historia íntima de amor y odio y retrata a la vez una época traumática para la historia de la humanidad.
Queda en penumbras si los hermanos pudieron reencontrarse antes de la muerte. Hay quien asegura que pasaron un día juntos en la ciudad de Núremberg, seis meses antes de la muerte de Rudi, y que ocultaron ese encuentro secreto incluso a sus propias esposas. Nadie ha podido confirmarlo. Sí se sabe que Adi no asistió al funeral de Rudi y que la firma Adidas emitió un comunicado de condolencias que decía “Por razones de piedad humana, la familia Adolf Dassler no hará comentario alguno sobre la muerte de Rudolf Dassler”.
Rudi murió en 1974. Su hermano Adi lo siguió cuatro años después, en 1978. Están sepultados en el mismo cementerio, para siempre.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.