domingo, 30 de mayo de 2021

AVASALLAMIENTO CONSTANTE

El atropello no negocia, avanza
pesadilla argentina. El desafío es vencerla con la participación de una ciudadanía dispuesta a recuperar la posibilidad de un destino digno


Liliana De RiZ    (POLITÓLOGA )

El mundo, asolado por la pandemia, retomó el lenguaje de la Guerra Fría. La polarización entre países, y dentro de los países, crece. La pandemia reclama cooperación internacional de los políticos y no solo de los científicos, pero la realidad muestra que estamos lejos de lograrlo. Vivimos tiempos inciertos y peligrosos. No se trata de hacer aquí la crónica de los despropósitos que a diario nos traen las noticias del mundo. Cabe en primer lugar preguntarse: ¿cómo estamos aquí?
Las vacunas llegan con cuentagotas, se roban, se manipulan para sellar lealtades políticas, mientras la escasez se cobra vidas. Una gestión improvisada y oscura, sin suficientes testeos y rastreos; un plan de vacunación sesgado que no contempla en diversas jurisdicciones la distribución de los grupos etarios y del personal de la salud. Atacar al baluarte de la oposición en la ciudad de Buenos Aires, allí donde crecen los helechos que despiertan las quejas de la vicepresidenta, es el blanco principal de esta malsana estrategia, no el cuidado de la salud pública.
Ocurre con un oficialismo que se ufana de ser un gobierno de científicos. Lo que no suele contarse es que lo apañan algunos científicos que, más que actuar como tales, actúan como militantes. La ciencia no es asunto de activistas políticos, y la política no es asunto de improvisados, sino de estadistas que sepan pilotear en las tormentas. En caso contrario, el barco se hunde y la pandemia arrasa.
La Argentina amaga hundirse una vez más, asolada por otro virus sin contención aparte del Covid-19; es el flagelo del odio, que no ha sido desterrado de la política, sino que ha rebrotado con fuerza inusitada. ¿Por qué? ¿Qué demonios inspiran el juego político en estos corsi e ricorsi?
Las reglas del juego político se hacen más claras cuando apelamos a la metáfora de El Dorado. La Patagonia es uno de los últimos Dorados sobre la tierra. Los que iban a la Patagonia soñaban con fundar algo nuevo porque allí la ley no era valla para la imaginación, como la describía Tomás Eloy Martínez en sus crónicas. Desde Butch Cassidy, convertido en pacífico ganadero hasta los jóvenes que fundaron comunidades hippies en los sesenta y los que más tarde fueron a concretar emprendimientos originales, el lema de los sueños patagónicos ha sido que todo es posible.
Cuando la acumulación de poder espolea el sueño de pobladores de esos parajes, todo es posible también en el terreno de la política: solo se necesita alguien con la audacia para ir por todo. Néstor Kirchner, consagrado por la audacia y el cálculo –virtudes de todo empresario, según Shumpeter–, fue un ejemplo paradigmático de lo que es generar riqueza para engrosar las arcas personales y ponerlas al servicio de intereses de facción. Cristina Kirchner renueva las muestras de audacia y sigue confiando en la Providencia y en su capacidad de construir la realidad como un traje a medida; dos ideas caras a la tradición política argentina fundada en aspiraciones hegemónicas. La soja parece acompañarla.
Acongojados y crispados por el miedo al contagio de un virus que asfixia, sin suficientes respiradores y con personal de la salud ya agotado por los esfuerzos realizados, los argentinos asistimos al atropello a la Justicia, el desprecio a la división de poderes, la descalificación de las minorías, y la exposición, en fin, de una teoría elitista de funesto origen acerca de personalidades que la sociedad debe proteger y que disfrutan, por lo tanto, de privilegios. Entretanto, la inflación no ceja de abrumarnos después de una gira presidencial por Europa con mucha cáscara y pocas nueces. Solo buenos deseos y mucho dispendio.
La crónica de los despropósitos políticos a la vista es más larga aún. No solo hay fiestas multitudinarias; hay masas aglomeradas por la pobreza en asentamientos sin agua potable ni cloacas y en transportes escasos y mal preparados para enfrentar pandemias. Para los sectores sociales excluidos del sistema, el encierro no es solución porque el traslado al trabajo concierne a cuestiones de sobrevivencia. O los mata el virus o los mata el hambre.
La pregunta recurrente en la que desembocan siempre estas reflexiones es: ¿cómo gestar uno?
Las vacunas llegan con cuentagotas, se roban, se manipulan para sellar lealtades políticas, mientras la escasez se cobra vidas; una gestión oscura
consenso a fin de enfrentar los enormes desafíos de la pandemia, la economía quebrada, el desamparo en que se encuentran millones de congéneres y la rabia tan extendida que caracteriza esta hora del país? Mirada en relación con el conjunto regional, la Argentina permanece cristalizada en dos coaliciones políticas que neutralizan la fragmentación del arco político y que hasta ahora han dado muestras de contención del descontento.
Acaso habrá elecciones intermedias. ¿Respetará el oficialismo la cláusula gatillo con que se aprobó la postergación por única vez? ¿Se hará presente otra vez la metáfora del escorpión? ¿Canalizarán las elecciones el descontento y pondrán diques de contención a los renovados intentos de ir por todo y arrasar con las minorías?
La oposición de Juntos por el Cambio enfrenta un desafío mayor: ofrecer una alternativa creíble al desamparo de los que quedaron a la intemperie, a sabiendas de los obstáculos con los que se enfrentan. Tenemos un Estado sobredimensionado, ocupado en sus puestos claves por una organización política dispuesta a apropiarse de todos los mecanismos del Estado. ¿Quién podrá reformar un sistema jubilatorio insostenible porque financia a quienes no aportaron y pertenecen a los deciles medios altos y altos de esta sociedad? ¿Quién podrá renunciar a una línea de bandera que ya los países no tienen y que nos cuesta tanto mantener? ¿Quién podrá poner fin al dispendio contaminador de Río Turbio o al de los astilleros de La Plata, que no producen barcos desde hace mucho?, se pregunta Alieto Guadagni; ¿quién podrá regularizar tarifas de servicios en el AMBA?, indaga por su parte Daniel Montamat.
Las reformas a tan grave como disparatada situación requieren consensos, pero los intereses que se vulneren tienen capacidad de resistir, mientras que los beneficiarios de buena fe del sistema, que son muchos, no alcanzarán a comprender fácilmente las correcciones que urgen. A ellos hay que fundamentarles cómo beneficiaría al conjunto y a ellos mismos una política de cambios drásticos. Hay que hablarles a los que no ven salida y anticiparles caminos, difíciles, pero posibles.
Hay un largo derrotero que recorrer para salvar los obstáculos ideados por una administración que ha hecho del Estado su botín; del presidente, un amanuense, y de su norte, el sueño de la impunidad de la vicepresidenta y la prolongación sine die de la sucesión familiar en el poder.
Más que una narración de hechos dominantes en la actualidad argentina parecería que hemos sido prisioneros de una pesadilla. El desafío es vencerla con la participación masiva de una ciudadanía dispuesta a recuperar las posibilidades de un destino digno y de progreso sostenido.

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