jueves, 27 de mayo de 2021

HISTORIA DEL CINE ARGENTINO


El desarrollo del cine popular y el signo de la política
La casa del ángel (1957)

Con el notable peso de la política, pero también de las nuevas tecnologías y de los cambios estilísticos, los años 50 marcaron el quiebre definitivo de algunas constantes que la industria cinematográfica había exhibido en los años previos, con dos hechos gravitantes heredados del último año de la década anterior: el nombramiento de Raúl Alejandro Apold como subsecretario de Informaciones de la Presidencia, y en los hechos, quien determinará la suerte del cine argentino hasta casi el fin del peronismo, y el progresivo cierre de los otrora todopoderosos estudios cinematográficos, entre los cuales solo Argentina Sono Film mantendrá su peso.
La crisis productiva afianzó un cine de corte popular con películas como El último payador, La barra de la esquina o Pelota de trapo; pero también la “comedia sofisticada” de la mano del gran Carlos Schlieper, que entregará sólo en 1950 tres títulos (Cuando besa mi marido, Esposa último modelo y Arroz con leche), y tendrá una presencia sostenida incluso llevando clásicos a la pantalla como
Los árboles mueren de pie, con guion del propio Alejandro Casona, hasta su temprano adiós en 1957.
La “comedia sofisticada”, en este caso con toques policiales, tendrá un gran exponente con La vendedora de fantasías, donde Daniel Tinayre demostrará ser el gran director que también estrenará
Deshonra, Tren Internacional, La bestia humana y En la ardiente oscuridad, con la que Mirtha Legrand brindará en un papel de gran exigencia interpretativa. Luis Sandrini traerá al cine su éxito teatral
Cuando los duendes cazan perdices (1955), y Carlos Hugo Christensen dos adaptaciones del policial: No abras nunca esa puerta y Si muero antes de despertar.
Pero frente a un cine de raigambre social encarnado magistralmente por
Los isleros (Lucas Demare, 1951), con Tita Merello y Arturo García Buhr en el sufrido retrato de la vida de los isleros del Paraná, o Las aguas bajan turbias (Hugo del Carril, 1952) con la explotación en los yerbatales del alto Paraná, también resurgirá un cine intelectual que progresivamente hará propias experimentaciones estéticas de otras latitudes y culminará dominando el cine argentino al finalizar la década, comenzando por El crimen de Oribe, con la cual Leopoldo Torres Ríos adaptó un relato de Adolfo Bioy Casares y acercó al largometraje a su hijo, quien revolucionaría al cine argentino en 1957 con La casa del ángel, film que encumbró a Leopoldo Torre Nilsson como padre del Nuevo Cine Argentino. “Babsy” fue quien asimismo descubrió a dos grandes actrices para un nuevo modelo de estrella local: Elsa Daniel y María Vaner. También con un interés en el cine argentino de carácter renovador aparecerá Fernando Ayala, quien no abandonará el cine social pero tendrá nuevas inquietudes narrativas que se cimentarán sobre todo con El jefe (1958), largometraje que además será el puntapié de la productora más representativa del cambio del modelo estético y productivo del cine argentino de entonces: Aries Cinematográfica Argentina, fundada por Ayala y Héctor Olivera el 26 de julio de 1956, pero claro resultante de la nueva Ley de Cine promulgada en 1957. Esos años grises de prohibiciones y exilios vieron retornar luego de la caída del peronismo a figuras como Niní Marshall, Orestes Caviglia, Arturo García Buhr o Francisco Petrone, pero también dificultarse las carreras de Tita Merello, Hugo del Carril, Nelly Omar o Luis César Amadori cuando la denominada Revolución Libertadora cayó en desgracia. Todas proscripciones que sólo terminarían perjudicando al cine argentino en su presencia internacional.
Mario Soffici pasará de un film de extraordinario valor inserto en el cine clásico como El extraño caso del hombre y la bestia (1951), a la experimentación narrativa de la mano de nuevos autores con su magistral Rosaura a las diez (1958), surgida de la pluma de Marco Denevi. Hugo del Carril irá desde lo social-folclórico de Las aguas bajan turbias al virtuosismo narrativo de Más allá del olvido (1956), que se adelantó con una historia muy similar a Vértigo, de Alfred Hitchcock.
La década marcará la caída de sellos como Emelco, Efa, Lumiton y San Miguel; la pérdida del mercado latinoamericano a manos de México; la llegada de la TV y el cine argentino en colores. Los años 50 vieron debutar en la pantalla a Graciela Borges, a un actor llamado Leonardo Favio, el primer desnudo de Isabel Sarli con El trueno entre las hojas, despuntar en popularidad a Lolita Torres, brillar a Duilio Marzio y convertirse en revelación a Alfredo Alcón; la realización de dos festivales de Mar del Plata con diferente signo político en 1954 y 1959; y la aparición de entidades como el Cine Club Núcleo (1952) y Directores Argentinos Cinematográficos (1958).
Pero la notable expansión del cortometraje marcará una diferencia decisiva con el pasado: los nuevos directores vendrán de un universo independiente y no gracias a una carrera de ascensos y aprendizajes dentro de las grandes usinas de ilusión que conformaban los grandes estudios, que ya no fabricarán estrellas ni determinarán el surgimiento de quien diga: “¡Luz, cámara, acción!”


La barra de La esquina, Los isleros, Los árboles mueren de pie, el trueno entre Las hojas, Cuando Los duendes Cazan perdices, no abras nunca esa puerta y si muero antes de despertar pueden verse en Cine.ar; el jefe está disponible en Xiclos.com

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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