Severa vigilancia reconstruye un texto de Genet con narcisismo modelo siglo XXI
Juan Carlos Fontana
AUTOR: Jean Genet. TRADUCCIÓN, ADAPTACIÓN Y DIRECCIÓN: Diego Ezequiel Ávalos. ELENCO: Inti Zúñiga, Juan Salmeri, Pato Censi, Grei Rivero, Con Las Voces En Off De Vero Larrea Y Hernán Statuto. ESCENOGRAFÍA: Paula Arias. VESTUARIO: María Rosa López Y Luciano Parente Ormaechea. TEATRO: Area 623, Pasco 623. FUNCIONES: Sábados A Las 21. DURACIÓN: 70 Minutos.
Hijo de una madre prostituta y de padre anónimo, Jean Genet (París, 1910-1986), tuvo una vida más que tormentosa, entre orfanatos y la calle, al borde de la ley. A pesar de ese estado de emergencia, Genet logró despertar su entusiasmo por la lectura y la escritura. Luego de varias entradas y salidas de la cárcel y a punto de ser condenado a cadena perpetua, en 1949, Jean Cocteau y Jean Paul Sartre lograron que el presidente francés Vincent Auriol lo indultara. Ya en libertad, Genet fue autor de novelas y obras de teatro como
Las criadas (1947), Querelle (1947) -llevada al cine por Rainer Werner Fassbinder-, El balcón (1956) y Severa vigilancia (1949). Este último es un afiebrado texto realista ambientado en una celda, en el que se detalla la vida carcelaria de tres presos y un cuarto personaje, el guardia. Genet le aportó a este relato una dosis de suspenso y un vigor dramático perverso, con el que construye una absurda crónica sobre la marginalidad, el crimen y hasta la locura, provocada por el mismo encierro. La historia en la que se comete un asesinato por venganza atrapa al público por sus climas, detalles de situaciones y contexto dramático y emocional.
Poco tiempo antes de morir, Jean Genet revisó su pieza, que fue publicada en un nuevo tomo junto con otros textos, por la editorial Gallimard, en 1988. El director Diego Ezequiel Ávalos, traductor y adaptador de Severa vigilancia, exploró esta última versión, que adquiere el valor de una metáfora sobre el encierro y lo que éste provoca en los individuos, a partir de la convivencia obligada en un alienante microclima y de extremo control. Uno de los aspectos novedosos que aporta esta adaptación fue ambientar la pieza con marcada ironía, en el contexto de una tienda de varios pisos, el shopping General Urquiza, cuyo slogan es “la felicidad es poder comprar”. Allí, en distintos escaparates conviven Mauricio (Pato Cenci), Lefranc (Juan Salmeri) y Ojos verdes (Inti Zúñiga), junto con un guardia (Grei Rivero) que los controla. Los personajes convertidos en maniquíes, despojados de toda emocionalidad y con un marcado -por el director- estado de narcisismo exhibicionista, se disputan no sólo los afectos de unos por otros, también se acusan de querer seducir a la mujer de uno de ellos. En esta danza de egos, los intérpretes se desplazan por el espacio como maniquíes-modelos, despojados de emocionalidad, un recurso que quizás no sea el más acertado, pero que sin dudas apela a la generación a la que va dirigido el espectáculo.
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