lunes, 28 de febrero de 2022

LA BATALLA DE CASEROS


La batalla de Caseros: ruptura, continuidad y sutura de la historia argentina
A 170 años de un combate que dio origen a una nueva Argentina en la que Mitre cumpliría un papel clave, conviene volver a ese hecho crucial desde la perspectiva del presente
Marcelo H. Garabedian
Una escena de la batalla de Caseros, en una litografía del artista italiano Carlos Penutti
La batalla de Caseros fue el escenario donde convergieron aproximadamente unos sesenta mil soldados de ambos ejércitos y combatieron durante seis horas. Las operaciones se iniciaron en el Palomar de Caseros y culminaron en los terrenos de Palermo. Se han cumplido 170 años de ese hecho histórico.
Los aniversarios siempre se convierten en circunstancias inmejorables de intervención para definir las identidades nacionales. Suelen aprovecharse, además, para fijar posicionamientos políticos en relación con el presente.
En el ejercicio de analizar la historia existen las “rupturas”. La batalla de Caseros ha sido presentada como una de ellas, pero también existen las “continuidades” y por supuesto, las “resignificaciones” o “suturas” historiográficas. Estos elementos conviven dentro del gran ciclo de la historia, abriendo y cerrando pequeños capítulos de un examen, en principio, interminable.
Tanto Caseros como el bando triunfador, los constitucionalistas encabezados por Juan José de Urquiza, han sido presentados como una bisagra de nuestra historia moderna. Esto obedece a que se reivindicaron dos principios generales. El primero fue el objetivo de lograr la Organización Nacional sobre la sólida base de la redacción y promulgación de una Constitución Nacional para terminar con otro tipo de organización no institucionalizada, fundada en el equilibrio político con los caudillos provinciales que habían convivido con el predominio del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas.
"En la década de 1850 se dio un gran debate sobre la forma que debía adoptar la Nación"
Rosas ejercía las veces de representante de la Confederación en el exterior, facultad delegada y renovada periódicamente por el conjunto de las provincias. La nueva época abrió un nuevo escenario en el que se manifestaron tensiones y enfrentamientos entre Buenos Aires y la Confederación de las Provincias Unidas, en una disputa que duró toda la década de 1850 y culminaría con la batalla de Pavón, en septiembre de 1861.
El segundo aspecto tiene que ver con la forma de gobierno, la República federal, que garantiza la aclamada libertad individual y la autonomía que reclamaban para sí las provincias desde los comienzos de la etapa independiente. La libertad fue un pilar fundamental y debía garantizarse incluso por sobre las voluntades dominantes de turno.
Durante la década de 1850 se produjo el debate más fecundo sobre las nuevas formas políticas que debía adoptar la nación en construcción. Muchas de nuestras principales obras constitucionales, históricas y políticas datan de este período: Argirópolis (1850) y Campaña del Ejército Grande aliado de Sud América (1852), ambas de Sarmiento; Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852), de Juan Bautista Alberdi; Historia de Belgrano y de la independencia argentina (1858), de Bartolomé Mitre; y el Código de Comercio de Buenos Aires (1859), redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield y Eduardo Acevedo.
Existieron también continuidades. El legado de autoridad del Estado que emanaba desde el Pacto Federal de 1831 fue imprescindible, tal como señaló Alberdi, dado que las montoneras se resistían en disciplinarse y, por lo tanto, continuaban existiendo como proyectos políticos regionales y paralelos, enfrentados con los constitucionalistas. Esa problemática se extendió durante los siguientes treinta años, en los que no sólo se ejerció la fuerza, sino que se dieron grandes debates sobre los acuerdos políticos e institucionales que han quedado registrados en las páginas de los diarios de la época.
Un día después de la batalla de Caseros, que se libró el 3 de febrero de 1852, el coronel Virasoro ingresaba en la ciudad de Buenos Aires como avanzada del Ejército vencedor. Rosas había optado por el exilio en Southampton y los puestos de autoridad habían quedado acéfalos. Benito Hortelano, un librero e impresor español afincado en la ciudad, autor de una autobiografía muy interesante, se apresuraba a quitar de la puerta de su librería el cartel obligatorio que rezaba “mueran los salvajes unitarios”.
Mitre, joven periodista
Este cronista de la ciudad editaba varios periódicos que divulgaban en su mayoría información comercial. En medio de la parálisis provocada por la guerra, el 5 de febrero Hortelano propuso a sus socios continuar con la edición del diario y dado el nuevo escenario político analizó los cambios posibles. Entre los más importantes, planteó: “Había venido en el ejército un joven precedido de alguna fama como periodista y hombre de esperanzas, este joven era el comandante D. Bartolomé Mitre, quien pronto se puso en relaciones con nosotros y a quien encomendamos la dirección del diario con la asignación de 4000 pesos papel mensuales. Propuso, al hacerse cargo de la redacción, el cambio del nombre de El Agente por el de Los Debates, para que no tuviese punto de relación alguna con las doctrinas que El Agente había sostenido. El 1° de marzo se hizo cargo con tan brillante éxito, que el público corrió a suscribirse al diario de moda, y a fe que lo merecía, porque fue un diario como no había habido otro, ni después ninguno lo ha igualado”.
"Mitre quería dejar atrás los confictos del pasado reciente"
Bartolomé Mitre tenía 30 años de edad. Había realizado una experiencia en el mundo de la poesía, las obras de teatro, el periodismo y también como militar, en Uruguay, y sobre todo en Bolivia. En Valparaíso participó activamente en el mundo de la prensa, al lado de figuras como Sarmiento y Alberdi.
La década de 1850 encontrará a Mitre entregado a la tarea central de la organización nacional y, después del resultado de Caseros, al objetivo de lograr las necesarias suturas de la historia. Su labor historiográfica así lo atestigua. También desde la prensa, y en especial en Los Debates, expresó sus ideas sobre un orden duradero e impersonal que contuviera a las provincias y ofreciera previsibilidad al desarrollo del país.
Este orden virtuoso no fue logrado de inmediato; surgieron proyectos antagónicos y alternativos. Y, por supuesto, no colocó en un pie de igualdad a todas las provincias. Aun con estas características, debe encomiarse el esfuerzo emprendido por las dirigencias nacionales y provinciales de la época, que confluyeron en una Constitución Nacional y en un orden que permitió la paulatina llegada de inmigrantes, las inversiones en infraestructura y la renovación urbanística de las principales ciudades del país. Si bien eran muchas las diferencias políticas que dividían a las dirigencias nacionales y provinciales, esos objetivos centrales fueron un proyecto de encuentro a lo largo de muchas décadas.
La labor de Mitre en el periodismo porteño se inició el 1° de abril de 1852 con el primer número del diario Los Debates. El editorial “Profesión de Fe”, que comenzó con una cita de Lamartine sobre la importancia de la prensa como garantía para la libertad, fue una declaración política de apoyo a una república federal y a la promulgación de una Carta magna que diera por resultado la organización nacional. Mitre miraba el futuro y quería dejar atrás los conflictos del pasado reciente.
Esta fue una decisión política que compartió con Justo José de Urquiza, incluso en los momentos previos y posteriores a la batalla de Pavón, que los tuvo como contendientes. El intercambio epistolar entre ambos, entre 1860 y 1868, es una muestra cabal de que aun en el conflicto no podía perderse de vista el proyecto de una organización política que contuviera al conjunto, como único medio para alcanzar la integración y la prosperidad de la Nación que comenzaba a articularse.
Usos de la historia
A lo largo del tiempo, estas fechas se han presentado como estandartes para los proyectos políticos en pugna, reivindicando o silenciando su legado. El Centenario de la batalla de Caseros, en 1952, llegó bajo la presidencia de Juan Domingo Perón, que había logrado la reelección inmediata luego de la Reforma Constitucional de 1949. La prensa ligada al gobierno no mencionó el suceso, reservando un espacio para la evocación del combate de San Lorenzo, que por casualidades de la historia también se había desarrollado un 3 de febrero, pero de 1812. En cambio, los diarios LA NACION, con Arturo Capdevilla, y La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, recordaron la batalla de Caseros y todo lo que con ella cambió en la historia argentina y su devenir político.
"El legado de Caseros sigue vigente en nuestros días"
En el sesquicentenario de Caseros el país estaba bajo los estragos de la peor crisis económica, social, política e institucional desde la recuperación democrática de 1983. Ya habían pasado la sucesión de efímeros presidentes de los últimos días de 2001. En la vorágine de noticias, la evocación de Caseros permitió revalorizar las preguntas sobre la organización nacional, en momentos en que estaba en duda la misma continuidad de la Argentina como comunidad política de destino.
La vigencia del legado de Caseros demuestra que tanto la democracia como las formas republicanas son pilares fundamentales que nuestra sociedad debe repensar permanentemente a fin de garantizar la convivencia armoniosa entre los argentinos y buscar los consensos necesarios para asegurarles un futuro de prosperidad.



Investigador. Museo Mitre
El combate de Caseros, el enfrentamiento entre las tropas de Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza librado el 3 de febrero de 1852 que marcó un punto de inflexión en la historia argentina, ha sido objeto de múltiples abordajes académicos y bibliográficos. En el recién publicado Caseros. La batalla por la organización nacional (Sudamericana) un grupo de especialistas analizan la batalla en su dimensión militar, política, económica, diplomática y social, en la idea de que en ella se resuelven, en buena medida, los conflictos y las tensiones que el país había acumulado desde la Revolución de Mayo.
“Caseros representa la caída del gobierno de Rosas, el inicio de un proceso de organización constitucional, la implementación de la libre navegación de los ríos y el reacomodo de las relaciones de fuerza entre los países vecinos de la cuenca platense”, señalan en el prólogo Ignacio Zubizarreta, Alejandro M. Rabinovich y Leonardo Canciani, los tres doctores en Historia, editores del libro.
Más allá de volver al combate en sí, el prólogo ofrece una clave de lectura del libro, que apunta a profundizar en el conocimiento del pasado en función de las preguntas del presente: “La historia es inmutable; la historiografía es completamente dinámica, porque evoluciona al mismo tiempo que la sociedad. Por ese motivo no ha existido, ni existe, una única interpretación de lo que significó Caseros para la Argentina y la región, sino muchas”.
El libro propone seis capítulos. “De gobernador a Jefe Supremo. La construcción del orden rosista”, a cargo de Zubizarreta y Canciani; “Justo José de Urquiza y el Ejército Grande de la América del Sud”, por Roberto Schmit, doctor en Historia; “Juan Manuel de Rosas y el ejército de Buenos Aires”, por Agustín Galimberti, doctor en Ciencias Sociales; “3 de febrero de 1852. La hora de la verdad”, a cargo de Rabinovich; “El saqueo y la muerte. El día después de la batalla”, por el doctor en Historia Gabriel Di Meglio, y “Entre rebeliones y constituciones. El violento camino a la paz”, por María Fernanda Barcos, doctora en Historia, y Zubizarreta

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.