De no creer. ¡Hagan algo, al presi ya lo llaman Gardiner!
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Carlos M. Reymundo Roberts
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La semana pasada, con el decálogo de consejos que le hice llegar al Gobierno, me metió en un lío tremendo. Yo decía ahí que el Presidente no debería tener otra aspiración que ser un empleado abnegado, obediente, dispuesto a sacrificar su destino y su honra en el altar del sometimiento a Cristina. Decía también que su mayor genialidad consistiría en quedarse definitivamente callado. Uf, ardió Troya. Alberto me escribió en llamas: ¡cómo no le había hecho llegar esos consejos directamente a él!
También protestó Cristina, y lo hizo cristinamente, con esa capacidad para el agravio que solo ella tiene. “Robertito, no entendés nada. Sugerís que Alberto debería echarse a mis pies. No te lo permito. ¡Ya está a mis pies!” Cuando empieza con “Robertito” sé que me espera el camino del infierno.
Estrechos colaboradores del Presidente se comunicaron conmigo, calculo que por indicación de él. Querían saber si podía arrimarles un nuevo decálogo. Como no aprendo las lecciones (en eso Cristina tiene razón), volví a pisar el palito. Bueno, lo hice porque me debo a mi país.

2. En TikTok, igual: en un videíto aparece la liquidación y el cierre de Falabella, con imágenes desoladoras de una tienda que hasta hace un año y medio ardía de gente y ventas. Contrarréstenlo con otro video: el furor emprendedor de familias del conurbano que no se dejan vencer por la crisis, y salen a vender sus muebles y su ropa para comprar comida.

4. Cada vez hay más contagios y menos vacunas, y no los veo reaccionar con la instalación de algún tipo de relato. Mi propuesta es un regreso a los orígenes, cuando les iba tan bien con el marketing de la pandemia: ya mismo deberían volver las filminas, los certeros vaticinios de Ginés y los reportes diarios interpretados por la payasa Filomena.

Díganle a Alberto que
lo veo muy bien; tengo
miedo de que se deprima
6. Al Presidente se lo vio excesivamente crispado en su cruce con Lacalle Pou durante la cumbre del Mercosur. Seamos sinceros, se trató de una bravuconada, un maltrato, y los psicólogos dicen que maltratan aquellos que son o han sido maltratados. Si Alberto no aparece más contenido, todo el mundo va a sospechar de Dylan.

8. En el decálogo anterior les propuse que buscaran a alguien dispuesto a inmolarse diciendo disparates que llamen la atención, cosa de que esta no se vuelva sobre el Presidente. Y comenté que un buen candidato era Martín Soria. Veo que ya asumió ese papel. Lo primero que sugirió después de jurar como ministro de Justicia fue que al procurador general, Eduardo Casal, habría que sacarlo a las patadas. Me encanta ese chico. Dicen que del ridículo no se vuelve, pero él va y vuelve todo el tiempo. Cuando ya no esté Soria (en algún momento habrá que echarlo), pueden recurrir al diputado Rodolfo Tailhade, que el miércoles se animó a calificar a Joaquín Morales Solá de “sicario barato”; es una defensa corporativa: Tailhade siempre abogó por un sicariato bien retribuido.

10. Cuando les pregunte por mi decálogo, díganle que estuve pensando y no se me ocurrió nada; que lo noto muy bien, muy enfocado. Lo único que falta es que se nos deprima.

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