sábado, 26 de marzo de 2022

LITERATURA AFRICANA PARA CONOCER


Novelas de aprendizaje, la gran tradición africana
Paraíso, de Abdulrazak Gurnah, le da una vuelta de tuerca a esa variante que las novelas del continente nunca dejan de explorar
Pedro B. Rey

Los premios son, como dijo alguien alguna vez, la forma menos literaria de la consagración. Al más visible de todos, el Nobel, se lo crítica de manera casi deportiva por sus criterios y omisiones, como si de verdad fuera el árbitro universal que hace lejos y hace tiempo –antes de quedar tocado por los escándalos conocidos– se propuso ser. Se le puede dar sin embargo el crédito colateral de que de vez en cuando acerca autores pocos conocidos a lectores de otro modo improbables. Un ejemplo de ese supuesto defecto vuelto virtud es la premiada de 1996, la polaca Wislawa Szymborska. De no ser por ese señalamiento difícilmente hubieran proliferado (como sucede) tantas citas de esa poeta, notable incluso en traducción, entre los escritores en castellano.

Esta deriva nobelística –antes que novelística– busca introducir al último galardonado, Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948), que nació en Tanzania, vive desde hace medio siglo en Gran Bretaña y escribe en inglés, no en alguna lengua vernácula africana. Las críticas apuntaron de inmediato a esa contradicción: para subrayar su poscolonialismo, los académicos de Estocolmo eligieron a un autor europeo. De ser genuinamente distributivos hubieran premiado al patriarca keniata Ngugi Wa Thiong’o, que dejó el inglés para escribir en gikuyu, un idioma que carecía de literatura hasta su llegada.
Pero, ¿y si en el caso de Gurnah, además de un cupo geográfico o ideológico, el Nobel también se hubiera basado en el criterio literario? En el indomeñable tablero de fuerzas de la literatura africana –tan amplio como el continente– que incluye al nigeriano Wole Soyinka, el árabe Naguib Mahfuz y los sudafricanos Nadime Gordimer y J.M. Coetzee (los Nobel previos), la secuencia de precursores, clasicismo y vanguardia parece todavía colisionar entre las tradiciones nacionales ancestrales y los inevitables formatos literarios de cuño europeo.
Gurnah –que nació, puro dato anecdótico, en la misma isla que Freddy Mercury, un par de años más tarde– es un narrador de estirpe clásica, pero con un manejo pictórico de las descripciones. Su novela más renombrada, A orillas del mar (2001), que cuenta de la huida de un inmigrante de Zanzíbar a Europa, se conocerá el próximo mes en castellano. Paraíso (1994), mientras tanto, que se reedita en su traducción de los años noventa, es una historia de aprendizaje, subgénero del que se suelen valer las literaturas africanas para traspasar, no las fronteras trazadas por los europeos, sino la de las distintas culturas locales, que discrepan con la arbitrariedad colonial.
Yusuf, el protagonista de Paraíso, crece en un pueblo de lo que hoy es Tanzania, pero a los doce años su padre –un modesto hotelero– lo envía de viaje con su “tío” Aziz. El mercader, como descubrirá pronto Yusuf gracias a otro “sobrino”, no es ningún tío y él fue entregado como prenda de las deudas paternas.
Esa vuelta de tuerca inicial podría derivar en un realismo codificado, lleno de malas noticias, pero la narración resuelve adentrarse, de manera literal, en otros territorios. A pesar de las diversas amenazas que inquietan a Yusuf, que forma parte de las caravanas que recorren diversas regiones –no es la menor la presencia inquietante de la mano derecha de Aziz–, su mirada va registrando las variaciones de un paisaje cambiante en el que coinciden el mundo musulmán, los swahilis, la comunidad india, los sikhs. A veces la caravana prosigue sigue su camino, y Yusuf es alojado por otros, escala narrativa que habilita nuevas perspectivas.
La prosa es precisa y puntillista, pero Gurnah sabe cómo omitir información para, con cierta audacia formal, plegar la mirada de Yusuf y la del lector. Solo bien entrada la novela se empieza a sospechar que no se trata de una historia contemporánea más o menos nómade, como parecía. La acción transcurre en realidad antes de la Primera Guerra Mundial, cuando Tanzania era colonia alemana.
Se puede comparar –y yuxtaponer– a Gurnah con otro autor geográficamente próximo, el somalí Nuruddin Farah (1945), otro candidato al Nobel. Farah explica bien su dilema entre literatura local y extraterritorial. Desde que empezó a escribir –sostiene– decidió hacerlo en inglés y no en somalí porque uno de sus objetivos era que su cultura –y sus tragedias políticas– fueran conocidas por fuera de su comunidad.
Mapas, que inaugura la trilogía Blood in the Sun y fue publicada y traducida en la Argentina, es –a la espera de los dos tomos restantes– también una novela de iniciación, pero más convulsionada y política. Sigue desde su nacimiento la vida de Askar, un chico huérfano somalí que es criado por una etíope. Como telón y trauma de fondo se encuentra el conflicto del Ogaden, de 1977.
Se hayan escrito en el idioma que fuera, son apuestas complementarias (más áspera y directa, la de Farah; más estética, la de Gurnah) en la larga puja de las literaturas periféricas contra lo que Pascale Casanova llamó “la maldición de las jerarquías literarias”.



Paraíso

Por Abdulrazak Gurnah

Salamandra

Trad.: Sofía Noguera

300 págs./$2499



Mapas

Por Nuruddin Farah

Empatía

Trad.: Janice Winkler

382 pags./$1200

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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