martes, 1 de marzo de 2022

LA POLÍTICA DE LA IGNORANCIA Y EL ¡¡¡YO NO FUI !!!!


Dirigentes que escapan de la realidad

Sergio Suppo

Como animales que huyen de los incendios correntinos, chamuscados, una parte significativa de la fauna política huye de las negociaciones que deben terminar en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) o, peor, con el anticipo de otro incumplimiento argentino frente a sus recurrentes endeudamientos.

Todo ocurre mientras queda expuesto el resquebrajamiento de las formaciones que gobiernan o aspiran a hacerlo, a la vez que el descontento social por los fracasos repetidos abre las puertas a personajes que prometen barrer con el sistema de poder.
"Nadie quiere hacerse cargo del costo político, económico y social que deberán seguir afrontando una vez que la Argentina haya cerrado con el Fondo"
La endeblez de la economía depende de un acuerdo con el FMI, complejo de asumir y difícil de ejecutar sin un perentorio esfuerzo. Mientras, las relaciones internas de las alianzas aparecen sacudidas por una precipitada oleada de especulaciones hacia la todavía lejana disputa por el poder, a fines del próximo año.
Nadie quiere hacerse cargo del costo político, económico y social que deberán seguir afrontando una vez que la Argentina haya cerrado con el Fondo, si es que la alianza gobernante al fin se pone de acuerdo en concretarlo.
Los sondeos que cerraron 2021 y abrieron 2022 muestran el enojo social con el Gobierno y con los dirigentes en general. Hay quienes, parados en los siempre inestables datos de la opinión pública, se atreven a insinuar un clima parecido al “que se vayan todos” de dos décadas atrás.
Javier Milei atraviesa un veranito de popularidad con solo decir que no pertenece a la dirigencia que provocó los problemas y con la facilidad de resumir la solución en un ajuste sobre los gastos de la política. ¿Así de fácil? Personajes similares han prosperado en Brasil, Estados Unidos o Gran Bretaña, montados en el descontento social y los ensayos fracasados y consecutivos de los espacios partidarios tradicionales. Donald Trump, Jair Bolsonaro y Boris Johnson comprobaron que no era tan sencillo solucionar problemas concretos como embestir verbalmente contra sistemas políticos quebrantados.
En el interior de las grandes coaliciones también se cocinan soluciones extremas para una clientela rabiosa que espera la magia de la felicidad inmediata que le cambie el humor.
Un aire de ajenidad sopla en el kirchnerismo respecto del gobierno que su propia jefa inventó una vez que descubrió que ella por sí misma no podría regresar a la presidencia. Cristina Kirchner consumó una maniobra sorpresiva cuando hizo presidente a Alberto Fernández luego de una recorrida previa que recogió los pedazos rotos de un peronismo disgregado en los últimos años de su mandato.
Esos peronistas entraron a la misma bolsa que habilitó la actual vicepresidenta en un acto de liderazgo y habilidad, contrapuesto con la frustración que la segunda mitad del mandato de Mauricio Macri había provocado en sectores decisivos del electorado.
Es ahora la propia Cristina la que rompió con su propio invento, socia en las buenas, alejada en los malos momentos. Su juego ya se insinuó cuando su hijo Máximo dio vuelta la primera carta: expondrá a Alberto Fernández a pagar todo el costo de las condiciones del acuerdo con el Fondo Monetario y se guardará un posterior: “Yo les avisé; yo tenía razón”.
Ese ensayo de resguardo se basa en la certeza de que la situación de la economía no mejorará lo suficiente como para ser competitivos el año que viene y, además, en la convicción de que cumplir con lo que se pacte con el Fondo impedirá atender al núcleo electoral que la sostiene, en las profundidades del abismo de pobreza y marginación del conurbano.
El acuerdo con el Fondo parece una mancha venenosa, pero lo que en realidad complica al Gobierno, como a sus alternativas futuras, es la inevitable necesidad de un reacomodamiento de las variables de la economía y de las finanzas. El tan maldecido ajuste se hará por la vía de un plan asumido por el Gobierno o lo terminará haciendo la propia realidad, con la brutalidad conocida de los estallidos de otros tiempos.
"La idea de Carrió le ahorra a la oposición un debate que pasará, es inevitable, por la decisión de Macri de contraer un fenomenal endeudamiento"
Mientras Cristina presiona para morigerar el ajuste y coparticipar su costo entre su exsocio Fernández y los opositores de Juntos por el Cambio, desde ese costado Elisa Carrió lanzó un globo de ensayo al proponer que el acuerdo con el Fondo no pase por el Congreso y sea asumido por completo como un acto del Poder Ejecutivo.
Es un giro que expresa que el Presidente no tiene los votos para aprobar ese pacto con el FMI y que apunta a evitar que Juntos por el Cambio reemplace con sus votos o sus abstenciones las adhesiones que el kirchnerismo le negará a su propio gobierno.
De paso, la idea de Carrió le ahorra a la oposición un debate que pasará, es inevitable, por la decisión de Macri de contraer un fenomenal endeudamiento a poco de observar que los prestamistas privados se disponían a cerrarle el grifo.
Juntos posa en fotos de unidad que en realidad confirman una guerra de egos y especulaciones que separa a sus principales dirigentes y pone en riesgo sus posibilidades de aprovechar las chances que les ofrecen la división del oficialismo y el avance de la crisis económica.
Unos y otros, los que están y los que quieren volver, comparten el riesgo de quedar unidos por el fracaso compartido. Es lo que explican las maniobras para despegarse de la tragedia. Es lo que expone a los dirigentes en su ingenio y en su miseria.

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