sábado, 31 de diciembre de 2022

Ileana Cabra.....ESCUCHALA


Ileana Cabra. De sus inicios en Calle 13 al elogio de Bob Dylan y su camino solista
La cantante volvió al ruedo con un disco delicioso, Nacarile, del que participan otras voces como Mon Laferte y Natalia Lafourcade
 Diego Mancusi ,Sony Music
Los filósofos estoicos de la Antigüedad acuñaron el concepto de amor fati (“amor al destino”) para hablar de la conveniencia de aceptar y abrazar lo que no se puede controlar. Ile (Ileana Cabra Joglar), a quien conocimos como la pata femenina de Calle 13 pero que -con tres discos editados- ya es un fenómeno de la música latina por mérito propio, tomó esta idea como guía para hacer Nacarile, el álbum que lanzó hace un par de meses: con una pandemia condicionando los planes de todo el mundo, eligió simplemente dejarse llevar. Así fue componiendo una canción tras otra sin saber en qué terminaría esa aventura, sin un hilo conductor, sin estrategias industriales. Cuando estuvieron listas, experimentó con ellas de acuerdo a lo que surgiera en cada sesión. Una vez delineadas se propuso sumarle algunos invitados al disco, pero sin presiones: quien se sintiera a gusto con colaborar sería bien recibido y quien no, no sería forzado.
El plan fue el no plan, pero funcionó: Nacarile es su trabajo más osado. En la lista de featurings quedaron nada menos que Trueno, Natalia Lafourcade, Ivy Queen y Mon Laferte. Su mensaje feminista llega más claro y más explícito que en cualquiera de sus obras anteriores y el universo se acomodó de tal forma que hasta terminó recibiendo un inesperado elogio de Bob Dylan.
–¿Fue una experiencia nueva para vos trabajar sin estructuras y sin tiempos por la incertidumbre de la pandemia?
–Sí, definitivamente no estaba acostumbrada a trabajar así. Siempre me gusta tener un sentido de dirección, aunque el principio no esté completamente formado, pero sí tener algo que yo sienta que me voy a ir encaminando. Siento que eso nunca pasó en el proceso de este disco: por eso digo que yo siento que fue al revés. Como que en vez de estar dirigiendo el disco, fueron las canciones las que me fueron dirigiendo a mí. Así que con eso me dejé llevar.
–¿Puede ser que en este disco te hayas permitido más experimentar con subgéneros del rock y del pop, sin tampoco dejar de lado los géneros de raíz latinoamericana?
–Quizás. No te puedo decir que todo lo hice desde un lugar súper consciente. Casi todo te diría que fue bastante intuitivo por alguna razón. Sí es cierto que con el tiempo voy practicando hacer menos juicio de mí misma y de las cosas que salen naturalmente; entonces sí, si siento que me conecta con lo que quiero comunicar: olvídate, eso ya está bien. Valorar y apreciar más lo que sale, aunque sea por impulso o desde otro sitio quizás más nuevo, pero que me enseña algo. Surgió así.
–¿Te dejás influenciar por tus contemporáneos? ¿Escuchaste últimamente algo que te pareció novedoso y que te inspiró incluso cuando no se pareciera a nada de lo que vos hacés?
–Yo siento que escucho mucha música pero sí me gusta mucho la salsa vieja de aquí de Puerto Rico. Y yo creo que me gusta que es bien pesada, bien agresiva, tiene mucha actitud. Pero obviamente no estoy buscando hacer algo como eso, sino detectar la energía que me gusta de las canciones, sin intención de imitar nada en particular sino de profundizar lo que provoca en mí. Desde ahí trabajo. No siempre estoy buscando algo tan específico sino una sensación, que me transmita algo musicalmente o con la letra.
–Otro rasgo compartido por buena parte del disco es una especie de psicodelia que tiñe todo. ¿En qué momento del proceso creativo surgió esa idea?
–Pues yo creo que era tratar de asociarlo a mi estado emocional durante la cuarentena. Estaba muy dispersa, como abrumada con todo lo que estaba pasando. Entonces me mantuve “flotante”: nunca me sentía segura ni firme en ninguna superficie en particular. Todo lo contrario: me sentía en otra dimensión, por decirlo así. Y yo creo que eso me llevó a explorar otro tipo de melodías, a jugar más con el aire de mi voz, a cosas que ni yo entendía en su momento. Decía: “alguna razón me lleva a estos sonidos y quiero esto”. Era esa sensación medio airosa y también acuática: sientes que vas a terminar en algún sitio pero no tienes idea de cuál va a ser ese sitio. Y aunque eso no tenga nada que ver con la manera en la que me gusta trabajar -me gusta sentirme más estructurada, me gusta sentir una base, segura- no me quedó otra más que fluir con esa inseguridad, esa incomodidad que estaba sintiendo. Así que todo se dio más o menos de esa forma.
–Se te nota más expuesta como cantante, más cruda. ¿Cómo viviste esto de estar tan al frente en lo vocal?
–Creo que fue algo de lo que aprendí trabajando este disco. Tuve que buscar la manera de enfrentarme con lados de mí misma que quizás no tenía muchas ganas de enfrentarlos. Eso se me hizo complicado en su momento, pero era buscar la manera de acoger esa rareza que estaba sintiendo y usarla a mi favor en vez de echarla a un lado o discutir o pelear con eso. Creo que por eso aprendí mucho y eso me llevó a intimidades que yo misma quizás inconscientemente estaba evitando llegar, y no fue hasta que traté de acercarme más a esa parte de mí que me lo iba disfrutando más. Entonces sí, este disco tiene mucho de eso. –¿Las colaboraciones iban apareciendo en tu mente a medida que ibas haciendo cada canción? ¿Llegaste a componer alguna con el featuring ya en mente? –Trato de prepararme para lo que sea y no me gusta ilusionarme con nadie en particular. Es “guau, estaría buenísimo” pero como en realidad todo es tan incierto, no sabés si la otra persona va a conectar con la canción, si le va a gustar tanto como a ti… como que hay un montón de factores que yo trato de que no me confundan. Se puede tener a alguien en mente o fluir con lo que pase. Pero cuando te empiezas a imaginar una voz, si en un momento no pasa es raro. Pero no llegó a pasar. Con Natalia ya me la iba imaginando. La canción [”En cantos”] era un poquito distinta pero me la iba imaginando con su voz. Hice el acercamiento, dijo que sí y súper bien, pero con los demás fue más espontáneo todavía. Y eso estuvo bueno: siento que no estaba necesariamente esperando nada de las otras personas. Era: “vamos a tratar esto, si te gusta y quieres ser parte, brutal. Vamos a hablarlo bien y ver qué sale de aquí”. Me gustaba más esa sensación “sorpresiva” del proceso.
–Las letras de “Algo bonito”, con Ivy Queen y “Traguito”, con Mon Laferte resignifican conceptos patriarcales. ¿Fue una decisión consciente esto de cargar sobre las formas del lenguaje?
–Sí, yo creo que se dio porque son temas que me llegan mucho y me parece importante hablarlo desde el contexto más grande, más explícito hasta el más desapercibido. Y yo siento que dentro del patriarcado, como es algo que lamentablemente está tan arraigado culturalmente en nuestra sociedad, es bien difícil sacar esa raíz por completo. No solamente debemos ver el macro sino también el micro, sobre todo en situaciones que normalizamos un poquito más fácil dentro del patriarcado. Entonces, el tema con Mon, por ejemplo: pues sí, estaba mirando más esos conceptos equivocados que nos llevan diciendo a veces desde que somos niñas y que sin querer nos los creemos de tanto escucharlos. Eso de que la mujer es difícil, es complicada, y yo me pregunto siempre lo mismo: ¿Difícil para quién? Nadie merece sentirse sometido a nada que no quiera hacer. De eso habla esa canción con Mon, que me gusta que encima sea de una mujer decidida de lo que quiere y de lo que no quiere. Y desde un lugar un poco satírico, también, en la canción, dentro de su borrachera. El tema con Mon es un poquito más agresivo, más directo. Y desde ese lugar, redefinir lo bonito para nosotras las mujeres, que no es dentro de los estereotipos sino desde los derechos que nos corresponden.
–¿Tuviste que repensar cómo decir ciertas cosas en este disco?
–Quizás me puede pasar en que se sienta todo más desmenuzado, más claro, más directo. Porque a veces siento que pude haber escrito cosas que para mí estaban claras pero no sabía si alguien que tuviese otra cabeza las iba a interpretar de la misma manera. Me pasó con eso: cada vez ser más directa, más clara, y que lo que yo quiero decir llegue lo más entendible posible.
–Bob Dylan elogió tu interpretación del himno de Puerto Rico en la pelea entre Miguel Cotto y Floyd Mayweather, en 2012. ¿Cómo viviste eso?
–Estaba durmiendo y de momento me despertaron con la noticia. Pero fue bien loco, porque Puerto Rico, al tener una realidad tan colonizada, tiene muchas complejidades. Una súper grande es que nosotros tenemos dos himnos: el revolucionario y el que usamos para todo, que yo digo que es el himno sumiso porque el revolucionario vino primero y, obviamente, se le llama revolucionario para desacreditarlo. Pero el que nosotros cantamos es muy sumiso, muy arrodillado. Incluso menciona a Cristóbal Colón. Entonces, para mí fue un momento muy duro porque sí, tuve que cantar ese himno que no quería cantar y se mezclaron muchas emociones dentro de mí. Acepté que en realidad no era un momento para mí y de cierto modo intenté vivírmelo lo más que podía. Pero de momento poder recibir eso de Bob Dylan fue bien loco porque para mí fue muy duro manejar esa situación, pero unos años después recibir esa noticia de alguien que no entendía nada de lo que yo estaba cantando, que le conmovió, pues fue de esas ironías de la vida. Creo que fue una lección. Fue muy loco y lo pude conocer personalmente a partir de eso. No me pude tomar fotos porque era parte de las instrucciones pero lo tengo muy vivo en mi memoria.

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